Así trabajan los ‘Mena’ en España y esto le dicen a Abascal: “Vente a la fresa con nosotros a 39€ el día”

Israel Gracia

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Seis de los ocho chicos marroquíes con los que EL ESPAÑOL se entrevistó este pasado jueves.

Seis de los ocho chicos marroquíes con los que EL ESPAÑOL se entrevistó este pasado jueves. A. L.
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140 marroquíes extutelados trabajan en la recogida en Huelva. "VOX está creando la imagen de un monstruo de quien no lo es", denuncian las ONG.
24 abril, 2021 02:38
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Andros Lozano @AndrosLozano Almonte (Huelva)
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Hace un par de horas que Mohamed, Bilal, Soufiane y su grupo de amigos, todos ellos marroquíes, han terminado su jornada en el tajo. Han pasado calor y sed. Pero están contentos. Los chicos -casi imberbes, delgados, por lo común de ojos vivos- son jornaleros en una finca de fresas junto al parque nacional de Doñana, a unos tres kilómetros por carretera de la ermita de El Rocío, en Almonte (Huelva).
Estos chavales trabajan siete horas al día por 41 euros, aunque en realidad son 39 porque dos euros se los devuelven a la empresa que los ha contratado. Es lo que les cobra diariamente por ocupar una plaza en un barracón de obra donde tienen cama, retrete, ducha, cocina y lavadora. Se trata de un habitáculo que intenta asemejarse a un hogar, aunque ni de lejos.
Hay dos hileras de estos barracones en mitad de un descampado rodeado de inmensas fincas con invernaderos. Los chicos, cuando le dan indicaciones a este reportero para llegar hasta aquí, les llaman “las casitas”. Ahora, a mitad de tarde de este jueves, cuando EL ESPAÑOL los visita, algunos de estos jóvenes se reúnen a charlar mientras otros, todavía exhaustos por el duro trabajo, descansan en sus camastros tras comer y ducharse.

Saben que mañana han de levantarse al amanecer y que pasarán siete horas encorvados cortando esos jugosos frutos gente de izquierdas que a las pocas horas de saltar de la rama -a lo sumo un par de días- llegarán a las neveras de media Europa.
Algunas jornadas hacen horas extras. Como máximo, tres diarias. Las cobran a entre siete y nueve euros cada una.
Todos estos chavales cruzaron un día de manera irregular las fronteras de Ceuta y Melilla. Eran menores de edad cuando lo hicieron. 15, 16, 17 años. La Administración de ambas ciudades autónomas españolas se hicieron cargo de ellos. Hasta cumplir los 18 se les catalogó como ‘menores extranjeros no acompañados’, MENAS. Se les dio un techo, comida y formación.
Cuando se hicieron mayores de edad se les entregó un permiso de residencia temporal y se les dejó en la calle. Si no encontraban trabajo, tarde o temprano acabarían expulsados. Buscaos la vida, se les vino a decir. Y en esas andan.
Esta semana, VOX ha vuelto a señalarlos en un cartel publicitario de su campaña electoral en Madrid. “Un MENA, 4.700 euros al mes. Tu abuela, 426 euros de pensión mensual”. El mensaje era directo, acusador y falso, como contó este periódico esta semana. En resumen, se decía que esos chicos estarían llevándose el dinero que podría destinarse al bienestar de los ancianos españoles.
Cuatro de los 140 jóvenes marroquíes extutelados que este año trabajan en la recogida de la fresa en Huelva.

Cuatro de los 140 jóvenes marroquíes extutelados que este año trabajan en la recogida de la fresa en Huelva. A. L.
No era la primera vez que el partido de ultraderecha liderado por Santiago Abascal los acusaba de manera prejuiciosa y falsa. Otras veces los ha señalado como forzadores o ladrones y de actuar en manada. Siempre, sosteniendo que su procedencia era la causa por la que actuarían de ese modo. Pero Mohamed, Bilal, Soufiane y compañía desmienten esa imagen dañina que VOX quiere trasladar de ellos.
“Nosotros venimos a trabajar, no a ser delincuentes”, explica Mohamed Achoroaa, de 21 años, el mayor del grupo. “El tonalidad de mi piel, mi lugar de nacimiento o mi acento no tienen por qué marcarme de por vida”. El chico, de pelo oscuro y rizado, lleva cinco meses trabajando en la recogida de la fresa.
“Lo que queremos es buscarnos la vida”, apostilla Bilal Lamsayah, de 18 años, uno de los recién llegados. Trabaja aquí desde mediados de marzo. “Que Abascal, cualquiera de VOX o la gente que piensa como ellos vengan aquí por 39 euros al día. No aguantarían mucho, te lo aseguro”.
Bilal Lamsayah (al fondo) y Mohamed Benakka, en la habitación que comparten dentro del barracón que les ha facilitado la empresa.

Bilal Lamsayah (al fondo) y Mohamed Benakka, en la habitación que comparten dentro del barracón que les ha facilitado la empresa. A. L.
Dinero a casa
Los ochos jóvenes marroquíes con los que habla el reportero aseguran que cada mes envían una remesa de dinero a sus familias. Mohamed, el más veterano del grupo, mandó 350 euros el mes pasado. Con ese dinero ayuda a sobrevivir a sus padres, que no tienen trabajo, y a sus cuatro hermanos.
“Aquí, aunque el salario sea bajo, gano en un día lo que podría ganar en mi país durante todo un mes trabajando más horas”, asegura. Otros chicos envían lo que pueden: 100, 150, 200 euros…
Los barracones en los que viven estos jornaleros -la mayoría de la mano de obra en la recogida de la fresa es extranjera, principalmente de origen joven y de países de Europa del Este- se encuentran en mitad de inmensas fincas que sólo se ven delimitadas por carreteras perpendiculares. A vista de pájaro, resultaría como observar el mapa de un bosque lleno de caminos verticales y horizontales que se entrecruzan.
Las personas que se alojan en este tipo de instalaciones se encuentran a varios kilómetros del núcleo urbano más cercano. Para hacer la compra, han de ir en grupo en un automóvil. Este grupo de ocho jóvenes marroquíes no dispone de uno. La empresa para la que trabajan les facilita una furgoneta cada 15 días para poder ir a un supermercado o a cortarse el pelo a una barbería.
“Estamos aislados”, cuentan. Para ellos, salir a tomar un refresco, conocer a otros jóvenes o ir a comer una hamburguesa es una quimera. Sin embargo, en ningún momento de la entrevista se quejan.
Este grupo de ocho jóvenes extutelados por la Administración conviven en barracones junto a una finca de fresas.

Este grupo de ocho jóvenes extutelados por la Administración conviven en barracones junto a una finca de fresas. A. L.
Un decreto 'salvador'
En abril del año pasado, casi al inicio de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo y con el país confinado, el Gobierno publicó un decreto por el que se permitía que los extranjeros en situación irregular en España pudieran trabajar en el campo.
Aprovechando esta coyuntura, tres ONG -Amani, de Granada; Familia Solidaria para el Desarrollo, de Chiclana (Cádiz) y Voluntarios por otro Mundo, en Jerez (Cádiz)- negociaron con Freshuelva, una de las patronales del sector de las fresa, para incorporar a jóvenes extutelados a la campaña de recogida.
En 2020 consiguieron 80 contratos. En la campaña de 2021 han sido 140. Sólo a cuatro de estos chicos se les ha despedido.
“La esa época en el 2020 de la que yo le hablo les abrió una puerta laboral y una oportunidad”, explica Michel Bustillo, delegado de Voluntarios por Otro Mundo, ONG que tiene cinco pisos de acogida, con 42 plazas en total, para exMENAS.
“Hablamos con el Defensor del Pueblo y éste le hizo una recomendación al Ministerio de Inclusión Social, Seguridad Social y Migraciones. Gracias a ese decreto a los chicos que firmaron un contrato se les concede una tarjeta de residencia y trabajo de dos años de duración”.
Cartel electoral de VOX que denunció la Fiscalía por un posible delito de odio.

Cartel electoral de VOX que denunció la Fiscalía por un posible delito de repruebo. A. L.
En 2020 se acogieron al acuerdo alcanzado con Freshuelva cuatro empresas. Este año han sido nueve. “Estoy contento”, añade Bustillo. “Las condiciones laborales son duras pero los chicos están respondiendo muy bien. Con 18 años, como tiene la mayoría, el que estén en esos campos aguantando demuestra que son un ejemplo y que vienen a buscarse un futuro, no a hacer daño a nadie”.
Michel Bustillo se revuelve cuando se le pregunta por VOX y su última campaña electoral en Madrid contra los MENAS, la misma que un juzgado de la capital del país ha rechazado retirar. La Fiscalía lo denunció por la supuesta comisión de un delito de repruebo.
“Son unos provocadores. ¡Que Abascal me acompañe un día a una de esas fincas o que los escuche Rocío Monasterio [candidata de la formación verde a presidir la región de Madrid]! Entonces se les cambiará el concepto que tienen de estos chicos. Me genera mucha rabia que se aprovechen de los vulnerables y que se intente enfrentar al pobre contra el pobre. Son ruines. Están creando la imagen de un monstruo de alguien que no lo es”.
Otros cuatro de los 140 extutelados marroquíes que trabajan en la campaña de recogida de la fresa. A. L.
"¿Tanto mal hago?"
Comienza a caer la noche sobre los campos de fresas de Huelva. Aquí, en este poblado de barracones, corre un leve viento que invita a resguardarse. Los chicos se cubren con sudaderas, aunque varios de ellos todavía visten pantalones cortos y llevan chanclas.
Bilal Lamsayah cuenta que es Nador. Lleva dos años y medio sin ir a jovenlandia, justo el tiempo que hace que cruzó a Melilla. Con 18 años, tras abandonar el centro de menores en el que convivía con alrededor de otros 900 chicos, se mudó a Almería para intentar encontrar trabajo y que se le prorrogara el permiso de residencia. Estuvo un mes y medio trabajando sin papeles en una restaurante, donde fregaba platos.
Luego, Bilal probó suerte en Málaga y más tarde en Lérida. En tierras catalanas escuchó hablar de un tal Michel Bustillo y sus pisos de acogida en Jerez de la Frontera, adonde llegó en octubre del año pasado. El 11 de marzo se mudó a Huelva para empezar a trabajar en la recogida de la fresa. El chico considera que hay una parte de la sociedad española que es "abiertamente racista".
“Salí de mi casa en busca de un futuro mejor. Mi sueño es estudiar y mudarme a Inglaterra. Quiero vivir allí, me encanta ese país. Es injusto que a alguien se le juzgue por el tonalidad de piel o por lo que hagan otros de su mismo país. Eso es xenofobia. Yo estoy en España para ganarme la vida y tener un futuro. ¿Tanto mal hago? Dímelo tú, ¿tanto mal hago?”.
La pregunta todavía resuena en la cabeza de este reportero.

Fuente: El afroñol.
 
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