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Madmaxista
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Caso del médico desaparecido: envenenados con «popper», la droja del sesso
El joven, de 29 años, estaba en casa de un enfermero del hospital de Alcalá de Henares, de 40, donde ambos trabajan.
La Policía Nacional halló ayer el cadáver de Pablo Escribano Taioli, de 29 años, el médico residente de Endocrinología del Hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares al que su familia perdió la pista la madrugada del pasado miércoles, cuando salió de su casa del barrio de Salamanca en su coche, con rumbo desconocido. No tenía signos externos de violencia. Para estupor de los agentes, había un segundo cuerpo sin vida, el de José Antonio Barba Pérez, de 40 años, el dueño del piso situado en la calle de la doctora de Alcalá, en donde residía. Tampoco tenía señales de etiología homicida. Era enfermero y trabajaba en el mismo centro en el Área de Rehabilitación, por tanto, se conocían.
Cada uno estaba en una habitación, sobre la cama, uno tapado y el otro, no. No se sabe cuánto tiempo llevaban fallecidos. Lo único que ha trascendido es que todo apunta a que la causa de la fin obedece a una sobredosis derivada del consumo de drojas, a la espera de lo determine la autopsia que les será practicada a los cadáveres. Así lo han indicado fuentes de la Policía Nacional. Por los indicios hallados en el inmueble, todo hace pensar que la pareja habría inhalado «popper», la conocida como droja del sesso, utilizada, especialmente en el ambiente gays. Se trata de una sustancia química (nitrito de alquilo) de efectos vasodilatadores que incrementa el placer. Debe su nombre a que se suele presentar en ampollas para ser inhalado, produciendo un ruido que en inglés denominaron «pop».
Tal vez los sanitarios la mezclaron con otras sustancias. Con todo, los resultados de las pruebas toxicológicas que les practiquen a los fallecidos tardarán entre uno y dos meses, aproximadamente. El Grupo de Homicidios se ha hecho cargo del caso para esclarecer todas las circunstancias y descartar por completo que haya algún delito detrás.
La confirmación del terrible desenlace sumió en el dolor a ambas familias. La de Pablo tenía la esperanza de hallarle con vida. «Le tienen retenido; todo nos lleva a pensar eso», explicaba a ABC Ángela, la hermana mayor del médico, conocido en su círculo de amigos como Pablo Endo, por su especialidad de Endocrinología, antes de conocer la tragedia.
Fue un amigo del enfermero que tiene llave del piso el que dio la voz de alerta ayer a la Policía Local. Fue tras ver la foto del médico en las redes sociales pidieron colaboración ciudadana. Él fue a esa vivienda entre el miércoles y el jueves unos minutos y vio a uno de ellos en mal estado. Cuando se percató de que estaban buscando a Pablo pensó que tal vez estuviera ahí. No se equivocó y marcó el 091. Sin embargo, la primera dirección que manejaron los investigadores fue la de una plaza; luego, la Policía local recurriendo a los datos del padrón, descubrieron el piso donde ocurrieron los hechos y los cadáveres.
«La vida le sonreía»
A Pablo se le perdió la pista horas después de regresar de un viaje a Canarias con unos colegas de profesión. Llegó el martes sobre las 21 horas al aeropuerto y se dirigió a su casa, cerca de la avenida de América. Sus dos compañeras de piso le invitaron a irse con ellas a las fiestas del Dos de Mayo. «Quiero descansar. Mañana tengo que seguir con la ronda de currículums», explica su hermana Ángela cuando aún tenía esperanzas de que apareciera con vida. El próximo día 20 acababa el MIR después de cuatro años y buscaba trabajo. «La vida le sonreía y estaba lleno de planes», dice sobre Pablo.
Inopinadamente, sobre las 03.30 horas las cámaras de su urbanización le grabaron saliendo en su coche. Ahora se sabe que fue a Alcalá. «Ha tenido que ocurrir algo raro para que cambiara de idea y saliera», indicaba Ángela. Insistía en que él (su único hermano) estaba retenido porque el móvil había estado abierto hasta la madrugada del viernes -«a las cuatro de la madrugada se apagó del todo»-, por lo que alguien lo recargó. Su tarjeta de crédito fue bloqueada por internet y, además, escucharon las llamadas que ella y sus padres dejaron en el buzón de voz. Estos últimos, que denunciaron la víspera su desaparición en el cuartel de la Guardia Civil de Las Rozas, donde residen, se quedaron, como ella, totalmente destrozados, sumidos en una inesperada desgracia.
Caso del médico desaparecido: envenenados con «popper», la droja del sesso
El joven, de 29 años, estaba en casa de un enfermero del hospital de Alcalá de Henares, de 40, donde ambos trabajan.
La Policía Nacional halló ayer el cadáver de Pablo Escribano Taioli, de 29 años, el médico residente de Endocrinología del Hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares al que su familia perdió la pista la madrugada del pasado miércoles, cuando salió de su casa del barrio de Salamanca en su coche, con rumbo desconocido. No tenía signos externos de violencia. Para estupor de los agentes, había un segundo cuerpo sin vida, el de José Antonio Barba Pérez, de 40 años, el dueño del piso situado en la calle de la doctora de Alcalá, en donde residía. Tampoco tenía señales de etiología homicida. Era enfermero y trabajaba en el mismo centro en el Área de Rehabilitación, por tanto, se conocían.
Cada uno estaba en una habitación, sobre la cama, uno tapado y el otro, no. No se sabe cuánto tiempo llevaban fallecidos. Lo único que ha trascendido es que todo apunta a que la causa de la fin obedece a una sobredosis derivada del consumo de drojas, a la espera de lo determine la autopsia que les será practicada a los cadáveres. Así lo han indicado fuentes de la Policía Nacional. Por los indicios hallados en el inmueble, todo hace pensar que la pareja habría inhalado «popper», la conocida como droja del sesso, utilizada, especialmente en el ambiente gays. Se trata de una sustancia química (nitrito de alquilo) de efectos vasodilatadores que incrementa el placer. Debe su nombre a que se suele presentar en ampollas para ser inhalado, produciendo un ruido que en inglés denominaron «pop».
Tal vez los sanitarios la mezclaron con otras sustancias. Con todo, los resultados de las pruebas toxicológicas que les practiquen a los fallecidos tardarán entre uno y dos meses, aproximadamente. El Grupo de Homicidios se ha hecho cargo del caso para esclarecer todas las circunstancias y descartar por completo que haya algún delito detrás.
La confirmación del terrible desenlace sumió en el dolor a ambas familias. La de Pablo tenía la esperanza de hallarle con vida. «Le tienen retenido; todo nos lleva a pensar eso», explicaba a ABC Ángela, la hermana mayor del médico, conocido en su círculo de amigos como Pablo Endo, por su especialidad de Endocrinología, antes de conocer la tragedia.
Fue un amigo del enfermero que tiene llave del piso el que dio la voz de alerta ayer a la Policía Local. Fue tras ver la foto del médico en las redes sociales pidieron colaboración ciudadana. Él fue a esa vivienda entre el miércoles y el jueves unos minutos y vio a uno de ellos en mal estado. Cuando se percató de que estaban buscando a Pablo pensó que tal vez estuviera ahí. No se equivocó y marcó el 091. Sin embargo, la primera dirección que manejaron los investigadores fue la de una plaza; luego, la Policía local recurriendo a los datos del padrón, descubrieron el piso donde ocurrieron los hechos y los cadáveres.
«La vida le sonreía»
A Pablo se le perdió la pista horas después de regresar de un viaje a Canarias con unos colegas de profesión. Llegó el martes sobre las 21 horas al aeropuerto y se dirigió a su casa, cerca de la avenida de América. Sus dos compañeras de piso le invitaron a irse con ellas a las fiestas del Dos de Mayo. «Quiero descansar. Mañana tengo que seguir con la ronda de currículums», explica su hermana Ángela cuando aún tenía esperanzas de que apareciera con vida. El próximo día 20 acababa el MIR después de cuatro años y buscaba trabajo. «La vida le sonreía y estaba lleno de planes», dice sobre Pablo.
Inopinadamente, sobre las 03.30 horas las cámaras de su urbanización le grabaron saliendo en su coche. Ahora se sabe que fue a Alcalá. «Ha tenido que ocurrir algo raro para que cambiara de idea y saliera», indicaba Ángela. Insistía en que él (su único hermano) estaba retenido porque el móvil había estado abierto hasta la madrugada del viernes -«a las cuatro de la madrugada se apagó del todo»-, por lo que alguien lo recargó. Su tarjeta de crédito fue bloqueada por internet y, además, escucharon las llamadas que ella y sus padres dejaron en el buzón de voz. Estos últimos, que denunciaron la víspera su desaparición en el cuartel de la Guardia Civil de Las Rozas, donde residen, se quedaron, como ella, totalmente destrozados, sumidos en una inesperada desgracia.
Caso del médico desaparecido: envenenados con «popper», la droja del sesso