Hace poco tiempo me propusieron un cambio laboral que comprometió tremendamente mi emotividad y mi propio yo (o mi propio egoísmo). De hecho reactivamente mi respuesta hubiera sido NO, un no rotundo. Se trataba de dirigir nuevamente un proyecto que ya dirigí (y que abandoné) durante unos años con unas condiciones laborales en las que solo se exigía mi presencia física el 50% del tiempo. Es decir mayor visibilidad, mayor responsabilidad, mayor sueldo y la posibilidad de trabajar en pijama desde casa.
Comprenderéis que si mi reacción instintiva fue el NO más horrorizado es porque estaba mandando en ella unas emociones muy fuertes. Sobre el papel cualquiera puede creer que no hay ninguna duda y sin embargo todo mi yo gritaba que ¡¡NOOOOOOOOO!! (la justificación de esa negativa me la guardo por el momento)
Y además al margen de todo racionamiento objetivo mis circunstancias familiares se verían beneficiadas por esa propuesta laboral.
Pero con todo y con ello el NO tenía muchísima mayor fuerza que el sí, así que tuve que hacer examen de conciencia y examinar descarnadamente por qué no estaba dispuesta a aceptar algo que a todas luces era más conveniente. Identifiqué varios miedos concretos muy poderosos y juicios intransigentes. Les di forma mediante palabras, los relacioné con posibles consecuencias, busqué fórmulas para minimizarlos y finalmente hice de tripas corazón para que mi decisión resultara en un bien superior al mío propio (el de mi familia por encima del mío, lo cual de alguna forma implica el mío también. El altruísmo a partir del egoísmo). Así que dije que sí.
Mis emociones siguen ahí con fuerza, pero las he mirado a la cara y he pasado a través de ellas. La razón fue más poderosa que la emotividad porque conseguí identificar de forma precisa mis sentimientos interiores.
Hasta que hace una semana me dijeron que por motivos de contención de gasto el proyecto, que inicié yo misma hace 15 años, se suspende y que lamentaban mucho que la oferta no hubiera podido hacerse efectiva. Creo que todavía estoy batiendo palmas con las orejas :o aunque nada en el mundo habría hecho que me desdijera de la decisión que tomé.