Israel Gracia
Madmaxista
BEATRIZ GARCÍA
Barcelona
Foto: Cortesía Javier Ferrándiz
Lunes, 6 de abril de 2020
4 minutos
Que morimos como vivimos es una verdad como un templo, o como un mausoleo -de los caros-. Cuando la especulación urbanística se ha convertido ya en un negocio “estable” en tiempos tan inciertos como los que vivimos, el funerario -que tiene más garantías- está haciendo del morirse una de las actividades más caras que nos podamos imaginar. Especialmente ahora, durante la crisis del cobi19.
Ante los precios abusivos de un servicio funerario, que puede costar hasta 6.000 euros sumándole ataúd, coche fúnebre, oficio, sepultura o incineración y gestiones varias, los emprendedores, no contentos con que hasta el último aliento tenga IVA, se las ven con mil y un problemas para facilitar el duelo a las personas de menos recursos.
Cuando Javier Ferrándiz, emprendedor madrileño, diseñó su ataúd de cartón biodegradable con un precio de 100 euros se dio de bruces con la realidad de un negocio de muy “vivos” dedicándose a la fin.
“Empecé a diseñarlo a finales de 2009 cuando vi que esto en otros países ya funcionaba y que era más sensato que estuviera plegado para que no ocupara tanto espacio y fuera más fácil de tras*portar”, cuenta el madrileño a El Español.
Descanso verde (y barato)
Contento con su invento, que llamó RestGreen, encontró la primera traba cuando intentó homologar el producto, ya que no sabía cuál era la autoridad competente para hacerlo y todo el mundo se lo sacudía de encima. “Di vueltas y vueltas, y nadie me decía nada. ‘No, es Comercio… no, es Industria…, no, es Sanidad. Fue lamentable”.
Cuando parecía que la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid le iba a conceder la homologación, el cambio de subdirector supuso un nuevo obstáculo.
“José Ignacio Tejerina Alfaro, el subdirector, no quiso desde el primer momento que se llevara a cabo la homologación. No sé si él o Paloma Martín, la directora, le hizo buscar algún resquicio al gerente para no concederla”, explica.
Una recomendación que contempla que el cartón no es material para fabricar féretros fue la causa.
Especulación fúnebre
Tras conseguir que el Ministerio de Sanidad le concediese la homologación, la Comunidad de Madrid continuó poniendo problemas, así que Javier Ferrándiz tuvo que interponer una denuncia.
La primera de muchas más.
“Denuncié por prevaricación a la Comunidad de Madrid y que los ataúdes que vendían las funerarias eran ilegales. Todavía estoy esperando que me contesten. Ahí se quedó. La reiteré a los cinco meses y pasó lo mismo”.
Según Ferrándiz, la hiperinflación de los ataúdes en España explica todos los escollos que encontró en su camino. Sobre todo, después de haber escuchado el testimonio del comercial de una funeraria, que confesó en el programa de Julia Otero, en Onda Cero, que compraban los ataúdes a 80 euros y los vendían por 2.800, y eso que son los más baratos. “Si usted se muere sin seguro y va a contratar el servicio a cualquier funeraria, lo mínimo que le van a cobrar son 4.500 euros”, decía. Y añadía algo más escabroso aún: “Las funerarias se basan en que son momentos débiles para las personas para sacarles lo que no está escrito”.
El comercial apuntaba que en condiciones normales el precio de un entierro no sería superior a 700 euros. Los ataúdes a 100 euros de Ferrándiz rebajarían aún más los gastos y son una auténtica amenaza para el sector.
Un accidente muy turbio
Como si no hubiese tenido suficientes problemas, en noviembre de 2015 el emprendedor se enfrenta a un sospechoso y casi mortal incidente...
Cuando se dirigía en moto hacia la Unidad Central Operativa (UCO) para presentar la enésima denuncia por prevaricación ante la Policía Judicial de la Guardia Civil, un coche lo embistió por detrás. Se había parado en el semáforo, según cuenta, y el coche apareció de la nada; todos los carriles estaban libres.
“El conductor ni se bajó del coche para atenderme… se tuvo que parar porque el semáforo estaba en rojo y estaban pasando los coches, pero lo único que quería era largarse. Se acercó a la mediana, me dio sus datos y se largó”, recuerda Javier.
Aunque no quiere darle más vueltas, el empresario sospecha que no fue un accidente. “Un tío así que desaparece con esa frialdad… No, no creo que sea una casualidad”.
Un año sin moverse y tres de espera hasta conseguir su homologación fueron el largo suplicio de este tenaz madrileño. Sin embargo, ninguna de las 600 funerarias españolas parece estar demasiado interesada en un ataúd de cartón. Pero no va a rendirse, no. Saldrá de ésta por su propio pie y no con los pies por delante.
Barcelona
Foto: Cortesía Javier Ferrándiz
Lunes, 6 de abril de 2020
4 minutos
Que morimos como vivimos es una verdad como un templo, o como un mausoleo -de los caros-. Cuando la especulación urbanística se ha convertido ya en un negocio “estable” en tiempos tan inciertos como los que vivimos, el funerario -que tiene más garantías- está haciendo del morirse una de las actividades más caras que nos podamos imaginar. Especialmente ahora, durante la crisis del cobi19.
Ante los precios abusivos de un servicio funerario, que puede costar hasta 6.000 euros sumándole ataúd, coche fúnebre, oficio, sepultura o incineración y gestiones varias, los emprendedores, no contentos con que hasta el último aliento tenga IVA, se las ven con mil y un problemas para facilitar el duelo a las personas de menos recursos.
Cuando Javier Ferrándiz, emprendedor madrileño, diseñó su ataúd de cartón biodegradable con un precio de 100 euros se dio de bruces con la realidad de un negocio de muy “vivos” dedicándose a la fin.
“Empecé a diseñarlo a finales de 2009 cuando vi que esto en otros países ya funcionaba y que era más sensato que estuviera plegado para que no ocupara tanto espacio y fuera más fácil de tras*portar”, cuenta el madrileño a El Español.
Descanso verde (y barato)
Contento con su invento, que llamó RestGreen, encontró la primera traba cuando intentó homologar el producto, ya que no sabía cuál era la autoridad competente para hacerlo y todo el mundo se lo sacudía de encima. “Di vueltas y vueltas, y nadie me decía nada. ‘No, es Comercio… no, es Industria…, no, es Sanidad. Fue lamentable”.
Cuando parecía que la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid le iba a conceder la homologación, el cambio de subdirector supuso un nuevo obstáculo.
“José Ignacio Tejerina Alfaro, el subdirector, no quiso desde el primer momento que se llevara a cabo la homologación. No sé si él o Paloma Martín, la directora, le hizo buscar algún resquicio al gerente para no concederla”, explica.
Una recomendación que contempla que el cartón no es material para fabricar féretros fue la causa.
Especulación fúnebre
Tras conseguir que el Ministerio de Sanidad le concediese la homologación, la Comunidad de Madrid continuó poniendo problemas, así que Javier Ferrándiz tuvo que interponer una denuncia.
La primera de muchas más.
“Denuncié por prevaricación a la Comunidad de Madrid y que los ataúdes que vendían las funerarias eran ilegales. Todavía estoy esperando que me contesten. Ahí se quedó. La reiteré a los cinco meses y pasó lo mismo”.
Según Ferrándiz, la hiperinflación de los ataúdes en España explica todos los escollos que encontró en su camino. Sobre todo, después de haber escuchado el testimonio del comercial de una funeraria, que confesó en el programa de Julia Otero, en Onda Cero, que compraban los ataúdes a 80 euros y los vendían por 2.800, y eso que son los más baratos. “Si usted se muere sin seguro y va a contratar el servicio a cualquier funeraria, lo mínimo que le van a cobrar son 4.500 euros”, decía. Y añadía algo más escabroso aún: “Las funerarias se basan en que son momentos débiles para las personas para sacarles lo que no está escrito”.
El comercial apuntaba que en condiciones normales el precio de un entierro no sería superior a 700 euros. Los ataúdes a 100 euros de Ferrándiz rebajarían aún más los gastos y son una auténtica amenaza para el sector.
Un accidente muy turbio
Como si no hubiese tenido suficientes problemas, en noviembre de 2015 el emprendedor se enfrenta a un sospechoso y casi mortal incidente...
Cuando se dirigía en moto hacia la Unidad Central Operativa (UCO) para presentar la enésima denuncia por prevaricación ante la Policía Judicial de la Guardia Civil, un coche lo embistió por detrás. Se había parado en el semáforo, según cuenta, y el coche apareció de la nada; todos los carriles estaban libres.
“El conductor ni se bajó del coche para atenderme… se tuvo que parar porque el semáforo estaba en rojo y estaban pasando los coches, pero lo único que quería era largarse. Se acercó a la mediana, me dio sus datos y se largó”, recuerda Javier.
Aunque no quiere darle más vueltas, el empresario sospecha que no fue un accidente. “Un tío así que desaparece con esa frialdad… No, no creo que sea una casualidad”.
Un año sin moverse y tres de espera hasta conseguir su homologación fueron el largo suplicio de este tenaz madrileño. Sin embargo, ninguna de las 600 funerarias españolas parece estar demasiado interesada en un ataúd de cartón. Pero no va a rendirse, no. Saldrá de ésta por su propio pie y no con los pies por delante.