Cabeza tienen los vacos, pero cerebro, en la península ibérica no existe tal cosa en los humanos. Es una adaptación natural para prevenir infectarse de mixomatosis y otras enfermedades de los conejos, primeros habitantes de la península que formaron la civilización de la Atlántida antes de empezar a experimentar genéticamente consigo mismos, lo que llevó a su mutación y la destrucción de sus ciudades y avances.