El cine murió a partir de los 90 por los cambios en los procesos de producción de los grandes estudios americanos. Las películas dejaron de estar controladas por productores, para ser diseñadas en comités de ejecutivos al servicio de fondos de inversión cinematográfica. Y como en todo comité, se premia "el consenso", es decir, "la mediocridad", que es aquello capaz de gustar un poco a todos y no ofender o disgustar a nadie, de forma que ganan las votaciones "democráticas" de estos comités. La decisión individual, el riesgo y la originalidad fueron excluídos, y con ellas, las obras maestras.