AS BESTAS, turbo-ideología institucional multipremiada

Alex Cosma

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El siguiente análisis se basa no sólo en el visionado de As bestas, sino también en el del documental Santoalla (2016).

Sinopsis: En un pueblo de la Galicia rural, una pareja viajero francesa se encuentra enfrentada a una familia gallega por motivo de una decisión sobre una cuestión medioambiental y/o monetaria.

As bestas ha sido la gran triunfadora del festival de cine español de los Premios Goya. Toda la película destila inquina hacia lo rural; proyecta una imagen oscurantista del mundo rural gallego, de sus gentes y de sus tierras, de todo lo que huela a tradición y cultura popular autóctona. El centro de la acción es Galicia, pero podemos extrapolar sin pudor cualesquiera conclusiones que saquemos a las demás zonas rurales del Reino de España. El director Sorogoyen se apoya en los hechos reales acaecidos en una aldea gallega, Santoalla, para dar veracidad a su historia (que no tienen nada que ver con los hechos originales, pero que al director madrileño le sirve para ocultar las incongruencias de su guion).

Con 17 nominaciones y 9 premios Goya de 2023, As bestas pertenece a una larga saga pseudo-documental:

1-Tierra sin pan de Luis Buñuel.
2-La novela de Delibes y película de Mario Camus, Los Santos Inocentes.
3-La novela de Camilo José Cela y película de Ricardo Franco, La familia de Pascual Duarte.
4-La película de Carlos Saura, El séptimo día, sobre los sucesos de Puerto Hurraco.
5-La serie Fago, de Roberto Bodegas, sobre los sucesos de Fago.
6-La España vacía, viaje por un país que nunca fue, superventas de Sergio del Molino.

Todos ellos forman un elenco de artefactos propagandísticos (algunos de enorme alcance, dado que su magnífico diseño hizo bien su cometido) para decirnos, una vez más, lo deshumanizado, brutal, animalizado, malvado, atrasado, sanguinario, perversos, xenófobo, oprimido y poco culto que es el mundo rural popular.

El expolio histórico del comunal está detrás de la farsa de la cruzada propagandística del Estado para favorecer la idea del campesino arraigado a la tierra y las sociedades rurales tradicionales, como seres salvajes, poco apreciables, inmorales y hasta peligrosos.

Después de las 6 películas y/o documentales mencionados (y otros muchos), ahora vuelven a la carga con “As bestas”. La cultura de la modernidad parece que vuelve a necesitar reafirmar su creencia en la superioridad del mundo urbano-moderno sobre el rural tradicional.

En la película se cargan las tintas, tenebrosamente, sobre las gentes y el mundo rural gallego. Ello lo podemos comprobar en el retrato que se hace de la mayoría de los autóctonos gallegos (curiosamente los que hablan la lengua nativa) y en particular de la familia gallega demonizada protagonista. De igual forma lo podemos constatar en la imagen oscura de ciertos entornos (como el bar que frecuentan los aldeanos, del todo falso). Es evidente que el director ennegrece todo lo que puede la imagen de lo que no se ha adaptado a lo moderno o al progreso.
Puede ser hasta cierto punto entendible pretender mostrar aspectos negativos del mundo rural, pero sólo si no lo falseas y además explicas de donde viene esa degradación, esto es, hay que hablar de las políticas demoledoras procedentes del Estado español, generadas desde su feudo, la gran urbe. Medidas intencionadas provocadoras del despoblamiento y abandono del medio rural, con industrialización forzosa del agro, con la monetarización-bancarización de la actividad rural, y con sus políticas de difusión e imagen creadoras de repruebo o autoodio de lo rural. Pero lo que nunca vemos ni veremos es lo contrario, una exageración de la degradación del sujeto urbanita en relación con el individuo rural idealizado. En la película, te pintan al personaje que viene de la ciudad como un ser consciente, sensible, instruido, ecológico, superior en todo a los personajes rurales. Un retrato tendencioso e interesado que busca denigrar al sujeto rural.

En “As bestas” se plantea el enfrentamiento entre las partes a raíz de la no conformidad del hombre francés para la autorización de la implantación de aerogeneradores en el territorio local (monte comunal). Esta cuestión sí está ocurriendo en la actualidad, los autóctonos de los pueblos están vendiendo sus voluntades a cambio de que la industria energética se expanda destructivamente sobre sus suelos. Pero es claro que a la película no le interesa debatir sobre esta cuestión, y la utiliza exclusivamente para sus objetivos de dramatización; no entra en ningún momento en explicaciones sobre los efectos terriblemente nocivos de todas esas infraestructuras y maquinarias eólicas. Pero no es menos cierto que las políticas del agro, provenientes del Estado (o de la unión de Estados, la Unión Europea) están llevando a los sujetos locales a situaciones límite que, por ejemplo, los lleva a vender toda su historia, su vida y su existencia a las empresas eólicas.

-El individuo francés, aunque foráneo, tiene derechos…

Se puede entender que los gallegos autóctonos se sientan con especial derecho sobre las decisiones de su tierra, llegan a justificar que “porque nosotros estábamos antes aquí”, y llevan parte de razón. El que una persona venga nueva de fuera no le puede otorgar esa capacidad de tener el mismo peso en las decisiones de la comunidad. En la película el individuo francés no se sabe desde cuándo se ha instalado (no puede ser mucho tiempo a tenor de lo que tras*mite su relación con el colectivo local), no se sabe cuáles han sido las motivaciones que le han llevado a esa zona de Galicia, tampoco se dice que sea un individuo que esté ayudando en los trabajos colectivos que se suelen necesitar para mantener el buen estado de la aldea. El director Sorogoyen no toca todos estos asuntos, tan necesarios para poder decir que el francés actúa de manera ejemplar. Todo eso sí se ve, al menos parcialmente en el documental Santoalla (2016).

¿Por qué el director habría de decantarse por una visión tan distorsionadora de lo rural?

Es una línea de actuación que viene de lejos a nivel gubernamental. El director se posiciona en lo cómodo para él, pues atacar a las gentes del rural resulta fácil, dado que es un mundo que está muy desprotegido y, por tanto, golpearlo no supone riesgo. “Gobierno de España” estará feliz pues la gran industria y fondos de inversión están buscando expandir su negocio con las explotaciones agrarias, minerías, y energías llamadas “renovables”, y para ello hay que seguir empujando con el vaciamiento poblacional de todas aquellas zonas, o con el consentimiento de los que queden o repueblen, pero con su beneplácito hacia las nuevas políticas de modernización y digitalización (máximo control y fiscalización de todo bajo el Estado) englobadas bajo el título ECO.

Si nuestro “maestro” cineasta, Rodrigo Sorogoyen, hubiera querido reflejar y hacer mejor justicia a los hechos realmente acaecidos en Santoalla, es decir, si el director hubiera querido ceñirse a la verdad, quizá habría mostrado el conflicto real que allí aconteció, que no fue otro que el interés de los holandeses (franceses en la película) en participar de los beneficios (ánimo de lucro, por tanto) que ese comunal daba de la saca de madera. Pero no ha sido así, sino que el director ha optado por la manipulación de todo, empezando por la manipulación de la historia, que es lo mismo que hace el poder constituido a partir de los aparatos de adoctrinamiento del sistema educativo (ya sean de derechas o de izquierdas, estatales o privados).

Nunca jamás los hechos reales que se dieron en Santoalla serían motivo de subvención por parte del Estado y del Gran Capital, como sí lo ha sido esta película y muchas otras.

Incluso algunos periodistas del mundo del cine se delatan, quizá, seguro, sin ser conscientes, y escriben de la película haciendo paralelismos con otras, como el clásico western El hombre que mató a Liberty Balance, un panfleto apologético propagandístico del Estado y su Estado de Derecho.
 
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Sí, las tensiones con los forasteros existen, y son lógicas (y a veces necesarias e incluso de ellas depende la supervivencia). Sólo no son lógicas en la mente de urbanitas derechohabientes bienestarizados, sobre todo sí son PROGRES, que creen posible un mundo chupiguay sin conflictos.

Es precisamente esa COSMOVSIÓN FLOJA Y HEDONISTA de la HUIDA DEL CONFLICTO la que genera MÁS conflicto, un conflicto más grave aún, porque no se acepta.
 
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