Cagaos patas abajo con la alimentación de laboratorio. Tochos. Aparte de la carne sintética, harán pescado, bemoles, crustáceos, quesos, vino, LECHE

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El pollo cultivado en laboratorio llega al menú con polémica y dudas
La oferta gastronómica del restaurante 1880 abre el debate sobre el futuro, conveniente o no, de la producción de este producto, obtenido de forma sintética
5/01/2021 06:00Actualizado a 15/01/2021 09:13

Pese a las reacciones encontradas de los consumidores, tanto a favor como en contra, el restaurante 1880 de Singapur ofrece desde el pasado 19 de diciembre un menú compuesto por cuatro platos de carne sintética de pollo por un precio de 23 dólares, lo que convierte al país asiático en el primero del mundo en autorizar la “agricultura celular”. Es decir, carne picada de pollo obtenida a partir de células progenitora musculares extraídas de un animal vivo que posteriormente se cultivan en biorreactores de acero con tal de lograr que las células se multipliquen en un medio que las nutra y contenga los elementos necesarios para su crecimiento.

Aunque no se espera que la “carne libre de sacrificio” pueda comercializarse en Europa en un plazo mínimo de dos años, se trata del primer gran paso hacia una nueva forma de producir y consumir carne con un gran potencial. Algunos analistas estiman que la decisión de Singapur podría impulsar la primera ola de aprobaciones en todo el mundo. Pero hasta que la carne artificial consiga ser autorizada como un “nuevo alimento” por parte de la FDA norteamericana y la Autoridad Europea para la Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas inglés), la carne sintética deberá demostrar que es completamente segura para el consumo humano.

Serias dudas
La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria teme que las células puedan contaminarse y no ve claro que la obtención de carne sintética sea más sostenible
Wolfgang Gelbmann, un eminente científico de la unidad de nutrición de la EFSA, ha manifestado recientemente que existe la posibilidad de que las células utilizadas en los biorreactores puedan contaminarse, por ejemplo. Por otra parte, tampoco está del todo claro que la carne sintética sea más sostenible para el medio ambiente. Hay menos dudas, en cambio, de que este tipo de carne cuente con el respaldo de una parte de los consumidores, según lo visto hasta la fecha en Singapur.

“Estoy sin palabras”, dijo un joven invitado tras probar el menú inaugural que ofreció el restaurante 1880 de Singapur. “Sienta bien comer pollo sin sentirse culpable”, afirmó otro. “Una cosa es el sabor y otra cómo te sientes luego”, apreció un tercero. “Este pollo, es sólo pollo, pero es la cosa más asombrosa que he probado”, añadió un joven de 12 años tras dar buena cuenta del menú confeccionado para la ocasión: gofres de pollo, nuggets y pollo al vapor aderezado con cebolletas y sésamo.

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Tras agotarse las invitaciones para asistir a las cenas de lanzamiento que tuvieron lugar en diciembre, Channel New Asia informa que a partir de este mes de enero la carne de pollo cultivada estará a disposición de cualquier cliente del restaurante, sin necesidad de presentar una invitación. El objetivo de Eat Just, la start-up con sede en San Francisco (EE.UU.) que impulsa el proyecto, es suministrar carne picada de pollo cultivada en el laboratorio a otros restaurantes de Singapur a lo largo del presente año y hacer lo propio con las tiendas minoristas a mediados o finales de 2022. Para tal fin, la empresa ha lanzado la marca Good Meat para promocionar su carne.

La carne de pollo picada cultivada en laboratorio que sirve el restaurante 1880 tiene una vida útil de tres meses en el congelador, un periodo que la compañía está intentando prolongar, según informa la prensa de Singapur. Actualmente, la Agencia de Alimentos de Singapur solo permite que el pollo cultivado se venda en su forma empanada y en porciones del tamaño de un bocado. El objetivo, no obstante, es lograr que el pollo in vitro se parezca más al convencional añadiendo grasa y otros tejidos que mejoren su textura en versiones futuras. El reto es vender a medio plazo carne cultivada en el laboratorio que posea la consistencia y el grosor de una pechuga, por ejemplo, algo que todavía hoy no es posible, según explica Beatriz Robles, máster en seguridad alimentaria y autora del libro Come seguro, comiendo de todo (Planeta).

Según desvela esta tecnóloga de alimentos, para elaborar la carne artificial es necesario extraer tejido celular de un animal vivo en un ambiente controlado para conseguir, posteriormente, reproducir las células en un medio de cultivo idóneo (normalmente, suero fetal bovino o suero de caballo) en el interior de un biorreactor.

“Cuando se logra multiplicar las células progenitora, van formando capas muy delgadas de fibras musculares. Ahí reside uno de los desafíos de esta tecnología ya que, por ahora, solamente es posible crear capas finas, pero no estructuras del grosor de un filete”, detalla esta experta. Además, “las fibras musculares no dejan de ser un tipo concreto de célula, mientras que un bistec, por ejemplo, también contiene tejido conjuntivo, nervios, vasos sanguíneos y otros componentes que, finalmente, determinan su sabor y textura”, añade.

El siguiente reto, así pues, es conseguir que la actual carne picada de pollo creada en el laboratorio (cuyo aspecto evoca más a una sopa que a un bistec…) tenga la apariencia de un filete, algo que, según esta dietista-nutricionista, podría estar al alcance de algunas empresas en un plazo de tiempo relativamente corto. A largo plazo, el reto es todavía más ambicioso: conseguir que la carne cultivada en laboratorio sea indistinguible de la carne procedente de un animal.

“La carne cultivada en laboratorio es una nueva oportunidad para obtener alimentos de forma completamente novedosa”, indica Miguel Ángel Lurueña, licenciado en ciencia y tecnología de los alimentos e ingeniero técnico agroalimentario. “Otra cosa bien distinta es que vaya a ser la panacea para solucionar el hambre en el mundo. Más bien parece que será una nueva oportunidad para hacer las cosas de otra forma”, apunta este divulgador científico. “Pero falta por concretar qué impacto tendrá esta nueva carne sobre la salud humana, tanto por su composición, como también por la forma de producirse, ya que implica la reproducción repetida de unas pocas células progenitora y el riesgo de que puedan surgir mutaciones”, advierte el impulsor del blog Gominolas de petróleo.

Primer paso

Con el pescado se está intentando hacer lo mismo y este nuevo modo de producción llegará a los bemoles, crustáceos, tocino, quesos...

Con la vista puesta en el futuro, cada vez más analistas estiman que la “carne sin animales” abre la puerta a otros alimentos sintéticos parecidos: bemoles, crustáceos (la empresa Shiok Meats de Singapur ya trabaja en ello), tocino, quesos…“Con el pescado se está intentando hacer el mismo desarrollo”, informa Lurueña. “Hay cosas que son más complicadas y otras menos. Por ejemplo, crear leche, teóricamente sería fácil, pues solamente hay que conseguir los compuestos que la forman y mezclarlos, al no contener células vivas. Es un poco similar a lo que se hace con los vinos de laboratorio que se elaboran sin uvas. Tal vez lo más difícil de reproducir serían los vegetales”, especula este experto.

Desde el punto de vista sensorial, el reto es conseguir que estos nuevos alimentos que despiertan el apetito de cada vez más inversores resulten lo más parecidos posibles a las proteínas animales que aspiran a reemplazar, lo que implica desarrollar aromas, olores y texturas pretendidamente semejantes a los del alimento imitado.

Salvando las distancias, que son muchas, algunas de las técnicas empleadas por la agricultura celular hunden sus raíces en los métodos que llevan utilizando desde hace décadas los médicos para hacer crecer el tejido humano para su posterior uso en trasplantes. Por ejemplo, se puede cultivar tejido adiposo para personas que han sufrido quemaduras, así como otros tejidos para personas con el corazón dañado.

Pese a que Mintel, uno de los principales observatorios de tendencias alimentarias a nivel mundial, señala en un reciente informe titulado 2030 Global Food and Drink Trends, que el 66% de los consumidores españoles no considera atractiva la carne cultivada en laboratorio, su aparición se considera un hito histórico al acercar a un mundo donde pueda resultar factible consumir cualquier tipo de carne sin sacrificar a ningún animal o sin talar un solo bosque con el que generar pastos para alimentar el ganado. A día de hoy, el consumo de proteínas animales continúa creciendo a nivel mundial, lo que plantea problemas logísticos para alimentar a los 10.000 millones de personas que previsiblemente albergará el planeta a mediados del siglo XXI.

Dudas mediambientales
Puede reducir los gases de efecto invernadero, pero los biorreactores donde se cultiva la carne consumen mucha energía
No obstante, sigue sin estar del todo claro que la carne de laboratorio vaya a ser mejor para el medio ambiente. Aunque la mayoría de los análisis previos parecen anticipar una reducción significativa de los gases de efecto invernadero asociados al ganado, un uso menos intensivo de la tierra y un ahorro de agua, investigadores de la Oxford Martin School sugieren que cultivar carne en el laboratorio puede causar a largo plazo más perjuicios para el clima que el propio ganado.

Los científicos que sustentan esta opinión, pese a admitir que hay margen de mejora tecnológica, explican que del mismo modo que el mundo digital genera ya un porcentaje importante de los gases de efecto invernadero, también los biorreactores donde se cultiva la carne gastan mucha energía. Con una salvedad: mientras el metano que eructan los rumiantes no es acumulativo, las emisiones del laboratorio están compuestas, casi en su totalidad, por dióxido de carbono, un gas incoloro que persiste en la atmósfera durante cientos de años. Muy resumidamente, si la carne cultivada en laboratorio utiliza energías sostenibles la situación podría ser otra, pero, en caso de no ser así, su impacto podría ser incluso peor para el clima que el propio ganado, como empieza a sugerir algún estudio.

También es pronto para saber si la contaminación del agua será menor, pues la carne artificial precisa producir grandes cantidades de moléculas químicas y orgánicas, tales como hormonas y factores de crecimiento, para que el medio de cultivo haga crecer la carne. Finalmente, se estudia si reemplazar los nutrientes que las células obtienen normalmente través del torrente sanguíneo (los macronutrientes y micronutrientes intracelulares que suministra el propio animal al alimentarse), podrían generar, al agregarse al medio, contaminación bacteriana en los biorreactores.

“La carne cultivada en laboratorio es una buena oportunidad para obtener alimentos de manera completamente diferente. Pero no es una alternativa necesaria, en tanto ya tenemos suficientes fuentes proteicas vegetales como para no tener que comer tanta carne como hasta ahora”, recuerda Robles.

Cultivar carne viene a ser como fabricar un Ferrari cuando lo que necesitamos es caminar, es decir, seguir una dieta saludable basada en los vegetales
Miguel Ángel LurueñaCientífico especialista en tecnología de los alimentos
Otro tanto opina Lurueña. “Cultivar carne viene a ser como fabricar un Ferrari cuando lo que necesitamos es caminar, es decir, seguir una dieta saludable basada en los vegetales”, señala. “La carne cultivada no me parece ninguna panacea”, opina este tecnólogo de los alimentos. “¿Qué si probaría esta carne?. La probaría por interés científico pero, a día de hoy, no la consumiría de forma habitual, porque no me parece un producto interesante”, contesta. En realidad, “deberíamos obtener las proteínas de las legumbres en lugar de consumir tanta carne”, insiste. En cuanto a sus inconvenientes, todavía hay escollos que salvar, como demostrar si realmente es mejor o peor para la salud, en tanto al poderse hacer “a la medida” se podría enriquecer con algunos micronutrientes interesantes para la salud humana o modificar la calidad de sus grasas (al crearse también en laboratorio) con tal de conseguir que fueran metabólicamente mejores, por ejemplo.

Pero, ojo al dato: con independencia de la procedencia de la carne (se trate del cuerpo de un animal o la probeta de un laboratorio) ello no desvirtúa el consejo de evitar comer carne roja, por ejemplo, más de dos veces por semana.

Hay otras cuestiones menores como si estos tipos de carne deben cocinarse con más aceite, al no tener por sí mismas grasa. También se debate si la carne cultivada proporciona exactamente los mismos nutrientes que la convencional o si existen diferencias. De momento, para que el sabor de la carne cultivada sea el mejor posible, los finísimos tejidos musculares fabricados dentro del laboratorio se suelen mezclar, explica Robles, con grasas animales (también sintetizadas en laboratorio…) así como con ingredientes como sal, huevo en polvo o especias “para mejorar sus cualidades organolépticas”, indica.

Sin embargo, la gran pregunta es: “¿cómo aceptará el consumidor esta carne?”, anticipa Lurueña. Y algo más: “cómo se denominará en los puntos de venta: ¿carne de laboratorio?, ¿carne sin animales?, ¿se permitirá alguna referencia en la etiqueta al término “carne?”, pregunta este experto.

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