vagina salvaje
Madmaxista
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De ruta etílica por Barcelona con la pulsera que permite beber sin control
En Barcelona se puede beber hasta ahogar la consciencia por solo 20 euros. Así es un noche en una de las rutas etílicas que desafían la prohibición municipal
Aunque la noche solo acaba de empezar, la Seda Lounge, un bar de la zona del Port Olímpic, ya está lleno a medianoche. Unos 60 turistas jóvenes y bien vestidos bailan, sin vergüenza, una música a todo volumen. Brindan con chupitos y copas que les han servido gratis. Comparten risas ya algo ebrios. Llevan todos una misma pulsera en la muñeca, donde se lee el lema «I survived Barcelona» (en inglés, «Yo sobreviví a Barcelona»). Y llega, de repente, el momento más esperado de su juerga.
El grupo se hacina en una tarima, desde donde un joven británico, guía del grupo, eleva un enorme embudo y una manguera. Otro guía, también extranjero, canaliza por ahí una jarra rebosante de cerveza. Ambos retan a los turistas a beber de un trago la mayor cantidad de cerveza posible. Los espectadores aplauden y vitorean a los más atrevidos, mientras estos llenan sus estómagos para conseguir la victoria.
Esta es la realidad de un «pub crawl» de Barcelona al que ha asistido este diario. Se trata de una ruta organizada de bares, dirigida especialmente a los turistas, en la que se toman varias consumiciones y se acaba en una discoteca por un único precio. El propósito es beber hasta ahogar la consciencia. De ahí la palabra «crawl», gatear en inglés; una referencia a acabar a cuatro patas por la embriaguez. Por los casos de ruido y falta de civismo que genera, esta actividad se ha ganado la fama de «ruta de borrachera» o «ruta etílica». El Ayuntamiento de Barcelona lleva prohibiéndolas desde hace siete años. Y aun así, los turistas agrupados por pulseras vuelven a salpicar las noches de la ciudad.
También con menores
Nadia y su hermana Anya, dos jóvenes austriacas, participan en la ruta. Por tan solo 20 euros cada una, y con pulsera en mano, pueden beber y salir gratis las noches que quieran durante sus vacaciones en la ciudad. «Estábamos en la playa, una persona nos ofreció este plan y aceptamos», comenta Nadia. Pero no está segura de que funcione. «Yo tengo 23 años, pero Anya solo 15», confiesa. La mayor de edad cree que el portero no dejará pasar a su hermana menor en Catwalk, la discoteca donde culminará la ruta que han hecho a dos bares. Aun así, Anya ha conseguido llevar la pulsera que le permite participar, con acceso a hasta nueve chupitos y copas de alcohol fuerte, siendo menor.
Aparte de los turistas, la práctica del «pub crawl» en España también la conocen los vecinos hartos del ruido y otros disturbios. El famoso «mamading» de Magaluf, localidad mallorquina conocida por los excesos e incidentes cometidos por turistas, puso estas rutas en el punto de mira. En julio de 2014 se hizo viral un vídeo que mostraba a una joven británica de 18 años realizando sesso oral a 24 hombres, a cambio de alcohol gratis. Los hechos ocurrieron durante uno de estos «pub crawl» en el destino turístico. Desde entonces, el Ayuntamiento de Calviá, municipio donde se encuentra Magaluf, reforzó el control sobre estas rutas y se sumó al de Barcelona en la regulación de esta práctica.
Anuncios «on line»
El consistorio de la capital catalana, uno de los primeros en España en regularla, comenzó a multar el 13 de julio de 2012 a los promotores, organizadores, guías y bares que colaboraran en estas rutas dentro del céntrico distrito de Ciutat Vella, a causa de la «elevada contaminación acústica» detectada por el «incremento» de esta actividad. Solo en el primer mes de vigencia, la Guardia Urbana puso 115 denuncias. Ahora el consistorio asegura a ABC que han reducido «al máximo» las denuncias registradas por esta actividad: 29 en 2015, solo cuatro en 2016 y ninguna desde 2017.
No obstante, las páginas web y redes sociales que anuncian rutas por los bares y discotecas del centro de Barcelona proliferan cada verano. Los compañeros de ruta de Nadia y Anya, de hecho, afirman descubrir la ruta «por Internet». El Ayuntamiento «a menudo» las detecta y afirma que «no se llegan a materializar porque la Guardia Urbana avisa de las sanciones». El lema de «I survived Barcelona» en la pulsera es también el nombre de una de esas páginas web.Hablar con la organización, cuya web no ofrece datos de contacto, es casi imposible: ABC lo ha intentado sin éxito hasta la fecha. De hecho, las personas que promocionen estas rutas pueden recibir una multa de hasta 600.000 euros si el anuncio también incita al consumo de alcohol, según la normativa.
Los locales quieren medidas
A pesar de las ordenanzas municipales, las cosas parecen no haber cambiado. Los bares de Port Olímpic, ubicados justo al margen del distrito donde se aplican las multas, vuelven a llenarse de grupos con pulseras. La Federación Catalana de Locales de Ocio Nocturno (Fecalon) conoce el funcionamiento de estas pulseras y es consciente de que también incluyen un pase a las discotecas. Fernando Martínez Iglesias, su secretario general, afirma a este diario que los empresarios que conforman la entidad «no están a favor ni fomentan los pub crawl», e insiste en medidas por un mejor ocio. Los organizadores de «I survived Barcelona», mientras tanto, aseguran en su página web la entrada gratuita a 14 discotecas de la Ciudad Condal.
Jordi Piulats, empresario del bar D9, visitado en Barcelona por muchos extranjeros, recuerda que estas rutas eran peores cuando se aplicó la ordenanza. No eran una o varias consumiciones las que se ofrecían gratis, sino «barras libres enteras». Pero a pesar de la mala imagen de este turismo de borrachera, este socio opina que se está juzgando a los turistas por la conflictividad de unas pocas personas. El empresario asegura que la mayoría de los turistas son clientes tranquilos y que incluso ha tenido «más problemas con españoles borrachos».
Claudio Milano, profesor e investigador de la Escuela Universitaria de Turismo Ostelea, declara que «lo que ocurre en Barcelona es que los efectos del turismo se están haciendo visibles». El experto afirma que fenómenos como la masificación, la turismofobia, la gentrificación o el turismo de borrachera son los efectos negativos del turismo más conflictivo, y que «si no gobernamos el turismo, el turismo gobernará la ciudad».
Sobrevivir a Barcelona
Una semana después de la ruta «I survived Barcelona», otro grupo de unos 50 turistas se acerca a los bares a los que fueron Nadia y su hermana. Llevan una pulsera diferente, pero las mismas ganas de fiesta. El guía del grupo sube a una zona elevada. El resto espera su llamamiento. «¡Vamos a emborracharnos!», proclama entre aplausos y silbidos de los turistas, esperando juntos la noche de sus vidas en su prometedora «ruta de borrachera».
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¿A qué os suena esto?
Jordi Piulats, empresario del bar D9, visitado en Barcelona por muchos extranjeros, recuerda que estas rutas eran peores cuando se aplicó la ordenanza. No eran una o varias consumiciones las que se ofrecían gratis, sino «barras libres enteras». Pero a pesar de la mala imagen de este turismo de borrachera, este socio opina que se está juzgando a los turistas por la conflictividad de unas pocas personas. El empresario asegura que la mayoría de los turistas son clientes tranquilos y que incluso ha tenido «más problemas con españoles borrachos».
¿No se parece a esto?
La vida del mena: "Hay gente mala y buena. No nos deben juzgar por nuestra cara"
ahora las situaciones legales de las personas en países ajenos se equipara a la condición racial o biológica.
el turista es turista porque no es de un sitio y está de paso, generalmente de juerga.
el mena es un menor no tutelado y en situación de ilegalidad que llega a un país
pero son condiciones que se pueden restituir mandando al mena a su casa y al turista a su país y así dejan de ser turistas y menas.
así como el empresario necesita a los turistas porque se beneficia de ellos
¿cómo se beneficia el progre de los menas?
ahí está la clave
En Barcelona se puede beber hasta ahogar la consciencia por solo 20 euros. Así es un noche en una de las rutas etílicas que desafían la prohibición municipal
Aunque la noche solo acaba de empezar, la Seda Lounge, un bar de la zona del Port Olímpic, ya está lleno a medianoche. Unos 60 turistas jóvenes y bien vestidos bailan, sin vergüenza, una música a todo volumen. Brindan con chupitos y copas que les han servido gratis. Comparten risas ya algo ebrios. Llevan todos una misma pulsera en la muñeca, donde se lee el lema «I survived Barcelona» (en inglés, «Yo sobreviví a Barcelona»). Y llega, de repente, el momento más esperado de su juerga.
El grupo se hacina en una tarima, desde donde un joven británico, guía del grupo, eleva un enorme embudo y una manguera. Otro guía, también extranjero, canaliza por ahí una jarra rebosante de cerveza. Ambos retan a los turistas a beber de un trago la mayor cantidad de cerveza posible. Los espectadores aplauden y vitorean a los más atrevidos, mientras estos llenan sus estómagos para conseguir la victoria.
Esta es la realidad de un «pub crawl» de Barcelona al que ha asistido este diario. Se trata de una ruta organizada de bares, dirigida especialmente a los turistas, en la que se toman varias consumiciones y se acaba en una discoteca por un único precio. El propósito es beber hasta ahogar la consciencia. De ahí la palabra «crawl», gatear en inglés; una referencia a acabar a cuatro patas por la embriaguez. Por los casos de ruido y falta de civismo que genera, esta actividad se ha ganado la fama de «ruta de borrachera» o «ruta etílica». El Ayuntamiento de Barcelona lleva prohibiéndolas desde hace siete años. Y aun así, los turistas agrupados por pulseras vuelven a salpicar las noches de la ciudad.
También con menores
Nadia y su hermana Anya, dos jóvenes austriacas, participan en la ruta. Por tan solo 20 euros cada una, y con pulsera en mano, pueden beber y salir gratis las noches que quieran durante sus vacaciones en la ciudad. «Estábamos en la playa, una persona nos ofreció este plan y aceptamos», comenta Nadia. Pero no está segura de que funcione. «Yo tengo 23 años, pero Anya solo 15», confiesa. La mayor de edad cree que el portero no dejará pasar a su hermana menor en Catwalk, la discoteca donde culminará la ruta que han hecho a dos bares. Aun así, Anya ha conseguido llevar la pulsera que le permite participar, con acceso a hasta nueve chupitos y copas de alcohol fuerte, siendo menor.
Aparte de los turistas, la práctica del «pub crawl» en España también la conocen los vecinos hartos del ruido y otros disturbios. El famoso «mamading» de Magaluf, localidad mallorquina conocida por los excesos e incidentes cometidos por turistas, puso estas rutas en el punto de mira. En julio de 2014 se hizo viral un vídeo que mostraba a una joven británica de 18 años realizando sesso oral a 24 hombres, a cambio de alcohol gratis. Los hechos ocurrieron durante uno de estos «pub crawl» en el destino turístico. Desde entonces, el Ayuntamiento de Calviá, municipio donde se encuentra Magaluf, reforzó el control sobre estas rutas y se sumó al de Barcelona en la regulación de esta práctica.
Anuncios «on line»
El consistorio de la capital catalana, uno de los primeros en España en regularla, comenzó a multar el 13 de julio de 2012 a los promotores, organizadores, guías y bares que colaboraran en estas rutas dentro del céntrico distrito de Ciutat Vella, a causa de la «elevada contaminación acústica» detectada por el «incremento» de esta actividad. Solo en el primer mes de vigencia, la Guardia Urbana puso 115 denuncias. Ahora el consistorio asegura a ABC que han reducido «al máximo» las denuncias registradas por esta actividad: 29 en 2015, solo cuatro en 2016 y ninguna desde 2017.
No obstante, las páginas web y redes sociales que anuncian rutas por los bares y discotecas del centro de Barcelona proliferan cada verano. Los compañeros de ruta de Nadia y Anya, de hecho, afirman descubrir la ruta «por Internet». El Ayuntamiento «a menudo» las detecta y afirma que «no se llegan a materializar porque la Guardia Urbana avisa de las sanciones». El lema de «I survived Barcelona» en la pulsera es también el nombre de una de esas páginas web.Hablar con la organización, cuya web no ofrece datos de contacto, es casi imposible: ABC lo ha intentado sin éxito hasta la fecha. De hecho, las personas que promocionen estas rutas pueden recibir una multa de hasta 600.000 euros si el anuncio también incita al consumo de alcohol, según la normativa.
Los locales quieren medidas
A pesar de las ordenanzas municipales, las cosas parecen no haber cambiado. Los bares de Port Olímpic, ubicados justo al margen del distrito donde se aplican las multas, vuelven a llenarse de grupos con pulseras. La Federación Catalana de Locales de Ocio Nocturno (Fecalon) conoce el funcionamiento de estas pulseras y es consciente de que también incluyen un pase a las discotecas. Fernando Martínez Iglesias, su secretario general, afirma a este diario que los empresarios que conforman la entidad «no están a favor ni fomentan los pub crawl», e insiste en medidas por un mejor ocio. Los organizadores de «I survived Barcelona», mientras tanto, aseguran en su página web la entrada gratuita a 14 discotecas de la Ciudad Condal.
Jordi Piulats, empresario del bar D9, visitado en Barcelona por muchos extranjeros, recuerda que estas rutas eran peores cuando se aplicó la ordenanza. No eran una o varias consumiciones las que se ofrecían gratis, sino «barras libres enteras». Pero a pesar de la mala imagen de este turismo de borrachera, este socio opina que se está juzgando a los turistas por la conflictividad de unas pocas personas. El empresario asegura que la mayoría de los turistas son clientes tranquilos y que incluso ha tenido «más problemas con españoles borrachos».
Claudio Milano, profesor e investigador de la Escuela Universitaria de Turismo Ostelea, declara que «lo que ocurre en Barcelona es que los efectos del turismo se están haciendo visibles». El experto afirma que fenómenos como la masificación, la turismofobia, la gentrificación o el turismo de borrachera son los efectos negativos del turismo más conflictivo, y que «si no gobernamos el turismo, el turismo gobernará la ciudad».
Sobrevivir a Barcelona
Una semana después de la ruta «I survived Barcelona», otro grupo de unos 50 turistas se acerca a los bares a los que fueron Nadia y su hermana. Llevan una pulsera diferente, pero las mismas ganas de fiesta. El guía del grupo sube a una zona elevada. El resto espera su llamamiento. «¡Vamos a emborracharnos!», proclama entre aplausos y silbidos de los turistas, esperando juntos la noche de sus vidas en su prometedora «ruta de borrachera».
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¿A qué os suena esto?
Jordi Piulats, empresario del bar D9, visitado en Barcelona por muchos extranjeros, recuerda que estas rutas eran peores cuando se aplicó la ordenanza. No eran una o varias consumiciones las que se ofrecían gratis, sino «barras libres enteras». Pero a pesar de la mala imagen de este turismo de borrachera, este socio opina que se está juzgando a los turistas por la conflictividad de unas pocas personas. El empresario asegura que la mayoría de los turistas son clientes tranquilos y que incluso ha tenido «más problemas con españoles borrachos».
¿No se parece a esto?
La vida del mena: "Hay gente mala y buena. No nos deben juzgar por nuestra cara"
ahora las situaciones legales de las personas en países ajenos se equipara a la condición racial o biológica.
el turista es turista porque no es de un sitio y está de paso, generalmente de juerga.
el mena es un menor no tutelado y en situación de ilegalidad que llega a un país
pero son condiciones que se pueden restituir mandando al mena a su casa y al turista a su país y así dejan de ser turistas y menas.
así como el empresario necesita a los turistas porque se beneficia de ellos
¿cómo se beneficia el progre de los menas?
ahí está la clave