Ayn Rand: Cómo convertir a los freaks en una cuadrilla de iluso.

Estrafalarius

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Ayn Rand: Cómo convertir a los freaks en una cuadrilla de iluso.

Vicisistud y sordidez es un blog extraño que, pese a que su prosa es a menudo difícil, de vez en cuando ofrece alguna joya (como la magnífica serie Satán es mi Señor, la mejor trilogía de cuatro artículos jamás escrita sobre la Arquitectura del siglo XX).

En esta ocasión habla de Ayn Rand. Me parece muy normal que la gente quiera reducir la disonancia y justificar sus acciones. todos lo hacemos de vez en cuando. Pero cuando las "acciones" son, en general, ser un sociópata irresponsable y peligroso para los demás, que considera que es de débiles y mediocres preocuparse por otros y que, desde luego, él no va a hacerlo, sino que va a hacer de sí mismo el eje de su vida independientemente del daño y/o dolor que cause a otros y que, encima, todo lo que obtenga no será por hijoputismo sino porque, como ser superior se lo merece (aunque luego sea un niño de papá como Skopos al que le han regalado hasta el piso donde vive y esconda ignominosa y vergonzosamente su verdadera identidad para poder seguir viviendo regalado)... En fin, que cuando lo que se quiere justificar es que uno es un me gusta la fruta egoísta, pues como que viene bien un artículo que le recuerde que tiene que madurar y comprender que el mundo es grande, complejo y que más le vale asumir su mediocridad.

AVISO: Pedazo de tocho... pero lo merece.

“YO deseé saber el significado de las cosas. YO soy el significado. YO deseé encontrar un motivo para existir. YO no necesito un motivo para existir ni una sanción para mi existencia. Son mis ojos que ven, y es la vista de mis ojos que otorga belleza a la tierra.
La palabra "nosotros" (…) es la palabra por medio de la cual los depravados roban la virtud a los buenos.
Por medio de la cual los débiles roban la fuerza a los fuertes.
Por medio de la cual los brutos roban el conocimiento a los sabios.
¿Qué es la felicidad si todas las manos incluso las impuras pueden alcanzarla? ¿Que es mi sabiduría si hasta los orates pueden mandarme?
¿Qué es mi libertad sí todas las criaturas, incluso las deformes y las impotentes, son mis amos?
Pero YO he terminado con este credo de corrupción.
YO he terminado con el monstruo del "nosotros", la palabra de servidumbre, de pillaje, de miseria de falsedad y vergüenza.
Y ahora YO veo la faz de dios, y YO levanto este dios sobre la tierra,
Este dios que los hombres han buscado desde que los hombres comenzaron a existir,
Este dios que le concederá felicidad paz y orgullo.
Este dios, esta palabra: YO.”

Ayn Rand (‘Himno’)​

Siéntanse libres de gritar “¡palos!”, “¡Megacristo!” o, simplemente, darse cuenta de que la enajenación humana y su afán hiphopero por pronunciar un “YO soy la leche” puede no conocer límites. (Reconozco, eso sí, que el texto hubiese ganado mucho en una correcta traducción al catalán que terminase con un bello y equívoco “Aquesta paraula: JO, tú”)

El texto, ya lo he dicho, es de una de las novelas de la “escritora” y “filósofa” rusa Ayn Rand, no muy conocida en España – casi todo lo publicado aquí proviene de editoriales argentinas, donde el delirio del Peronismo logró hacerla popular – pero sí es una figura de culto y agriculto en los Estados Unidos, un país en el que Rand es el faro de la derecha más desaforadamente ultraliberal. No sólo eso; Ayn Rand es la mentora espiritual e ideológica del mayor responsable de la crisis que estamos viviendo: Alan Greenspan, el instigador de toda la barra libre financiera que ahora implica perder una parte sustancial de nuestros derechos y dinero a mayor gloria y rescate de la banca.

Toda esta histeria, con frases como “¿Qué es la felicidad si todas las manos incluso las impuras pueden alcanzarla?” deberían provocar una mezcla de risa y espanto, sin embargo me encuentro con que gente no precisamente ultraliberal como mi señor abuelo son capaces de decirme “Pues mi libro favorito es ‘El manantial’”. Y me quedo completamente a cuadros.

Evidentemente, mi abuelo – y mucha gente que no apoyaría el suprimir cosas como, por ejemplo el subsidio por desempleo o la sanidad pública – de ‘El manantial’ se han quedado con lo de “el individuo contra la sociedad opresiva” o “los principios a los que uno no debe renunciar” y se han olvidado del resto del pack. Por eso quedé orgulloso cuando le dije “Pepiño, pero tú no eres el prota del Manantial, que lucha para que le dejen edificar sus satanes como él quiere. Tú eres la persona que se va a tener que comer esos satanes de hormigonazo chorrentoso y sin terrazas. ¡Y que no se te ocurra protestar ante las mentes superiores, gente!”… y mi abuelo, con una edad en la que ya no se está para cambiar de opinión o dar la razón al contrario, no supo qué responder. Luego continué con que Howard Roark – el prota de ‘El Manantial’ – molaba tanto que la mujer del libro no tenía más remedio que anhelar ser amada sin consentimiento por ese ser superior. Y recrearse, ante el espejo en la mañana siguiente, en la belleza de los jovenlandesatones que Howie le había producido. Mi progenitora no pudo menos que decir “¡Pepiño, eso de leer a esa tal Ayn Rand está muy mal!”.

Pero de lo que aquí vamos a hablar en este post – que, en su longitud, se anima a redefinir el significado de la palabra ÉPICO - es sobre cómo el pensamiento de Ayn Rand ha hallado formas de corromper la cultura del frikismo hasta lograr arrastrar aún más por el fango nuestro buen mal nombre.

Como freak – hasta que un colectivo tipo Anonymous decida que son los únicos con derecho para expedir carnets para pertenecer al club – siempre he tenido claro que lo peor que podría ocurrirme sería vivir en plena ley de la jungla. Que en el mundo de competición ultraliberal de Rand mis posibilidades de sobrevivir serían menores que las de ciertas personas para amar en el Skyrim. Sin embargo, para mi sopresa, al igual que veo que gente proclamada de izquierdas aplaude ‘El Manantial’, veo igualmente cómo varios pilares de la cultura freak rinden pleitesía a Ayn Rand. Y, asombrado ante cómo el frikismo ha dejado de significar alegría de vivir – o la sublimación bella, imaginativa y colorista de no amar – para convertirse en una forma de tontería violenta protonazi, creo necesario apuntar con el dedo y gritar “¡Ese frikismo no me representa!” o, sencillamente, “¡me acuerdo de tu querida progenitora!” o “¡Frank Miller es un fulastre!”.

Aunque eso último ya lo sabíamos todos.

First things first… ¿De qué carallo va eso de Ayn Rand?

Su nombre real era Alisa Zinovievna Rosenbaum: toda una profesional del resentimiento ruso. El hecho trascendental que cambió su vida fue que los malvados bolcheviques le quitaron la farmacia a su padre – sí, padre farmacéutico: no les digo ná y se lo digo tó - y, a raíz de ello, decidió emigrar a Estados Unidos para abrazar el capitalismo con todas las ganas posibles. Abrazar no: chuparle hasta la última gota y hacer estragos con su miembro viril hasta que pidiese piedad DOS veces.


Como es de todos sabido, el capitalismo no suele cansarse ni pedir piedad sensual, así que Rand tuvo que aplicarse como nadie. Primero, se dedicó a escribir una serie de obras de ficción en las que de forma muy didáctica se cagaba en la revolución rusa – ‘Los que vivimos’, o el guión de cine ‘Red Pawn’ – pero fue con sus siguientes trabajos con los que el capitalismo laissez faire más ultraliberal no tuvo más remedio que decir “¡Déjame un par de minutos para recargar el rifle, nena!”. Esas obras fueron ‘Himno’, ‘El Manantial’ y, por encima de todas ellas, ‘La rebelión de Atlas’ (una reciente encuesta desveló que este último libro era considerada, por la población americana, como “”El libro más influyente en mi vida, sólo superado por la Biblia”).

Lo que de verdad hizo que esas obras arrasasen no fue su calidad literaria – Penguin Classics, durante años, se negó a publicarlas alegando que “aquello no tenía la calidad literaria mínima exigible”, mientras que la crítica literaria no conseguía dar crédito – ni el ser historias que atrapasen à la Dan Brown – aunque sus componentes melodramáticos enganchasen al marujón que todos llevamos dentro – sino que, conforme Rand llenaba cientos y cientos de páginas, iba creando una filosofía especialmente diseñada para triunfar en USA.

El objetivismo.

¡Quiero saber qué es el objetivismo! (No, realmente NO quieres saberlo…)

Existen muchas formas de canalizar el frikismo adolescente: pasarte la noche antes de un examen velando una espada en el monte, analizar concienzudamente – en la intimidad de tu cuarto - la filmografía de Tania Russof mientras estás vestido de Ryker, o – esta es mi favorita - miccionar en un urinario público usando una mano para agarrarte el carallo y la otra para comer una manzana (y ofrecer esa manzana a quien tiene la desgracia de orinar a tu lado). Todos estos son casos reales, como también lo es una de las opciones que eligió un servidor de ustedes: dedicarse a la lectura compulsiva de filosofía (qué carallo: de pequeño, en vez de jugar al fútbol, me dedicaba a sacar montañas de lombrices de la tierra, así que estaba claro que leer filosofía iba a ser un destino natural).

No es una opción muy original, la verdad: son muchos los freaks que buscan sentirse más sabios y con una mejor comprensión del mundo que la que tiene toda esa guano que le rodea y le escupe. Aunque leer a David Hume no te explique por qué no te comes nada de nada. Sin embargo, pocos freaks pueden presumir de haberse creado, a golpe de escribir miles de páginas, todo un sistema filosófico propio que ríase usted de Aristóteles. Hats off to Ayn.

Ayn Rand planteó su obra literaria como la ilustración de un sistema filosófico, creado a su imagen y semejanza, llamado Objetivismo. La Jrandeza de esta filosofía es, en esencia, la misma que la de la religión mormona: tomando elementos extranjeros como punto de partida, vamos a organizar un pastiche delirante y mongólico que esté diseñado a medida para Estados Unidos. El Mormonismo fue una excelente y divertida adaptación del Cristianismo de la cual lo único que me sorprende es que NO lograse ser la religión hegemónica del país. El Objetivismo, por su parte consistía en elaborar, partiendo principalmente de Aristóteles, Nietzsche y… oh sorpresa, Marx, algo que sonase a “gran filosofía” – ya saben, usando de cuando en vez palabras como ontología, epistemología y similares – pero que, en el fondo, dijese cosas muy elementales fácilmente asumibles por el americano medio: un ser intelectualmente limitado pero que no quiere renunciar al goce tan francés de sentarse refinadamente en una cafetería mientras dice “si la existencia precede a la esencia…”.

El resultado fue perfecto. Mientras, a día de hoy, en Europa sólo dos o tres depravados han sido capaces de leerse ‘La virtud del egoísmo’ sin reírse, en América, incapaces de pasar de la tercera frase de un ensayo de Baudrillard, sin embargo, se ciclaron con obras como ‘Capitalismo. El ideal desconocido’.

Y ahora toca explicar, de una vez, el “Objetivismo”. ¿Se acuerdan de cuando, al estudiar filosofía en BUP – feck, esas siglas delantan lo viejuno que soy – mentes como Kant o Descartes intentaban demostrar la existencia del mundo que percibíamos? Bueno, pues esta señora lo resolvió de una forma radical, con un axioma que entró de lleno en las grandes antologías del mongolismo: “La existencia existe”. Con dos… bueno, con el tipo de genitales que este ser tuviese.

Evidentemente, Rand, que no era sencilla, sabía que para triunfar tienes que acuñar una frase que pueda estamparse en una camiseta. O ser dicha en una conferencia de Steve Jobs: el nivel intelectual de los discursos visionarios del exmandamás de Apple no es superior al de “Mi hermano se fue de vacaciones a Amsterdam y lo único que me trajo fue esta fruta camiseta”. Lógicamente, “La existencia existe” era una frase mongólica, sí, pero que, una vez estampada en una camiseta sólo podría producir un atchonburike similar lleva una sudadera con “Nihil est in intellectum quad prius nen fuerit in sensu” (lema que, en su versión reducida “Nihil est in intellectum” fue uno de mis gritos de guerra: así me va). Por ello, Ayn Rand tuvo que refinarla para poder competir con “Pienso, luego existo”, “Sólo sé que no sé nada” o “La razón crítica es una fruta cosa”. Tras semanas de reflexión, Ayn se dispuso a conquistar el mundo con esta sentencia:

“A es A” era más fácil de entender que frases con las que yo, en mi etapa Sartriana, intentaba conducirme en la vida, tipo “La conciencia es un ser que es, en su ser, conciencia de la nada de su ser”. Con el “A es A” Ayn Rand decidía que las cosas son como son y que todos, utilizando la razón, podemos entender el mundo. Por supuesto, cada sentencia que esta señora se inventaba era un disparate cuajado de tal grado de falacias lógicas que Paco tendría que escribir un post sólo para ella. Me gusta mucho cuando, tras afirmar que “La existencia existe” llega a que “la nada no existe” sólo para decir, una párrafo más adelante que “Un sensación es la sensación de algo, distinguiéndose de la NADA anterior y posterior”. A eso se le llama dejar la portería vacía. En este blog se cachondean de todo el delirio filosófico que Rand intentaba mantener en pie.

Pero lo fundamental del Objetivismo, lo que cautivó a tantos y tantos lectores de ‘El Manantial’ era algo terriblemente simple y atractivo: el egoísmo era el valor supremo a través del cual toda persona podría realizarse como ser humano. El altruismo, preocuparse por el prójimo y demás lindezas, eran el mayor mal al que la humanidad enfrentarse pudiera. Toda forma de control gubernamental era la manera en la que la masa “saqueadores” se aprovechaban de los logros individuo genial. Sólo el capitalismo laissez faire radical – también llamado capitalismo libertario o anarcocapitalismo – era el único sistema en el que se respetase la dignidad humana. En una frase, el Objetivismo podría resumirse así:

Evidentemente, era fácil entender por qué triunfó esta “filosofía”: sencillamente, se trata de apelar a lo más esencial de la condición humana. Cuando somos pequeños, somos unos pimpollos egoístas, de un narcisismo tan desbocado que pensamos que todo gira a nuestro alrededor. Los primeros traumas de la civilización son que tus padres te digan “NO” o, peor aún, descubrir que existen otras personas con sus propias necesidades diferentes a las tuyas. Y que llega un momento en el que tienes que aprender a soltar y limpiarte el ojo ciego… ¡Con lo cómodo que era el cambio de pañales! De pronto, llegas a la mayoría de edad y Ayn Rand, cruzándose en tu camino, te confirma que… ¡todo aquello que pensabas de pequeño era lo correcto! Con tal de que seas “lógico” entendiendo la realidad, tus ideas serán las correctas. “A” será “A” y no tendrás que comprometer, para nada, tu punto de vista con la gente que te rodea. Y, quién sabe, tan vez puedas hacerte ocre encima y lograr que Amaia Salamanca o Jaime Alguersuari te cambien la ropa interior previa una limpieza de tus genitales con toallitas húmedas. En resumidas cuentas, Rand te dice lo que más deseas oír: ERES LA leche. O, en otras palabras:

Les ruego que se tomen su tiempo para leer estas páginas del cómic ‘Action Philosophers’, en el cual se explica con más detalle de qué va eso del Objetivismo. Si aguantan hasta el final, tendrán un desenlace que haría las delicias de Jorge Javier Vázquez. ¡Léanlo!

Ahora ¡POR FIN! lo que toca es ver cómo el “mal frikismo” ha ido asimilando las tesis del Objetivismo.

“Yo, en realidad soy un marginado por ser superior. Los mediocres a mi alrededor me hunden porque no pueden superar mi brillantez”

En una película con valores jovenlandesales como es ‘La red social’, la novia del prota le espeta, en la primera escena: “No ligas por ser un freak. Simplemente, no ligas porque eres iluso”. Una frase magnífica, cargada de verdad, y que sacude la autocomplacencia friki. Posteriormente, la actuación de Jesse Eisenberg – tanto en la peli como el el programa de Conan O’Brien - le dará la razón. Sin embargo, las ganas de cierto tipo de freak por agarrarse a un clavo ardiendo ha hecho que más de uno diga que ‘La red social’, en vez de ser la historia de un iluso deficiente social que acaba como se merece – *SPOILER* dándole patéticamente a F5 a ver si su ex se hace amiga de él en Facebook *FIN DEL SPOILER* - es, en realidad, la epopeya de un genio que tiene que ver cómo los necios se conjuran contra él. Si es que a los superiores no hay quién nos aguante…

Sobre estos delirios de grandeza, grupo que muchos han considerado “la banda geek definitiva” compusieron una canción memorable. Memorable porque el grupo y el tema son la leche – lo reconozco: viajé un día a Londres sólo para verles – no porque lo que la canción cuenta sea algo más que sarama:

La maravillosa voz de Geddy Lee – definida por algunos como “Este chaval tiene la voz del que ha jugado treinta años, día y noche sin parar, a ‘Dragones y Mazmorras’ y por otros como “¡Geddy Lee, quita ya esa platano de mi ojo ciego!” – nos cuenta una parábola en la que los arces (símbolo de Canadá, que esa época tenía un gobierno izquierdoso que escandalizaba al batería del grupo) están molestos con los robles porque la altura y frondosidad de estos últimos les quita toda la luz. Cabreados, montan un sindicato e inician una revolución social cuyo resultado es que… ¡se acaba la opresión y se logra la igualdad entre los árboles gracias a que TODOS han sido talados! Ya ven: los mediocres que aspiran a la igualdad de derechos frente a los seres superiores lo único que conseguirán es la destrucción de la sociedad.

El responsable de esta fábula era el batería del grupo: el bigotón Neil Peart, un devoto seguidor de Ayn Rand, a la cual dedicó el disco ‘2112’, ovra que nos lleva a otra de los temas fundamentales del frikismo…

“Vivimos en una cosa de mundo distópico, pero ya estoy yo aquí para arreglar eso”

Un dos tres responda otra vez: por veinticinco pesetas cada una dígannos pelis/novelas/tebeos frikis que respondan a esa definición. Creo que muchos nos haríamos ricos respondiendo eso. Casi más ricos que si nos preguntasen por historias freaks que NO respondiesen a esa definición.

A esas historias distópicas canónicas pueden sumar dos novelas de Rand: ‘La rebelión de Atlas’ y ‘Anthem’ (a la cual, big fucking surprise, el grupo Rush dedicó una canción). En ‘Anthem’ tenemos un mundo en el que han triunfado las ideas colectivista-socialistas, así que se prohíben los pronombres en primera persona mientras un grupo de poder – que educa estatalmente a los niños que son arrebatados de sus padres - vigila que las personas no tengan ideas individualistas. Lógicamente, la novela nos contará la historia del héroe que, separándose del camino y exponiéndose a la fin, descubre cosas como… ¡la electricidad!

Esta historia es lo que, en esencia, el grupo Rush - ¡otra vez! - cuenta en su canción de 20 minutazos ‘2112’ – cambiando la bombilla por la guitarra eléctrica – y lo que está presente en treinta mil fantasías frikis desde que Luke Skywalker se cargó la Estrella de la fin. Menos mal que Lucas, años después, nos regaló el ‘Episodio III’, con el que resarcirnos de aquella odisea en el que se explicaba como una panda de fanáticos religiosos se lo pasan pipa destruyendo propiedad gubernamental. En ‘La venganza de los Sith’ Lucas explica lo que ya sabíamos: que los Jedi son una pandilla de cosas meapilas a los que nadie ha votado y que bastante poca mano dura ha tenido el bueno de Anakin. palos.

Cierto: como freak es complicado tenerle amor a una sociedad en la que es tan difícil amar. Pero también, si uno lo piensa, es fácil tenerle amor a una sociedad en la que gente físicamente tan poco preparada como nosotros - y capaz de cosas TAN productivas como saberse la cronología de los viajes en el tiempo de Rachel Summers en X-Men – puede lograr sobrevivir. Y hasta disfrutar de la sanidad pública. Una sociedad capaz de acogernos… ¡eso es un logro mayor que inventar la electricidad! Afortunadamente, los sueños de liderar la revolución del individuo contra la sociedad masificada se acaban el día que se consigue amar.

Pero… ¿Y los que no lo consiguen?

“Yo puedo ser un superhéroe”

Como nos dijo el amigho y compañeiro Viruete una vez: “El punto de corte, aquel en el que se pasa a una nueva dimensión del frikismo, es leer cómics de DC”. O sea, que partimos de Marvel como la normalidad freak, pero en ningún momento nos planteamos otro tipo de tebeos que no sean los de superhéroes como esencia del geekismo exacerbado (demostrado en que la comunidad freak ni se enteró del estreno de ese peliculón ‘Adèle y la momia’, ya que era un álbum frances).

Y superhombres inverosímiles era lo que planteaba Rand en sus novelas. Por ello, no es de extrañar que toda una institución como Steve Ditko abrazase los principios del objetivismo mientras estaba dibujando Spiderman. Aunque es en dos obras más personales como ‘The Question’ y ‘Mr. A’ en las que decide dedicarse, en vez de a contar historias, a cascar panfletos objetivistas a los pobres lectores.

Gocen con Mr. A explicando las bondades del dinero ganado honradamente frente a la gente que espera que el estado subvencione su vagancia:

Extasíense con el propio Mr. A explicando la tesis Randiana de que todo es blanco o neցro (“Ayn escribe muy claro: si no la entiendes es porque eres besugo o niegas la realidad”, decían los discípulos de la secta Objetivista) : pocas veces el maniqueísmo infantil de los superhéroes había estado tan justificado por la “alta filosofía”.

Años después, un genio del cómic – pero con cerebro, algo que le faltaba al talentoso Ditko – como Alan Moore aplaudió que Steve intentase “abordar temas profundos” pero lamentaba que se hubiese apuntado, para ello, a una filosofía “que era la fantasía infantil de una nancy. Totalmente risible”. En homenaje a Ditko, Moore creó el personaje de Rorschach:

Lo alucinante fue el grado de aceptación acrítica que un personaje absolutamente taladrado tuvo entre más de un freak. Era algo así como cuando el besugo de Simon Bisley se puso a dibujar Judge Dredd y se quejó de que los guiones de Alan Grant eran “muy intelectuales”. Joer, el jebilongo de Simon quería disfrutar de un fascista como Peich manda, y no sufrir a un guionista rojeras que creó a Judge Dredd para cachondearse del vigilantismo: y es que el friki que ve las cosas en blanco y neցro Randiano no está para cachondeos y sutilezas.

Sobre todo si, siguiendo las doctrinas de Ayn Rand, usamos nuestro libre albedrío para hacer lo que nos venga en gana y ser superhéroes. Sí, amiguitos, como en el mejor capitalismo del sueño americano, si eres un fracasado es porque quieres (o si estás en paro es porque quieres, o si…). Hey, sobre eso hicieron una canción llamada ‘Freewill’ un grupo que… Sabéis de que grupo hablo ¿verdad? Así pues, no es de extrañar que la fantasía del niño pequeño al que zurraban fuese agenciarse un traje de Spiderman con lanzarredes con el que practicar su temible venganza (cuéntenme en ese colectivo).

Y no olvidemos otro aspecto maravilloso del superhéroe de inspiración randiana: en muchas ocasiones, la sociedad reacciona rabiosamente ante ellos (como lo hacían, en la novela de Rand ‘El manantial’ con las creaciones de arquitectura satánica de Howard Roark). Quizá la primera reacción – y la más memorable – sea la del bigotón J. Jonah Jameson contra Spiderman (¡Steve Ditko! ¡Qué coincidencia!) pero, desde entonces, y con la apoteosis en X-Men - ¡toma sublimación del victimismo del freak agredido! – es una tradición que hermana, y mucho, a Rand con los superhéroes.

Pero hablar de Rand y de superhéroes es hablar de… John Galt. Es hablar de LA obra Randiana que ha inspirado las apoteosis más abyectas que el frikismo ha llegado a producir. Antes de llegar a la Gran Iluminación de “¡Anda que si hubiese amado en mi adolescencia los huevones me iba a ver yo el maratón de Pesadilla en Elm Street en los cines Fantasio!”, muchos freaks han (hemos) caído, sin saberlo, en el consumo de diferentes remakes inconfesos de la obra cumbre de Rand: ‘La rebelión de Atlas’ (‘Atlas Shrugged’). Y tal obra capital de la histeria y el malfolladismo merece íntegra la segunda parte de este megapost. Agárrese, porque lo que viene es MUCHO peor.

‘La rebelión de Atlas’

“Hay dos novelas que pueden cambiar la vida de un chaval de catorce años que se dedique a devorar libros: ‘El señor de los anillos’ y ‘La rebelión de Atlas’. Una es una fantasía infantil que, normalmente, suele engendrar una obsesión enfermiza con héroes increíbles que termina degenerando en una madurez emocionalmente dañada y socialmente inválida, creando un ser incapaz de relacionarse con el mundo real. En la otra novela, por supuesto, hay orcos.”

Esta cita del Premio Nobel de economía Paul Krugman – para mí, una de las personas que ha reflexionado más y mejor sobre la crisis actual – resume a la perfección el argumento de ‘La rebelión de Atlas’, pero, por no faltarle todavía más al respeto a la buena de Ayn, reconozco que el resumen “canónico” de su Magnum Opus es TODAVÍA más divertido.

En esencia, de lo que va ‘Atlas Shrugged’ es sobre – again – un mundo distópico en el cual se han impuesto los ideales del colectivismo comunista en todos los países del orbe. ¿El resultado? ¡La quiebra mundial! La protagonista, Dagny Taggart, es una mujer que, oponiéndose al corrupto intervencionismo estatal, intenta hacer negocios de acero y ferrocarriles con las pocas mentes brillantes que quedan en el mundo. Un mundo en el que los “saqueadores” intentan hacerse con las ideas de los pocos genios creativos. Ante este estado de cosas comienzan, de pronto, a desaparecer todas esas personas. Bajo la apariencia de un secuestro, lo único que queda de ellas es la frase repetida por la multitud “¿Quién es John Galt?”. Avanzada la obra, lo descubriremos: John Galt es el gran héroe del Capitalismo que, oculto en un rincón recóndito, ha reunido a todas las grandes mentes del orbe para hacer “LA huelga”. Privando a la sociedad de sus geniales ideas, han logrado “detener el motor del mundo”. Con su credo I SWEAR BY MY LIFE AND MY LOVE OF IT THAT I WILL NEVER LIVE FOR THE SAKE OF ANOTHER MAN, NOR ASK ANOTHER MAN TO LIVE FOR MINE (traducirlo me produce repelús, compréndanme) contemplan cómo se derrumba la sociedad hasta que, al final, salen de su escondite para arreglarlo todo, una vez se ha ido al carallo. La frase final es para enmarcalla: “John Galt alzó su mano y sobre la tierra desolada trazó en el aire el signo del dólar”.

Recientemente, han hecho una película que también ha generado sus buenas dosis de cachondeo. Pasan los años y el argumento de ‘Atlas Shrugged’ sigue siendo una cumbre de la comedia:

Por supuesto, el mejor gag de la película fue que una glorificación del libre mercado como 'Atlas Shrugged' se convirtió en un desastre en taquilla: el propio libre mercado llevó a la ruina a sus productores. Eso sí, no faltó quien sugiriese una forma de completar la TRILOGÍA fílmica:

Cualquier persona con cerebro podría hallar huecos importantes en la argumentación de Rand en esta novela – y eso que dura más de MIL páginas y John Galt se marca un discurso final de casi SETENTA folios – como, por ejemplo, lo siguiente:

Pero ello no supone mayor impedimento a la hora de que peña multimillonaria quiera usar su dinero para construir la utopía de John Galt. Por ejemplo, el dueño de Paypal está dispuesto a edificar, sobre el mar, esta sordidez de satán: un estado independiente sin impuestos ni salario mínimo, ni restricciones sobre el uso de armas y sin demás tontunas rojeras. Un paraíso, vaya.


Y es que hay matices que pierde Rand como que, en su furor individualista, el Capitalismo no puede prescindir de algo que nace de un gigantesco pacto colectivo: el dinero. Por poner sólo un ejemplo. Si a los liberales les hiciesen renunciar a todo aquello que provenga de lo público en su vida se encontrarían con que, por ejemplo, ni siquiera podrían usar carreteras para conducir sus Porsche Cayenne. ¡Pero eso no le interesa al lector del ‘Atlas Shrugged’! Que les recuerden cosas como que “no vivir para otro hombre” implicaría el, por ejemplo, no hacer el esfuerzo de llamar por teléfono a la policía si presencias una violación, supondría un inconveniente muy grande en tu afán desmedido por SER LA leche. O que suele ser poco recomendable ir a la consulta de un médico que, en vez de haber hecho el juramente hipocrático, haya hecho el juramento de John Galt. Así que mejor no tocar las narices.


El caso es que la parábola de ‘La rebelión de Atlas’ ha sido la base de incontables obras de ficción devoradas por el frikismo. Allá vamos con algunas de ellas.

Aquí viene una serie de obras que analizan en base a la idea de que son AynRandianas.

No lo pego porque:

  • El análisis es de las obras, no de la... ejem... ¿filosofía? de esta tipa.
  • No quiero alargar un post ya largo con temas accesorios.
  • No creo que las obras sean AynRandianas (salvo, quizá, "Mad Men"), creo que los guionistas simplemente explotaron el deseo infantil de todo ser inmaduro de sentirse especiales. Es decir, daban al espectador lo mismo que la... ejem... ¿filosofía? de esta tipa, pero conscientemente y por motivos comerciales, no por un desequilibrio hormonal y/o de neurotransmisores. Es decir, camelaban a sus clientes pero no se lo creían.

De todas formas, y por si alguien quiere leerlo, la lista de obras es:

  • Pixar y ‘Los increíbles’
  • “Los videojuegos sí que tienen buenas historias”
  • Bioshock.
  • “Batman es mi Señor, Frank Miller su profeta y a Christopher Nolan no lo echaría de mi cama”
  • Aunque el Randiano sea un cliente… Randiano queda: Iron Man 2
  • El wannafrikismo: las series de televisión “de culto”

Y el artículo sigue:

“Pero, entonces… ¿Puedo ser un freak y estar a salvo de Ayn Rand?”

¡Por supuesto! El frikismo tiene muchas opciones que provocarían tremendo sarpullido a un buen Objetivista. La principal es un monumento como Star Trek: un universo en el que no existe el dinero - ¡anatema! – y que, frente a la clásica falacia lógica Randiana – que le ganó muchos adeptos - de negar el término medio (frente al estado ultrarrepresor estalinista, no queda otra opción que el anarcocapitalismo salvaxe) nos propone un socialismo libertario en el que se provee a cada individuo de los medios para su máximo desarrollo. El egoísmo no existe y los malos son la gente atrasada que sigue creyéndose un Howard Roark de la vida.

La frase crucial antirandiana la pronunciaron Spock y Kirk en ‘La ira de Kahn’:

¡colleja… ovarios de Ayn mientras mis pelos quedan como escarpias! Y antes de que me digan, otra vez, que veo Randianismos donde no los hay, les recuerdo que el señor Roddenberry, en su cutreserie ‘Andromeda’ nos mostraba al grupo – más bien chungo – de los Nietzscheanos que vivían en una base llamada… ¡Ayn Rand! No sólo eso, el mundo de esta ralea se llamaba… Fountainhead (‘El manantial’). Los Randianos – incapaces de aceptar que su filosofía era sólo un pastiche no muy afortunado de varias cosas, entre las que estaba el bigotón de Nietzsche - se cabrearon otra vez con Roddeberry.

El caso es que, en estos tiempos convulsos en los que vivimos, la frase de Spock debería ser la ÚNICA máxima que se plantease cualquier propuesta política: de lo que se trata es de maximizar el bienestar de la mayoría, siempre superior al bienestar de uno solo.

En el terreno de los cómics las opciones no Randianas son más que variadas: si bien los superhéroes son un género peligroso en sí mismo, no dejan de tener ejemplos antirrandianos, como esa frase de Superman “No me dé las gracias: todos formamos un equipo” de tan poco sabor individualista, o ver a Charles Xavier decir a sus niños que, a pesar de todo lo que os puteen, tenéis que jorobaros y ayudarles (aunque me suena que lo decía como que más fino). De todos modos, también fuera del género superheroico hay autores cuyas neuronas han patinado salvajemente. Notorio es el caso de Peter Bagge – una triste sombra de lo que fue, ahora en el partido libertario - y su colaboración con webs objetivistas y utracapitalistas (‘Free Markets, Free Minds’ es su lema). Con la excusa de cachondearse un poquito de Ayn Rand, al final, termina haciendo panfletos objetivistas de no mucha gracia o, lo que es peor, críticas al izquierdismo que se basan en caricaturas tan burdas que hasta Fedeggggico le diría “Peter, un poco más de finura”.

En cualquier caso, lo más seguro es alejarse de América: tamañas chorradas no han logrado prender en el cómic europeo. Y no veo a Esperanza Aguirre haciéndole un guión a Moebius. Sobre todo porque, ahora que Jean Giraud no se endroga, no es tan fácil metérsela doblada.

En conclusión…

Un amigo me dice “Te has puesto a escribir este post ÉPICO… ¡dedicándote a leer a una pensadora ultraderechista!”. Acto seguido, decide sacarme de juerga etílica para que me dedique a cosas mejores en esta vida.

A la mañana siguiente, en plena resaca, veo mis estanterías: cuento 20 cds originales de Rush, 18 tebeos de Frank Miller (y varios se quedaron en mi casa en Vigo), algunos números del Spiderman de Ditko, la serie The Question (que me compré de joven porque me gustaba el dibujo de aquel muñón-man llamado Denys Cowan), algún Peter Bagge post-repruebo… La frase de lanavajaenelojo “Si, a día de hoy, tuvieses 15 años, serías el peor de los darnáis” resuena en mi cerebro más fuerte que la canción de Rush ‘Subdivisions’ (una coplilla sobre que la sociedad estructurada va a apiolar tus maravillosa creatividad y sueños de friki individualista).

Finalmente, me doy cuenta de que, puestos a ser un freak que leyó filosofía hice bien en elegir, en un arrebato del absurdo a un chungo pro estalinista como Sartre: podría haber caído en mis manos un manual de autoayuda disfrazado de “gran epistemología” de Ayn Rand que me dijese “ereslahostiaereslahostia”. Y ya hemos visto que, a esas edades, y sin amar, convencer a la peña no es tan difícil.

Recordad: el buen frikismo es compartir, formar comunidad, dar a conocer cosa poco buenas cinematográficas y que te las den a conocer a ti… Las demás personas son necesarias hasta para Sheldon Cooper: ya sea para jugar al rol o para que, el día que decidan amar contigo, darte cuenta de que sólo la caridad humana te ha permitido sobrevivir alimentándote de Nocilla del Día, tebeos de Batman y canciones de Rush.

(PD: Muchas gracias a Milgrom y SuperSantiego por su colaboración a la hora de destaparme referentes Randianos. Y al excelso escritor Juan Bonilla por facilitarme una copia de su ensayo ‘Los superhéroes de Ayn Rand’: magnífico texto que te impulsa a ser algo más que un mamporrero del teclado a la hora de llenar tantas páginas de Word con estulticias.)
 
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Hay algunas diferencias importantes, Nietzsche es amoral y Rand crea una jovenlandesal a partir de un principio, un código de valores. Yo estoy más de acuerdo con Nietzsche a nivel individual, a nivel de sociedad una jovenlandesal o código de valores en el que se basen las leyes para la convivencia es útil y la de Rand me parece de las mejores.

No estoy de acuerdo, Nietzsche no es amoral más bien al contrario es un jovenlandesalista.Para el lo verdaderamente inmoral es la jovenlandesal cristiana, porque a traves de ella los débiles dominan a los fuertes.Para Nietzsche que un individuo superior someta a uno más débil es algo bueno, es de hecho un acto jovenlandesal y eso explica su combate a fin contra el cristianismo.Sin haber leído a Rand parece evidente que toma algunos cosas de Nietzsche, pero no parece que estuviera dispuesta a ir tan lejos como el, porque para aventurarse en ciertas regiones siempre es necesario pagar un precio.

Un pequeño fragmento

Este libro está hecho para muy pocos lectores. Puede que no viva
aún ninguno de ellos. Esos podrán ser los que comprendan mi Zaratustra;
¿acaso tengo yo derecho a confundirme con aquellos a quienes
hoy se presta atención? Lo que a mí me pertenece es el pasado mañana.
Algunos hombres nacen póstumos.
Las condiciones requeridas para comprender y para comprenderme
luego con necesidad, las conozco demasiado bien. Hay que ser
probo hasta la dureza en las cosas del espíritu para poder soportar sólo
mi seriedad y mi pasión. Hay que estar acostumbrado a vivir en las
montañas, y ver a nuestros pies la perversos locuacidad política y el
egoísmo de los pueblos que la época desarrolla. Hay que hacerse indiferente;
no debe preguntarse si la verdad favorece o perjudica al hombre...
Hay que tener una fuerza de predilección para las cuestiones que
ahora espantan a todos; poseer el valor de las cosas prohibidas, es preciso
estar predestinado al laberinto. De esas soledades hay que hacer
una experiencia. Tener nuevos oídos para una nueva música: nuevos
ojos para las cosas más lejanas; nueva conciencia para verdades hasta
ahora mudas, y la voluntad de la economía en grande estilo; conservar
las propias fuerzas y el propio entusiasmo... hay que respetarse a si
mismo, amarse a sí mismo; absoluta libertad para consigo mismo...
Ahora bien; sólo los forjados así son mis lectores, mis lectores
predestinados; ¿qué me importan los demás? Los demás son simplemente
la humanidad. Se debe ser superior a la humanidad por la fuerza,
por el temple y sobretodo por el desprecio...


Mirémonos de frente. Somos hiperbóreos, y sabemos bastante
bien cuán aparte vivimos. “Ni por tierra ni por mar encontrarás el
camino que conduce a los hiperbóreos.” Píndaro ya sabía esto de nosotros.
Más allá del septentrión, de los hielos, de la fin, se encuentra
nuestra vida, nuestra felicidad... Nosotros hemos descubierto
la felicidad, conocemos el camino, hallamos la salida de muchos milenios
de laberinto. ¿Quién más la encontró? ¿Acaso el hombre moderno?
“Yo no sé ni salir ni entrar; yo soy todo lo que no sabe ni salir
ni entrar” así suspira el hombre moderno... Estábamos aquejados de
esta modernidad, de una paz pútrida, de un compromiso perezoso, de
toda la virtuosidad impura del sí y del no modernos. Semejante tolerancia
y amplitud de corazón, que lo perdona todo porque lo comprende
todo, es para nosotros viento de sirocco. Vale más vivir entre
los hielos que entre las virtudes modernas y otros vientos meridionales...
Fuimos bastante valerosos: no tuvimos clemencia ni para nosotros
ni para los demás; pero por largo tiempo no sabíamos dónde nos
conduciría nuestro valor. Nos volvimos sombríos, nos llamaron fatalistas.
Nuestro fatum era la plenitud, la tensión, la hipertrofia de las
fuerzas. Teníamos sed de rayos y de hechos; estábamos muy lejos de la
felicidad de los débiles, de la abnegación...
 
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