Cuando vi por primera vez Hagia Sofía y otras mezquitas de Estambul, quedé inmediatamente enamorado del arte otomano. Pero al final llego a la conclusión de que son grandes obras especialmente en el sentido de su magnitud física (como la cúpula del Panteón de Roma), creadas para sorprender por su tamaño. No se puede negar la elegancia de, por ejemplo, la mezquita azul de Estambul, pero al final te das cuenta de que se logra por la suma de elementos superpuestos (minaretes y adiciones de múltiples cúpulas parcialmente solapadas), no por un diseño básico elegante. Ya digo: no menosprecio nada (salvo los horrores modernos a base de hormigón armado que pretenden ser imaginativos). Pero donde esté una catedral gótica de las más sencillas (no precisamente las más ornamentadas, como las más tardías), elevada sobre la nada en pilares de sillares apilados tallados en forma de disco o geminados y el resto... aire...(cristal)... y sobre él, sobre la nada, allá arriba, sobre tu cabeza, delicadas nervaduras que soportan sólidas bóvedas, de nuevo de piezas talladas independientes, apoyadas unas contra otras en un reparto de fuerzas preciso y exacto que logran un levitar milagroso con el solo apoyo "artificial" de, quizá, unos arbotantes esbeltos, de nuevo contruidos de sillares apoyados desafiando en sí mismos la gravedad en un juego de equilibrios que se tras*mite por todo el edificio...