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Cobraba lo mismo que un obrero de hinjeniero sibil.El vendedor de empanadillas denunciado en Lugo: «Solo intento sacar adelante a mi familia mientras legalizo mis papeles»
UXÍA CARRERALUGO / LA VOZ
LUGO CIUDAD
Alberto López
El colombiano Fabián Romero es ingeniero civil pero se tuvo que buscar la vida vendiendo comida. Está a la espera de una resolución de asilo para poder hacerse autónomo
18 ago 2023. Actualizado a las 17:07 h.
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La Policía Local de Lugo denunció este fin de semana a un hombre por vender empanadillas de madrugada cerca de los pubs del centro sin autorización municipal ni control sanitario. Se informó también a Extranjería porque se encuentra en situación irregular. El varón tiene nombre y apellidos, Fabián Romero, y también una historia que quiere contar: «Soy ingeniero civil pero aquí no tengo el título homologado, estoy a la espera de la resolución de un permiso por asilo y mientras solo intento sacar adelante a mi familia». Asegura que el negocio está dado de alta y lo que falta es regularizar su situación, con el objetivo de poder abrir un local.
El colombiano Fabián Romero, de 30 años, cumple en septiembre dos años en Lugo. Es de Bucaramanga, igual que su pareja Diana Coronado, de 26, y su hija, que cumplirá cuatro. En su país natal estudió Ingeniería Civil, de lo que trabajó durante unos cuatro años, pero «cobraba lo mismo que un obrero». Además, relata que la ciudad era cada vez menos segura, y lo sabe bien de primera mano su progenitora, que era policía y hace cuatro años se mudó a Lugo.
En busca de «mejores oportunidades» emigraron a la ciudad amurallada junto al resto de su familia. «Yo pedí asilo político y me lo dieron, pero cuando tuve el permiso de trabajo se me hizo muy difícil conseguir un puesto», explica. Desde septiembre hasta noviembre del 2021 cuenta que estuvo buscando trabajo, pero no lo logró, así que se le ocurrió lanzar un negocio de venta de comida.
«Cuando fui a renovar el permiso de asilo para que me dieran la tarjeta roja, me lo denegaron. De esa decisión me tenía que llegar una resolución donde me explicaban por qué, pero nunca llegó. A dicha resolución se puede apelar y mientras se extiende ese proceso podría trabajar, pero así estoy paralizado», expone.
Es por eso que Romero asegura que comenzó el negocio sin regularizar. Él y su pareja, Diana, hacen empanadas colombianas caseras de varios sabores. «En Colombia es muy típico que al salir de las discotecas y hay mucha variedad de comida». Así que, con una bolsa colgando del hombro, se recorre varias calles del casco histórico para dar de comer de madrugada.
Esta última denuncia no es la única vez que interviene la Policía Local. «La primera vez que me pararon me explicaron que no podía ser así, que tenía que hacerme autónomo y hacer un curso de manipulador de alimentos». Pero insiste en que no podía darse de alta debido a la falta de la resolución de permiso, así que su hermano, que sí tiene todo en regla, se hizo autónomo para poder legalizar el negocio. «Hicimos el curso y nos dimos de alta en Hacienda, pagamos cada tres meses», pero él sigue sin tener permiso de trabajo.
«Migrar es muy duro»
«Si paro de vender, llega fin de mes y no tengo con qué comprar comida ni pagar mi piso», lamenta. Lo que empezó como un par de empanadas, ahora se extendió entre los asiduos de la noche lucense y vende decenas: «El negocio fue creciendo y yo ya solo vendo a los que conozco porque ya me hice un público que me va pidiendo». El éxito de su comida casera permitió a la pareja ir cubriendo los gastos, por eso continuó.
Fabián tiene el claro objetivo de poder formalizar el negocio, por eso estudia todas las vías de arraigo que le den un permiso de residencia y de trabajo con el que hacerse con algún pequeño local en el que establecerse: «Quiero quedarme en este país y hacerlo todo legal». Pero quiere recordar que llegar hasta ese punto es un proceso «muy duro» para los migrantes.
«Yo soy un ingeniero que está vendiendo empanadas por una mejor calidad de vida para mi hija» lamenta. También destaca que nada tienen que ver con él los ruidos o las molestias que pueda causar algún local abierto de madrugada. Lo único que hace el colombiano es dar conversación y cercanía a todos los que quieren comer de madrugada. «He leído muchos mensajes de apoyo y cariño», agradece.