Cuando el caos se apodera de todo resulta imposible construir un dique que lo detenga, lo mismo que en una riada

M. Priede

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14 Sep 2011
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Madrid 1936, tres meses antes del estallido de la guerra, después de que el Frente Popular robara las elecciones y poco antes de que el PSOE asesinara al líder de la oposición. Wenceslao Fernández Flórez:

La literatura política está desbordada. No tiene sabor, ni tonalidad, ni olor, al lado de la fuerte rudeza de los acontecimientos. La censura hace imposible dar a los artículos el tono que necesitarían los momentos que vivimos (…) Estamos más allá de toda teoría; estamos en plena acción (…) Los ingenieros son incapaces de construir diques en el instante en que sobreviene una riada. Los hacen antes o después del aluvión, pero si se dedicasen a poner piedrecitas y argamasa entre los irritados remolinos, perderían el material y el tiempo.​

Eso era la calle, otro el análisis objetivo para encontrar una explicación de lo que sucede. Franco: "Los sucesos de la Historia están encadenados y no se producen casualmente, sino como resultado de un proceso que, sin embargo, muchas veces no acertamos a descubrir". "Las masas españolas llevan varios siglos de miserias. (...)El treinta y tres por ciento de las viviendas españolas son chamizos o cuevas insalubres; las camas en los sanatorios antituberculosos del Estado no llegan a la vigésima parte del número de los que al año fallecían y nunca podían ser alcanzadas por los humildes". "La vida de nuestras clases modestas y medias es muy inferior a la de los demás países europeos. Los monocultivos y las grandes propiedades creaban un paro estacional de las dos terceras partes del año. La educación profesional tan abandonada que faltando obreros especialistas sobraban centenares de miles de peones. El retiro obrero estaba constituido por una peseta diaria después de cincuenta años de continuo trabajo. Los seguros sociales, atrasados cuando no burlados". "Cuando se tienen cinco o menos pesetas de jornal y varios de familia, y existen la falta de seguridad en el salario y de pan en la vejez, no se puede amar ni siquiera sentir al Régimen que lo preside. Al mirar en cambio al sector privilegiado, veían multiplicarse los bienes y las riquezas y cómo éstas se acumulaban en unos pocos, plenos de derechos y desconociendo las más de las veces los deberes. (2) Carta de Franco a Juanón. O de cómo Franco entendía a la perfección la lucha de clases | Burbuja.info

Antes, la gente había llegado al Parlamento. Fernández Flórez:

Una mayoría parlamentaria en la que había hombres procesados por robo, histéricos, analfabetos, energúmenos, estorbaba cualquier discusión con el rápido gesto de sacar la pistola del bolsillo (…) Y la sangre corre bajo la complacida mirada de los ministros, de la Policía, de los periódicos que trafican con las ideas, de una muchedumbre inmensa de hombres envenenados de rencor.​
En el otro bando, Azaña, da la razón a Fernández Flórez sin pretenderlo. Así describe a sus correligionarios:
"obtusos", "loquinarios", "botarates", "gente impresionable, ligera, sentimental y de poca chaveta", insufrible por su "inepcia, injusticia, mezquindad o tontería". "No saben qué decir, no saben argumentar. No se ha visto más notable encarnación de la necedad. Me entristezco casi hasta las lágrimas por mi país, por el corto entendimiento de sus directores y por la corrupción de los caracteres". "Zafiedad", "politiquería", "ruines intenciones", "gentes que conciben el presente y el porvenir de España según se los dictan el interés personal". "Política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta"​
Después, asaltaron la prensa:
Desde el primer momento se apoderó de los periódicos una gente audaz, impaciente y cruel que surgió entre los propios empleados y del enorme depósito de fracasados que siempre ha habido en cualquier profesión (…) Periodistas de medio pelo y juntaletras que, o por su indigencia mental o por su jovenlandesalidad desacreditada, siempre habían encontrado desdeñosas e inaccesibles las columnas de los grandes diarios se apresuraron a tomarlas al asalto en aquella orgía de incautaciones que decretaba cualquiera: una asociación, un grupo, un hombre, el Gobierno… el que primero llegase con la pistola en la mano o la escopeta en bandolera.​
 
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