El euro de Artur Mas
El gobierno de Cataluña ha acordado la emisión de miles de euros falsos que vocean un grito de guerra en su moneda de más valor, la de dos euros: ¡Viurem Lliures o Morirem! En otras, resquebrajan el mapa de España y lanzan a una Cataluña separada a varios kilómetros de la Península. En mitad de ningún lugar, flotando en el Mediterráneo. Y para los céntimos sustituyen la bola del mundo de la moneda original por los países catalanes (Cataluña, Baleares y Comunidad Valenciana). Desde agosto, aunque empiezan a venderse ahora, las monedas de la República Catalana están aquí: 45.000 en total. Crónica desvela en exclusiva cómo han hecho estos euros falsos en China con el espaldarazo del equipo de Artur Mas.
El acuerdo oficial para el diseño y fabricación de las falsas monedas de euro se firmó a bolígrafo el pasado 18 de junio. En representación del Govern acudió Jordi Vilajoana i Rovira, mano derecha del presidente catalán como secretario general de la Presidencia de la Generalitat. Al otro lado de la mesa, Alejandro Serrat i Solé, un profesional del mundo de las monedas. Extendieron el tapete independentista y el político no se anduvo por las ramas. Anotó que "la Generalitat de Catalunya quiere colaborar". Brindó "asesoramiento" y autorizó "el uso del logotipo del Tricentenario" para presentar "la colección" de euros como "base de nuestra proyección futura". Alejandro Serrat, en representación de expertos numismáticos, se vino arriba y se apuntó "la totalidad del coste" de producción de monedas. Las palabras tomaron temperatura. Y Jordi Vilajoana, también ex director de la Radio y Televisión Catalana, prometió "todos aquellos canales de difusión que consideren pertinentes".
Hubo tan buena sintonía que se tiraron a por los bolis y firmaron el acuerdo de cinco páginas y otras tantas ocurrencias. Alumbraron así el "Convenio de colaboración entre la Generalitat y el Gremi de Filatèlia i Numismàticapara la emisión de la Colección Filatélica y Numismática Conmemorativa del 300 aniversario de la Diada Nacional de Cataluña". De fondo, según Miquel, ideólogo del proyecto, existe "un obvio componente político" que aprovecha "la situación favorable para emitir" estos euros de ficción de cara a una República Catalana.
Los firmantes crearon "una comisión de seguimiento" del acuerdo. El departamento de la Presidencia puso a "un representante" y los especialistas en monedas a otro. Debían verse "con periodicidad", hacer cumplir el convenio y siempre bajo "los procedimientos previstos legalmente". El pacto saltaría por los aires si detectaran una "imposibilidad sobrevenida, legal o material". Por lo que se ve no la han encontrado. A más a más, como se suele decir en Cataluña, el gerente del proyecto escribe en un tablón público de Facebook que con estos euros "todos los catalanes" dispondrían de su "moneda nacional, más allá de argucias y límites administrativos internacionales".
EN LA CALLE
Crónica ha sacado las imitaciones de euros apoyadas por Artur Mas a la calle para testar su consistencia. Las monedas colaron como verdaderas en seis de los siete sitios probados.
Solo Ángel detectó la falsedad de la de dos euros. Desde el fondo de su administración de loterías, marea la moneda y duda. La compara con una auténtica. Me mira, le miro. "Por el grosor y el peso", dice, y porque se acumula una fila de clientes detrás, me la devuelve. Trabajó con "máquinas de administración para Seat" y "por eso es difícil que cuele". El resto fue así.
Compro EL MUNDO a Pilar, una quiosquera de quinta generación. Entrego dos euros y me da el cambio. Le explico el asunto y se lleva las manos a la cara. No da crédito.
Elijo un décimo de lotería en un puesto de la ONCE. Pago sin más. Pido disculpas mientras desvelo la falsedad del euro al vendedor, que tiene una ligera discapacidad visual. Saca una enorme lupa y se lo toma como un ejercicio de formación: "Qué bien lo han hecho los dolidos".
El día está entretenido y compro un paquete de pipas en el chino. Desvelo el asunto y Yao Lin sonríe cuando se la reclamo. Insiste en quedársela porque "es una moneda nueva de euro". Costó recuperarla.
En el mesón de Joseluis me ponen un té con leche a cambio de la moneda falsa.
La reclamo y con ella entro en la panadería de Nacho, cámara de Telemadrid despedido por el ERE. Escojo una barra gallega que quita el sentido. Explico la prueba y a él le desencaja la falsedad de la pieza porque el euro le hubiera descuadrado la caja del día.
Termino con mi vecina Mari Carmen, de 63 años. Le pido cambio y accede gustosamente. Confieso el engaño y se lanza de cabeza al fondo de su monedero. Se ofusca porque no la encuentra. Voltea el bolso para dar con la moneda fugitiva. La devuelve. Y por su cara, no le ha gustado el experimento.
Ha sido fácil colar el euro simulado. Sobre todo si la víctima mete directamente la moneda en la caja o el monedero. Son muy similares porque han "partido de los euros originales", confiesa un acalorado Miguel Ángel. El joven distribuidor no da abasto estos primeros días de reparto. Embala cajas y cajas de esta prueba. Desde Barcelona «para toda España» porque "han quedado bastante bien". A eso ha ayudado mucho el sistema usado, similar al de una ceca nacional de curso legal, como la de la Casa de la Moneda.
EUROS CHINOS
A finales de agosto, las 45.000 piezas de euros llegaron a Barcelona. Made in China. Al recibirlos, un portavoz de los coleccionistas presumía de mercancía en las redes sociales. Anunciaba su tesoro oculto "en un almacén localizado en un punto de nuestro territorio que no podemos desvelar para respetar las medidas de seguridad". Decía que era su Fort Knox por ser "secreto, seguro e inexpugnable".
No daba un detalle más. Ni que el primer almacén estaba en la calle Bailén de Barcelona. Ni que tenían el segundo en la plaza de San Jaume, justo enfrente del Palau de la Generalitat. Precisamente la propia Generalitat encabezada por Artur Mas han hecho llegar los primeros 25 estuches, como suele hacerse en este tipo de acontecimientos. En total, 235 monedas «para los políticos», según el encargado de la distribución.
La tarea del reparto ya ha empezado. En las oficinas del Gremi de Filatèlia i Numismàtica atiende muy amablemente Luisa. Tranquiliza a todo el que llama porque "todavía hay existencias", pero exige «seguir el protocolo acordado». Esto es, rellenar una ficha con tu nombre, apellidos, DNI, teléfono y dirección... "Y la firma: es muy importante que nos des autorización para utilizar tus datos", asegura Luisa.
Tanto independentistas como numismáticos y curiosos se han abalanzado a por los euros catalanes como si fueran canapés. "También gente que nunca ha comprado monedas", se sorprende Miguel Ángel. El Gremi ha hecho una lista de espera. El cepo del dinero ha atrapado a estos vendedores desbordados que piden "calma" a todo el que quiere saber cómo va su pedido porque, oído cocina, tardan unos días en ponerse en contacto con el cliente para, a la semana, hacer el envío. A partir de mañana se pone en marcha el grueso de los paquetes porque "ya hay un comercial dedicado exclusivamente a este menester", confirma Luisa.
El jefe de los numismáticos, Alejandro Serrat i Solé, firmó el convenio a las tres semanas de su nombramiento como presidente del gremio y vende desde su chiringuito la falsa moneda con el mismo éxito que los panellets en la castañada. Filatelia Filgest, fundada junto a su esposa Nieves en 1978, distribuye las copias con el reclamo de "euros de Cataluña". Cuelan estas pruebas en la sección de "euros conmemorativos". Y ahí está la de dos euros codeándose con monedas legales de todo Europa, incluida la que España acuñó en 2005 por el cuarto centenario de Don Quijote.
Los reventas crecen estos días de otoño como setas. "Quieren sacar tajada del asunto", se ofusca Miguel Ángel, el distribuidor, porque "en cuanto esto salga a la luz, va a pegar fuerte". Saben de qué hablan. La operación saldrá redonda para estos independentistas que se miran al espejo y ven Europa. Invirtieron poco. Recaudarán unos 145.000 euros.
El pack de ocho monedas de euro y otra del Tricentenario se vende a 23 euros. Le acompaña un cartón explicativo del por qué del diseño. "El final de la Guerra de Sucesión significa el final de nuestra capacidad para acuñar moneda propia". Asunto del "que nunca nos hemos recuperado del todo". De ahí que el Tricentenario sea una "oportunidad para poner la vista en nuestro futuro colectivo".
El sanedrín numismático encendió la luz independentista para «una vez alcanzada la plena soberanía» tener "el euro como moneda de curso legal", según han escrito en redes sociales. La independencia "no será la primera", sostienen, sino la sexta. Y en esas seis veces, esas tantas proclamaciones de la República Catalana, se han inspirado para dar relieve a las monedas. En total, ocho diferentes. Y cada una con su inconfundible seña independentista.
http://www.elmundo.es/cronica/2014/1026/544b7eb8e2704e68668b4575.html