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Catuxa aprobó la oposición a la primera: «En 9 meses preparé las de auxiliar en el juzgado y ya tengo trabajo para toda la vida»
Después de trabajar durante 10 años en el audiovisual, supo que era el momento de buscar más estabilidad. Opositar para el juzgado fue su oportunidad de tener un empleo tranquilo
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ALEJANDRA CEBALLOS
Después de trabajar durante 10 años en el audiovisual, supo que era el momento de buscar más estabilidad. Opositar para el juzgado fue su oportunidad de tener un empleo tranquilo
Catuxa Torres Vigo (Santiago, 1977) es determinada. No se considera a sí misma una mujer especialmente estudiosa, pero sí reconoce que es muy organizada y tiene mucha fuerza de voluntad. También, como muchos, menciona la suerte si le preguntan cómo fue su experiencia al aprobar las oposiciones. Cuando era más joven, no se imaginaba siendo administrativa, quería trabajar en el sector audiovisual. «Mi progenitora me decía: ‘Con la de carreras que hay en Santiago y tú quieres justo la que no es aquí’», relata. Pero su decisión era firme. Estudió Técnico Superior en Imagen en A Coruña y comenzó a trabajar con una productora de Oleiros que realizaba programas para la TVG.
Durante nueve años fue ayudante de cámara o camarógrafa, dependiendo del tipo de programa. «Mi suerte es que estuve siempre contratada. Lo pasé muy bien, pero no nos pagaban mucho y echaba mucho tiempo fuera de casa. Cuando eres joven, no importa tanto, pero llegó un momento en el que me cansé», expone. Así que un día tomó la decisión y su vida dio un giro de 180 grados
Cambiar de profesión
La progenitora de Catuxa era interina en la Administración de Justicia, y un día le dijo que iban a abrir listas para la reserva. «Yo ya me estaba hartando del audiovisual, hubo una época en la que ni siquiera deshacía el neceser, no tenía tiempo para nada más, así que me apunté a las listas, y al cabo de dos o tres años, me llamaron», relata. «Era para cubrir una baja de solo tres meses. Yo tenía contrato indefinido en la productora, pero aun así, dije que sí. Total, tenía dos años de paro y podía ponerme a estudiar», cuenta con seguridad.
Se presentó a su nuevo empleo sin tener idea de ese mundo. «Al llegar al juzgado, la secretaria de Justicia me pregunta: ‘¿Sabes lo que es una diligencia?’ Y yo le respondí: ‘Lo único que sé es escribir a máquina’», narra. Sin embargo, no le costó mucho aprender. Se encaminaba a ser funcionaria.
Mientras cubría la baja de tres meses en el juzgado, se apuntó a un preparador intensivo los miércoles. Al final de ese período, en lugar de quedarse sin empleo, la llamaron para cubrir una baja larga en Corcubión. «Trabajaba por la mañana y, por las tardes, iba a la sala de vistas del juzgado y me ponía a estudiar allí. Los miércoles cogía el coche, salía corriendo hacia Santiago, no comía nada y estaba en clase hasta las diez de la noche, dormía en casa de mi progenitora y al día siguiente madrugaba para ir a Corcubión. Con todo, no tengo mal recuerdo de eso», dice.
Lo que sí recuerda, en cambio, es lo complejo que parecía todo al principio. «Al llegar a la primera lección, el preparador me pasó un cedé y me dijo: ‘Imprime la ley y para la siguiente semana traes aprendido del artículo 500 no sé cuanto al no sé cuanto’. Y yo empecé a leer y no me enteraba de nada, era todo español antiguo», dice. Pero no tuvo dudas. Siguió estudiando, porque sabía que la constancia sería la respuesta para aprobar. «Mis amigas me reñían porque en las fiestas bebía agua o me iba temprano, pero si hubiera estado preparando alguna competición deportiva, o estuviera en otro momento de la vida, hubiera sido igual. Para mí fue muy tranquilo. Incluso fui a Nueva York en ese tiempo. No tiene ciencia, es cuestión de sentarse y estudiar. Y un poco de suerte, también», explica Catuxa.
A pesar de estar muy tranquila, el día de la prueba, sí fue un poco agobiante. «Estábamos todos apiñados porque no nos dejaban subir a los salones. Fue en una facultad en A Zapateira y cuando empezó la prueba, yo leía y sentía que ni siquiera entendía las preguntas. Aun así, traté de responder lo máximo posible», rememora
«Yo no tenía ninguna esperanza, pero lo saqué a la primera, desde que empecé hasta que aprobé las oposiciones, tardé nueve meses, y eso que trabajaba. Ahora tengo un empleo tranquilo», reflexiona.
Al presentarse a la oposición, sabía que estaría en el cuerpo estatal, pero como las plazas autonómicas eran limitadas, se mudó a Madrid durante seis años. «Allí aprendí a ver el mundo de una forma diferente, tienes que buscarte la vida», asegura. Posteriormente, cuando hubo cursos de gallego (que son obligatorios) y pruebas de traslado, regresó a A Coruña. Hoy sabe que opositar fue la mejor decisión que pudo tomar. «No te voy a decir que mi trabajo me da la satisfacción creativa que me daba el audiovisual, pero sí me permite otras libertades, tener tiempo para otras cosas, y si me aburro, puedo cambiar de jurisdicción, de ciudad...», concluye satisfecha.