Manoliko
Será en Octubre
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- 8 Sep 2010
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Una tarde, regresaba de aquel paseo rutinario justo en el momento en que el sol desaparecía tras los montes, el azul del cielo se apagaba y los postreros rayos de luz coloreaban de purpura las nubes. El último tramo del camino, tras*curría por un sendero que bordeaba la ladera de un monte cubierto de pinos, cuyas siluetas se iban oscureciendo conforme el anaranjado resplandor del ocaso se extinguía bajo el firmamento. Acababa de subir la última cuesta del trayecto, tras la cual tan solo quedaba una pendiente hacia abajo. Desde allí se oteaba el parque situado a la entrada del pueblo y los bloques de edificios donde vivía. En ese instante se activó el alumbrado público. El próximo día tendría que apresurarme, aún más, sino quería pasear a oscuras por el monte. Con la llegada del anochecer, las aves silenciaban su canto y la arboleda entera enmudecía. Tan solo el suave rumor de la brisa, acariciando el ramaje de los arboles, competía con el eco en que aquellas lomas tras*formaban los lejanos sonidos de la civilización. Los motores de los coches frente al susurro del viento. La fría luz de las farolas eléctricas frente a las incipientes sombras del bosque.
Aquella relajante quietud parecía invitarme a permanecer más tiempo, como si la ninfa Calipso habitase en aquel paraje, como si me murmurase al oído que allí podría vivir junto a ella, sin preocuparme nunca jamás por nada, para siempre.
Pero toda esa belleza bucólica se tras*formó, de pronto, en una pesadilla.
Probablemente, aquella cosa estuvo allí desde antes de que yo apareciese por el camino; inmóvil, esperándome quizá. Pero no me percaté de su presencia hasta que se movió.
Aquella relajante quietud parecía invitarme a permanecer más tiempo, como si la ninfa Calipso habitase en aquel paraje, como si me murmurase al oído que allí podría vivir junto a ella, sin preocuparme nunca jamás por nada, para siempre.
Pero toda esa belleza bucólica se tras*formó, de pronto, en una pesadilla.
Probablemente, aquella cosa estuvo allí desde antes de que yo apareciese por el camino; inmóvil, esperándome quizá. Pero no me percaté de su presencia hasta que se movió.
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