txabi
Madmaxista
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I -. EL COMUNISMO Y LA DIALÉCTICA
El comunismo actual es un movimiento histórico con dos componentes básicos: un ideal ético y una concepción científica de la sociedad y de la historia. Esa dualidad y la evolución inherente a cada uno de los componentes, confiere una tensión, un dinamismo interno a la teoría y praxis del comunismo.
Pero vayamos unos siglos atrás. ¿Cómo era el comunismo? Engels abordó la historia del movimiento comunista en la Edad Media (albigenses de Occitania, niveladores ingleses, husitas de Bohemia, anabaptistas…) en su libro La guerra campesina en Alemania. Se trataba de un comunismo cojo en cuanto a la parte científica.
El salto teórico de Marx y Engels consiste en aportar un paradigma científico de la historia. Ya no se volvería a oír que una masa campesina vencería sin más a un ejército profesional y su caballería porque “Dios está con nosotros”. Pero las inercias ideológicas hacen que esto no sea del todo así, y que los cambios reales sean más lentos y relativos.
La inercia en la nueva fase del comunismo se expresa con más exuberancia de lo que sería deseable: sacralización de Marx y Engels, profusión de citas como argumento, aparición de una divinidad materialista (la “providencia histórica”) que garantiza el triunfo de los justos, establecimiento de unos cánones intocables, el malo del revisionismo… Todo esto perjudica al desarrollo del debate y lastra el salto a la ciencia dado por Marx y Engels.
II-. EL COMUNISMO EN EL SIGLO XIX
El movimiento comunista del siglo XIX está imbuido por una atmósfera de grandes cambios sociales: los efectos de la revolución francesa, el desarrollo extraordinario del capitalismo, la eclosión de la clase obrera y finalmente los éxitos científicos en todos los campos, con el consiguiente auge de la filosofía materialista.
Los rasgos principales del siglo XIX en Europa modelan al nuevo comunismo. En lo relativo a la terminología, de ahí viene la tendencia a dar la vitola de “materialismo” al conocimiento científico de una determinada rama del saber, por ejemplo llamando materialismo histórico a lo que en rigor sería ciencia histórica. Es explicable en la atmósfera del siglo XIX, pero es una terminología, imbuida por el momento, que no es apropiada y confunde.
Materialismo y ciencia no son sinónimos, tienen distinto rango. Materialista puede ser cualquier concepción de una rama del saber con tal de que no haga mención a causas sobrenaturales. La historiografía burguesa ya era materialista. Pero la ciencia, que necesita el requisito materialista, va más allá, trata de establecer un paradigma consistente que sea explicativo de toda la diversidad de fenómenos que suceden en su campo. La burguesía no podía dar este paso, no podía consentir que se barriera la bruma en el conocimiento histórico, porque la sociedad capitalista quedaría al desnudo. Podía ser materialista pero no científica. La ciencia presupone el materialismo y a continuación lo eleva y deja como neandertal al conocimiento materialista que no asume el cambio.
III-. LA FILOSOFÍA MATERIALISTA
Quien tiene que ser “materialista” en origen y destino es la filosofía. La evolución de las ciencias obligaba a mejorar el perfil, la pintura un poco naif de la naturaleza que el materialismo griego había trazado y muchos científicos del siglo XIX seguían considerando. El filósofo idealista Hegel sin embargo había captado una categoría materialista (la dialéctica), materialista por cuanto el dinamismo evolutivo es atributo principal de la materia. Luego, los descubrimientos de Darwin darían una validez experimental decisiva a la proposición hegeliana. Ya no cabía duda: el materialismo tenía que ser dialéctico. Por tanto materialismo dialéctico.
¿Es acertado poner un apellido al nombre? Sí, en el momento de la polémica, porque se trata de señalar el campo de una contienda intelectual en el seno de la filosofía materialista y mostrar que esta concepción había experimentado un salto, una propulsión fruto del desarrollo científico. Pero lo que en ese momento era revolucionario y novedoso (la materia, la naturaleza y la sociedad no estáticas sino inmersas en la dialéctica) hoy es un lugar común. Ya se ha interiorizado y se puede hablar simplemente de materialismo porque la característica que había que incorporar (el dinamismo evolutivo de la materia) está plenamente incorporado al propio sustantivo, al materialismo. Seguir hablando de materialismo dialéctico es hablar en jerga, innecesariamente. Y rompe además los vínculos con la filosofía materialista existente a lo largo de la historia. Los filósofos de Jonia abrieron hace 2.600 años la revolución intelectual más profunda de la humanidad, el materialismo y su descendencia (las ciencias). Eso sí es ser dialéctico.
El comunismo actual es un movimiento histórico con dos componentes básicos: un ideal ético y una concepción científica de la sociedad y de la historia. Esa dualidad y la evolución inherente a cada uno de los componentes, confiere una tensión, un dinamismo interno a la teoría y praxis del comunismo.
Pero vayamos unos siglos atrás. ¿Cómo era el comunismo? Engels abordó la historia del movimiento comunista en la Edad Media (albigenses de Occitania, niveladores ingleses, husitas de Bohemia, anabaptistas…) en su libro La guerra campesina en Alemania. Se trataba de un comunismo cojo en cuanto a la parte científica.
El salto teórico de Marx y Engels consiste en aportar un paradigma científico de la historia. Ya no se volvería a oír que una masa campesina vencería sin más a un ejército profesional y su caballería porque “Dios está con nosotros”. Pero las inercias ideológicas hacen que esto no sea del todo así, y que los cambios reales sean más lentos y relativos.
La inercia en la nueva fase del comunismo se expresa con más exuberancia de lo que sería deseable: sacralización de Marx y Engels, profusión de citas como argumento, aparición de una divinidad materialista (la “providencia histórica”) que garantiza el triunfo de los justos, establecimiento de unos cánones intocables, el malo del revisionismo… Todo esto perjudica al desarrollo del debate y lastra el salto a la ciencia dado por Marx y Engels.
II-. EL COMUNISMO EN EL SIGLO XIX
El movimiento comunista del siglo XIX está imbuido por una atmósfera de grandes cambios sociales: los efectos de la revolución francesa, el desarrollo extraordinario del capitalismo, la eclosión de la clase obrera y finalmente los éxitos científicos en todos los campos, con el consiguiente auge de la filosofía materialista.
Los rasgos principales del siglo XIX en Europa modelan al nuevo comunismo. En lo relativo a la terminología, de ahí viene la tendencia a dar la vitola de “materialismo” al conocimiento científico de una determinada rama del saber, por ejemplo llamando materialismo histórico a lo que en rigor sería ciencia histórica. Es explicable en la atmósfera del siglo XIX, pero es una terminología, imbuida por el momento, que no es apropiada y confunde.
Materialismo y ciencia no son sinónimos, tienen distinto rango. Materialista puede ser cualquier concepción de una rama del saber con tal de que no haga mención a causas sobrenaturales. La historiografía burguesa ya era materialista. Pero la ciencia, que necesita el requisito materialista, va más allá, trata de establecer un paradigma consistente que sea explicativo de toda la diversidad de fenómenos que suceden en su campo. La burguesía no podía dar este paso, no podía consentir que se barriera la bruma en el conocimiento histórico, porque la sociedad capitalista quedaría al desnudo. Podía ser materialista pero no científica. La ciencia presupone el materialismo y a continuación lo eleva y deja como neandertal al conocimiento materialista que no asume el cambio.
III-. LA FILOSOFÍA MATERIALISTA
Quien tiene que ser “materialista” en origen y destino es la filosofía. La evolución de las ciencias obligaba a mejorar el perfil, la pintura un poco naif de la naturaleza que el materialismo griego había trazado y muchos científicos del siglo XIX seguían considerando. El filósofo idealista Hegel sin embargo había captado una categoría materialista (la dialéctica), materialista por cuanto el dinamismo evolutivo es atributo principal de la materia. Luego, los descubrimientos de Darwin darían una validez experimental decisiva a la proposición hegeliana. Ya no cabía duda: el materialismo tenía que ser dialéctico. Por tanto materialismo dialéctico.
¿Es acertado poner un apellido al nombre? Sí, en el momento de la polémica, porque se trata de señalar el campo de una contienda intelectual en el seno de la filosofía materialista y mostrar que esta concepción había experimentado un salto, una propulsión fruto del desarrollo científico. Pero lo que en ese momento era revolucionario y novedoso (la materia, la naturaleza y la sociedad no estáticas sino inmersas en la dialéctica) hoy es un lugar común. Ya se ha interiorizado y se puede hablar simplemente de materialismo porque la característica que había que incorporar (el dinamismo evolutivo de la materia) está plenamente incorporado al propio sustantivo, al materialismo. Seguir hablando de materialismo dialéctico es hablar en jerga, innecesariamente. Y rompe además los vínculos con la filosofía materialista existente a lo largo de la historia. Los filósofos de Jonia abrieron hace 2.600 años la revolución intelectual más profunda de la humanidad, el materialismo y su descendencia (las ciencias). Eso sí es ser dialéctico.