Si de dagas se trata,también habría que mencionar la vizcaína,muy popular por Alatristes y demás gente de mala vida, proclives a resolver sus disputas personales en callejones de forma rápida y con poca luz, dada su facilidad para ocultarla en una bota alta o en la propia capa.
La vizcaína, como todas las navajas, tiene un problema gravísimo: carece de guarda, lo que en un combate contra una daga propiamente dicha limita enormemente la esgrima: no se pueden realizar paradas con ella, por lo que su usuario tiende a recibir peligrosos (e incapacitantes) tajos en las manos. No sólo eso, sino que además, se corre el riesgo de deslizar la mano por la hoja al apuñalar (una herida típica de novato o de mala técnica).
Claro que la ventaja de ocultarla es clara. Una daga medieval (en torno a los 30-40cm, con al menos, 20-23 de hoja) no se lleva discretamente. Aunque es un arma mucho más versátil en combate.
Respecto a la Katzbalger (el nombre viene del origen de la vaina: la piel de algún pobre gato), un arma muy curiosa: cuando proliferan las hojas tipo XVII o XIX, puntiagudas y para buscar huecos en las armaduras, aparece esta arma, que recuerda enormemente a una XII, totalmente medieval.
Hay que tener en cuenta que el portador solía ser (casi en exclusiva) un Landsknetch, un soldado profesional, exepcionalmente alto y grande, con una armadura casi completa (o completa) de una calidad y diseño tal que ni las balas de arcabuz a quemarropa la atravesaban; había que matarlos derribándolos. En ese contexto, y enfrentándose generalmente a hombres desprovistos de protección casi por completo, una hoja recta tiene mucha utilidad: eres casi invulnerable (o invulnerable del todo, ante gentes sin entrenar) y el efecto psicológico es considerable.