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El M5E y la Liga abocan a una subida de la prima y el recelo inversor
El auge del populismo acecha al proyecto europeo desde distintos focos geográficos de la UE, con el consiguiente impacto en el crecimiento económico. Italia, con la conformación de un gobierno de tinte antieuropeo, es el último ejemplo. Su economía crece por debajo de la media y no hay atisbos de repunte, menos aún con el M5E en el poder. En la UE, en conjunto, sucede lo mismo. El PIB desaceleró tres décimas hasta marzo y se situó en un pobre 0,4% frente al 0,6 precedente -el 2,4% interanual-, en un contexto en el que el corazón europeo -Francia, Alemania o España- es incapaz de avanzar en la unión bancaria y monetaria por oposición de Ejecutivos ultras como el húngaro o el polaco.
Esta semana Italia pone el último de los obstáculos al más Europa, la profundización de la eurozona y, por ende, la evolución de la actividad y la salud de las cuentas públicas de los Estados miembros, que pueden ser lastrada por los postulados económicos de las formaciones populistas.
Políticos populares
A Pierre Moscovici le gusta repetir que los políticos tienen que ser populares, no populistas. Conoce bien las ventajas y los riesgos de ambos atributos, porque -como comisario europeo- ha tenido que vender Europa y venderse ante los franceses. Se desgañitó para contrarrestar las cargas verbales contra la UE de Marine Le Pen, la abanderada del populismo en el continente. Y como responsable de Asuntos Económicos formó parte del proceso de domesticación del Gobierno de Alexis Tsipras y su asilvestrado exministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, durante la negociación del tercer rescate griego.
Ahora Moscovici estará en la primera línea de una batalla más difícil y en la que Europa puede perder mucho más; demasiado. Porque enfrente estará Italia, la tercera economía de la eurozona, pero con unos indicadores que le arrastran hasta el suelo, tan sólo por delante de Grecia en deuda o crecimiento acumulado. Un empujón político no solo pondría en peligro la estabilidad del país, sino también la de toda la zona euro.
El pacto de Gobierno entre el Movimiento 5 Estrellas de Luigi Di Maio y la Liga de Matteo Salvini apunta hacia ese resultado fatal.
Finalmente, se han caído las propuestas que más temblores provocaban, como la petición al Banco Central Europeo (BCE) de que condonara los 250.000 millones en deuda italiana que ha adquirido, o la posibilidad de que el país saliera del euro. La "soberanía monetaria" que proclamaban ha dado paso a una defensa genérica de una "renegociación de los tratados europeos", con ecos de la revisión del Pacto de Estabilidad que en su momento ya pidió Matteo Renzi.
Golpe italiano a la eurozona
Pero ambos partidos han mantenido el sistema impositivo único (del 15 al 20% para familias y 15% para las empresas), con la caída de ingresos que traerá. Y, sobre todo, una renta básica universal de 780 euros mensuales, la propuesta estrella de M5E. El desajuste presupuestario podría situarse entre 65.000 millones y 125.000 millones de euros cada año.
El desajuste es serio. Lo saben en Bruselas y el resto de capitales, y también los inversores. Por eso su prima de riego ya se ha disparado y en Bruselas preparan los avisos. Los primeros podrían llegar el próximo miércoles cuando Moscovici presente las opiniones sobre los Presupuestos nacionales. Porque Italia podría hacer besar la lona a toda Europa con una deuda tan alta (132% del PIB, la segunda más elevada de la UE), un crecimiento acumulado tan bajo (-0,6% entre 2006 y 2016, el segundo peor de la Unión), y un sistema bancario tan horadado (un 12,1% de créditos dudosos).
Italia, laboratorio político casi desde su fundación hace 157 años, creó y perfeccionó la figura del líder carismático conectado directamente con su pueblo, desde los emperadores hasta Silvio Berlusconi, y desde luego pasando por el fascismo de Mussolini hasta llegar a la democracia directa de M5E, que cambia el centro de gravedad de las instituciones a las redes sociales. Cambian los estandartes y las intensidades, pero los rasgos se mantienen. En un momento en el que Europa pensaba que había contenido el populismo, éste conquista la plaza más estratégica, la que puede hacer hincar la rodilla a Europa.
Fue precisamente Italia la que estuvo a punto de hacer descarrilar la economía europea en el peor momento de la crisis del euro. En Cannes, en noviembre de 2011, la canciller alemana Angela Merkel y el entonces presidente francés Nicolás Sarkozy, "se habían resignado a rescatar a Italia", mientras Grecia estaba a un paso de salir del euro, contó a este corresponsal el entonces presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, quien formó parte del grupo íntimo de líderes que trato los asuntos en la cumbre. "Hubiera sido catastrófico", añadió el portugués. La solución pasó entonces por forzar la salida de Berlusconi y un programa de austeridad para Roma.
El incombustible magnate italiano, restaurado ahora por la justicia de su país, también se ha echado ahora a un lado. Pero no para salvar a Italia ante Europa metiendo tijera, sino para llevarla ante el precipicio abriendo la cartera. Con su jugada se cobra su particular vendetta contra el sanedrín comunitario por la puñalada de Cannes. Porque el aterrizaje del nuevo Gobierno italiano confirma que la oportunidad política para profundizar el proyecto comunitario se ha acabado, justo cuando la expansión europea muestra señales de agotamiento. Un peligroso combinado que devuelve a Europa a una situación de aturdimiento incluso peor que tras el Brexit en el verano de 2016, cuando los líderes europeos se conjuraron para escuchar más a los ciudadanos y a la vez reforzar la Unión. Pero esas promesas de las cumbres de Bratislava, Roma y Bruselas no han vivido más allá de las declaraciones oficiales y los discursos. Ni siquiera Emmanuel Macron ha logrado darles vida.
El presidente francés trajo ilusión pero pocos resultados porque su empuje no ha servido para cambiar las fuerzas subyacentes. Una mayoría se dejó cegar por el brillo de su armadura, ignorando las señales de aviso que parpadeaban. Porque la victoria de Macron no fue el triunfo del europeísmo, como el relato de la elite proeuropeísta intentó instalar, ni siquiera un paréntesis. Una mayoría de franceses no le eligió por su defensa de Europa, sino como alternativa a Le Pen, como reflejaron después las encuestas.
Y mientras la UE cosechaba derrotas en diferentes referendos (Irlanda, Grecia, Dinamarca, Holanda y sobre todo el Brexit), el magma de fuerzas populistas, antieuropeas y xenófobas iba ganando terreno por todos los rincones de Europa, desde las grandes economías (Alemania, Francia) hasta los nuevos socios del Este (Hungría, Polonia, República Checa, Eslovaquia), pero también en los países Nórdicos. Incluso en aquellos países donde se contuvo el tsunami populista, su mensaje echó raíces entre los principales partidos. "El principio de una unión cada vez más estrecha está muerto y sepultado", dijo ante la elite mundial en Davos el dirigente holandés, Mark Rutte, en enero del año pasado, achuchado por el auge del populista y xenófobo Geert Wilders.
Fue el voto de los británicos a favor de abandonar la UE el que encendió las alarmas en Europa. Pero la poderosa luz roja del Brexit fue ignorada en otros lugares. "Estáis subestimando la importancia del Brexit", repitió en varias ocasiones Bill Clinton a los responsables de la campaña de su mujer Hillary, semanas antes de las elecciones en EEUU. Y fue también Brexit lo primero que le vino a la boca cuando se confirmó la victoria de Donald Trump, el extremo de este nuevo populismo, según cuentan los periodistas Jonathan Allen y Amie Parnes en el libro Shattered.
Malestar y ansiedad
Las razones del auge del nuevo populismo son tan variadas como países y votantes. En todos los casos se aprecian los sedimentos acumulados durante la última década de la crisis económica, los recelos al extranjero disparados por la llegada de más de dos millones de refugiados a Europa, y la percepción de desprotección ante el terrorismo. El sentimiento ya no es de desconfianza hacia la clase política nacional y desinterés respecto a Europa, sino un cóctel de malestar presente y ansiedad por el futuro.
¿Qué pasará ahora? La presión de los mercados, el desgaste del poder y la domesticación europea desde Bruselas, Berlín y Fráncfort serán lo suficientemente fuertes para meter en cintura a Italia. Precisamente será otro italiano, el presidente del BCE Mario Draghi, quien puede realizar el baño de realidad más profundo al Ejecutivo de sus compatriotas. "La domesticación puede ser echando carne o con el látigo, y creo que habrá más de lo segundo que de lo primero", dice un veterano de las instituciones comunitarias. La pregunta es cuántas heridas causará el Gobierno azzurro a sus domadores en un momento crucial para la maquinaria comunitaria. Los próximos meses encaran la fase final de las negociaciones del Brexit, del próximo Presupuesto plurianual europeo y arrancará la precampaña de las elecciones al Parlamento Europeo de mayo de 2019.
En la Eurocámara, la situación italiana "preocupa". Pero un alto cargo de la institución no cree que salgan los números para que el combinado euroescéptico y xenófobo gane, a pesar de la victoria de Le Pen en las pasadas europeas en Francia, el auge de AfD en Alemania, y la presencia de otras fuerzas euroescépticas y populistas en el Norte y Este de Europa. Tampoco prevén que se amalgamen en un grupo, dadas las diferencias existentes entre estas fuerzas. "Habrá un Parlamento más abierto y plural, probablemente con un solo grupo principal, el PP Europeo; una caída de los socialistas, en parte por la pérdida de los laboristas británicos; una posible subida de los liberales, por Macron y Ciudadanos; y el interrogante de lo que pasará a la derecha del PPE, donde ya no estarán ni Nigel Farage ni Marine Le Pen", resume la misma fuente.
Europa siempre ha contado con el tiempo a su favor. En los buenos momentos la inercia y los tratados conducían hacia esa unión cada vez más estrecha. En épocas de crisis la integración daba un salto adelante. Pero la dinámica ha cambiado. Europa ha mostrado su incapacidad para reformarse cuando el sol le daba de cara. El statu quo ya no vale porque, para el populismo, la suya es una guerra de desgaste. Y mientras no esté en retirada significará que estará ganando.
La influencia ultra en los Estados miembros
Holanda: El discurso antimusulmán y euroescéptico de Geert Wilders le hizo ser uno de los rostros más visibles del variopinto grupo de fuerzas populistas en Europa. Aunque consiguió la segunda plaza en las elecciones holandesas del pasado año, los resultados fueron peores de lo esperado. Esto le sirvió a Mark Rutte para mantener el poder y al frente proeuropeo para cantar victoria.
Francia : Las elecciones francesas de 2017 fueron descritas como la batalla más importante para salvar el proyecto comunitario. Se enfrentaban Emmanuel Macron, uno de los candidatos más europeístas de la historia gala, y Marine Le Pen, abanderada del euroescepticismo. Le Pen repitió el éxito de su padre y pasó a la segunda ronda, pero Macron ganó, insuflando una nueva esperanza en el corazón de la UE.
Alemania: Es la locomotora de la UE y el ancla de su estabilidad. Angela Merkel obtuvo el pasado otoño un cuarto mandato. Sin embargo, el partido euroescéptico y antiinmigrante AfD logró entrar en el Parlamento, tras ser aupado hasta la tercera posición. AfD se convirtió así, de facto, en la oposición en el 'Bundestag' por la repetición de la coalición de Gobierno entre la CDU-CSU y los socialdemócratas.
Austria: El nuevo líder del centroderecha y vencedor en las urnas en octubre de 2017, Sebastian Kurz (31 años), formó coalición con el tercer partido: el Partido de la Libertad, el que lideró Jörg Haider y que Europa convirtió en un paria. Así, Kurz dio entrada a la extrema derecha en el Gobierno, rompiendo con la tradicional alianza del centroizquierda y centroderecha en el poder.
Polonia y Hungría: El polaco Jaros?aw Kaczyski y el húngaro Viktor Orban han consolidado su poder al mismo tiempo que han erosionado el Estado de Derecho en sus países. Protagonizan un pulso con la UE. Han sido los principales críticos con la respuesta europea a la crisis de los refugiados. La batalla con Bruselas continuará durante la negociación del próximo Presupuesto plurianual (2021-2027).
¿Y España?: Hasta ahora, ningún partido agitaba el discurso antieuropeo o xenófobo común entre estas formaciones en Europa. España era una isla en medio del agitado mar populista. Ello a pesar del doloroso impacto de la crisis y la llegada masiva de pagapensiones. La llegada de Quim Torra a la Generalitat puede endurecer el discurso entre el "nosotros" y "ellos", pero esta vez dentro de la misma nacionalidad.
El auge populista frena el avance económico y la integración de Europa - elEconomista.es
El auge del populismo acecha al proyecto europeo desde distintos focos geográficos de la UE, con el consiguiente impacto en el crecimiento económico. Italia, con la conformación de un gobierno de tinte antieuropeo, es el último ejemplo. Su economía crece por debajo de la media y no hay atisbos de repunte, menos aún con el M5E en el poder. En la UE, en conjunto, sucede lo mismo. El PIB desaceleró tres décimas hasta marzo y se situó en un pobre 0,4% frente al 0,6 precedente -el 2,4% interanual-, en un contexto en el que el corazón europeo -Francia, Alemania o España- es incapaz de avanzar en la unión bancaria y monetaria por oposición de Ejecutivos ultras como el húngaro o el polaco.
Esta semana Italia pone el último de los obstáculos al más Europa, la profundización de la eurozona y, por ende, la evolución de la actividad y la salud de las cuentas públicas de los Estados miembros, que pueden ser lastrada por los postulados económicos de las formaciones populistas.
Políticos populares
A Pierre Moscovici le gusta repetir que los políticos tienen que ser populares, no populistas. Conoce bien las ventajas y los riesgos de ambos atributos, porque -como comisario europeo- ha tenido que vender Europa y venderse ante los franceses. Se desgañitó para contrarrestar las cargas verbales contra la UE de Marine Le Pen, la abanderada del populismo en el continente. Y como responsable de Asuntos Económicos formó parte del proceso de domesticación del Gobierno de Alexis Tsipras y su asilvestrado exministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, durante la negociación del tercer rescate griego.
Ahora Moscovici estará en la primera línea de una batalla más difícil y en la que Europa puede perder mucho más; demasiado. Porque enfrente estará Italia, la tercera economía de la eurozona, pero con unos indicadores que le arrastran hasta el suelo, tan sólo por delante de Grecia en deuda o crecimiento acumulado. Un empujón político no solo pondría en peligro la estabilidad del país, sino también la de toda la zona euro.
El pacto de Gobierno entre el Movimiento 5 Estrellas de Luigi Di Maio y la Liga de Matteo Salvini apunta hacia ese resultado fatal.
Finalmente, se han caído las propuestas que más temblores provocaban, como la petición al Banco Central Europeo (BCE) de que condonara los 250.000 millones en deuda italiana que ha adquirido, o la posibilidad de que el país saliera del euro. La "soberanía monetaria" que proclamaban ha dado paso a una defensa genérica de una "renegociación de los tratados europeos", con ecos de la revisión del Pacto de Estabilidad que en su momento ya pidió Matteo Renzi.
Golpe italiano a la eurozona
Pero ambos partidos han mantenido el sistema impositivo único (del 15 al 20% para familias y 15% para las empresas), con la caída de ingresos que traerá. Y, sobre todo, una renta básica universal de 780 euros mensuales, la propuesta estrella de M5E. El desajuste presupuestario podría situarse entre 65.000 millones y 125.000 millones de euros cada año.
El desajuste es serio. Lo saben en Bruselas y el resto de capitales, y también los inversores. Por eso su prima de riego ya se ha disparado y en Bruselas preparan los avisos. Los primeros podrían llegar el próximo miércoles cuando Moscovici presente las opiniones sobre los Presupuestos nacionales. Porque Italia podría hacer besar la lona a toda Europa con una deuda tan alta (132% del PIB, la segunda más elevada de la UE), un crecimiento acumulado tan bajo (-0,6% entre 2006 y 2016, el segundo peor de la Unión), y un sistema bancario tan horadado (un 12,1% de créditos dudosos).
Italia, laboratorio político casi desde su fundación hace 157 años, creó y perfeccionó la figura del líder carismático conectado directamente con su pueblo, desde los emperadores hasta Silvio Berlusconi, y desde luego pasando por el fascismo de Mussolini hasta llegar a la democracia directa de M5E, que cambia el centro de gravedad de las instituciones a las redes sociales. Cambian los estandartes y las intensidades, pero los rasgos se mantienen. En un momento en el que Europa pensaba que había contenido el populismo, éste conquista la plaza más estratégica, la que puede hacer hincar la rodilla a Europa.
Fue precisamente Italia la que estuvo a punto de hacer descarrilar la economía europea en el peor momento de la crisis del euro. En Cannes, en noviembre de 2011, la canciller alemana Angela Merkel y el entonces presidente francés Nicolás Sarkozy, "se habían resignado a rescatar a Italia", mientras Grecia estaba a un paso de salir del euro, contó a este corresponsal el entonces presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, quien formó parte del grupo íntimo de líderes que trato los asuntos en la cumbre. "Hubiera sido catastrófico", añadió el portugués. La solución pasó entonces por forzar la salida de Berlusconi y un programa de austeridad para Roma.
El incombustible magnate italiano, restaurado ahora por la justicia de su país, también se ha echado ahora a un lado. Pero no para salvar a Italia ante Europa metiendo tijera, sino para llevarla ante el precipicio abriendo la cartera. Con su jugada se cobra su particular vendetta contra el sanedrín comunitario por la puñalada de Cannes. Porque el aterrizaje del nuevo Gobierno italiano confirma que la oportunidad política para profundizar el proyecto comunitario se ha acabado, justo cuando la expansión europea muestra señales de agotamiento. Un peligroso combinado que devuelve a Europa a una situación de aturdimiento incluso peor que tras el Brexit en el verano de 2016, cuando los líderes europeos se conjuraron para escuchar más a los ciudadanos y a la vez reforzar la Unión. Pero esas promesas de las cumbres de Bratislava, Roma y Bruselas no han vivido más allá de las declaraciones oficiales y los discursos. Ni siquiera Emmanuel Macron ha logrado darles vida.
El presidente francés trajo ilusión pero pocos resultados porque su empuje no ha servido para cambiar las fuerzas subyacentes. Una mayoría se dejó cegar por el brillo de su armadura, ignorando las señales de aviso que parpadeaban. Porque la victoria de Macron no fue el triunfo del europeísmo, como el relato de la elite proeuropeísta intentó instalar, ni siquiera un paréntesis. Una mayoría de franceses no le eligió por su defensa de Europa, sino como alternativa a Le Pen, como reflejaron después las encuestas.
Y mientras la UE cosechaba derrotas en diferentes referendos (Irlanda, Grecia, Dinamarca, Holanda y sobre todo el Brexit), el magma de fuerzas populistas, antieuropeas y xenófobas iba ganando terreno por todos los rincones de Europa, desde las grandes economías (Alemania, Francia) hasta los nuevos socios del Este (Hungría, Polonia, República Checa, Eslovaquia), pero también en los países Nórdicos. Incluso en aquellos países donde se contuvo el tsunami populista, su mensaje echó raíces entre los principales partidos. "El principio de una unión cada vez más estrecha está muerto y sepultado", dijo ante la elite mundial en Davos el dirigente holandés, Mark Rutte, en enero del año pasado, achuchado por el auge del populista y xenófobo Geert Wilders.
Fue el voto de los británicos a favor de abandonar la UE el que encendió las alarmas en Europa. Pero la poderosa luz roja del Brexit fue ignorada en otros lugares. "Estáis subestimando la importancia del Brexit", repitió en varias ocasiones Bill Clinton a los responsables de la campaña de su mujer Hillary, semanas antes de las elecciones en EEUU. Y fue también Brexit lo primero que le vino a la boca cuando se confirmó la victoria de Donald Trump, el extremo de este nuevo populismo, según cuentan los periodistas Jonathan Allen y Amie Parnes en el libro Shattered.
Malestar y ansiedad
Las razones del auge del nuevo populismo son tan variadas como países y votantes. En todos los casos se aprecian los sedimentos acumulados durante la última década de la crisis económica, los recelos al extranjero disparados por la llegada de más de dos millones de refugiados a Europa, y la percepción de desprotección ante el terrorismo. El sentimiento ya no es de desconfianza hacia la clase política nacional y desinterés respecto a Europa, sino un cóctel de malestar presente y ansiedad por el futuro.
¿Qué pasará ahora? La presión de los mercados, el desgaste del poder y la domesticación europea desde Bruselas, Berlín y Fráncfort serán lo suficientemente fuertes para meter en cintura a Italia. Precisamente será otro italiano, el presidente del BCE Mario Draghi, quien puede realizar el baño de realidad más profundo al Ejecutivo de sus compatriotas. "La domesticación puede ser echando carne o con el látigo, y creo que habrá más de lo segundo que de lo primero", dice un veterano de las instituciones comunitarias. La pregunta es cuántas heridas causará el Gobierno azzurro a sus domadores en un momento crucial para la maquinaria comunitaria. Los próximos meses encaran la fase final de las negociaciones del Brexit, del próximo Presupuesto plurianual europeo y arrancará la precampaña de las elecciones al Parlamento Europeo de mayo de 2019.
En la Eurocámara, la situación italiana "preocupa". Pero un alto cargo de la institución no cree que salgan los números para que el combinado euroescéptico y xenófobo gane, a pesar de la victoria de Le Pen en las pasadas europeas en Francia, el auge de AfD en Alemania, y la presencia de otras fuerzas euroescépticas y populistas en el Norte y Este de Europa. Tampoco prevén que se amalgamen en un grupo, dadas las diferencias existentes entre estas fuerzas. "Habrá un Parlamento más abierto y plural, probablemente con un solo grupo principal, el PP Europeo; una caída de los socialistas, en parte por la pérdida de los laboristas británicos; una posible subida de los liberales, por Macron y Ciudadanos; y el interrogante de lo que pasará a la derecha del PPE, donde ya no estarán ni Nigel Farage ni Marine Le Pen", resume la misma fuente.
Europa siempre ha contado con el tiempo a su favor. En los buenos momentos la inercia y los tratados conducían hacia esa unión cada vez más estrecha. En épocas de crisis la integración daba un salto adelante. Pero la dinámica ha cambiado. Europa ha mostrado su incapacidad para reformarse cuando el sol le daba de cara. El statu quo ya no vale porque, para el populismo, la suya es una guerra de desgaste. Y mientras no esté en retirada significará que estará ganando.
La influencia ultra en los Estados miembros
Holanda: El discurso antimusulmán y euroescéptico de Geert Wilders le hizo ser uno de los rostros más visibles del variopinto grupo de fuerzas populistas en Europa. Aunque consiguió la segunda plaza en las elecciones holandesas del pasado año, los resultados fueron peores de lo esperado. Esto le sirvió a Mark Rutte para mantener el poder y al frente proeuropeo para cantar victoria.
Francia : Las elecciones francesas de 2017 fueron descritas como la batalla más importante para salvar el proyecto comunitario. Se enfrentaban Emmanuel Macron, uno de los candidatos más europeístas de la historia gala, y Marine Le Pen, abanderada del euroescepticismo. Le Pen repitió el éxito de su padre y pasó a la segunda ronda, pero Macron ganó, insuflando una nueva esperanza en el corazón de la UE.
Alemania: Es la locomotora de la UE y el ancla de su estabilidad. Angela Merkel obtuvo el pasado otoño un cuarto mandato. Sin embargo, el partido euroescéptico y antiinmigrante AfD logró entrar en el Parlamento, tras ser aupado hasta la tercera posición. AfD se convirtió así, de facto, en la oposición en el 'Bundestag' por la repetición de la coalición de Gobierno entre la CDU-CSU y los socialdemócratas.
Austria: El nuevo líder del centroderecha y vencedor en las urnas en octubre de 2017, Sebastian Kurz (31 años), formó coalición con el tercer partido: el Partido de la Libertad, el que lideró Jörg Haider y que Europa convirtió en un paria. Así, Kurz dio entrada a la extrema derecha en el Gobierno, rompiendo con la tradicional alianza del centroizquierda y centroderecha en el poder.
Polonia y Hungría: El polaco Jaros?aw Kaczyski y el húngaro Viktor Orban han consolidado su poder al mismo tiempo que han erosionado el Estado de Derecho en sus países. Protagonizan un pulso con la UE. Han sido los principales críticos con la respuesta europea a la crisis de los refugiados. La batalla con Bruselas continuará durante la negociación del próximo Presupuesto plurianual (2021-2027).
¿Y España?: Hasta ahora, ningún partido agitaba el discurso antieuropeo o xenófobo común entre estas formaciones en Europa. España era una isla en medio del agitado mar populista. Ello a pesar del doloroso impacto de la crisis y la llegada masiva de pagapensiones. La llegada de Quim Torra a la Generalitat puede endurecer el discurso entre el "nosotros" y "ellos", pero esta vez dentro de la misma nacionalidad.
El auge populista frena el avance económico y la integración de Europa - elEconomista.es