Demi Grante
Infame hereje negacionista
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Yo una vez tuve una experiencia desagradable, en un recorrido topográfico mientras que estaba en el ejército.
El recorrido consistía en que iban con un camión y cada x kilómetroso nos iban soltando de 1 en 1, y por nuestros propios medios teníamos que identificar en qué punto estábamos y solos, con ayuda de una brújula y un plano recorrer el camino de vuelta hasta llegar al cuartel, a unos 20 o 30km en línea recta.
Una vez orientado con los puntos característicos del lugar, procedí la caminata de vuelta. Si te cruzaras con un compañero lo mejor que podías hacer era saludo dar y separarte de él, porque como te pillara alguno de los jefes (que acechaban escondidos) en varios de los sitios de paso obligado) nos crujían.
Al lío.
Entonces mientras iba caminando por una pista que pasaba por delante de una granja, a eso de las 2 o 3 de la mañana, me salieron 2 chuchos de cosa a ladrarme. No me molestaban mucho salvo porque a lo mejor salía el granjero con la escopeta a ver qué pasaba. Entonces es cuando aparecieron los perros grandes... Unos 4 grandes (mastines y pastores alemanes) y 4 medianos-pequeños me rodearon, y ya empecé a cagarme un poco.
Los perros grandes me ladraban a cierta distancia, pero los pequeños, en especial 2 chuchos, ladraban como poseidos y hacían amagos de morderme las botas. Les hubiera dado una patada pero no lo hice por miedo a que eso hubiera provocado a los grandes para atacarme. Pero a su vez al ver a los pequeños tan valientes, los grandes se iban creciendo cada vez más y se acercaron a ladrarme y enseñar los dientes cada vez más.
Yo estaba armado con un fusil y 3 cartuchos de fogueo, no se yo si con esos cartuchos hubiera conseguido acojonarlos. Por si acaso cargué mi arma y empecé a buscar alguna fruta elevación donde poder escalar para ponerme a salvo. Lo único que había para poder subirme era el coche del granjero que estaba aparcado a la puerta de la granja, pero para llegar a él tenía que retrodecer unos 50 metros además de que volver a la granja tal vez los perros lo hubieran considerado como una confirmación de que quería invadir su propiedad con lo que quizá hubieran aumentado su agresividad.
Así que decidí seguir andando pausadamente, pero parándose para hacer amagos de pegarle un bochazo a los chuchos cada pocos metros que avanzaba.
Pasado casi medio kilómetro vi una acequia bastante profunda a un lateral y aproveché para pasarla a ver si me dejaban. Los perros grandes la pasaron conmigo, los chuchos no. Ya me estaba viendo morir despedazado en medio de una vendimia, no había ni un árbol dónde escalar para protegerme. Afortunadamente, a los pocos metros con la ausencia de los chuchos rata que me acosaban, los perros grandes perdieron el interés en mi y se volvieron para atrás.
Fijaros que soy animalista, pero os digo que se me pasó por la cabeza comprarme una katana y pasar alguna noche por ahí con el coche para apiolar a esos chuchos o atropellarlos, aunque lo suyo realmente fuera apiolar al puñetero dueño que se le ocurre dejar a una fruta manada de perros suelta por el campo que pudiera hacer daño a cualquier paseante o ciclista.
El recorrido consistía en que iban con un camión y cada x kilómetroso nos iban soltando de 1 en 1, y por nuestros propios medios teníamos que identificar en qué punto estábamos y solos, con ayuda de una brújula y un plano recorrer el camino de vuelta hasta llegar al cuartel, a unos 20 o 30km en línea recta.
Una vez orientado con los puntos característicos del lugar, procedí la caminata de vuelta. Si te cruzaras con un compañero lo mejor que podías hacer era saludo dar y separarte de él, porque como te pillara alguno de los jefes (que acechaban escondidos) en varios de los sitios de paso obligado) nos crujían.
Al lío.
Entonces mientras iba caminando por una pista que pasaba por delante de una granja, a eso de las 2 o 3 de la mañana, me salieron 2 chuchos de cosa a ladrarme. No me molestaban mucho salvo porque a lo mejor salía el granjero con la escopeta a ver qué pasaba. Entonces es cuando aparecieron los perros grandes... Unos 4 grandes (mastines y pastores alemanes) y 4 medianos-pequeños me rodearon, y ya empecé a cagarme un poco.
Los perros grandes me ladraban a cierta distancia, pero los pequeños, en especial 2 chuchos, ladraban como poseidos y hacían amagos de morderme las botas. Les hubiera dado una patada pero no lo hice por miedo a que eso hubiera provocado a los grandes para atacarme. Pero a su vez al ver a los pequeños tan valientes, los grandes se iban creciendo cada vez más y se acercaron a ladrarme y enseñar los dientes cada vez más.
Yo estaba armado con un fusil y 3 cartuchos de fogueo, no se yo si con esos cartuchos hubiera conseguido acojonarlos. Por si acaso cargué mi arma y empecé a buscar alguna fruta elevación donde poder escalar para ponerme a salvo. Lo único que había para poder subirme era el coche del granjero que estaba aparcado a la puerta de la granja, pero para llegar a él tenía que retrodecer unos 50 metros además de que volver a la granja tal vez los perros lo hubieran considerado como una confirmación de que quería invadir su propiedad con lo que quizá hubieran aumentado su agresividad.
Así que decidí seguir andando pausadamente, pero parándose para hacer amagos de pegarle un bochazo a los chuchos cada pocos metros que avanzaba.
Pasado casi medio kilómetro vi una acequia bastante profunda a un lateral y aproveché para pasarla a ver si me dejaban. Los perros grandes la pasaron conmigo, los chuchos no. Ya me estaba viendo morir despedazado en medio de una vendimia, no había ni un árbol dónde escalar para protegerme. Afortunadamente, a los pocos metros con la ausencia de los chuchos rata que me acosaban, los perros grandes perdieron el interés en mi y se volvieron para atrás.
Fijaros que soy animalista, pero os digo que se me pasó por la cabeza comprarme una katana y pasar alguna noche por ahí con el coche para apiolar a esos chuchos o atropellarlos, aunque lo suyo realmente fuera apiolar al puñetero dueño que se le ocurre dejar a una fruta manada de perros suelta por el campo que pudiera hacer daño a cualquier paseante o ciclista.
