No es lo mismo el miedo al fracaso como frustración de algo que no sale, incluso como merma a la autoestima, que el miedo a una debacle económica que, si todo se va a la cosa, haga que tu vida después de cerrar la persiana sea un infierno durante 10 ó 15 años.
Mi experiencia dice que lo primero, por muy contraintuivo que sea, puede llegar a ser una bendición. Cuando emprendes un negocio tienes que aprender tanto y tan rápido, crear recursos de donde no existen, ver la 'organización meta' de la economía, que tu mente cambia, en un proceso que es imposible que vuelva hacia atrás. Simplemente, ves el mundo de otra forma.
En mi caso, dos experiencias fallidas me propiciaron un conocimiento, y sobre todo una visión, que creo que me han sido tremendamente útiles a posteriori. En las empresas se valora, y mucho, a quien tenga esa visión. Incluso empleados con (supuestamente...) conocimientos económicos por sus estudios, no alcanzan esa 'iluminación' (entiéndase). Podríamos decir que te has pagado un máster carísimo, que encima te ha dejado agotado.
Y lo segundo, pues hay que protegerse. Marcarse de antemano un límite saludable del cual no se pasará. Uno de los problemas que todos los que nos tiramos a la piscina sin experiencia y conocimientos tenemos, es no saber retirarse a tiempo. No saber cuando un proyecto puede funcionar, pero necesita más tiempo, o estás quemando dinero y generando deuda...sin posibilidad de que funcione.
A pequeña escala, montar un negocio puede ser como comprarte un coche nuevo sin seguro a todo riesgo y estamparte nada más salir del concesionario. Un revés, algo que te condicionará en el futuro, pero nada que te saque de tu carril vital.
Eso sí, cuidado con elevar y elevar la apuesta con señales equivocadas. Uno de esos dos casos estuve a punto de hacerlo, y solo pensar en las consecuencias se me ponen los pelos de punta...