Como siga lloviendo así, la comunidad valenciana desaparecerá del mapa.

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Es la hidráulica, estúpidos

Consideraciones sobre las recientes inundaciones en las cuencas mediterráneas​

Es la hidráulica, estúpidos

Es la hidráulica, estúpidos / LNE

Vidal Gago Pérez es Decano de la Demarcación de Asturias del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos

"Exmo. Sr. D. Fernando Agostinho dos Reis.

En algún lugar de Angola".

Las dos líneas que anteceden figuraban en el anverso de un sobre que un ingeniero responsable de abrir el nuevo canal del Turia remitió a mediados de los años sesenta. Pese a tan escasa precisión la carta llegó a su destinatario, un encargado portugués con quien había trabajado en la todavía colonia del sur muy sur. En la misiva figuraba la petición de que se desplazara a Valencia como jefe de maquinaria del Plan Sur, la respuesta que se había dado desde el Ministerio de Obras Públicas, al frente del que estaba el colungués Jorge Vigón, a las inundaciones de 1957. Partió hacia la península y quedó en el Levante hasta la conclusión de las obras en 1972.

Sesenta años más tarde otro buen técnico recibió una llamada en su teléfono móvil. Ángel Quintanilla, capataz en la Empresa Municipal de Aguas de Gijón, pasaba el viernes, festividad de los Todos los Santos, en la tierra de sus mayores. Se le requería para reunirse con algunos de sus compañeros para organizar unos equipos que ayudaran a los afectados por las riadas ocurridas apenas tres días antes. Hoy forma parte del segundo reemplazo de los trabajadores de la EMA que se postularon para desplazarse a Valencia. En Catarroja presta su conocimiento en la inspección y reparación de las redes de saneamiento ahora atoradas por toneladas de barro.
Hace más de un siglo un ingeniero de caminos cuyo apellido denota sus orígenes asturianos, Enrique González-Granda, construyó la presa de Buseo, que ha librado del desastre a poblaciones como Sot de Chera. Ha quedado muy dañada, sus estribos descalzados y el embalse completamente aterrado, pero hay personas que hoy pueden contarlo gracias a ella. También salvó vidas la ya conocida presa de Forata pero no pudo hacerlo la de Cheste, sencillamente porque solo quedó en proyecto.

Ahí reside uno de los problemas que nos hacen soslayar los inevitables peligros que nos acechan de forma recurrente. Tendemos a olvidar los sucesos catastróficos y tratamos de vivir como si nunca pudieran volver a repetirse. Pero la naturaleza inmisericorde se empeña en demostrarnos que eso no es así. Se han divulgado estas semanas algunos conceptos que no siempre se han entendido bien por toda la ciudadanía. Uno de ellos es el de periodo de retorno. Se dice que la avenida que ha sufrido la cuenca el Júcar supera la de los quinientos años. Esto, siendo cierto, no es más que un concepto estadístico. Representa únicamente la probabilidad de que un episodio de cierta magnitud ocurra en un periodo de tiempo determinado. No asegura que hayan de tras*currir otros cinco siglos para que se produzca una avenida similar puesto que bien podría poder repetirse el año próximo, o el siguiente. Si este año el rellenito de Navidad termina en siete no ha de pasar necesariamente otra década para que vuelva a hacerlo.

Lo realmente sonrojante para técnicos, políticos y ciudadanos –ojo, que tenemos derecho al voto– es que las inundaciones peligrosas para las poblaciones levantinas vienen produciéndose con mayor o menor intensidad desde tiempos remotos, pero no inmemoriales, pues hay referencias escritas al menos desde el siglo catorce y se repiten frecuentemente sin que tomemos las medidas necesarias para defendernos de ellas. Desde luego no es por falta de conocimiento puesto que quien es consciente de los riesgos actúa en consecuencia. Recuerdo aquí a nuestro decano de la demarcación del Colegio en la Comunidad Valenciana, Javier Machi, que construyó su casa en Algemesí con una altura para el espacio dedicado a vivienda que superara la cota que alcanzaron las aguas en la riada de 1987. ¿Hacen falta más argumentos para poner a quienes dominan cada disciplina a tomar las decisiones que nos afectan a todos?

Hace más de un siglo un ingeniero de caminos cuyo apellido denota sus orígenes asturianos, Enrique González-Granda, construyó la presa de Buseo, que ha librado del desastre a poblaciones como Sot de Chera. También salvó vidas la presa de Forata pero no pudo hacerlo la de Cheste, sencillamente porque solo quedó en proyecto​


Ahora el Ministerio de tras*ición Ecológica (etc.) corre para adjudicar contratos de obras de emergencia. Qué manida palabra esta última, asociada frecuentemente al adjetivo climática. La emergencia ha tornado en permanente tras décadas de incuria frente a las amenazas conocidas. Y conviene enfatizar que sea la opinión que fuere la que se tenga sobre el cambio climático los deberes que aún no hemos realizado son independientes del mismo. Sorprende que nadie se pregunte por algunos topónimos de esas zonas: ¿por qué la población de Torrente lleva ese nombre? o, ¿cuál es la razón para que haya cauces que se conozcan como barrancos y no como remansos? Los meteoros han ido cincelando los montes y las llanuras de la zona desde hace milenios pero ha sido en los últimos siglos, más bien décadas, en los que los seres humanos han ocupado unos terrenos que las aguas se empeñan en reclamar como suyas. Llegamos al extremo de querer "renaturalizar" los cauces, como si no fueran tan naturales los parajes de las Bárdenas Reales como los del bosque de Muniellos. Dejamos que la vegetación se apodere de ellos y así vemos imágenes como la de esta pasada semana en Almuñécar, donde el río Seco (ja, ja, ja) arrastraba tal cantidad de cañas que tal parecía el tras*porte fluvial de toda la zafra cubana.

Una de las últimas ocurrencias de ese estilo consistía en plantar diferentes especies en el desvío del río Turia al sur de Valencia. Tanta bienintencionada opinión choca otra vez con la ciencia y la ingeniería. Quienes postulan esas medidas deberían pasar por las aulas de las escuelas de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de nuestro país –pongo aquí el nombre completo por no obviar lo de "canales"– y así conocerían lo que cualquier alumno aprende de la fórmula de Manning, que define la capacidad de desagüe de un cauce como inversamente proporcional a la rugosidad de su superficie. Es la hidráulica, estúpidos –pido disculpas– apetece decir a los proponentes de tales dislates.

Quienes tengan memoria recordarán que una impertinencia semejante fue el principal lema de campaña de Bill Clinton en las elecciones de 1992. Fue su asesor, James Carville, quien decidió que apelara a la economía de forma tan descortés como efectiva. Cierto es que apuntaló ese alegato con algún otro como el relativo al cuidado de la salud. Así también las soluciones hidráulicas "duras" deben complementarse con coadyuvantes allá donde sea posible: la restauración forestal en las cabeceras de los ríos que fijen el terreno y favorezcan la filtración, o los sistemas de drenaje sostenible en zonas de las ciudades que lo permitan. Hay otros aspectos igualmente importantes para los que contamos con herramientas técnicas de primer nivel, bien definidas y cuya correcta utilización nos ahorrará muchos disgustos en el futuro: los SAIH (sistemas automáticos de información hidrológica), la abundante normativa sobre grandes presas, los gemelos digitales, los sistemas de alerta a la población…

Hoy, Día Mundial del Saneamiento, cuando el capataz Quintanilla y sus compañeros lean estas líneas podrán pensar que su modesto trabajo es la continuación de otros como el ingeniero González-Granda o el encargado Agostinho dos Reis. A ellos, y a otras tantas personas, les estarán eternamente agradecidas muchas poblaciones valencianas. A los demás solo nos resta insistir en que se cumpla lo expresado en aquella acertada viñeta que el sin par dibujante José María Nieto nos dejó tras la catástrofe libia de Derna: "Durante una temporada podríamos sustituir a los señores de la guerra por unos señores de las infraestructuras hidráulicas". No lo desdeñemos puesto que es igualmente aplicable en nuestro país, donde tristemente se hace a diario buena la afirmación de Clausewitz de que la política no es sino la continuación de la guerra por otros medios.
Aunque no confiamos mucho en ello aún nos queda la baza de la mala conciencia que han de tener nuestros gobernantes. Al fin y al cabo hay precedentes como el del citado Clinton. Según Gail Sheehy, biógrafa de su esposa, ésta llevaba ocho meses sin dirigirle la palabra tras el affaire Lewinsky y solo rompió su silencio para llamarle por teléfono y exhortarle a bombardear Serbia. Tuviera o no razón Hillary, el entonces presidente de los Estados Unidos lo hizo en menos de veinticuatro horas.
 
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