Efectivamente. Y los que saben, saben que se sentaba con su cuadernillo y sus cositas a observar las mejores noches de los personajes más carismáticos. La Mandrágora era el sitio donde pasó casi todo.
Y aunque es cierto que el tiempo a veces mata la imaginación, sus últimas letras tipo "no voy a ir a Benidorm con el IMSERSO" son un ridículo absoluto.
Pero su mayor logro fue ese, empatizar en letra las vivencias de otros sin tener siquiera esa empatía por mucho que quisiera que el personaje se comiera la persona.