Cuenta atrás para el adiós definitivo a las cabinas telefónicas: a final de 2023 sólo quedarán cinco en Madrid Después de 95 años

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Cuando se encuentren una cabina por la calle mírenla, seguramente estará llena de pintadas, sucia, lo más probable es que ni siquiera tenga auricular y, además, está a punto de desaparecer.
Elemento esencial del mobiliario urbano hasta hace no tanto, parte de la cultura popular en tantos lugares y motivo de inspiración de artistas e incluso de obras cinematográficas –no sólo de la maravillosa película de Mercero con López Vázquez: Colin Farrell, por ejemplo, también se pasó todo el metraje de Última llamada atado a un teléfono público– las viejas cabinas se han convertido, al menos en Madrid, en una especie de resto arqueológico inservible, que aparece aquí y allá en el paisaje de la ciudad y sólo llama la atención de fotógrafos fascinados por su propia decrepitud y de nostálgicos de aquel mundo sin móviles en el que hacer una llamada desde la calle podría llegar a ser una difícil emergencia.

La irrupción de la telefonía móvil supuso el inicio del declinar de las cabinas telefónicas que en su día llegaron a ser un negocio importante, pero ya hace mucho tiempo que prácticamente no tenían casi ningún uso. De hecho, el dato de llamadas registradas en 2021 era de 0,17 al día, es decir, aproximadamente una a la semana. Y además el desplome del servicio seguía: sólo dos años antes el promedio de llamadas se elevaba a 0,37 llamadas diarias

Sin embargo, hasta el uno de enero de 2022 el Estado siguió manteniendo la "telefonía de pago con monedas o tarjetas a través de los terminales ubicados en la vía pública" como parte del servicio universal de comunicaciones que los operadores están obligados a dar y que, por cierto, en 2023 y 2024 volverá a prestar Telefónica al quedar desierto el concurso que se convocó en diciembre.

Al menos el que las cabinas hayan salido de este contrato supone un importante ahorro para la empresa, ya que su mantenimiento supuso en 2018 un coste de 4,68 millones de euros, una cifra que aún había sido mayor un año antes, cuando superó los 5 millones.

El esplendor: 65.000 cabinas en España

La cabinas telefónicas han sido uno de los servicios más longevos en la ya larga historia de Telefónica: la primera se instaló en 1928, sólo dos años después de la creación de la compañía. Estaba en el Retiro, en lo que hoy es el Florida Park y entonces se llamaba Viena Park. Curiosamente, una de las pocas que queda sigue en el parque madrileño, junto al Paseo de Coches y a unos 100 metros de donde estaba aquella.

A partir de entonces se expandieron por toda España y se convirtieron en lo que ahora ya prácticamente han dejado de ser: un elemento común en las ciudades y en los pueblos. Porque también llegaron a la España rural: como parte del servicio universal de comunicaciones tenía que haber una cabina en cada pueblo de 1.000 habitantes, además de otras adicional por cada 3.000 personas más que viviesen allí, de forma que una localidad que tuviese 10.000 vecinos, por ejemplo, tenía que tener cuatro cabinas.
Así, entre urbanas y rurales a finales de los años 90 España llegó a tener 65.000 cabinas, un número máximo que poco después empezó a descender hasta que a finales de 2020 ya solamente quedaban 14.824.

La retirada definitiva

Con el final de la obligación de prestar el servicio Telefónica inició el desmantelamiento de todas las cabinas que todavía quedaban en España, con un plan ordenado que, como es lógico, no es una de las prioridades urgentes para la empresa y va avanzando sin prisa pero, eso sí, sin pausa. Además, tal y como han explicado a Libertad Digital, la compañía se coordina con los ayuntamientos de forma que si por cualquier circunstancia resulta urgente retirar alguna en concreto trata de hacerse a la mayor brevedad posible.

En cualquier caso, en la Comunidad de Madrid, por ejemplo, todavía quedan 644 distribuidas en cuatro municipios, uno de ellos es la capital, donde se acumulan la mayoría de ellas: 583.
Si alguien sueña con un gran almacén de aspecto cinematográfico en el que se guarden miles de cabinas retiradas se llevará una decepción: una vez retiradas de la vía pública simplemente son llevadas a los puntos limpios cercanos donde se recicla el material que sea susceptible de ello y se achatarra el resto.

La retirada de las calles está tratando de hacerse con una cierta discreción, en horarios que disturben la vida de las ciudades y también, según nos cuentan, que no conviertan a los trabajadores en involuntarios protagonistas de un show que seguramente aparecería en las redes sociales. El plan es que a finales de este mismo 2023 y después de 95 años no queden ya cabinas en las calles: sólo se conservarán un par de ellas en la sede central de Telefónica en el llamado Distrito C, otras dos en el Museo de la Fundación Telefónica y un par más en otro museo situado en Galicia.

En Madrid, además, quedará una llamativa cabina de teléfonos roja, pero que no es, que sepamos, una de las que se usó en su día, sino una réplica de la que protagonizaba, junto con José Luis López Vázquez la famosísima película de Antonio Mercero. Roja, en un pequño pedestal y con todos los detalles, está ya instalada en la plaza del Conde del Valle Súchil, el lugar en el que se rodó La Cabina. Y, por cierto, tengan cuidado porque tampoco se abre.

 
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