Solidario García
Madmaxista
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Boris Cyrulnik: “Los disturbios son un regalo al fascismo”
Boris Cyrulnik, neuropsiquiatra de fama mundial, de casi 86 años, analiza para La Vanguardia las causas de la revuelta francesa. Huérfano de víctimas de la Shoah,
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Boris Cyrulnik, neuropsiquiatra de fama mundial, de casi 86 años, analiza para La Vanguardia las causas de la revuelta francesa. Huérfano de víctimas de la Shoah, Cyrulnik desarrolló el concepto de “resiliencia”. Este experto piensa que un problema clave es la falta de bagaje verbal de los niños de familias pobres y desestructuradas al llegar a la escuela. Eso provoca un primer fracaso, un sentimiento de humillación que los empuja a la violencia y a reprobar a las elites.
¿Por qué los protagonistas de los disturbios son tan jóvenes, chavales entre 14 y 18 años?
Porque en muchos países, en Francia, EE.UU., quizás menos en España, la sociedad está escindida. Una minoría de niños brilla, los hijos de los ricos. Estudian, aprueban y tienen muy buenas profesiones con buenos salarios.
¿Y el resto?
Sobre todo en las megalópolis, hay una mayoría de niños dejados a la deriva por la sociedad. Sin apenas lazos familiares, la progenitora está desbordada, a menudo deprimida. El padre es violento o ausente. Desempeñan pequeños trabajos que cambian cada dos o tres meses. Esos niños llegan a la escuela maternal, a los tres años, hablando mal. Disponen de un stock de solo doscientas palabras, mientras que los niños de las familias ricas llegan con mil palabras, que les permitirá ser buenos alumnos. Los primeros se sienten humillados, no comprenden a los maestros. Han desaprovechado los primeros mil días de su existencia. Aprenden a reprobar la escuela, a reprobar a las elites y a los ricos.
¿La escuela puede corregirlo?
Los niños, en efecto, están mejor en la escuela que en casa. Aunque procedan de familias pobres, si han aprendido a hablar sacan provecho. Será un factor de resiliencia. Pero quienes llegan solo con doscientas palabras detestan la escuela y desarrollan una fobia. En todas las culturas, el repruebo a las elites culturales y a los ricos es una señal anunciadora del fascismo. Recuerde lo que pasó en Alemania. En ese pueblo tan cultivado los alemanes no cultivados odiaban a quienes llevaban gafas, porque pensaban que eran intelectuales. Odiaban a los judíos, porque eran intelectuales. Odiaban los libros y los quemaban. Eso se repitió en la China de Mao, con Stalin, en Sudamérica con todas las dictaduras.
¿Siempre ha sido así?
Antes lo que estructuraba la sociedad era el cuerpo. Cuando yo era niño era el cuerpo de los hombres y el vientre de las mujeres. Los hombres debían trabajar en las minas 15 horas al día, sin quejarse, y las mujeres debían traer al mundo cuantos más niños mejor para adorar a Dios, y sobre todo a varones para preparar la guerra o trabajar en las minas. Esto ha desparecido por completo. Es la escuela, los diplomas. Pero quienes odian la escuela se quedan entre ellos, forman bandas. Son procesos arcaicos de socialización, el clan, con el jefe de la banda y rituales de iniciación a través de la violencia. Estos chicos se sienten orgullosos de pelearse con la policía. Muestran así su coraje y creen reparar su dignidad herida por la humillación sufrida en la escuela, la falta de familia, de cultura.
Usted compara la situación con las favelas de Brasil.
Sí, varias universidades brasileñas me invitaron a trabajar en las favelas. Se da un fenómeno similar. Los presidentes anteriores a Lula enviaban a la policía y al ejército. El juego favorito de esos niños, su orgullo, era luchar contra ellos. Conocían las callejuelas. Eran difíciles de atrapar. Cuando Lula fue elegido presidente, dejó de enviar la policía y el ejército y envió a personalidades de la culturas. En muy pocos años logró orientar hacia la escuela al 50% de esos delincuentes.
¿Quién es el beneficiario político de lo que pasa en Francia?
Esos niños pobres no saben que hacen un regalo a la extrema derecha totalitaria, al fascismo. Cuando hay desorden social y cultural, la gente aspira al orden y llega un salvador. Hitler fue democráticamente elegido. Hoy, en el planeta, hay muchos dictadores democráticamente elegidos.
¿Las redes sociales y los móviles aceleran este fenómeno?
Exactamente. La etnóloga Germaine Tillion hizo un viaje a Alemania en 1929. Les dijo a sus amigos alemanes que había una teoría ridícula muy peligrosa. Se rieron. No la tomaban en serio. El partido nancy lograba menos del 3% de votos. Pero luego, en ese pueblo alemán cultivado, pasó del 90%. Una teoría petulante funciona muy bien cuando hay un desorden social. Tillion decía que se necesitan diez años para desencadenar un proceso psicosocial de fascismo. Hoy el mismo proceso se efectúa en algunos minutos gracias a internet y a los móviles. Se organiza un tumulto con rapidez. Los alemanes quemaban libros, atacaban las sinagogas. Hoy muchos chicos descontentos, humillados, se reúnen bajo la orden de un jefe de clan para salir a la calle, romper escaparates, atacar bancos.
Usted desarrolló el concepto resiliencia. ¿Es optimista?
Según la teoría de la resiliencia, sabemos las medidas que hay que tomar, psicológicamente, socioculturalmente. ¿Las tomará este gobierno y los siguientes? Serge Moscovici decía que un pequeño grupo convencido, del 3% de la población, puede desencadenar un fenómeno social. Pasó en la Alemania nancy. Estos niños desfavorecidos no tienen familia ni escuela ni diploma ni trabajo. No tienen otra cosa que hacer que reparar su dignidad con la lucha, el robo, la delincuencia, el orgullo de ser valiente.
¿Qué debe hacerse, pues?
La primera medida es proteger el desarrollo de las familias antes de que los niños aprendan a hablar para que puedan llegar a la escuela con un bagaje verbal suficiente. En Francia existe el proyecto de las Casas de los 1.000 primeros días para que los padres jóvenes puedan encontrarse, pedir consejo y detectar problemas precoces. La segunda medida es desarrollar la cultura precoz. Por eso no existe ese fenómeno en España. Allí se ha mantenido más la estructura familiar que en Francia. Voy a menudo y me encanta ver cómo la cultura española ha mantenido esta tradición, los rituales. La familia ha conservado una gran importancia, para los niños y para las personas mayores. Eso ha desaparecido mucho en Francia y aún más en Estados Unidos, donde la violencia es todavía mayor. Allí hay jóvenes que van a los institutos a apiolar a otros alumnos y a los profesores.