La VIDA es MARAVILLOSA
Forero Paco Demier
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- 21 Oct 2024
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Queridos compatriotas,
Hoy, ante vosotros, me encuentro en la imperiosa necesidad de reflexionar sobre nuestra existencia, nuestra grandiosa nación y el futuro que enfrentamos. En este tiempo de desasosiego, es esencial que miremos con ojos claros la realidad que nos rodea, una realidad que, a menudo, se presenta en su forma más dura.
En la grandeza de nuestra España, un país forjado por la fe católica, la tradición y el sacrificio, debemos considerar lo que significa verdaderamente ser españoles. La familia, ese pilar fundamental de nuestra sociedad, ha sido el baluarte que nos ha mantenido unidos frente a la adversidad. Sin embargo, en esta encrucijada de la historia, debemos cuestionar la herencia que deseamos dejar a las futuras generaciones.
La vida, españoles, es un viaje lleno de sufrimiento, un camino que, aunque a veces se adorna con la esperanza, termina por revelarse como un desafío constante. La historia nos ha enseñado que las ilusiones de felicidad son efímeras y que el dolor se cierne sobre nosotros como un compañero inseparable. Ante esto, surge una pregunta de vital importancia: ¿es justo traer a este mundo a aquellos que solo heredarán nuestros sufrimientos y desengaños?
Es momento de mirar con valor y honestidad la cuestión de la procreación. En lugar de perpetuar un ciclo de desdicha, podríamos considerar un camino más sabio, un camino de reflexión que nos conduzca a la decisión de no traer más vidas al mundo. Este acto no es una traición a la familia ni a la patria; al contrario, es un reconocimiento de la dura realidad que enfrentamos.
La Iglesia Católica, en su infinita sabiduría, nos ha enseñado a valorar la vida, pero también a entender el peso de nuestras acciones. En este contexto, renunciar a la procreación es un acto de verdadera responsabilidad. No se trata de una negación de la vida, sino de una afirmación de nuestro deber hacia aquellos que vendrán, evitando que enfrenten el sufrimiento que tanto nos ha marcado.
Como españoles, debemos asumir este reto con la dignidad que nos caracteriza. La lucha que hemos enfrentado a lo largo de nuestra historia nos ha dado la fortaleza para reconocer que, en ocasiones, el camino más noble es aquel que conduce a la aceptación de nuestra mortalidad. La decisión de extinguirnos, lejos de ser un acto de desesperación, puede ser visto como un legado de respeto hacia el sufrimiento humano.
Así, hoy os invito a reflexionar sobre el rumbo de nuestra nación. Al dejar de lado la procreación, no solo liberamos a los futuros seres de la carga del sufrimiento, sino que también honramos nuestra historia y nuestras tradiciones. La grandeza de España radica en su capacidad para enfrentar la verdad, y es en esa verdad donde hallaremos nuestra fortaleza.
Viva España, en la sinceridad y la aceptación de nuestra existencia.
1946
Hoy, ante vosotros, me encuentro en la imperiosa necesidad de reflexionar sobre nuestra existencia, nuestra grandiosa nación y el futuro que enfrentamos. En este tiempo de desasosiego, es esencial que miremos con ojos claros la realidad que nos rodea, una realidad que, a menudo, se presenta en su forma más dura.
En la grandeza de nuestra España, un país forjado por la fe católica, la tradición y el sacrificio, debemos considerar lo que significa verdaderamente ser españoles. La familia, ese pilar fundamental de nuestra sociedad, ha sido el baluarte que nos ha mantenido unidos frente a la adversidad. Sin embargo, en esta encrucijada de la historia, debemos cuestionar la herencia que deseamos dejar a las futuras generaciones.
La vida, españoles, es un viaje lleno de sufrimiento, un camino que, aunque a veces se adorna con la esperanza, termina por revelarse como un desafío constante. La historia nos ha enseñado que las ilusiones de felicidad son efímeras y que el dolor se cierne sobre nosotros como un compañero inseparable. Ante esto, surge una pregunta de vital importancia: ¿es justo traer a este mundo a aquellos que solo heredarán nuestros sufrimientos y desengaños?
Es momento de mirar con valor y honestidad la cuestión de la procreación. En lugar de perpetuar un ciclo de desdicha, podríamos considerar un camino más sabio, un camino de reflexión que nos conduzca a la decisión de no traer más vidas al mundo. Este acto no es una traición a la familia ni a la patria; al contrario, es un reconocimiento de la dura realidad que enfrentamos.
La Iglesia Católica, en su infinita sabiduría, nos ha enseñado a valorar la vida, pero también a entender el peso de nuestras acciones. En este contexto, renunciar a la procreación es un acto de verdadera responsabilidad. No se trata de una negación de la vida, sino de una afirmación de nuestro deber hacia aquellos que vendrán, evitando que enfrenten el sufrimiento que tanto nos ha marcado.
Como españoles, debemos asumir este reto con la dignidad que nos caracteriza. La lucha que hemos enfrentado a lo largo de nuestra historia nos ha dado la fortaleza para reconocer que, en ocasiones, el camino más noble es aquel que conduce a la aceptación de nuestra mortalidad. La decisión de extinguirnos, lejos de ser un acto de desesperación, puede ser visto como un legado de respeto hacia el sufrimiento humano.
Así, hoy os invito a reflexionar sobre el rumbo de nuestra nación. Al dejar de lado la procreación, no solo liberamos a los futuros seres de la carga del sufrimiento, sino que también honramos nuestra historia y nuestras tradiciones. La grandeza de España radica en su capacidad para enfrentar la verdad, y es en esa verdad donde hallaremos nuestra fortaleza.
Viva España, en la sinceridad y la aceptación de nuestra existencia.
1946
