Anónimo222
Madmaxista
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¿Son los exámenes de ahora más fáciles que los de antes? | Sociedad | EL MUNDO
Un padre de 48 años ve cómo su hija de 18 prepara la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU). La chica es lista, aprende con facilidad. Sin embargo, el padre no puede dejar de reflexionar sobre las cosas que sabía él a su edad. ¿Las capitales de Europa? ¿Los ríos de España? ¿Los nombres en latín de todos los árboles? A cambio, ella sabe mucho más inglés. Y se maneja con naturalidad con las nuevas tecnologías. Y siempre trata de averiguar el porqué de las cosas...
El padre recuerda cómo era él a la misma edad y se plantea: ¿ha bajado o ha subido el nivel? Esa sensación le ha acompañado durante todo el proceso de formación de su hija. La pregunta se la hacen, también, muchas familias que estos días preparan la PAU. ¿Es menos exigente la educación de nuestros hijos que la de nuestros padres?
EL MUNDO ha preguntado a una decena de profesores si los exámenes que ponen ahora a sus alumnos son más fáciles o más difíciles que los de hace, por ejemplo, 20 años. La mayoría, pero no todos, sostiene que son «más fáciles».
También ha pedido a dos especialistas en Física y Latín que comparen la PAU actual con la Selectividad de los años 90 y con las Pruebas de Madurez del Curso Preuniversitario (el Preu) que realizaban, allá por los años 60, los alumnos de 17 años para entrar en la universidad. La opinión de estos expertos es que, al menos en su ámbito, las evaluaciones de ahora son «más sencillas».
Por último, ha preguntado a los editores de libros de texto si han bajado o han subido el nivel de los contenidos. Su respuesta: «Es difícil comparar»; antes los manuales eran más «enciclopédicos» y «memorísticos» y ahora su propósito es «enseñar a pensar».
Pero vayamos por partes. ¿Qué hacen los profesores en su día a día? ¿La exigencia ha cambiado? «Los exámenes actuales son más sencillos que los que ponía a mediados de los años 90», admite Rafael Doménech, economista jefe de Economías Desarrolladas de BBVA Research y catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia.
Doménech, que fue subdirector de la Oficina Económica de La Moncloa cuando José Luis Rodríguez Zapatero era presidente del Gobierno, acaba de publicar un estudio en el Journal of Regional Research en el que compara el nivel de escolarización de la población en España entre 1960 y 2011. El caso es digno de análisis porque se ha duplicado en sólo medio siglo. Si en 1960 la media de años de escolarización no llegaba a cinco (sólo Primaria son ya seis años), en 2011 rozaba los 10. Esto es muy importante para entender lo que ha pasado en nuestro país: la educación de hace décadas era más selectiva y probablemente más selecta, pero sólo unos pocos podían acceder a ella. El nuevo modelo busca integrar a todos y quizá es más difícil mantener esa excelencia que antes disfrutaba una minoría reducida.
El trabajo de Doménech no valora la calidad de la escolarización, pero él cree, tras más de dos décadas en la docencia, que el nivel ha bajado: «Los programas de las asignaturas que he impartido han ido actualizando sus contenidos, pero tanto las explicaciones como los desarrollos inciden menos en los aspectos técnicos y se centran más en los conceptos y conocimientos básicos. Además, en algunas asignaturas disponemos de menos tiempo que hace años, lo que nos ha obligado a concentrarnos en contenidos más fundamentales».
Doménech pone como ejemplo la asignatura de Macroeconomía Avanzada, en donde «hace años se explicaban con más detalle los problemas de optimización dinámica o la resolución técnica de modelos económicos mucho más complejos». «Ahora algunos alumnos tienen dificultades para manejar adecuadamente tasas de crecimiento o logaritmos, o representar gráficamente la derivada de una función».
«Creo que una proporción significativa de los alumnos tendría serias dificultades para resolver algunas preguntas de hace un par de décadas, debido a que algunos conocimientos requeridos no los ha estudiado en anteriores cursos de grado o en el Bachillerato», subraya.
«La impresión como profesor de universidad es que los alumnos de ahora llegan, en promedio, con menos base matemática y peor capacidad de expresión que antes. Pero también llegan más, de modo que puede ser en parte un efecto del aumento del número de los que acceden, dado que la Selectividad no selecciona prácticamente nada [la aprueba el 86% de los que se presentan]», opina Antonio Villar, catedrático de Análisis Económico de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla) que lleva dando clases desde finales de los 70.
En el mismo sentido se expresa Carlos Fernández de Casadevante, catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid), que empezó en la docencia en los 80: «Creo que, en general, el nivel de exigencia para aprobar ya no es tan alto como antes en Derecho. Hay asignaturas trimestrales y cuatrimestrales, los alumnos tienen muchas más asignaturas que antes. Eso también les influye a la hora de preparar los exámenes. Yo mantengo un nivel de exigencia para aprobar, pero ya sólo pongo matrículas de forma excepcional, porque es raro que haya exámenes completos».
Con la introducción del sistema de créditos, a mediados de los 90, aparecieron más asignaturas pero de menor duración. Además, con la implantación en la última década del Plan Bolonia, los exámenes «han perdido importancia» en detrimento de la evaluación continua, según explican varios profesores. «Los alumnos de ahora aprueban más porque no se lo juegan todo a un examen como antes», manifiesta una profesora de la Universidad Complutense de Madrid con 25 años de experiencia que pide no ser identificada.
Un colega de la Universidad de Alicante, que también prefiere hablar desde el anonimato, admite que «es difícil que el profesor se tome en serio la evaluación continua cuando tienes 170 alumnos en una sola clase». «Por eso, y por el número de tareas burocráticas impuestas al profesorado, la evaluación cada vez está más descafeinada. Cada día hacemos más cosas y creo que cada día las hacemos peor. Todos tenemos la sensación de que el nivel ha ido bajando paulatinamente y de que cada vez el alumnado llega a la universidad menos preparado».
¿Es esto así? ¿Qué tienen que decir al respecto los profesores de Secundaria? ¿El Bachillerato les prepara peor que antes para la universidad? Felipe de Vicente, presidente de la Asociación Nacional de Catedráticos de Instituto (Ancaba), está convencido de que «la PAU de ahora es más fácil que las pruebas de antes». Denuncia que parte de la culpa la tiene el hecho de que «las universidades hayan recortado los currículos». Por ejemplo, en Historia, si el programa de estudios incluye 20 temas, sólo 15 entrarían en la Selectividad. «Nadie nos dice que no demos los cinco restantes, pero, al final, acabamos impartiendo sólo lo que entra en la PAU».
Carmen Guaita, veterana maestra de Primaria, no tiene tan claro que el nivel haya bajado. «En los últimos años ha habido un cambio tecnológico enorme que ha impactado en la vida de la gente. Hace 20 años, un universitario situaba perfectamente en el mapa las capitales de Europa y a lo mejor ahora no. A lo mejor el nivel de conocimientos memorizados es menor, pero el acceso al conocimiento es mayor. ¿Cómo podemos decir que un estudiante tiene peor nivel que antes si conocen los sistemas de comunicación e información mucho mejor que su profesor?».
No hay demasiados estudios que comparen el nivel de las distintas generaciones, más allá del Informe Pisa, que indica que las competencias de los estudiantes de 15 años se han estancado en la última década en España. O el PIAAC, el llamado Pisa para adultos, que dice que el nivel de un estudiante de educación superior español equivale al de un bachiller de Japón. Este trabajo de la OCDE se puede interpretar de todas las maneras, porque también «muestra, de forma indirecta, que el nivel de lectura y cálculo de los titulados universitarios ha permanecido más bien constante durante los últimos 40 años», tal y como defiende José Saturnino Martínez García, profesor de Sociología en la Universidad de La Laguna (Tenerife).
«Desde el siglo XIX, cada generación dice que el nivel educativo ha caído y tendemos a pensar que los alumnos de ahora son peores que los de nuestra época. Antes sólo llegaba a la universidad un 5% del alumnado, que estaba muy seleccionado, y ahora llega un 30%», expresa Martínez García, recordando que «autores como Baudelot y Establet ya estudiaron en su momento, para el caso francés, cómo se remonta en el tiempo la letanía de la caída del nivel educativo, que no se corresponde con los datos».
«Comparar el nivel educativo no es tan sencillo como parece, debido a que lo que se enseña en Secundaria va cambiando en el tiempo. El profesorado de ahora se queja mucho de que ha bajado el nivel en Matemáticas, algo de fácil comprobación. Pero eso se explica porque se ha reducido el número de horas lectivas dedicadas a esta disciplina, mientras se han introducido otras materias, como un segundo idioma extranjero. ¿Qué es mejor? ¿Que sepan más Matemáticas o una segunda lengua?».
Lo mismo opina José Moyano, presidente de la Asociación Nacional de Editores de Libros y Material de Enseñanza (Anele): «El cambio más importante respecto a lo que ocurría hace 20 años es que no tiene tanta importancia la retención de información de, por ejemplo, fechas históricas, sino cómo se aplican o se resuelven las cosas. Es verdad que es distinto, pero no podemos decir que sea más fácil o más difícil». De su lado está Aida Moya, directora de Publicaciones Escolares de la editorial SM: «Los contenidos de los libros de texto de ahora son menos memorísticos y tienen otro tipo de estrategias más importantes para el aprendizaje, siempre hay una parte más competencial. Antes eran libros más enciclopédicos y ahora llevan al niño a pensar. La enseñanza es más visual y son historias más cortas, pero más elaboradas».
Francisco López Rupérez, que, hasta hace unos días, ostentaba el cargo de presidente del Consejo Escolar del Estado, no está de acuerdo: «Hace 20 años que no tengo experiencia docente, pero llevo desde entonces en tareas de gestión del sistema educativo. La información mayoritaria que me proporcionan los colegas es que el nivel ha descendido».
López Rupérez trabajó como consejero de Educación en las delegaciones permanentes de España ante la OCDE, la Unesco y el Consejo de Europa y se conoce bien cómo están las cosas en otros países: «En Europa el nivel de Bachillerato es más alto que en España. He participado en la elaboración de las pruebas del BAC europeo y había una gran diferencia con la Selectividad, como ocurre con el BAC francés, cuyo nivel de exigencia estaría más próximo al primer o al segundo curso de la universidad española. Con la Maturité italiana pasa igual».
Tras comparar varios modelos de las últimas PAU en su materia de especialidad, la Física, con las pruebas del Preu de 1965 y con la Selectividad de 1994, llega a la conclusión de que «el nivel de los alumnos que terminan 2º de Bachillerato (entre 17 y 18 años) se corresponde con el que hace 20 años tenían los que terminaban 3º de BUP (entre 16 y 17 años)». Es decir, hay un curso completo de diferencia. El Preu, que equivale en edad al 1º de Bachillerato actual, «sería en nivel como un primer curso universitario de ahora».
Horacio Silvestre, catedrático de instituto de Latín que ha formado parte varias veces de la comisión de docentes que elabora la PAU, llega a una conclusión parecida: «Las pruebas de Latín y Griego son muy fáciles en comparación con las del BUP y el COU. Las pruebas de la Maturité italiana y el Abitur germánico son mucho más difíciles. Claro está que antes se cursaban más años de Latín y de Griego, pero me da la impresión de que para las otras materias de peso académico también ha sido así».
Tanto Silvestre como López Rupérez responsabilizan a la Logse de 1990 de «una rebaja en los niveles de exigencia de las enseñanzas con la intención de llegar a todos los alumnos». «Como se extiende la enseñanza obligatoria de los 14 a los 16 años, se pretende que la enseñanza básica alcance a todos, porque, si no, introduciríamos un sistema selectivo que dejaría fuera a buena parte de los estudiantes».
«Hace 20 años teníamos una enseñanza mucho más selectiva, que era una carrera de obstáculos», reflexiona Aida Moya, de SM. «El propio sistema echaba a muchos alumnos fuera y en este modelo se busca más la enseñanza para todos. No tendría sentido plantear exámenes de altísimo nivel que dejaran a muchos en el camino».
«¿Hasta qué punto un cambio de nivel afecta a la igualdad de oportunidades?», reflexiona, a modo de conclusión, Antonio Villar. «Mi impresión es que actúa al revés de como muchos piensan. Cuando no se valora adecuadamente el esfuerzo, los más perjudicados son los buenos estudiantes de familias humildes, porque el esfuerzo es lo único con lo que pueden competir. Los hijos de familias acomodadas pueden complementar sus estudios aprendiendo idiomas en el extranjero y asistiendo a colegios privados, y eso agranda su ventaja».
El nivel actual de las pruebas de la PAU, por las que pasan los estudiantes de 17 y 18 años, se corresponde con el nivel de 3º de BUP (16 y 17 años). Es decir, entre el nivel actual y el de hace 20 años hay un curso de diferencia. Por ejemplo, la pregunta 3 del examen de Física del curso pasado es un típico problema de los que se encontraban con frecuencia en los antiguos libros de texto de 3º de BUP. La pregunta 2 consiste, pura y simplemente, en identificar parámetros a partir de una ecuación. No hay que razonar, sino tan sólo reconocer los parámetros de la ecuación de velocidad de la onda. Los alumnos tienen que identificar, no razonar. En cambio, en la prueba del Preu había que razonar con argumentos elaborados. El tipo de razonamiento que se exige para la PAU es mucho menos elaborado que el que se requería para el COU y, sobre todo, para el Preu. Desde luego, la prueba del Preu es más difícil que la PAU. El nivel del Preu (16-17 años) sería como el que tienen ahora los estudiantes de primer curso de carrera y como el que tenían en COU, a pesar de que era un curso menos. En el Preu los chicos tenían que resolver un tema teórico y problemas, mientras que ahora son problemas facilones, algunos como los que típicamente se hacían en 3º de BUP. El nivel de abstracción para resolver problemas del Preu es mayor que el que se requiere para la PAU. Se ha producido una rebaja del nivel de exigencia y aquí están las pruebas, es un hecho difícilmente cuestionable. El BAC francés tiene un nivel de exigencia que estaría más próximo al que se adquiere en España entre 1º y 2º de la universidad. Hay un desfase respecto a nuestra PAU de uno o dos cursos. El nivel de exigencia de la Maturitá italiana también es mayor. Un catedrático de Matemáticas me decía que el nivel era equivalente al de las pruebas de oposición de los profesores españoles de Secundaria. Por Francisco López Rupérez, doctor en Física y catedrático de instituto. Fue presidente del Consejo Escolar del Estado, viceconsejero autonómico y secretario general del Ministerio de Educación.
El examen de Preu era una prueba filológica que consistía en traducir de los 15 versos de Virgilio y responder a preguntas de carácter gramatical o etimológico. Exigía un dominio mayor del latín y textos más difíciles. Es como si en español se exigiera entender un pasaje de Lope, Calderón, Góngora u Ortega y Gasset, en vez de un texto periodístico contemporáneo. El examen de Ovidio de la PAU es más simple y fácil de entender y tiene un tema más asequible. Además, como la traducción sólo cuenta cinco puntos, el riesgo de suspender es menor. Siempre se puede sacar un punto respondiendo a la sencilla pregunta de literatura; o a las de análisis morfológico y sintáctico, que están muy mascaditas. Está todo pensado para minimizar el riesgo de no saber con la suficiente solidez la gramática latina. En cambio, los que se enfrentaban al examen de Preu tenían que ser capaces de responder a sutilezas como la pregunta C, que implica saber métrica latina (cosa que requiere un gran dominio de la lengua), o a la pregunta A, que requiere conocimientos especializados de fonética latina, o a la pregunta B, que requiere tener un conocimiento de morfología latina bastante menos superficial del que se consigue en estos tiempos. Eso lo estudiábamos en el Bachillerato, ahora no lo hacen casi ni en el grado universitario. En resumen, lo que sabía de latín un bachiller de mi edad está a años luz de lo que se puede enseñar y aprender ahora en este Bachillerato jibarizado. Y lo que se enseña de latín en España es algo ridículo en comparación con lo que pueden aprender belgas, italianos o alemanes. El Abitur alemán, por ejemplo, es una prueba de buen latín con una densidad filosófica digna de imitación. Cuando el Preu, al menos, se pretendía que el alumno se las viera con un autor universal y extraordinario. Ahora lo más que se puede hacer es poner un Ovidio facilito; y las más de las veces los textos que se proponen para traducir son sumamente anodinos. Por Horacio Silvestre, catedrático de Bachillerato de Latín y director del Instituto San Mateo de Madrid.
Un padre de 48 años ve cómo su hija de 18 prepara la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU). La chica es lista, aprende con facilidad. Sin embargo, el padre no puede dejar de reflexionar sobre las cosas que sabía él a su edad. ¿Las capitales de Europa? ¿Los ríos de España? ¿Los nombres en latín de todos los árboles? A cambio, ella sabe mucho más inglés. Y se maneja con naturalidad con las nuevas tecnologías. Y siempre trata de averiguar el porqué de las cosas...
El padre recuerda cómo era él a la misma edad y se plantea: ¿ha bajado o ha subido el nivel? Esa sensación le ha acompañado durante todo el proceso de formación de su hija. La pregunta se la hacen, también, muchas familias que estos días preparan la PAU. ¿Es menos exigente la educación de nuestros hijos que la de nuestros padres?
EL MUNDO ha preguntado a una decena de profesores si los exámenes que ponen ahora a sus alumnos son más fáciles o más difíciles que los de hace, por ejemplo, 20 años. La mayoría, pero no todos, sostiene que son «más fáciles».
También ha pedido a dos especialistas en Física y Latín que comparen la PAU actual con la Selectividad de los años 90 y con las Pruebas de Madurez del Curso Preuniversitario (el Preu) que realizaban, allá por los años 60, los alumnos de 17 años para entrar en la universidad. La opinión de estos expertos es que, al menos en su ámbito, las evaluaciones de ahora son «más sencillas».
Por último, ha preguntado a los editores de libros de texto si han bajado o han subido el nivel de los contenidos. Su respuesta: «Es difícil comparar»; antes los manuales eran más «enciclopédicos» y «memorísticos» y ahora su propósito es «enseñar a pensar».
Pero vayamos por partes. ¿Qué hacen los profesores en su día a día? ¿La exigencia ha cambiado? «Los exámenes actuales son más sencillos que los que ponía a mediados de los años 90», admite Rafael Doménech, economista jefe de Economías Desarrolladas de BBVA Research y catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia.
Doménech, que fue subdirector de la Oficina Económica de La Moncloa cuando José Luis Rodríguez Zapatero era presidente del Gobierno, acaba de publicar un estudio en el Journal of Regional Research en el que compara el nivel de escolarización de la población en España entre 1960 y 2011. El caso es digno de análisis porque se ha duplicado en sólo medio siglo. Si en 1960 la media de años de escolarización no llegaba a cinco (sólo Primaria son ya seis años), en 2011 rozaba los 10. Esto es muy importante para entender lo que ha pasado en nuestro país: la educación de hace décadas era más selectiva y probablemente más selecta, pero sólo unos pocos podían acceder a ella. El nuevo modelo busca integrar a todos y quizá es más difícil mantener esa excelencia que antes disfrutaba una minoría reducida.
El trabajo de Doménech no valora la calidad de la escolarización, pero él cree, tras más de dos décadas en la docencia, que el nivel ha bajado: «Los programas de las asignaturas que he impartido han ido actualizando sus contenidos, pero tanto las explicaciones como los desarrollos inciden menos en los aspectos técnicos y se centran más en los conceptos y conocimientos básicos. Además, en algunas asignaturas disponemos de menos tiempo que hace años, lo que nos ha obligado a concentrarnos en contenidos más fundamentales».
Doménech pone como ejemplo la asignatura de Macroeconomía Avanzada, en donde «hace años se explicaban con más detalle los problemas de optimización dinámica o la resolución técnica de modelos económicos mucho más complejos». «Ahora algunos alumnos tienen dificultades para manejar adecuadamente tasas de crecimiento o logaritmos, o representar gráficamente la derivada de una función».
«Creo que una proporción significativa de los alumnos tendría serias dificultades para resolver algunas preguntas de hace un par de décadas, debido a que algunos conocimientos requeridos no los ha estudiado en anteriores cursos de grado o en el Bachillerato», subraya.
«La impresión como profesor de universidad es que los alumnos de ahora llegan, en promedio, con menos base matemática y peor capacidad de expresión que antes. Pero también llegan más, de modo que puede ser en parte un efecto del aumento del número de los que acceden, dado que la Selectividad no selecciona prácticamente nada [la aprueba el 86% de los que se presentan]», opina Antonio Villar, catedrático de Análisis Económico de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla) que lleva dando clases desde finales de los 70.
En el mismo sentido se expresa Carlos Fernández de Casadevante, catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid), que empezó en la docencia en los 80: «Creo que, en general, el nivel de exigencia para aprobar ya no es tan alto como antes en Derecho. Hay asignaturas trimestrales y cuatrimestrales, los alumnos tienen muchas más asignaturas que antes. Eso también les influye a la hora de preparar los exámenes. Yo mantengo un nivel de exigencia para aprobar, pero ya sólo pongo matrículas de forma excepcional, porque es raro que haya exámenes completos».
Con la introducción del sistema de créditos, a mediados de los 90, aparecieron más asignaturas pero de menor duración. Además, con la implantación en la última década del Plan Bolonia, los exámenes «han perdido importancia» en detrimento de la evaluación continua, según explican varios profesores. «Los alumnos de ahora aprueban más porque no se lo juegan todo a un examen como antes», manifiesta una profesora de la Universidad Complutense de Madrid con 25 años de experiencia que pide no ser identificada.
Un colega de la Universidad de Alicante, que también prefiere hablar desde el anonimato, admite que «es difícil que el profesor se tome en serio la evaluación continua cuando tienes 170 alumnos en una sola clase». «Por eso, y por el número de tareas burocráticas impuestas al profesorado, la evaluación cada vez está más descafeinada. Cada día hacemos más cosas y creo que cada día las hacemos peor. Todos tenemos la sensación de que el nivel ha ido bajando paulatinamente y de que cada vez el alumnado llega a la universidad menos preparado».
¿Es esto así? ¿Qué tienen que decir al respecto los profesores de Secundaria? ¿El Bachillerato les prepara peor que antes para la universidad? Felipe de Vicente, presidente de la Asociación Nacional de Catedráticos de Instituto (Ancaba), está convencido de que «la PAU de ahora es más fácil que las pruebas de antes». Denuncia que parte de la culpa la tiene el hecho de que «las universidades hayan recortado los currículos». Por ejemplo, en Historia, si el programa de estudios incluye 20 temas, sólo 15 entrarían en la Selectividad. «Nadie nos dice que no demos los cinco restantes, pero, al final, acabamos impartiendo sólo lo que entra en la PAU».
Carmen Guaita, veterana maestra de Primaria, no tiene tan claro que el nivel haya bajado. «En los últimos años ha habido un cambio tecnológico enorme que ha impactado en la vida de la gente. Hace 20 años, un universitario situaba perfectamente en el mapa las capitales de Europa y a lo mejor ahora no. A lo mejor el nivel de conocimientos memorizados es menor, pero el acceso al conocimiento es mayor. ¿Cómo podemos decir que un estudiante tiene peor nivel que antes si conocen los sistemas de comunicación e información mucho mejor que su profesor?».
No hay demasiados estudios que comparen el nivel de las distintas generaciones, más allá del Informe Pisa, que indica que las competencias de los estudiantes de 15 años se han estancado en la última década en España. O el PIAAC, el llamado Pisa para adultos, que dice que el nivel de un estudiante de educación superior español equivale al de un bachiller de Japón. Este trabajo de la OCDE se puede interpretar de todas las maneras, porque también «muestra, de forma indirecta, que el nivel de lectura y cálculo de los titulados universitarios ha permanecido más bien constante durante los últimos 40 años», tal y como defiende José Saturnino Martínez García, profesor de Sociología en la Universidad de La Laguna (Tenerife).
«Desde el siglo XIX, cada generación dice que el nivel educativo ha caído y tendemos a pensar que los alumnos de ahora son peores que los de nuestra época. Antes sólo llegaba a la universidad un 5% del alumnado, que estaba muy seleccionado, y ahora llega un 30%», expresa Martínez García, recordando que «autores como Baudelot y Establet ya estudiaron en su momento, para el caso francés, cómo se remonta en el tiempo la letanía de la caída del nivel educativo, que no se corresponde con los datos».
«Comparar el nivel educativo no es tan sencillo como parece, debido a que lo que se enseña en Secundaria va cambiando en el tiempo. El profesorado de ahora se queja mucho de que ha bajado el nivel en Matemáticas, algo de fácil comprobación. Pero eso se explica porque se ha reducido el número de horas lectivas dedicadas a esta disciplina, mientras se han introducido otras materias, como un segundo idioma extranjero. ¿Qué es mejor? ¿Que sepan más Matemáticas o una segunda lengua?».
Lo mismo opina José Moyano, presidente de la Asociación Nacional de Editores de Libros y Material de Enseñanza (Anele): «El cambio más importante respecto a lo que ocurría hace 20 años es que no tiene tanta importancia la retención de información de, por ejemplo, fechas históricas, sino cómo se aplican o se resuelven las cosas. Es verdad que es distinto, pero no podemos decir que sea más fácil o más difícil». De su lado está Aida Moya, directora de Publicaciones Escolares de la editorial SM: «Los contenidos de los libros de texto de ahora son menos memorísticos y tienen otro tipo de estrategias más importantes para el aprendizaje, siempre hay una parte más competencial. Antes eran libros más enciclopédicos y ahora llevan al niño a pensar. La enseñanza es más visual y son historias más cortas, pero más elaboradas».
Francisco López Rupérez, que, hasta hace unos días, ostentaba el cargo de presidente del Consejo Escolar del Estado, no está de acuerdo: «Hace 20 años que no tengo experiencia docente, pero llevo desde entonces en tareas de gestión del sistema educativo. La información mayoritaria que me proporcionan los colegas es que el nivel ha descendido».
López Rupérez trabajó como consejero de Educación en las delegaciones permanentes de España ante la OCDE, la Unesco y el Consejo de Europa y se conoce bien cómo están las cosas en otros países: «En Europa el nivel de Bachillerato es más alto que en España. He participado en la elaboración de las pruebas del BAC europeo y había una gran diferencia con la Selectividad, como ocurre con el BAC francés, cuyo nivel de exigencia estaría más próximo al primer o al segundo curso de la universidad española. Con la Maturité italiana pasa igual».
Tras comparar varios modelos de las últimas PAU en su materia de especialidad, la Física, con las pruebas del Preu de 1965 y con la Selectividad de 1994, llega a la conclusión de que «el nivel de los alumnos que terminan 2º de Bachillerato (entre 17 y 18 años) se corresponde con el que hace 20 años tenían los que terminaban 3º de BUP (entre 16 y 17 años)». Es decir, hay un curso completo de diferencia. El Preu, que equivale en edad al 1º de Bachillerato actual, «sería en nivel como un primer curso universitario de ahora».
Horacio Silvestre, catedrático de instituto de Latín que ha formado parte varias veces de la comisión de docentes que elabora la PAU, llega a una conclusión parecida: «Las pruebas de Latín y Griego son muy fáciles en comparación con las del BUP y el COU. Las pruebas de la Maturité italiana y el Abitur germánico son mucho más difíciles. Claro está que antes se cursaban más años de Latín y de Griego, pero me da la impresión de que para las otras materias de peso académico también ha sido así».
Tanto Silvestre como López Rupérez responsabilizan a la Logse de 1990 de «una rebaja en los niveles de exigencia de las enseñanzas con la intención de llegar a todos los alumnos». «Como se extiende la enseñanza obligatoria de los 14 a los 16 años, se pretende que la enseñanza básica alcance a todos, porque, si no, introduciríamos un sistema selectivo que dejaría fuera a buena parte de los estudiantes».
«Hace 20 años teníamos una enseñanza mucho más selectiva, que era una carrera de obstáculos», reflexiona Aida Moya, de SM. «El propio sistema echaba a muchos alumnos fuera y en este modelo se busca más la enseñanza para todos. No tendría sentido plantear exámenes de altísimo nivel que dejaran a muchos en el camino».
«¿Hasta qué punto un cambio de nivel afecta a la igualdad de oportunidades?», reflexiona, a modo de conclusión, Antonio Villar. «Mi impresión es que actúa al revés de como muchos piensan. Cuando no se valora adecuadamente el esfuerzo, los más perjudicados son los buenos estudiantes de familias humildes, porque el esfuerzo es lo único con lo que pueden competir. Los hijos de familias acomodadas pueden complementar sus estudios aprendiendo idiomas en el extranjero y asistiendo a colegios privados, y eso agranda su ventaja».
El nivel actual de las pruebas de la PAU, por las que pasan los estudiantes de 17 y 18 años, se corresponde con el nivel de 3º de BUP (16 y 17 años). Es decir, entre el nivel actual y el de hace 20 años hay un curso de diferencia. Por ejemplo, la pregunta 3 del examen de Física del curso pasado es un típico problema de los que se encontraban con frecuencia en los antiguos libros de texto de 3º de BUP. La pregunta 2 consiste, pura y simplemente, en identificar parámetros a partir de una ecuación. No hay que razonar, sino tan sólo reconocer los parámetros de la ecuación de velocidad de la onda. Los alumnos tienen que identificar, no razonar. En cambio, en la prueba del Preu había que razonar con argumentos elaborados. El tipo de razonamiento que se exige para la PAU es mucho menos elaborado que el que se requería para el COU y, sobre todo, para el Preu. Desde luego, la prueba del Preu es más difícil que la PAU. El nivel del Preu (16-17 años) sería como el que tienen ahora los estudiantes de primer curso de carrera y como el que tenían en COU, a pesar de que era un curso menos. En el Preu los chicos tenían que resolver un tema teórico y problemas, mientras que ahora son problemas facilones, algunos como los que típicamente se hacían en 3º de BUP. El nivel de abstracción para resolver problemas del Preu es mayor que el que se requiere para la PAU. Se ha producido una rebaja del nivel de exigencia y aquí están las pruebas, es un hecho difícilmente cuestionable. El BAC francés tiene un nivel de exigencia que estaría más próximo al que se adquiere en España entre 1º y 2º de la universidad. Hay un desfase respecto a nuestra PAU de uno o dos cursos. El nivel de exigencia de la Maturitá italiana también es mayor. Un catedrático de Matemáticas me decía que el nivel era equivalente al de las pruebas de oposición de los profesores españoles de Secundaria. Por Francisco López Rupérez, doctor en Física y catedrático de instituto. Fue presidente del Consejo Escolar del Estado, viceconsejero autonómico y secretario general del Ministerio de Educación.
El examen de Preu era una prueba filológica que consistía en traducir de los 15 versos de Virgilio y responder a preguntas de carácter gramatical o etimológico. Exigía un dominio mayor del latín y textos más difíciles. Es como si en español se exigiera entender un pasaje de Lope, Calderón, Góngora u Ortega y Gasset, en vez de un texto periodístico contemporáneo. El examen de Ovidio de la PAU es más simple y fácil de entender y tiene un tema más asequible. Además, como la traducción sólo cuenta cinco puntos, el riesgo de suspender es menor. Siempre se puede sacar un punto respondiendo a la sencilla pregunta de literatura; o a las de análisis morfológico y sintáctico, que están muy mascaditas. Está todo pensado para minimizar el riesgo de no saber con la suficiente solidez la gramática latina. En cambio, los que se enfrentaban al examen de Preu tenían que ser capaces de responder a sutilezas como la pregunta C, que implica saber métrica latina (cosa que requiere un gran dominio de la lengua), o a la pregunta A, que requiere conocimientos especializados de fonética latina, o a la pregunta B, que requiere tener un conocimiento de morfología latina bastante menos superficial del que se consigue en estos tiempos. Eso lo estudiábamos en el Bachillerato, ahora no lo hacen casi ni en el grado universitario. En resumen, lo que sabía de latín un bachiller de mi edad está a años luz de lo que se puede enseñar y aprender ahora en este Bachillerato jibarizado. Y lo que se enseña de latín en España es algo ridículo en comparación con lo que pueden aprender belgas, italianos o alemanes. El Abitur alemán, por ejemplo, es una prueba de buen latín con una densidad filosófica digna de imitación. Cuando el Preu, al menos, se pretendía que el alumno se las viera con un autor universal y extraordinario. Ahora lo más que se puede hacer es poner un Ovidio facilito; y las más de las veces los textos que se proponen para traducir son sumamente anodinos. Por Horacio Silvestre, catedrático de Bachillerato de Latín y director del Instituto San Mateo de Madrid.