Elpaisdelasmaravillas
Madmaxista
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La Generalitat, en sesión solemne como pedo de vieja, acaba de promover al rango de Ley la orden administrativa que prohibía utilizar el español como herramienta docente en todo el territorio de Cataluña. La polémica orden ya perseguía el uso del español o castellano no sólo en las aulas sino incluso en los pasillos del centro o en los patios de recreo de escuelas e institutos. Merced a la oportunista política del PSC —¡más vale buen viento que fuerza de remos, ¿eh, forajidos?!— y al extremismo de sus tripartitos pandilleros, ahora es ley de positiva discriminación lingüística.
No parecen estos gángsters haber oído hablar de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ya más manida y sucia que el recibo de un mecánico, que establece que las libertades de las personas son las mismas sin distinción alguna de raza, tonalidad, sesso, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Y por lo tanto, la discriminación de las personas es un abuso y un crimen. Incluida —añado yo— la calificada como “positiva”, porque siempre encubre, torpemente, por cierto, otras discriminaciones harto negativas para sus no beneficiarios. En el caso de la lengua catalana me parece algo evidente: la discriminación positiva del catalán llevó a la promoción del catalanoparlante, y al desamparo y a la exclusión del que no lo era. Ese bilioso proceso ha sido durante treinta años, y lo será aún más en el futuro, imparable.
Primero se discriminó a todos los que no hablaban el catalán, exigiéndoseles, incluso, un título de nivel de lengua catalana para el acceso a los empleos oficiales. Y los castellanos, pensando que más vale copa en mano que bodega en retrato, forzados por la indignidad de sus representantes políticos y de sus sindicatos, se adaptaron como pudieron.
Después, ahora mismo, desde el advenimiento del Tripartito y su ejecutiva de filólogos, se discrimina por el mal acento, la pobre dicción y la impureza expresiva en el uso de la lengua catalana. También se excluye por el desconocimiento de las costumbres autóctonas. Se ha podido comprobar en la última campaña electoral: que os diga Montilla, que es un pavo más tranquilo que una rueda de repuesto, cómo se sintió al ser inquirido por un periodista: “¿Podria vosté recitar-me la primera estrofa del Virolai?” Bueno, pues dejó de ser silencioso como el bostezo de un mudo, se cogió un mosqueo del nueve —seguramente, porque no se lo sabía— y se levantó de la mesa acordándose en la progenitora del soplapollas.
Así que los castellanos, dirigidos por los indecentes de sus representantes políticos, y puesto que ellos mismos no pueden adaptarse a la ortodoxia —no es cosa de buena voluntad—, están adaptando a sus hijos, empujándolos a catalanizarse, para que no lo pasen tan mal como ellos.
Pero en Catalunya no se consigue más sacando brillo que mordiendo. Así que la generación que sale de las escuelas de inmersión lingüística puede que goce del acento correcto y de un homologado conocimiento de la historia de su nueva patria, pero cuando compita por los puestos de poder, serán los apellidos los que la discriminen. Y eso, ya pueden dar más vueltas que mojones en una acequia, no habrá quien lo arregle. Ni siquiera les valdrá acudir en masa al Registro Civil a catalanizar sus apellidos para ocultar la impureza de su sangre, porque todos los ensopados se conocen bien unos a otros, que para eso son sólo 800.000 catalanes de pura cepa frente a los 7.000.000 de habitantes originarios del resto de España que malviven en Cataluña; y que, ignorando que más puede bulto de muchos que mamoneo de pocos, votan muchos de ellos al PSC a piñón).
¿Por qué sé que sucederá lo que digo? Porque estoy más viajado que las ropa interior de una azafata, y sé que cuando dicen discriminar positivamente el catalán (lengua) lo que hacen es discriminar positivamente al catalán (persona); y que nunca el rollo fue salvar la lengua o defender la patria, sino las prebendas: permitir que los auténticos catalanes disfrutaran de una ventaja insalvable (fueran positivamente discriminados) en la carrera de la vida; y dejar al resto, los charnegos catalanoides de adopción, más varados que corchos en remolino. Es eso lo que subyace en el neցro corazón del nacionalismo catalán.
Así que, españoles de Cataluña, que debiérais ser la mayoría gente de izquierdas como braguetas de alfarero: levantad los que podáis la cabeza, que más vale guerra abierta que paz fingida; que las culturas de vuestras regiones de procedencia son tan ricas como la que quieren imponeros; que vuestra lengua es muy superior, más evolucionada y mucho más culta, aunque la habléis de pena; y que, además, cualquier esfuerzo por amoldaros más aún es inútil: jamás los catalanes confiarán en quienes, por apego al buen pasar, traicionan la tierra donde yacen sus ancestros.
MALDITO HIJO DE cortesana