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20 Agosto 2021
ALBERT SANCHIS@asanchisull
¿Os acordáis de esos cementerios de bicicletas que aparecieron en 2018 después de que estallara la burbuja de las bicis compartidas en China? Podría estar ocurriendo de nuevo. En un lugar remoto de la provincia de Chongqing, miles de coches descansan eternamente. Las hierbas sin cortar han comenzado a trepar por la superficie metalizada de lo que hace poco fue una remesa de coches eléctricos con aspiraciones comerciales. Sí, tal espectáculo visual es un cementerio de EVs.
Pero para entender cómo acabaron ahí todos ellos, hay que conocer la historia del gigante chino de Internet Baidu y Panda Auto. Se trata de un operador de alquiler de vehículos eléctricos del fabricante Lifan Group. Juntos lanzaron en 2018 el primer programa piloto de vehículos autónomos compartidos de China. Durante los primeros meses, desplegaron seis vehículos autónomos. El resultado fue decepcionante.
Desde entonces, Panda Auto no ha podido reembolsar los depósitos de los usuarios dentro del período de tiempo acordado. Principalmente, debido a una crisis financiera que vivía la automovilística Lifan, adquirida por Geely Auto Group el año pasado después de acumular deudas de más de 4.000 millones de euros. En febrero de este año, Panda Auto cerraba en medio de una ruina sin precedentes.
La startup de tecnología de automóviles eléctricos se declaró en quiebra. Esto explica cómo lotes enteros de vehículos Lifan 330 EV 01 se pudren en los descampados de Chongqing. Ya parece algo común en China. Los coches eléctricos no vendidos se han convertido en otra reliquia del consumismo abandonado a la oxidación y la putrefacción.