Argentina-País versus Francia-Netflix

Israel Gracia

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Investigador CNI
Andrés Palomares.- El equipo de Argentina-País ha vencido a la Francia-Netflix. La Argentina monocolor (blanca, europea o lo que fuera) se ha impuesto a la Francia diversa (casi de color, africanizada).
Aunque estoy a años luz de sentir cualquier atisbo de afición por el fútbol, me alegro del triunfo de la selección argentina en este mundial. Pero justo es aclarar que esta satisfacción concreta tiene exclusivamente su origen y fundamento en aspectos que no guardan relación con el deporte rey en sí. Considero que el deporte espectáculo es una arma de enajenación masiva y concebida y usada contra los pueblos para embrutecerlos y someterlos (en medio de una bateria de otras formas y modalidades de manipulación y control). Pero ese es otro debate.
Se ha hablado, con ocasión del triunfo argentino, de la mayor blancura de piel de los componentes del seleccionado argentino, en llamativo contraste con el equipo contrario en esa final, del origen europeo de los jugadores argentinos (en comparación con el origen africano de la mayoría del equipo contrario). Al margen de esta cuestión, que merece ser matizada, para despejar malentendidos, tópicos y prejuicios, debemos reconocer la oportunidad de haber traído este aspecto del caso al debate. Pero nos centraremos, por ahora, en una de sus facetas.
El aspecto físico (racial o cómo queramos decir), por no ir más lejos, de los jugadores argentinos es ni más ni menos que el reflejo fidedigno de la población argentina, simplificando y sin ponernos exquisitos. Podemos hablar de ello. Pero aquí no hay error ni engaño posible. Que los argentinos, tanto los jugadores aquí mencionados como la población en general, son europeos, o blancos, o medio europeos, o casi blancos o “blancos pero menos”, es otra cuestión, que en otro momento se puede traer a discusión. No es lo que motiva estas líneas.
Pero podemos señalar de paso algún detalle que otro. Si tomamos las fotos de los componentes del equipo argentino para este Mundial, así a ojo de buen cubero he identificado media docena de futbolistas que no encajarían nunca en ninguna clasificación de razas o etnias europeas, por muy “generoso” que uno fuera en la apreciación. Mestizos con poca o mucha sangre indígena. Pero esa es en gran parte la población argentina. Así son los argentinos. Repito que todos los jugadores son, sin dudar, típicamente argentinos (unos claramente de rasgos europeos, otros no tanto).
Lo que ha motivado algunos comentarios sorprendentes y peculiares, por decirlo suave. Incluso el Washington Post se ha preguntado porqué no hay neցros en el equipo argentino, lo que demuestra tanto el grado de ignorancia como los prejuicios del redactor que escribe ese artículo, siguiendo, no hace falta decirlo, las directrices de la línea editorial de este medio de la prensa mainstream. Así está el patio.
Quizás la mejor respuesta a esos comentarios grotescos sobre la composición del conjunto argentino, que algunos encuentran poco “colorido” y variado, sea aquella que ha circulado en las redes recordando oportunamente que el equipo argentino (y por extensión, la propia nación argentina) no es una serie de Netflix.
En efecto, si bien la Argentina “blanca” (o europea, aunque es otro concepto) es un mito que se resiste a desaparecer, tampoco carece el país de una cierta homogeneidad y “coherencia” dentro de esa unidad formada de variados componentes.
Acerca del grado de mestizaje en la Argentina, si nos fuéramos al análisis de ADN de su población tendríamos muchas sorpresas. La insistencia de muchos argentinos sobre sus orígenes europeos traduce una cierta inseguridad personal, no tanto en relación a la veracidad de los mismos, sino a cierto temor de que afloren otros orígenes menos “nobles” en su árbol genealógico. En la Argentina todos (o casi) te dirán (incluso aquellos que físicamente recuerdan al Atahualpa Yupanqui) que tienen un abuelo italiano (y tal no mentirán), pero serán más parcos en cuanto a hablar de su otro abuelo indígena o no europeo.
Pero me estoy alejando del tema real de mi comentario. A dónde quería ir es a lo siguiente. Tomemos como punto de partida para esta reflexión los tres mundiales ganados por la Argentina (1978, 1986 y 2022). No es tanto esa competición en sí la que interesa aquí, sino las fechas en que ocurrieron.
Si observamos cualquier testimonio gráfico del año 1978 encontramos una Argentina que era la misma en 1986, y que hoy, en el año 2022, seguimos reconociendo. Los jugadores argentinos del años 1978, del año 1986 y del año 2022 siguen siendo los mismos. Comparemos las selecciones argentinas de esos años con la actual, y concluiremos que no hay diferencia alguna. Lo mismo que en el ámbito general. Las calles argentinas de hoy no son distintas de las de los años 1978 o 1986. No se aprecia ninguna discrepancia entre las generaciones anteriores y la actual. ¿Podemos decir otro tanto de las selecciones francesas o de otros países europeos? Si comparamos el equipo francés del año 1978 con el actual, el cambio es sorprendente, dramático, brutal. Otro tanto para otros equipos europeos. Esto es lo que nos debe hacer reflexionar. Si ya no lo habíamos hecho anteriormente, vamos tarde. Muy tarde.
Ese es el punto realmente interesante a resaltar y a comentar. La “blancura” o la europeidad (poca, mucha o regular) de los argentinos es otro debate. Lo que nos interesa resaltar aquí es el fenómeno que los europeos en general y los españoles en particular hemos sufrido y que los argentinos (afortunadamente) no conocen, por lo menos de momento. Y eso es el cambio de población, la subversión demográfica, el proceso de sustitución étnica y racial de un pueblo en su propio suelo, un fenómeno masivo, muy rápido y artificialmente creado. Cierto es que si bien el equipo francés está compuesto por un 80% de jovenlandeses, eso todavía no ocurre con la población francesa en general, pero el cambio ya está iniciado, muy avanzado, y tomará pronto una velocidad tal que a la vuelta de una o dos generaciones será entonces cuando la población “francesa” esté compuesta realmente por unos porcentajes parecidos a los de su selección nacional de fútbol actual. En la dirección que va y al ritmo actual, dentro de 50 años Francia habrá desaparecido, porque los blancos serán minorías reducidas a malvivir en enclaves rodeados de una marea de tonalidad.
De momento, los argentinos, sea cual sea el grado de “blancura” que tengan o crean tener, están a salvo de esta caída a los infiernos. Circunstancias de distinta naturaleza parecen dificultar un escenario “a la europa” en ese sentido en breve. Pero que no se descuiden. Los argentinos tienen una fascinación inveterada por todas las modas que llegan de Europa, sea cuales sean estas: políticas, ideológicas, culturales, vestimentarias, musicales… Es su manera de seguir sintiéndose europeos: adoptando todo lo que llega del Viejo Continente, del que se siente hijos lejanos y un tanto huérfanos. No hay más que ver los estragos del feminismo de última generación en la Argentina, los progresos del movimiento LGTB, el tema multiculturalismo que ya ha empezado a aparecer en el debate público, etc…
Los argentinos quieren ser europeos incluso en aquello que no les conviene ni es apropiado para sus propias realidades. En el fondo, algunas élites “intelectuales “argentinas sueñan con tener los mismos problemas que tienen los franceses o los europeos en general. ¿No sería ésta la prueba irrefutable de su europeidad, ya que cometen hasta los mismos errores y tienen las mismas lacras que sus admirados (e idealizados) europeos? Ser europeos aunque fuera a través de los aspectos negativos propios de las sociedades europeas que siempre han ejercido sobre los argentinos una fascinación evidente. Algunos fantasean con ello, se complacen con la idea y tal vez hacen lo posible por conseguirlo.
Los argentinos no solamente dejan que lleguen a su país las modas europeas de todo tipo: las van a buscar. Que tengan cuidado con lo que busquen. Pueden terminar encontrándolo.
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A ver iluso.

Los argentinos no son blancos son etnianos.

Y los españoles y descendientes de españoles son "people of tonalidad" para los americanos, así que no hay caso.
 
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