APOLOGÍA de la GOLFERÍA DANDY.

Markkus

Madmaxista
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Tercios Viejos de Infantería Española.
Aquí dejo la que quizás sea mi mayor aportación a este foro. También es un anticipo del primer libro (dandysmo, golfería, ética y estética del guerrero-filósofo, crítica política, mitología española, auto-biografía y algunas cosas más que estoy perfilando) que espero poder concluir antes de que finalice este año a fin de revolucionar el panorama de las letras en España. Es una aspiración muy alta (Instagram + FB + Twitter + libro publicado pueden trasladar el espíritu de los Tercios Viejos a toda España) pero tengo toda la artillería movilizada en ello. Y es que la nueva época que se está gestando necesita de cronistas que expresen la Tradición y lo presente, la política y la vida de la calle, el bestialismo más neandertal y primitivo con la humanidad más refinada y cultivada.



Hoy me gustaría hablaros de un fenómeno poco conocido entre el gran público español: la golfería internacional rollo Tercio pendenciero español. La golfería, para el sentido artístico del moderno dandy nietzscheano, adquiere profundas connotaciones románticas que le vinculan en la esfera espiritual con la mejor tradición europea y española de golfos y bon vivants. De Baudelaire fumando buena kifa y amando negras a Byron inhalando opio sano pasando por precursores nacionales como Quevedo tirando de ropera a la mínima, Larra amando a España desde el exilio o el Umbral más literariamente descarnado. Así pues, si para los más la golfería se constriñe al estrecho margen del registro de la que de ella han dejado filósofos y poetas, para nosotros es algo inveterado. La arrogancia, osadía y valentía como forma de vida.

Porque golfería no es sino el quehacer nocturno y ocioso del moderno dandy, aquel que Baudelaire definió magistralmente como el último resplandor de heroísmo en las decadencias. Nuestra golfería nos impele a sacar los instintos más agresivos y vitalistas en un denodado ejercicio de negación: negación a ser uno más, negación a dejar correr el devenir sin marcarlo con nuestra genuina impronta, negación a amoldarnos a lo socialmente establecido como ético, negación, en suma, a ser constreñidos a una falsa racionalidad amparada en el mito capitalista del progreso. Es que, aunque vivamos físicamente en ella, nuestro espíritu jamás perteneció a esta época.

La golfería carece de un objeto definido más allá de poseer un fuerte carácter hedonista, pendenciero y mujeriego. Sucede que cuando se vive en el exilio económico tu ego se deshace de los condicionamientos sociales que le impidan materializar sus más atávicos impulsos. Es en ese interregno alejado de la hasta entonces identidad reconocida que el moderno dandy se hace acopio de nuevas experiencias conforme su instinto se va agudizando en el arte de vivir de acuerdo a la bohemia. Una nueva identidad se forja al calor de ellas: una identidad aún más individualizada, propia y abierta a un mundo que no conoce límites. Y es que la golfería del dandy no se trata sólo de ir impecablemente vestido (camisa Muschino marcando corpulencia con buenas golden cadenacas + pantalones Armani + mocasines italianos mandan), llevar a Café Quijano reventando los bajos del BMW al tiempo que se degusta con aristocrático saber la mejor kifa libanesa. Tampoco lo es poseer un permanente estado de ánimo combativo y cuasi místico en su alineación con una mitología propia y heredada que te eleva hasta alcanzar estadíos efervescentes de Humanidad que sólo unos pocos privilegiados están capacitados para experimentar.

La golfería del dandy se define por su capacidad de crear arte a partir de experiencias vitales comunes así como el derecho a traducir una vida terrenal al prosaico lenguaje de una creación humana viva, vitalista y que contempla la existencia tal y como es entendiendo esto último en su sentido más nietzscheano. El dandy y el artista, como diría nuestro gran León Felipe, comen en la misma mesa y con la misma cuchara.

A lo largo de mi periplo como golfo internacional mas siempre de marcado carácter y temperamento (el puñetero TORO encabronado manda) español he frecuentado ambientes muy diversos conociendo a toda suerte de personajes que darían para una novela propia.

Cuando estuve enrolado en la marina mercante como soldador en un portacontenedores (se paga bien y no se trabaja en exceso pese a los shifts de 12 y hasta 14 horas diarias, aunque psicológicamente es más complicado de llevar) nos escapábamos en cada puerto la cuadrilla de desarraigados que allí servíamos (un afgano, dos indios, un frances, un polaco, un croata, un brasileño, un uzbeko y dos italianos) para desfogar nuestros instintos de forma bárbara e intensa. Con aquellos macho cabríoes aparte de fumar una amnesia de querida progenitora, escuchar música de nuestros respectivos países y visitar cada puñetero burdel de medio mundo también aprendí que la diversidad no era en sí misma negativa siempre y cuando nos aunara un espíritu común. A la sazón nociones como camaradería, respeto o compartir pasaron a adquirir una significación plena en mi vida.

En Utrecht tuve una brevísima época de playboy amador de milfs ansiosas de catar macho alfa español joven, violento y temperamental. Fueron dos o tres meses de demigrancia cargados de un desbocado frenesí sensual donde me estuve amando semanalmente a cuarentonas y cincuentonas de mil formas distintas e incluso acometiendo tríos en los que a parte de perder momentáneamente la dignidad (amar con viejas lo supone) me entregué a los excesos del alcohol en sangre, la farlopa manteniendo erecta la platano toda la noche y la kifa compartida con mujeres aparentemente respetables. Nunca antes en mi vida me la habían chupado con tanta maestría y lujuria; y tampoco nunca antes había sometido a los designios de mi nietzscheano falo a tanta casada insatisfecha desprovista de trabas para dejarse penetrar como una lechona.

En Rotterdam trabé amistad con tres chechenos que a parte de llevar una poca licenciosa vida (no daré más detalles) les gustaba tanto o más que a mí el kick-boxing, el tabaco bien impregnado de kifa y las mujeres. Con ellos no sólo adquirí un nivel muy profesional como kickboxer sino que me adentré en una dinámica de la que me costó mucho salir por lo placentera y variada en vivencias que era. So pretexto de salir de fiesta íbamos buscando camorra con el primer grupo de porteros que se ponía bobo coronando las noches de trifulca con unas orgías huevonudas servidas por media docena de pilinguis de las caras y regadas por champan francés y farlopa de la buena. Comprendí desde dentro cómo funcionaba un puñetero clan de caucásicos y no tengo ambages en reconocer que hasta me identifiqué a mí mismo como uno de ellos. Eran leales hasta la fin y compartíamos el mismo desprecio por la sociedad.

En Bruselas tuve al que fue el gran amor de mi vida: Svetlana, una serbia cocainómana cuya belleza y magnetismo de femme fatale estuvo cerca de arrastrarme a la locura. En aquellos días de amor y drojas os juro que el único vínculo sano con la sociedad era el que propiciaba mi trabajo en el puerto de Amberes. Con ella, pese a sacarme 11 años, aprendí a enamorarme como un puñetero adolescente. Incluso me planteé dejarlo todo para retornar a Serbia, su patria y la de mi progenitora, montar un negocio con los ahorros y formar una familia. Fue un amor intenso y efímero: como sólo lo son los genuinos amores. Con ella y una panda de latinos solíamos salir a divertirnos de garito en garito al tiempo que me divertía ejerciendo la pose del mazado malote chuloputas celoso del bienestar de su chica. Cuando descubrió que la engañaba me dejó perdiéndole el rastro. Fue una traición que todavía hoy me atormenta.

Lo de Bolivia ya lo conté en el hilo que enlaza mi firma. Italia, Alemania, Noruega, España: hay mucho más que contar pero me lo voy a ahorrar en este hilo.


Guardo la firme convicción de que si mis ancestros, los temibles veteranos de los Tercios Viejos de Infantería Española vivieran en estos días compartirían modus vivendi conmigo: un estilo de vida profundamente recio y masculino, exigente y sacrificado, alejado de nimiedades emocionales y dependencias empero gratamente satisfactorio por permitirte disponer de una vida fuera de los parámetros comunes.

Y ese es el rollo, sinceramente: generar buen cash entre semana que te permite vivir una vida de dandy marrullero bohemio y errante; un cash obtenido a través del ejercicio de una profesión viril que no admite gaiadas y exige pruebas diarias y tangibles de fortaleza. Luego buen TEMPLO esculpiendo con furia española la mazadura tatuada, buen K-1 para dominar el cotarro, buen Nietzsche con nocturnidad y kifa afgana en el ambiente, comidas a mesa puesta chuleando y si hay mucha testosterona acumulada alguna que otra fruta taladrándole la pepa con contundencia mientras te sueltan lo hijomio que eres.

Y sí, no voy a negar que podría estar carapadreando en plan alfa reinsertado en la sociedad disfrutando de cómo mi pequeño Tercio Nuevo crece y se desarrolla pero eso me convertiría en un tipo de hombre que me aterra ser: el comemierda que la sociedad esclaviza merced de sus vínculos familiares y convierte en pagador de facturas, fiel empleado, consumidor de mercancías y en suma un tipo gris, anodino y sumiso del orden vigente desprovisto de una vida intensa, temeroso de trascender sus propios límites epistemológicos no sea que quiebre el mediocre orden de reproducción de la vida humana que ha construido.

Cuando el acondroplásico empiece a hacerse adolescente tengo pensado traérmelo a Holanda y educarle en la mejor tradición española: la de los exiliados que abandonaron su Patria porque en ella le negaban la GLORIA; la de los españoles con huevonES que blandiendo férreamente la bandera de la Hispanidad (Cruz de Borgoña tatuada en la mazadura manda) aspiran a una Patria digna donde su Pueblo pudiera vivir en paz y armonía. Somos, pues, hijos del retraso social y democrático español. Somos hijos de las injusticias de una clase dirigente mediocre, inepta y ciega para con sus gobernados. Nuestro país tuvo los mejores soldados, pero los peores dirigentes políticos.


Los altivos veteranos de Flandes encuentran su contemporánea expresión en los modernos dandys rollo Alatriste generadores de buen cash internacional con buen BMW en la puerta y la barra en el maletero, buena armadura tatuada, dominio amplio del thai y el kick y hembrotas con las que resarcirse de una vida que jamás nos concede tregua. No seríamos españoles de lo contrario; eso bien lo sabía Quevedo.


Tomad nota betas me gusta la fruta que no tenéis ni fruta idea de cómo vivir.


La Soundtrack no podría ser otra. Café Quijano es la música del dandy. La música de referencia para mecánicas bávaras enfilando con muy mala leche marcando el ritmo dirección Bayonne abandonado su Patria porque en los territorios herejes hay una guerra que librar que exige de soldados españoles bravos, altivos y orgullosos. Este soy yo, hijos de la gran fruta, un hijo espiritual de Larra, Baudelaire y Quevedo. Un español alejado de su Patria pero que jamás la olvida guerreando duro estilo español: combatiendo en minoría, enfrentando enormes retos y desafíos pero movidos por el ORGULLO de saberse los imbatibles, los de mayor empaque, huevones brío, solera y señorío.

[YOUTUBE]o0z1fTtq0W8[/YOUTUBE]


PD2: Si alguno deja el hilo por FC no privaría de este saber a tantos jóvenes TOROS.
 
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