Se comenta por aquí que la intención de Bukele supone un gasto innecesario, un dispendio inútil y todo eso, y me pregunto si todos los que opinan de ese modo se han planteado alguna vez el poder simbólico de los gestos y de los propios símbolos y si encontraron alguno de ellos justificados y al contrario que en esta ocasión. Escrupulosos en ciertos asuntos, son almas cándidas en otros en los que no encuentran nada de valioso muy a pesar de que a día de hoy el simbolismo en cualquier asunto reviste una importancia "vrutal". No quisiera pensar que se trate -en algún caso- de esa clase de tibios que lo son a tiempo parcial y que del mismo modo que se sienten por encima de todo, luego son férreos defensores de ciertos simbolismo más de su gusto, como ver una bandera en cierto enclave importante o algún que otro lema que suponga la expresión pura de sus mejores sentimientos.
Los símbolos, según creo, no tienen ninguna fuerza especial más allá de la que tenga para los que los quieren o los detestan. Evocan voluntades y advierten de hechos importantes por ocurrir que en este foro mismamente tienen su recorrido y el que propone Bukele no dejará a nadie indiferentes, salvo como digo, a ciertos perfiles que lo mismo se enardecen cuando las noticias se orientan a su gusto que se muestran distantes y presuntamente racionales cuando les son adversas.
Soy católico convencido aunque reconozco que a ese punto no me ha sido fácil llegar y en un ambiente relajado y pacifico hubiera dicho que no era necesario ese gesto de voluntad tan beligerantementemente cristiano, pero lo que uno desea o imagina y la realidad rampante, se parecen más bien poco y en ese deseo de querer concordia y respeto, se nos va de las manos el famoso relato que acaba ensalzando la apertura en contra de la convicción cuando en realidad la apertura pretende acabar algunas convicciones pero no con todas. Si a estas altura uno no alcanza a ver una sustitución muchos más sibilina que la étnica -de la que todos somos culpables- en favor de un sistema de valores tan simples como masivos, es que necesitan unas vacaciones hasta alcanzar a pensar a través de lo que ven sus ojos, oyen sus oídos y luego articulan sus neuronas.
Nunca diría que Jesús es un símbolo por razones obvias pero entendería que ciertos ateos lo asumieran como bandera de su lucha contra un futuro que distan bastante de ese mundo imaginado del laicismo triunfante sobre la debilidad mental del vulgo. Hay algo en nuestra naturaleza -que tengo claro por mi parte- que nos empuja a la creencia en cualquiera de sus formas y a decir verdad, ese impulso inicial por combatir fantasmas y seres imaginarios, nos está dejando un panorama en el que ya no caben tantos fantasmas y seres imaginarios de la más variada índole, casi siempre profetas de cataclismos y miedos.