Malditos Bastardos
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MASACRE en Almonte (Huelva), los rocieros franquistas ASESINARON a un centenar de REPUBLICANOS en 1936
La película “Rocío” continua censurada por el Tribunal Supremo desde 1984, su director, Fernando Ruiz Vergara, fue condenado a guandoca, fuerte multa e indemnización. El Tribunal, que nunca negó la veracidad de los hechos, censuró los fotogramas donde se responsabiliza a José María Reales Carrasco, terrateniente, bodeguero, fundador de la Hermandad de la Virgen del Rocío, del asesinato de 100 Republicanos almonteños, muchos de ellas siguen hoy desaparecidos en fosas comunes. Según el juez Luis Vivas Marzal, “es indispensable inhumar y olvidar…las generaciones posteriores convivan pacífica, armónica y conciliadamente…no avivar los rescoldos, no despertar rencores, odios y resentimientos adormecidos por el paso del tiempo..”.
La película había tenido excelentes críticas de políticos, escritores y poetas andaluces como Alfonso Guerra, Fernando Quiñones, José Caballero Bonald, Ian Gibson, Pilar Miró, Luis G. Berlanga, José Hierro o Antonio Gala. “Vergara fue la primera víctima de la impunidad del franquismo, amparada por la tras*ición y el aparato judicial”, sostiene el historiador Francisco Espinosa en su libro Contra la República. Los sucesos de Almonte de 1932. Según José Luis Tirado, director de ‘El Caso Rocío. La historia de una película secuestrada por la tras*ición’: “La falsa tras*ición más que un periodo histórico significa una estrategia para que los poderes tácitos del Franquismo sigan durante el nuevo régimen”. La película escandalizó cuando denunció el centenar de víctimas tras el golpe militar de 1936: “En Almonte mataron a Frasquita La Charamusca, Diego Cepeda Aragón Azuquita,..un total de 100 personas, 99 hombres y una mujer”. A determinados sectores de la derecha de Almonte les afectó la conexión que establece la película entre los fusilamientos del 36, el ejercicio del poder y la romería de El Rocío.
El Gobierno de la Segunda República acordó desterrar símbolos religiosos de los espacios públicos, aplicando el artículo 27 de la Constitución Republicana que definía la laicidad del Estado. En 1932 las derechas manipularon los sentimientos de los almonteños, y alentaron una algarada contra la decisión del ayuntamiento de retirar las imágenes de la Virgen del Rocío y del Sagrado Corazón de Jesús del salón de plenos del ayuntamiento. Los exaltados agraviaron a los concejales y al alcalde Francisco Villarán, frente al ayuntamiento el párroco invitó a asistir al Santo Rosario en desagravio de los hechos, agredieron al concejal Francisco Acevedo Salguero y al guardia municipal José Larios Ramírez. Se abrieron las bodegas de algunos de los señores del pueblo para repartir vino a las gentes, el gobernador civil de Huelva obligó a poner los cuadros retirados. El germen de estos episodios fue económico y político, y no religioso. Sin embargo las elecciones municipales de 1936 volvieron a dar el triunfo a los Republicanos y socialistas en Almonte.
La derecha nunca admitió la pérdida del poder político que sobrevino con la proclamación de la República. Era un sistema político en el que varias familias se alternaban en el poder desde hacía más de medio siglo. No podía desaparecer. Las élites locales y provinciales no soportaban ver a sus enemigos de clase (a simples obreros en muchas ocasiones) ocupando espacios políticos que siempre habían sido suyos y que consideraban parte de la herencia familiar. Y si grave fue la pérdida del poder político mucho peor fue cuando la amenaza pasó al terreno económico. Es aquí, aunque se disfrazara de afrenta a la Virgen, donde hay que buscar la clave de los sucesos de Almonte.
Detrás de este suceso subyace un problema agrario y de distribución de los montes de propios y las tierras del municipio. Hasta un 83% del término municipal de Almonte quedó en manos privadas a partir de las desamortizaciones del siglo XIX, perdiendo la población una inmensa cantidad de recursos públicos que utilizaba tradicionalmente para sobrevivir. La República animó a los municipios desde su implantación a una revisión del catastro para establecer qué terrenos pertenecientes al pueblo habían pasado a manos privadas, descubriendo tras estudios pormenorizados que había extensas apropiaciones ilegítimas que debían volver a propiedad municipal. En 1931 los ayuntamientos republicano-socialistas enviaron al Gobierno relaciones de las propiedades que les pertenecieron y listados de sus actuales propietarios en base a los archivos municipales, los registros de propiedad y los testimonios orales. Los selectos propietarios que habían acaparado inmensas cantidades de terreno ilegítimamente no estaban dispuestos a permitir el derrotero que tomaba la cuestión agraria. Ésta y no la decisión de quitar los azulejos del salón de plenos fue la causa de los “sucesos de Almonte”, un verdadero motín de carácter político, que tuvo lugar en el momento clave en que se discutía la Ley de Reforma Agraria.
La derecha terrateniente e integrista de Almonte instrumentalizó la devoción popular rociera para someter y humillar a las autoridades republicanas que aplicaron la legislación laica emanada de la Constitución republicana. Los amotinados se apoderaron de los atributos de mando de la autoridad civil y los entregaron a la Guardia Civil, cuerpo de carácter militar creado precisamente al mismo tiempo que se iniciaban las desamortizaciones, y que constituyó la verdadera salvaguarda del inmenso trasvase de propiedad realizado (el 20 % del territorio nacional). Fue la Guardia Civil quien llamó a Reales para que “pacificara” la situación, imponiendo de nuevo el crucifijo en las escuelas. Propiedad y religión, como siempre, unidas.
El 25 de julio de 1936 Almonte fue tomada por la columna Ramón de Carranza. Los falangistas esperaron en la carretera de Hinojos la llegada de los golpistas, que no encontraron ningún tipo de resistencia. Los 25 mineros que llegaron de Rociana a socorrer al pueblo fueron detenidos inmediatamente por las tropas sublevadas. Más de 100 personas fueron fusiladas, muchas de ellas en la zona conocida como Rompecoches, en aplicación del Bando de Guerra, permaneciendo aún la mayoría en fosas comunes sin identificar ni dignificar en el viejo cementerio, donde en una primera fosa yacen fusilados procedentes de Hinojos, Huelva, La Palma, Bonares y Bollullos, en una clara estrategia de desarraigo de las víctimas de sus pueblos de origen. Los años de posguerra en Almonte fueron estremecedores, la precipitación del trabajo para los niños huérfanos, las coacciones de Falange, las burlas de los soldados a vecinos que vivían en silencio la tragedia de un ser querido asesinado. Doñana pasó a ser de nuevo lo que había sido antes del 14 de abril de 1931, un lugar de recreo para las clases ociosas.
La película había tenido excelentes críticas de políticos, escritores y poetas andaluces como Alfonso Guerra, Fernando Quiñones, José Caballero Bonald, Ian Gibson, Pilar Miró, Luis G. Berlanga, José Hierro o Antonio Gala. “Vergara fue la primera víctima de la impunidad del franquismo, amparada por la tras*ición y el aparato judicial”, sostiene el historiador Francisco Espinosa en su libro Contra la República. Los sucesos de Almonte de 1932. Según José Luis Tirado, director de ‘El Caso Rocío. La historia de una película secuestrada por la tras*ición’: “La falsa tras*ición más que un periodo histórico significa una estrategia para que los poderes tácitos del Franquismo sigan durante el nuevo régimen”. La película escandalizó cuando denunció el centenar de víctimas tras el golpe militar de 1936: “En Almonte mataron a Frasquita La Charamusca, Diego Cepeda Aragón Azuquita,..un total de 100 personas, 99 hombres y una mujer”. A determinados sectores de la derecha de Almonte les afectó la conexión que establece la película entre los fusilamientos del 36, el ejercicio del poder y la romería de El Rocío.
El Gobierno de la Segunda República acordó desterrar símbolos religiosos de los espacios públicos, aplicando el artículo 27 de la Constitución Republicana que definía la laicidad del Estado. En 1932 las derechas manipularon los sentimientos de los almonteños, y alentaron una algarada contra la decisión del ayuntamiento de retirar las imágenes de la Virgen del Rocío y del Sagrado Corazón de Jesús del salón de plenos del ayuntamiento. Los exaltados agraviaron a los concejales y al alcalde Francisco Villarán, frente al ayuntamiento el párroco invitó a asistir al Santo Rosario en desagravio de los hechos, agredieron al concejal Francisco Acevedo Salguero y al guardia municipal José Larios Ramírez. Se abrieron las bodegas de algunos de los señores del pueblo para repartir vino a las gentes, el gobernador civil de Huelva obligó a poner los cuadros retirados. El germen de estos episodios fue económico y político, y no religioso. Sin embargo las elecciones municipales de 1936 volvieron a dar el triunfo a los Republicanos y socialistas en Almonte.
La derecha nunca admitió la pérdida del poder político que sobrevino con la proclamación de la República. Era un sistema político en el que varias familias se alternaban en el poder desde hacía más de medio siglo. No podía desaparecer. Las élites locales y provinciales no soportaban ver a sus enemigos de clase (a simples obreros en muchas ocasiones) ocupando espacios políticos que siempre habían sido suyos y que consideraban parte de la herencia familiar. Y si grave fue la pérdida del poder político mucho peor fue cuando la amenaza pasó al terreno económico. Es aquí, aunque se disfrazara de afrenta a la Virgen, donde hay que buscar la clave de los sucesos de Almonte.
Detrás de este suceso subyace un problema agrario y de distribución de los montes de propios y las tierras del municipio. Hasta un 83% del término municipal de Almonte quedó en manos privadas a partir de las desamortizaciones del siglo XIX, perdiendo la población una inmensa cantidad de recursos públicos que utilizaba tradicionalmente para sobrevivir. La República animó a los municipios desde su implantación a una revisión del catastro para establecer qué terrenos pertenecientes al pueblo habían pasado a manos privadas, descubriendo tras estudios pormenorizados que había extensas apropiaciones ilegítimas que debían volver a propiedad municipal. En 1931 los ayuntamientos republicano-socialistas enviaron al Gobierno relaciones de las propiedades que les pertenecieron y listados de sus actuales propietarios en base a los archivos municipales, los registros de propiedad y los testimonios orales. Los selectos propietarios que habían acaparado inmensas cantidades de terreno ilegítimamente no estaban dispuestos a permitir el derrotero que tomaba la cuestión agraria. Ésta y no la decisión de quitar los azulejos del salón de plenos fue la causa de los “sucesos de Almonte”, un verdadero motín de carácter político, que tuvo lugar en el momento clave en que se discutía la Ley de Reforma Agraria.
La derecha terrateniente e integrista de Almonte instrumentalizó la devoción popular rociera para someter y humillar a las autoridades republicanas que aplicaron la legislación laica emanada de la Constitución republicana. Los amotinados se apoderaron de los atributos de mando de la autoridad civil y los entregaron a la Guardia Civil, cuerpo de carácter militar creado precisamente al mismo tiempo que se iniciaban las desamortizaciones, y que constituyó la verdadera salvaguarda del inmenso trasvase de propiedad realizado (el 20 % del territorio nacional). Fue la Guardia Civil quien llamó a Reales para que “pacificara” la situación, imponiendo de nuevo el crucifijo en las escuelas. Propiedad y religión, como siempre, unidas.
El 25 de julio de 1936 Almonte fue tomada por la columna Ramón de Carranza. Los falangistas esperaron en la carretera de Hinojos la llegada de los golpistas, que no encontraron ningún tipo de resistencia. Los 25 mineros que llegaron de Rociana a socorrer al pueblo fueron detenidos inmediatamente por las tropas sublevadas. Más de 100 personas fueron fusiladas, muchas de ellas en la zona conocida como Rompecoches, en aplicación del Bando de Guerra, permaneciendo aún la mayoría en fosas comunes sin identificar ni dignificar en el viejo cementerio, donde en una primera fosa yacen fusilados procedentes de Hinojos, Huelva, La Palma, Bonares y Bollullos, en una clara estrategia de desarraigo de las víctimas de sus pueblos de origen. Los años de posguerra en Almonte fueron estremecedores, la precipitación del trabajo para los niños huérfanos, las coacciones de Falange, las burlas de los soldados a vecinos que vivían en silencio la tragedia de un ser querido asesinado. Doñana pasó a ser de nuevo lo que había sido antes del 14 de abril de 1931, un lugar de recreo para las clases ociosas.