Albion
Molon labe
"Lo hacemos dos veces por noche", la vida sensual de Carlos III y otros personajes, a través de sus cartas
Cotilleo con pedigrí. Eso es lo que propone, sin proponerlo, 'Cartas eróticas. Las joyas epistolares más íntimas y pasionales de las grandes figuras de la historia' (ediciones B), un compendio de misivas enviadas o recibidas por celebridades del pasado que 'destapa' su lado más salvaje (a veces incluso más que salvaje), sus sentimientos eróticos y sus fantasías más íntimas.
Entre las joyas de esta colección, la descripción que, con todo lujo de detalles, hizo Carlos III (1716-1788) a sus padres, Felipe e Isabel, sobre su primera noche de amor con María Amalia de Sajonia (1724-1760). Facturada en Nápoles el 8 de julio de 1738, el futuro rey de España le contaba a sus padres que "nos acostamos a las nueve y temblábamos los dos, pero empezamos a besarnos y enseguida estuve listo y empecé, y al cabo de un cuarto de hora la rompí, y en esta ocasión no pudimos derramar ninguno de los dos [...]. Más tarde, a las tres de la mañana, volví a empezar y derramamos los dos al mismo tiempo, y desde entonces hemos seguido así, dos veces por noche, excepto aquella noche en que debíamos venir aquí, que como tuvimos que levantarnos a las cuatro de la mañana solo pude hacerlo una vez, y les aseguro que hubiese podido hacerlo muchas veces más, pero que me aguanto por las razones que VV. MM. me dieron".
El libro te lleva de descubrimiento en descubrimiento, de las declaraciones apasionadas de Goya a Martín Zapater -"Me arrebataría irme contigo porque es tanto lo que me gustas"- a las de Honoré de Balzac a Eyugène Sue -"Admiro tu prepucio"- o las de Voltaire a Marie-Louise Denis: "Se me empina al escribirte". No faltan los consejos entre amigos, como los que Benjamín Franklin le regala a un desconocido en una carta donde le recomienda "que en todos tus amoríos te decantes por las mujeres mayores y no por las jóvenes [...]. Porque como tienen más conocimiento del mundo y sus mentes, están mejor preparadas para la observación, su conversación es más agradable y duradera. Porque cuando las mujeres dejan de ser guapas, estudian para ser buenas. [...] Porque el pecado es menor. Corromper la inocencia de una virgen puede ser su ruina y hacerla infeliz de por vida".
La pasión epistolar no conoce de géneros, preferencias sensuales, épocas y, por supuesto, estados civiles. León Trotski le escribe en 1937 a su esposa Natalia Ivánovna Sedova, después de contarle que ha almorzado, se ha tumbado y ha leído: "Desde que llegué aquí, mi pobre verga no se ha levantado ni una sola vez. Como si no estuviera. Ella también descansa de la tensión de estos días. pero yo, y no ella, pienso con ternura en un shishi muy dulce que conozco. Quiero chuparlo, meter la lengua en sus profundidades".
Emilia Pardo Bazán, pasión desatada
En el capítulo patrio, algunas correspondencias míticas como la de Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós (empezaron a escribirse en 1881 por puro amor a las letras y acabaron apasionadamente enamorados) nos regala momentos como cuando ella le escribe "en cuanto yo te coja, no queda rastro del gran hombre" o "pánfilo de mi corazón, rabio también por echarte encima la vista y los brazos y el cuerpote todo. Te aplastaré. Después hablaremos dulcemente de literatura y de la Academia y de tonterías. ¡Pero antes morderé tu carrillito!". En otra carta escrita como las anteriores en 1889, la escritora le dice al escritor: "Tienes la gracia del mundo y me gustas más que ningún libro".
Napoleón a Josefina: todo muy sucio
En una sección del libro dedicada al sentido del olfato encontramos sorprendentes peticiones, como la que Napoleón Bonaparte le hace a su amante Josefina de Beauharnais mientras se está cruzando Europa de punta a punta para encontrarse con ella: "No te laves, parto y en ocho días estoy ahí". Todo lo contrario que Frédéric Chopin le pide al mecenas Tytus Woyciechowski: "No me beses ahora, porque todavía no me he bañado".
Hablando de lavarse y no lavarse. En el libro, no podía ser de otra manera, también abunda en la correspondencia entre los practicantes de distintos tipos de parafilia, como el masoquismo, el sadismo o el fetichismo. Entre estos últimos podemos destacar a Luis I de Baviera, cuya obsesión por la bailarina Lola Montes le llevó a escribirle en 1848: "Me llevo tus pies a la boca, donde nunca he puesto otros, lo que me hubiera da repelúsdo, pero contigo es todo lo contrario. Quiero llevarme tus pies a la boca, de inmediato, sin darte tiempo a lavarlos después de llegar de tu viaje".
https://www.elmundo.es/album/yodona/moda/2022/11/08/6368d766e4d4d81b2b8b457f_3.html
Mucho más agresivas y perturbadoras son las cartas que Lou (Geneviève Marguerite Marie-Louise de Pillot de Coligny) escribe a Apollinaire, sumergidas hasta el fondo en un discurso BDSM. En una de las múltiples cartas que le escribe al poeta dadaísta, le dice "¡quiero que esa posesión que me causa tanto dolor y tanto miedo"... quiero que me fuerces... que me ates si es necesario... si no tengo el valor para ser tuya de esa forma, toma por la fuerza lo que te niegue.. poséeme por completo, totalmente, profundamente... ¡me muero por tu amor!
Esta 'oleada turística' de la intimidad de estos y muchos otros personajes a través de las palabras que dedicaron a otros tiene tantas lecturas como les queramos dar. Son, como explica el editor, Nicolas Bersihand, una celebración del erotismo. Pero también un abanico que nos muestra el inmenso abanico de las emociones humanas que somos capaces de desplegar al margen de quienes 'seamos' o en qué época vivamos. Una lectura muy recomendable para comprender y comprendernos mejor.
Por lo que veo, Luis I habría sido muy activo en el foro con el tema de los pieses. Y Napoleón... En fin, Josefina un lavado, aunque fuera de gato, tampoco habría estado mal.
Cotilleo con pedigrí. Eso es lo que propone, sin proponerlo, 'Cartas eróticas. Las joyas epistolares más íntimas y pasionales de las grandes figuras de la historia' (ediciones B), un compendio de misivas enviadas o recibidas por celebridades del pasado que 'destapa' su lado más salvaje (a veces incluso más que salvaje), sus sentimientos eróticos y sus fantasías más íntimas.
Entre las joyas de esta colección, la descripción que, con todo lujo de detalles, hizo Carlos III (1716-1788) a sus padres, Felipe e Isabel, sobre su primera noche de amor con María Amalia de Sajonia (1724-1760). Facturada en Nápoles el 8 de julio de 1738, el futuro rey de España le contaba a sus padres que "nos acostamos a las nueve y temblábamos los dos, pero empezamos a besarnos y enseguida estuve listo y empecé, y al cabo de un cuarto de hora la rompí, y en esta ocasión no pudimos derramar ninguno de los dos [...]. Más tarde, a las tres de la mañana, volví a empezar y derramamos los dos al mismo tiempo, y desde entonces hemos seguido así, dos veces por noche, excepto aquella noche en que debíamos venir aquí, que como tuvimos que levantarnos a las cuatro de la mañana solo pude hacerlo una vez, y les aseguro que hubiese podido hacerlo muchas veces más, pero que me aguanto por las razones que VV. MM. me dieron".
El libro te lleva de descubrimiento en descubrimiento, de las declaraciones apasionadas de Goya a Martín Zapater -"Me arrebataría irme contigo porque es tanto lo que me gustas"- a las de Honoré de Balzac a Eyugène Sue -"Admiro tu prepucio"- o las de Voltaire a Marie-Louise Denis: "Se me empina al escribirte". No faltan los consejos entre amigos, como los que Benjamín Franklin le regala a un desconocido en una carta donde le recomienda "que en todos tus amoríos te decantes por las mujeres mayores y no por las jóvenes [...]. Porque como tienen más conocimiento del mundo y sus mentes, están mejor preparadas para la observación, su conversación es más agradable y duradera. Porque cuando las mujeres dejan de ser guapas, estudian para ser buenas. [...] Porque el pecado es menor. Corromper la inocencia de una virgen puede ser su ruina y hacerla infeliz de por vida".
La pasión epistolar no conoce de géneros, preferencias sensuales, épocas y, por supuesto, estados civiles. León Trotski le escribe en 1937 a su esposa Natalia Ivánovna Sedova, después de contarle que ha almorzado, se ha tumbado y ha leído: "Desde que llegué aquí, mi pobre verga no se ha levantado ni una sola vez. Como si no estuviera. Ella también descansa de la tensión de estos días. pero yo, y no ella, pienso con ternura en un shishi muy dulce que conozco. Quiero chuparlo, meter la lengua en sus profundidades".
Emilia Pardo Bazán, pasión desatada
En el capítulo patrio, algunas correspondencias míticas como la de Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós (empezaron a escribirse en 1881 por puro amor a las letras y acabaron apasionadamente enamorados) nos regala momentos como cuando ella le escribe "en cuanto yo te coja, no queda rastro del gran hombre" o "pánfilo de mi corazón, rabio también por echarte encima la vista y los brazos y el cuerpote todo. Te aplastaré. Después hablaremos dulcemente de literatura y de la Academia y de tonterías. ¡Pero antes morderé tu carrillito!". En otra carta escrita como las anteriores en 1889, la escritora le dice al escritor: "Tienes la gracia del mundo y me gustas más que ningún libro".
Napoleón a Josefina: todo muy sucio
En una sección del libro dedicada al sentido del olfato encontramos sorprendentes peticiones, como la que Napoleón Bonaparte le hace a su amante Josefina de Beauharnais mientras se está cruzando Europa de punta a punta para encontrarse con ella: "No te laves, parto y en ocho días estoy ahí". Todo lo contrario que Frédéric Chopin le pide al mecenas Tytus Woyciechowski: "No me beses ahora, porque todavía no me he bañado".
Hablando de lavarse y no lavarse. En el libro, no podía ser de otra manera, también abunda en la correspondencia entre los practicantes de distintos tipos de parafilia, como el masoquismo, el sadismo o el fetichismo. Entre estos últimos podemos destacar a Luis I de Baviera, cuya obsesión por la bailarina Lola Montes le llevó a escribirle en 1848: "Me llevo tus pies a la boca, donde nunca he puesto otros, lo que me hubiera da repelúsdo, pero contigo es todo lo contrario. Quiero llevarme tus pies a la boca, de inmediato, sin darte tiempo a lavarlos después de llegar de tu viaje".
https://www.elmundo.es/album/yodona/moda/2022/11/08/6368d766e4d4d81b2b8b457f_3.html
Mucho más agresivas y perturbadoras son las cartas que Lou (Geneviève Marguerite Marie-Louise de Pillot de Coligny) escribe a Apollinaire, sumergidas hasta el fondo en un discurso BDSM. En una de las múltiples cartas que le escribe al poeta dadaísta, le dice "¡quiero que esa posesión que me causa tanto dolor y tanto miedo"... quiero que me fuerces... que me ates si es necesario... si no tengo el valor para ser tuya de esa forma, toma por la fuerza lo que te niegue.. poséeme por completo, totalmente, profundamente... ¡me muero por tu amor!
Esta 'oleada turística' de la intimidad de estos y muchos otros personajes a través de las palabras que dedicaron a otros tiene tantas lecturas como les queramos dar. Son, como explica el editor, Nicolas Bersihand, una celebración del erotismo. Pero también un abanico que nos muestra el inmenso abanico de las emociones humanas que somos capaces de desplegar al margen de quienes 'seamos' o en qué época vivamos. Una lectura muy recomendable para comprender y comprendernos mejor.
Por lo que veo, Luis I habría sido muy activo en el foro con el tema de los pieses. Y Napoleón... En fin, Josefina un lavado, aunque fuera de gato, tampoco habría estado mal.