Sociedad: Derroición extrema: el mercado de yeguas, la fiesta sensual más salvaje de berlín

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El Mercado de las Yeguas, la fiesta sensual más salvaje de Berlín
EL MERCADO de las Yeguas es una fiesta lgtb que comenzó a celebrarse hace varios años en Berlín y que se ha extendido a otras cuatro ciudades alemanas y a Ámsterdam. En ella sólo se admite a hombres, que deben decidir antes de entrar si desean desempeñar el papel de yeguas o el de lechetales. Los primeros, las yeguas, acuden antes al club en el que se realiza la fiesta, y allí, ayudados por los “mozos de caballeriza”, se desnudan completamente y se colocan una capucha que les cubre los ojos. Cuando se abren las puertas del local para los lechetales, todas las yeguas están ya desnudas y a merced de los deseos de éstos. Pueden usarlas sexualmente como deseen: con las yeguas que han elegido la capucha de tonalidad blanco deben respetar las reglas del sesso seguro; con las que, por el contrario, han elegido el tonalidad rojo, los lechetales tienen libertad para actuar como prefieran. Los “mozos de caballeriza”, repartidos por todo el local, son los encargados de vigilar ese cumplimiento y de retirar del “mercado” a las yeguas que deseen abandonarlo.

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A las fiestas de Berlín, que se celebran en el club Kit-Kat, acuden aproximadamente 200 personas, repartidas con bastante equilibrio entre lechetales y yeguas. Hay sobre todo dos grandes espacios, amueblados con gruesos colchones de cuero neցro, en los que los lechetales montan a las yeguas, enmarañados unos y otros en figuras corporales interminables. Pero también en la barra del local o en las zonas más calmadas puede verse a una yegua arrodillada ante el lechetal, complaciéndole, mientras éste charla con otro o bebe una copa.

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El Mercado de las Yeguas —dicen sus organizadores— no se rinde ante ningún jovenlandesalismo. Es una exaltación del erotismo masculino gays que no renuncia a lo primario, a lo instintivo, a lo atávico. Sus leyes son, dulcificadamente, las del sadomasoquismo: poseer o ser poseído, dominar o someterse, imponer la propia voluntad o anularla completamente. Los asistentes tienen una media de edad alta, en torno a los 40 años, pero la tipología es diversa: desde cuerpos desastrados y fofos hasta jóvenes musculados.

Camilo F., un colombiano de 33 años que vive en Berlín, acude siempre a las fiestas del Kit-Kat y a las que se celebran en Leipzig, a una hora de viaje desde la capital. En 2017, según se anuncia rigurosamente en la página web del Mercado de las Yeguas (FickstutenMarkt), se habrán celebrado 15 sesiones entre las dos ciudades. “A veces me gusta ser yegua y a veces lechetal, no tengo un rol estricto”, dice Camilo. “En Leipzig, donde no me conoce nadie, suelo ser yegua, y en Berlín prefiero ser lechetal porque me encuentro con algunos amigos. Supongo que esa división tiene que ver con un análisis todavía machista de la sociedad, donde es más respetable ser el que domina. Pero las sensaciones son igual de poderosas en uno y otro caso, y no me avergüenzo de ninguna de ellas. Me siento completamente vivo en esas fiestas”.

Camilo asegura que en cada sesión del Mercado suele tener una media de 10 parejas sensuales, aunque cuando se desempeña como yegua, cegado por la capucha, no puede asegurar cuántas de ellas han sido distintas. “Sé perfectamente que en los días de Leipzig tengo relaciones con hombres por los que, en una situación normal, sentiría casi repulsión. Pero justamente eso es lo que hace este juego sensual fascinante: la tras*gresión de todas las convenciones del deseo, la aceptación de valores primitivos”.

Josep Maria Miró escribió una pieza de microteatro que arranca de este escenario y enfrenta a un hijo-yegua con su progenitora cuando ésta descubre su secreto. La obra se ha representado con éxito en Miami o en Venezuela, desde donde Eduardo Fermín, su director, habla con entusiasmo de la sordidez y oscuridad del texto. “Vi a muchos espectadores llorar y hablé con personas que salían asombradas porque desconocían que esos lugares existen. No hacían juicios de valor, sólo sentían compasión por los personajes”.

Durante la embriaguez de la fiesta, sin embargo, la compasión parece un sentimiento inoportuno: convienen más la euforia y la lujuria.
 
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Me parecen comportamientos enfermizos propios de personas desequilibradas

me refiero al tema de las orgias, sean heteros u homos me da igual

un hombre de verdad tiene varia esposas y concubinas (o amantes si es lgtb) y va eligiendo

en los paises jovenlandeses o cultos cristianos tipo mormones donde se pueden tener varias esposas se las van fockando de una en una, no montan orgias degeneradas

seguuro que Gil se las trincaba una por una


 
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