Chaim Miller: el malo de NAZIS.

No veo el motivo de tanta sorpresa, el Pueblo Elegido es fiel ejecutor de los designios de su dios.
O acaso ese dios mismo no dijo:

"cuando afile mi espada flameante y mi mano empuñe la justicia, me vengaré de mis adversarios y daré el pago a los que me aborrecen."

Por las dudas que estuviera distraido, ellos mismos ejecutaron la venganza de dios...
 
No veo el motivo de tanta sorpresa, el Pueblo Elegido es fiel ejecutor de los designios de su dios.
O acaso ese dios mismo no dijo:

"cuando afile mi espada flameante y mi mano empuñe la justicia, me vengaré de mis adversarios y daré el pago a los que me aborrecen."

Por las dudas que estuviera distraido, ellos mismos ejecutaron la venganza de dios...
El problema es que entre los ateos el grado de criminalidad se manifiesta de la misma manera y con la misma intensidad. Solo hay que ver la industria cinematográfica repleta de crimen y violencia. Es el estilo judío, donde todo es brutal y sangriento.
 
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Otro criminal de guerra hebreo, el afamado escritor J.D. SALINGER, autor de la novela "El guardian sobre el centeno". Este personaje trabajó durante la II Guerra Mundial como interrogador e intérprete para el Servicio de Contraespionaje del Ejército de los EE.UU. en el denominado Sector VI, donde se hallaba la ciudad de Núremberg, hasta abril de 1946, fecha en que expiró su contrato.

Uno de sus biógrafos, escribe: "Durante ese tiempo, fue responsable de la localización y arresto de criminales de guerra dentro de la zona estadounidense de ocupación. Los agentes se guiaban por listas de "arresto automático", que incluían antiguos líderes nazis, miembros de la Gestapo, oficiales del ejército y cualquiera que fuera sospechoso de crímenes de guerra. En los primeros diez meses tras el final de la contienda, el destacamento 970 arrestó a más de 120 mil sospechosos solo en Alemania" (Kenneth Slawenski, "J.D. Salinger. Una vida oculta", Galaxia Gutenberg, 2010, pág. 187).
 
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El partisano judío estalinista Salomon Morel, quien luego cambió su nombre a Shlomo, fue comandante de un campo de concentración comunista de la posguerra en la Polonia ocupada por los soviéticos. Morel fue conocido por su maldad y brutalidad hacia los patriotas polacos a quienes torturó y asesinó en gran número durante su mandato como comandante.

En algún momento de la década de 1960, Salomon Morel cambió su primer nombre a Shlomo y emigró a Israel bajo la ley de retorno y se le concedió la ciudadanía israelí. En algún momento, a principios de la década de 1990, las autoridades polacas investigaron a Morel por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, incluidos los brutales asesinatos de más de 1.500 prisioneros de la Alta Silesia.

En 1996, Polonia lo acusó de cargos de tortura, crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad y crímenes comunistas. Su caso fue ampliamente informado por los medios de comunicación polacos, alemanes, británicos y estadounidenses. Siendo ciudadano israelí, el gobierno israelí se negó a cooperar y ni siquiera permitió que las autoridades polacas entraran en suelo israelí para entrevistar a Morel.

Polonia solicitó dos veces su extradición, una en 1998 y otra en 2004, ambas veces Israel se negó a cumplir. Las autoridades israelíes rechazaron los cargos más graves por ser falsos y exagerados como resultado del antisemitismo polaco. Después de que el gobierno polaco suplicara la cooperación israelí en la ONU, las autoridades israelíes rechazaron rotundamente la extradición con el argumento de que el plazo de prescripción contra Morel se había agotado y que Morel tenía problemas de salud. Las autoridades polacas respondieron acusando a Israel de aplicar un doble rasero. La polémica por la extradición de Morel continuó hasta el día en que falleció pacíficamente.

Compare este caso con los innumerables casos de ancianos “criminales de guerra nazis” que fueron arrestados, deportados y sentenciados a morir en prisión, a pesar de que muchos de ellos tenían problemas de salud. Un gran ejemplo de este doble rasero es el caso del pobre John Demjanjuk, por poner única y exclusivamente un ejemplo.
 
Fijaros como estos criminales utilizan la excusa de un fraude como el "holocausto" para justificar sus fechorías, exactamente igual que hacen en la actualidad, donde utilizan como pretexto otro fraude como la "esa época en el 2020 de la que yo le hablo" para implementar todo tipo de restricciones, arruinar lo poco que quedaba por arruinar de la economía e imponer la inoculación de un tóxico venenoso como la "banderilla" con el objetivo de llevar a su última fase el control poblacional.

Esto es lo que nos cuenta una fuente:

La película de Quentin Tarantino "Malditos Bastardos" sobre una milicia judía que mató y arrancó el cuero cabelludo a los nazis en la Segunda Guerra Mundial no es tan descabellada como podría parecer.

De hecho, hubo un escuadrón de soldados judíos de la vida real que persiguió a los oficiales de las SS en Austria inmediatamente después de la guerra en una operación llamada "Nakam" (venganza en hebreo), según uno de los últimos sobrevivientes de la tropa, de 88 años, el viejo Chaim Miller. Esta organización había sido fundada por el sionista Abba Kovner (foto), considerado un héroe de la Resistencia judía en los países bálticos, durante y después de la Segunda Guerra Mundial.

Ver archivo adjunto 940191

“Operamos en el sur de Austria en los días posteriores al final de la guerra”, dijo Miller, nacido en Viena a la agencia de noticias AFP por teléfono desde un kibutz cerca de Jerusalén. “Éramos soldados en el grupo de la Brigada Judía del ejército británico estacionado en Tarvisio, Italia, cerca de la frontera con Austria. Los partisanos yugoslavos nos habían dado listas de nombres de criminales nazis, así que fuimos en grupos de tres para buscarlos en secreto”, recordó Miller.

“Al principio pensaron que simplemente estaban tratando con la policía militar británica. Se sorprendieron cuando más tarde les mostramos nuestras estrellas de David. Pero para entonces, ya era demasiado tarde para ellos”, dijo.

“Los llevamos a un bosque en el lado italiano, les dimos una ‘audiencia’ durante media hora y luego les explicamos que pagarían. Permanecieron en el bosque para siempre”, dijo Miller. “Yo participé en varias acciones de este tipo y varios otros grupos trabajaron de la misma manera”.

Los historiadores están divididos sobre el número exacto de ejecuciones llevadas a cabo en la operación, que fue coordinada por el futuro jefe del Estado Mayor del ejército israelí, Haim Laskov, con estimaciones que oscilan entre 100 y 300.

Durante seis meses, Laskov se dedicó a efectuar arbitrariamente redadas y todo tipo de atropellos por los domicilios alemanes, torturando y posteriormente asesinando a todos lo que le apetece. Entre sus víctimas se encuentran también numerosos niños, acabando con sus vidas con el pretexto de que pertenecían a las juventudes hitlerianas.

Durante seis meses, Laskov se dedicó a efectuar redadas por los edificios de los alemanes detenidos, a los que torturaban y posterioemente asesinaban. Entre sus víctimas se encontraban también numerosos niños, acanando con sus vidas con el pretexto de que pertenecían a las Juventudes Hitlerianas.

Nacido como Alfred Müller en 1921 en un barrio obrero de Viena, Chaim Miller emigró a Palestina en febrero de 1939 tras la anexión nancy de Austria. Sus padres se quedaron en Viena y fueron asesinados en el Holocausto.

En Palestina, Müller se unió al ejército de defensa judío secreto Haganah y al "Pelotón alemán", que consistía en 40 judíos de habla alemana con apariencia aria que se infiltrarían y operarían detrás de las líneas alemanas si los alemanes alguna vez amenazaran con tomar Palestina.

“En preparación, nos sometimos al entrenamiento en el desierto del soldado alemán perfecto, con armas, uniformes e incluso aprendimos a cantar las canciones de la Wehrmacht”, recordó Miller.

La derrota de Erwin Rommel en agosto de 1942 dejó obsoleto el proyecto. Pero la mayoría de los soldados del “Pelotón Alemán”, que finalmente se integró en la Brigada Judía del 8º ejército británico, participó en la Operación Nakam en 1945.

“Nos impulsaba un deseo de venganza. Sabíamos que la gran mayoría de los criminales de las SS nunca serían llevados ante la justicia”, dijo Miller.

Winfried Garscha, historiador del DOeW o Centro de Documentación de la Resistencia Austriaca de Viena, lo confirmó: "A lo sumo, solo entre el 10 y el 15 por ciento de los culpables de los crímenes nazis fueron condenados al final de la guerra, en Austria, Alemania e Italia", dijo a la AFP.

Tan pronto como se enteró de los ataques de venganza, el Estado Mayor británico trasladó el pelotón judío a los Países Bajos.

Pero en Alemania, otro grupo judío sin conexión con el pelotón alemán estaba planeando su propia Operación Nakam: el luchador de la resistencia lituana Abba Kovner quería una venganza a la escala del Holocausto, con seis millones de alemanes, incluidos civiles, para morir para vengar la sangre judía.


Más información:

¿Donde quedan todos estos "heroes" en estos tiempos de revelación donde tantos estamos despertando a la realidad de este mundo?. Se les acaba el chiringuito, hemos pasado de un estado donde nos creíamos todas sus historias a otro donde ya no les creemos ninguna.

¡Gracias microscopios!, ¡no habeis abierto los ojos!.
 
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Vayamos con otro caso, aunque en esta ocasión no se trata concretamente de un judío, sino del célebre escritor Ernest Hemingway (quien además de alcohólico era un malo), aunque su tercera esposa, cuando sucedieron básicamente los hechos poco apreciables que se narran a continuación, la periodista y escritora Martha Gellhorn, era judía (en un 75%). Ambos habían estado anteriormente en la guerra civil española escribiendo crónicas para diferentes publicaciones.

Hemingway fusiló a 122 alemanes en la guerra

En una carta dirigida a un profesor universitario lo admite: "Hice el cálculo con cuidado y puedo decir con precisión que he apiolado a 122".

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28.09.2006.- Tras el revuelo que provocaron las confesiones del Premio Nobel de literatura (1999) , Günther Grass, quien a los 78 años admitió haber sido miembro de las Wafen SS, ahora la sorpresa viene de la mano de otro Nobel (1954): Ernest Hemingway.

Según confesó en varias de sus cartas mató a 122 prisioneros alemanes, desarmados. Krauts, como los llamaba con desprecio Hemingway.

El autor de “Adiós a las armas” los fusiló –según dice, con gran gusto– durante el año que acompañó a las tropas aliadas como corresponsal de guerra, informa una nota del diario La Nación.

El periodista alemán, Rainer Schmitz, quiso llamar la atención sobre fragmentos de ciertas cartas del escritor, dos de ellas hasta ahora inéditas en Alemania que fueron recopiladas con el sello Eichborn en el libro "¿Que le ocurrió a la calavera de Schiller? Todo aquello que usted no sabía sobre literatura" que reúne una cantidad bien documentada de episodios, anécdotas y curiosidades poco conocidas o completamente desconocidas sobre escritores célebres.

Inmediatamente después del desembarco de Normandía, en junio de 1944, Ernest Hemingway se unió al regimiento 22 de la IV División de infantería estadounidense con el grado de oficial, según se reveló. En realidad, no debía contar la gesta de los aliados; en aquel período de hecho ya trabajaba para la OSS, el servicio de inteligencia que antecedió a la CIA.

La nota agrega que por su perfecto dominio del francés, el escritor fue gobernador de facto de Rambouillet, a las puertas de París donde, entre otras tareas, interrogó a centenares de prisioneros alemanes. "Todo muy agradable y divertido", le en 1944 a Mary Welsh, que se había convertido ya en su cuarta y última esposa. "Muchos muertos, botín alemán, tantos tiroteos y toda clase de combates", relató.

El 27 de agosto de 1949, cuatro años después de la finalización de la guerra le escribió a su editor, Charles Scribner: "Una vez maté a un kraut de los SS particularmente descarado. Cuando le advertí que lo mataría si no abandonaba sus propósitos de fuga, el tipo me respondió: Tú no me matarás. Porque tienes miedo de hacerlo y porque perteneces a una raza de bastardos alicaídos. Y además, sería una violación de la Convención de Ginebra . Te equivocas, hermano, le dije. Y disparé tres veces, apuntando a su estómago. Cuando cayó, le disparé a la cabeza. El cerebro le salió por la boca o por la nariz, creo".

El 2 de junio de 1950, el autor de “Por quién doblan las campanas” volvió a evocar su experiencia bélica en una carta a Arthur Mizener, profesor de literatura de la Universidad de Cornell, y confesó sin rodeos: "He hecho el cálculo con mucho cuidado y puedo decir con precisión que he apiolado a 122".

Uno de esos alemanes, prosigue diciendo Hemingway, era "un joven soldado que intentaba huir en bicicleta y que tenía más o menos la edad de mi hijo Patrick".

Esta carta no había sido publicada hasta ahora en Alemania. Sin embargo, no existe ningún testimonio que confirme la admisión de Hemingway.

En tanto, hasta sus admiradores aceptan que durante la Segunda Guerra Mundial probablemente haya forzado las disposiciones de la Convención de Ginebra.

 
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