Sannoava
Madmaxista
Antropología, serología y genética de Euskal Herria
"Ni la raza ni el idioma vascos son extraños en el occidente europeo por que se les ve emerger de la raíz misma de la europeidad"
Bernardo Estornés Lasa
Podría decirse que, en términos generales, existe un llamativo contraste entre la escasa divergencia del registro arqueológico de los territorios vascos desde la Prehistoria con relación al reto de áreas de la Europa sudoccidental y la imagen de grupo humano "aislado" que representan las poblaciones vascas desde que se tiene conocimiento histórico de ellas frente a los conjuntos étnicos de las zonas adyacentes. Pareciera que, al menos desde la perspectiva arqueológica, unos ingredientes tan poco disímiles hayan preparado "platos" tan distintos. Es posible que el proceso etnogenésico que ha dado lugar a la nación vascona esté codificado en los penetrales de una lengua sin relaciones claras de parentesco y en la estratigrafía arqueológica de Euskal Herria, pero continúa siendo todavía a día de hoy un código en buena medida sin descifrar.
La lengua vasca: la desazón de la soledad
Quizás parezca algo paradójico, pero siempre se ha considerado que el mismo factor que se representa como nuclear en el "enigma" etnológico vasco, a saber, la lengua, es el que encierra la clave de su solución. De hecho, el resto de caras del problema, a empezar por la antropología, objeto de estas páginas, siempre han estado condicionadas de alguna manera por el hecho lingüístico. Así, cada cierto tiempo se plantean hipótesis distintas que intentan arrojar luz sobre el origen y el parentesco de la nación vasca. Hace unos años, Joaquín Gorrochategui y Joseba A. Lakarra, en el contexto de la defensa de lo necesario de una teoría de la raíz para afrontar tanto el estudio de la lengua moderna como el Protovasco, ofrecían una panorámica de esta cuestión, repasando y sometiendo a una rigurosa crítica las hipótesis aparentemente más serias sobre las posibles relaciones del euskera(1). Las dos principales propuestas a este respecto han sido: a) la vinculación vasco-caucásica: "no hallamos entre el protovasco y el kartvélico ningún isomorfismo, restricción compartida o alternancias paralelas... siendo las sustancias fónicas tan diferentes, el análisis de cualquiera de las lenguas no proporciona luz alguna que pueda iluminar la prehistoria de la otra (...) si Harris encontró grandes diferencias entre la raíz del kartvélico y la del indoeuropeo, las que se pueden hallar entre el kartvélico y la del protovasco son muy superiores, produciéndose en casi cualquier aspecto relacionado con ella, de tal manera que si el análisis comparado de la raíz hubiera siedo tenido en cuenta hubiera debido desanimar o servir de diagnóstico claramente negativo o quienquiera que pusiera en relación ambas familias" y b) la vinculación vasco-euroasiática: "como puede verse, gran parte de las críticas que en su día merecieron Bouda, Lafon y otros por sus arbitrarias segmentaciones de raíces y morfemas en vasco y en los idiomas con los que este era comparado, así como su desprecio de la morfonología e historia del vasco, a nuestro juicio de aplicación para la labor de Morvan con la morfología y fonología vasco euroasiática".
También es necesario hacer mención a la hipótesis-zombi de la vinculación vasco-ibérica: "En su forma clásica, es decir como propuesta de relaciones genéticas directas entre el vasco y el ibérico a una distancia cronológica que haga posible utulizar el vasco en el desciframiento de textos ibéricos, creo que puede considerarse simplemente falsa, pero hemos visto ciertas coincidencias generales interesantes entre el protovasco y el ibérico en el sistema fonológico y en tendencias tipológicas de la gramática.
Personalmente me inclinaría a interpretar esas coincidencias desde el concepto de área tipológica, es decir, como testimonio del desarrollo de una serie de rasgos convergentes en lengua que han ocupado un espacio geográfico contiguo más o menos amplio durante un periodo de tiempo relativamente prolongado, aunque por supuesto no se puede excluir una relación genética de profundidad digamos media, no directamente perceptible pero con un nudo inferior a la macrofamilia"(2). Y lo mismo cabría decir de la vinculación vasco-camítica, asi mismo completamente inconsistente.
Por último, es preciso mencionar la hipótesis de Theo Vennemann sobre el carácter vascoide de la hidronimia paleoeuropea que llegó ha llegado a suscitar el entusiasmo entre diferentes sectores ajenos a la lingüística -incluso el del histórico dirigente de ETA Julen Madariaga- pero decir que ha sido acogida con brutal escepticismo por la comunidad científica es quedarse muy corto. Baste reproducir la conclusión a la que llegan Gorrochategui y Lakarra(3) en su análisis de los diversos trabajos del lingüista holandês: "En consecuencia el ambicioso programa explicativo Vasconic de Venemann falla en numerosos puntos de detalle relativos a las historias conocidas de las lenguas europeas, asi como de la propia lengua vasca, y se asienta en argumentos de circularidad que sólo son resueltos por el autor, único conocedor de los procesos prehistóricos de gran antigüedad, mediante el recurso a reglas de tras*formación inaccesibles al resto de los lingüistas que se apoyan en datos filológicos y hechos empíricos. Aunque en teoría sea razonable pensar que algunos términos europeos mal explicados sean fenómenos de sustrato y que en este marco la lengua vasca pueda arrojar cierta luz, la explicación concreta de los datos dentro de la teoría de Vennemann no añade mayor claridad a términos antes explicados satisfactoriamente dentro de la hipótesis indoeuropea tradicional, ni resuelve los problemas específicos de la prehistoria de la lengua vasca".
En definitiva, la búsqueda de una solución al "enigma" continúa antojándose larga.
Un paseo desde el Protoauriñaciense al medievo
La presencia del "hombre moderno", denominación nada inocente que ha acabado por sustituir a la de "Sapiens sapiens", en el territorio vasco se remonta prácticamente a los primeros momentos en los que han sido constatadas en Europa huellas de esta especie. Sin entrar en la polémica entre el "Edén africano" y el "multi-regionalismo", la aparición en el registro de la facies proto-auriñaciense implica siempre una superposición sobre las capas castelperronienses. Es decir, Ia «tras*ición» entre las culturas arqueológicas adscribibles a neandertal y al "hombre moderno" quiere decir la sustitución étnica de los primeros por los segundos. Es cierto, lo que antes se veia como un corte claro entre el Musteriense neandertal y el Auriñaciense cromañón, se ha revelado como un proceso más complejo en lo cultural y lo cronológico. Pero también es cierto que esa complicación no ha desdibujado el tapiz. La sustitución es radical. El registro tras*icional vasco (cuevas de lsturitz, Santimamiñe, Gastarria, Lezetxiki, Ekain y Labeko Koba, además del yacimiento al aire libre de Le Basté) (4) y el propio auriñaciense se enmarcan en un facies que se prolonga desde los yacimientos galaico-asturicenses hacia la de derechasda atlantica y los Pirineos(5). Para el tema que motiva estas páginas, quizás lo verdaderamente importante a resaltar en una introducción necesariamente telegráfica, dejando de lado los cambios y sus razones, en patrones de asentamiento es que los grupos de “cazadores oportunistas" que controlan la Europa sudoccidental durante los milenios del Paleolítico Superior Inicial comenzarán, si la lecturas del registro no son erradas, un proceso de regionalización apoyado en el desarrollo de un modelo de caza especializada y un aprovechamiento más intensivo y diversificado de las materias primas en territorios más delimitados, (Ekain es un buen ejemplo, paralelo a los más occidentales de Altamira o El Castillo, ya durante el Magdaleniense), proceso que culminará en el Postglaciar, durante el que las relaciones existentes en los periodos anteriores entre espacios regionales disminuyen radicalmente (6). Las consecuencias en términos de biología humana de este proceso son fáciles de deducir. Las nuevas condiciones ecológicas, esencialmente la extensión del bosque templado, coadyuvan a esta intensificación del control territorial y la mayor intensidad en la explotación de los recursos de la pesca apuntan en el mismo sentido. El aislamiento poblacional comienza a influir con fuerza en Ia variación morfológica de los tipos humanos en cada una de las regiones, preludiando los procesos de esta naturaleza mucho más radicales del Neolítico.
El inicio de Ia neolitización del Pais Vasco, ligado al complejo de la Cultura de las cuevas, muy extendido por la peninsula pero ajeno a la tradición cardial, no parece haber implicado la llegada de gentes sino responder más bien a un modelo de difusión cultura(7). Pero será la conformación posterior de la denominada Cultura Pirenaica Vasca (en realidad, parte occidental de un fenómeno cultural que se extiende por todo el Pirineo y posee otro núcleo en el oriente catalán), en la que se conjugan elementos megalíticos con otros del Vaso Campaniforme, la que consolida la tras*formación socioeconómica en sentido agrícola-ganadero. Lo que si parece cierto es que la distribución del grupo occidental de la Cultura Pireinaica encuentra sus límites de una manera casi especular con el ethnos vasco actual: por el oeste los limites de Vizcaya y por el sur el norte riojano, densa en las sierras hasta el alto Aragón y sin rebasar el Ebro, por el norte se extiende por las laderas norte de la cordillera. Esta cultura se prolongará posiblemente hasta el periodo del Hierro, en el que sus cromlechs funerarios presentan una distribución geográfica análoga a las de las precedentes construcciones megaiiticas( 8 ). Sobre estos territorios «arcaizantes» ejercerán su presión grupos indoeuropeos -célticos o no, relacionados con los Campos de Urnas, o no, o con la Cultura Celtibérica, o no, o con el complejo cántabro-autrigón, o no- claramente testimoniada por la toponimia (baste citar los archiconocidos topónimos Deva y Nervión,). Y es muy probable que estas presiones hayan tenido una consecuencia biológico-poblacional en el ethnos vasco, como cabe sospechar, esto se verá en el cuerpo del articulo, del diagnóstico antropológico.
Pero tras estas primeras presiones indoeuropeas se producirá otra, también indoeuropea, pero de naturaleza distinta, Roma, cuya limitada huella etno-biológica, dificil de valorar en términos cuantitativos, parece haberse reducido a los territorios de llanada meridionales. Como es bien sabido, romanización no significó necesariamente colonización masiva, pero si asentamiento de grupos humanos, al menos, "significativos"(9). Y es en las zonas meridionales donde se haya producido también algún asentamiento humano de carácter germánico, de lo que estarían hablando la necrópolis de Pamplona o el topónimo Tafalla ("Taifalia"). Sea como fuere, tras el hundimiento del poder romano las fuentes hablan de los vascones como un grupo que continúa presentando una clara especificidad étnica y cultural, unidas a actividades bélicas que parecen testimoniar una independencia politica (pero es difícil determinar su grado de unificación política, que no parece alto): una lengua propia y pervivencia de cultos tradicionales son los dos elementos princípales sobre los que se basa dicho carácter específico a ojos de los autores que de ellos hablan(10). Pero esa especial caracterización ¿seria argumento suficiente para hablar de su aislamiento étnico en aquel periodo? Así lo podia parecer hasta que el descubrimiento de algunas necrópolis relacionadas con el mundo germánico -y no gótico sino franco, al igual que la necrópolis pamplonesa citada- lo han puesto en duda(11). Se ha sostenido que esas necrópolis están reflejando la militarización de la sociedad vascona en esos momentos, pero la coherencia "aquitana" de los ajuares parecen más bien hablar de grupos norpirenaicos ajenos a la tradición vasca. De ser asi, estariamos ante otro elemento a valorar en la etnogénesis vasca.
Tras la irrupción fiel a la religión del amora en la península o parecen haberse producido movimientos démicos significativos que hayan podido repercutir en la composición étnica del pueblo vasco, salvo los que hayan afectado a la (re)población de la ribera navarra y a Ia consolidación allí del navarro-aragonés, proceso protagonizado, en todo, caso, por gentes procedentes de territorios de profundo sustrato euskalduna. En todo caso, y en lo que se refiere en concreto al nacimiento del núcleo político pamplonés, puede afirmarse que el hecho de que el reino de Pamplona presente indudables ligámenes desde sus orígenes con el pasado gótico no implica que su fundamento étnico no haya sido esencialmente vascón(12).
A partir de la Baja Edad Media Io vasco aparece ya esencialmente «coagulado». La etnogénesis ha cristalizado. Sobre quién conformará desde el punto de vista antropológico el "eje etnogenésico" protagonista de ese proceso es sobre lo que tratará esta contribución.
ANTROPOLOGÍA Y TIPO RACIAL VASCO
La existencia de un tipo racial vasco es algo sobre lo que, a nuestro juicio, no cabe la menor duda, aun cuando se admita que entre Ia actual población vasca de origen autóctono no es este tipo el único que el viajero pueda encontrarse al visitar las tierras de Euskalerria, puesto que convive con otras tipologías raciales existentes tanto en la Peninsula lbérica como en otras partes de Europa; en cualquier caso, y para no ofender a los inquisidores de lo políticamente correcto, podríamos decir que existe cuando menos una morfología humana característica y particular mal que les pese. Este tipo vasco ha sido objeto de estudio en mayor o menor profundidad por la gran mayoría de los antropólogos americanos y europeos, y, como no podría ser de otra manera, por los propios antropólogos vascos. A continuación expondremos varias opiniones relativas a este tipo vasco con el fin de determinar su autonomía tipológica.
En este contexto hay que empezar señalando que no han faltado algunas opiniones en el campo de Ia antropología que han dudado de esa autonomía tipológica, prefiriendo asignar este tipo a una variante de la raza europea mediterránea, por tanto sin categoría suficiente para ser clasificada como una raza aparte. Pero sobre lo que tampoco existe certeza es sobre su orígen, pues para unos este tipo sólo es una variación local del tipo de cromañón cantábrico de raices paleolíticas, mientras que para otros se trata simplemente una evolución particular, en un lugar geográfico determinado, de la raza mediterránea, sobre la que se habrían infiltrado influencias de otras razas europeas. Sobre esta interesantísima cuestión ahondaremos a lo largo de las siguientes páginas.
Historia del descubrimiento de un tipo antropológico
Es conveniente comenzar conociendo si existe una morfología especifica entre el pueblo euskalduna, para lo cual es necesario determinar desde el punto de vista antropológico cómo es este tipo: sería la cara positivá de la moneda. Algo más adelante veremos Ia otra cara, la negativa, es decir, lo que no son los vascos desmontando la mayor parte de las teorías que hoy carecen de fundamento.
a) El Siglo XIX
En 1842 Retzius; poco después del descubrimiento de la utilización del índice cefálico en el estudio de las razas humanas, ideó una atractiva teoría, en cuyo seno los vascos entrarán por primera vez en la historia de la antropología.
El sabio sueco afirmaría que las poblaciones primitivas de Europa eran braquicéfalas de origen asiático que hablaban lenguas aglutinantes y que habían invadido Europa antes de la llegada de los dolicocéfalos indoeuropeos, portadores de lenguas de flexión y de la civilización del Bronce. Concluía que los pueblos actuales cuyas lenguas propias no eran indoeuropeas debían ser los descendientes directos de estos «ceporroides» del Paleolítico y, por consiguiente, ser braquicéfalos. Se trataba de finlandeses y lapones, pero también de los vascos. Llegó a estudiar algunos cráneos, cuya autenticidad hoy en día es más que dudosa, en los que, efectivamente, reconoció que la braquicefalia constituía una característica esencial de los vascos. La aceptación de Pruner-Bey de esta teoría implicó que dominase durante unos años el mundo de la antropología, hasta su refutación tiempo después por Broca.
De hecho cuando Broca(13) se dedicó a verificar experimentalmente la idea de Retzius tomó como base de estudio unos 60 cráneos de vasco-españoles provenientes de un osario situado en Zarauz, una pequeña villa guipuzcoana, en 1862. Su sorpresa fue grande al constatar que la mayor parte de los sujetos estudiados eran dolicocéfalos y que Ios braquicéfalos puros eran realmente escasos, llegando a afirmar que la raza vasca era dolicocéfala y no braquicéfala como afirmaba Retzius. Años más tarde enriquecería la colección de cráneos estudiados con 58 cráneos de vasco-franceses encontrados en el cementerio de la vieja iglesia de Saint-Jean-de Luz. Por el estudio comparativo de las dos series constató junto a la evidencia de la dolicocefalia propia de la vertiente vasca de España la predominancia de la braquicefalia francesa, pero también la existencia en la serie francesa de un tipo dolicocéfalo similar al de la serie de Zarauz.
Achacó la diferencia que separaba las dos ramas del pueblo vasco a circunstancias históricas, en concreto a una migración de grupos vasco-españoles hacia la mitad del siglo V d.C. que se habrían instalado en los valles de la Baja Navarra y de Soule.
Para Broca la situación se resumía de la siguiente manera: los ancestros de los vascos de España habian sido dolicocéfalos, los de los vascos de Francia braquicéfalos; la dolicocefalia observada entre ciertos vasco-franceses seria el resultado de la mezcla que se operó entre las dos fracciones euskarianas tras la emigración. La diferencia de la forma del cráneo seria ella misma muy antigua y anterior a las invasiones indoeuropeas sin que se pudiera sostener con total seguridad la prioridad de un tipo sobre el otro. De todas maneras Broca, sin ser muy claro en este tema, manifestarla una inclinación hacia la tesis ibérica y veria con preferencia entre los vascos españoles elementos menos mezclados y como más próximos a la raíz primitiva, subrayando la semejanza de ciertos sujetos de Zarauz y los hombres de cromañón, encontrando incluso similitudes entre éstos y bereberes, guanches y trogloditas de Vézère, atribuyendo a todos ellos la pertenencia a un mismo tronco racial.
En un trabajo publicado en 1882 Quatrefages y Hamy(14) ya señalaron que los vascos poseían ciertos caracteres particulares que los diferenciaban de los pueblos que los rodeaban y de los cuales los rasgos más característicos eran unos “temporales inflados" y una "cabeza de liebre", caracterización con la que pretendían describir visualmente tanto el aspecto abombado del cráneo como la forma del mentón estrecho y puntiagudo. En un trabajo anterior(15) los definian de la siguiente manera: «La raza vasca es muy notable por la belleza de su tipo, que, gracias a la rareza de cruzamientos, se ha conservado en una pureza sorprendente. Sus principales caracteres son: cráneo redondeado, frente ancha y desarrollada, nariz recta, boca y barbilla finamente dibujadas, cara ovalada más estrecha hacia abajo, ojos, cabellos y cejas negras, tinte moreno y poco colorado, talla media pero perfectamente proporcionada, manos y pies pequeños y bien modelados".
Estas características particulares observadas entre muchos vascos sería el punto de partida en la conformación de la opinión de Collignon(16), un eminente médico militar francés que llegó estudiar unos 220 vasco-franceses, que comparó con los datos antropológicos estudiados por Aranzadi. Escribe Collignon:
"El antropólogo que, viniendo del Bearn o de las Landas, penetra en los cantones vascos, se ve inmediatamente sorprendido por el cambio radical que observa. Muchas veces se ha señalado cuan brusca es la tras*ición entre los vascos y sus vecinos en cuanto a costumbres, a la vista y a su indumentaria. No sólo de un pueblo a otro, sino también de una casa a la vecina, en los barrios de la frontera donde hubo emigración recíproca, se observa con sorpresa una diferencia en todo, según que los habitantes sean vascos o no lo sean... Este tipo, prescindiendo cuidadosamente de lo que las mezclas seculares han podido introducir en él mediante aportación de elementos adventicios así como de pagapensiones, de hijos de funcionarios, etc., se le puede caracterizar del modo siguiente:
En cuanto al cuerpo. -Talla elevada, muy superior a la media francesa en las poblaciones globales de la misma edad. Tórax troncal alargado, ancho en las espaldas, que semejan el tipo cuadrado de las estatuas egipcias; muy desarrollado en su perímetro, que a igualdad de talla, es en varios centímetros más largo que el de cualquier otra raza de Francia. Pelvis recta y recogida, también como en los antiguos egipcios y como en la mayor parte de los bereberes. Curvas raquídeas muy acentuadas, muy flexibles que dan gracia particular a la marcha. Piernas igualmente delgadas.
En cuanto a la cabeza. -Cabeza muy alargada en el sentido vertical antero-posterior. Cráneo sub-braquicéfalo por su índice cefálico que alcanza 83,02 (en vivo), pero largo de adelante hacia atrás en cifras absolutas, prodigiosamente abultado de las sienes, justamente al nivel del punto donde se toma el diámetro tras*versal máximo, característica absolutamente propia de esta raza que permite considerar su braquicefalia como accidental. El cráneo es, además, alto en su diámetro vertical.
La cara es muy larga, muy estrecha y adopta la forma de un triángulo invertido; la frente, estrecha en su parte inferior, es alta y recta. Las arcas zigomáticas, delgadas y tenues le siguen, sin ensanchar sensiblemente la figura que luego se recoge bruscamente para terminar en un mentón extraordinariamente apuntado y en una mandíbula inferior cuyos ángulos posteriores se recogen concéntricamente. En el esqueleto se da uno cuenta de las causas anatómicas a las que obedece esta figura, señalando la gracilidad extraordinaria de los maxilares superiores que parecen hallarse comprimidos en todos los sentidos y reforzados bajo la bóveda craneal, hecho observado por Broca cuando señalaba que las arcadas dentarias tendían a juntarse atrás en ciertos individuos y que, lejos de ser prognatos, algunos de ellos eran opistognatos.
De perfil, la frente es elevada, recta, la glabela sin relieve, la nariz en general aguileña, larga y leptorrina, lo bajo de la figura alargado.
Finalmente, los cabellos son obscuros, ligeramente ondulados, y los ojos, si bien comprendidos en la categoría de morenos, estarian mejor clasificados en una categoria intermedia entre los ojos verdaderamente oscuros y los dichos de tinte medio: son con respecto a los ojos realmente oscuros lo que los cabellos dichos oscuros son con respecto a los cabellos neցros. De la barba yo no sabría decir nada, pues todos van afeitados.
En este conjunto, las dos particularidades chocantes y realmente características son el abultamiento del cráneo al nivel de las sienes y el prodigioso estrechamiento de la cara hacia el mentón. La raza que las presenta no las ha podido tener de ninguna otra raza conocida: se trata, pues, de verdaderos caracteres étnicos, secundarios si se quiere en una clasificación general de las variedades humanas, pero estrictamente distintivos en aquella que los posee".
Collignon también afirmaba que "este tipo de raza particular se encuentra en toda su pureza en más del 41 por ciento de la población". En cualquier caso también es cierto que llegó a la conclusión, compartida por Broca, de la existencia de cierta disparidad entre los vascos de un lado y otro del Pirineo. Para Collignon los vasco-españoles serían más pequeños, más dolicocéfalos y más leptorrinos que los vasco-franceses pero también advirtió que habian semejanzas en el tonalidad de los ojos y el cabello, en la forma de la cara y en la conformación especial del tronco que no permitía el admitir una dualidad racial debido a lo común de muchos de los rasgos de unos y otros. Una vez percibidas estas pequeñas diferencias del tipo vasco-español y vasco-francés llegó a decir que «los puntos por los que los dos pueblos se separan son comunes a los españoles propiamente dichos y a los vascos de España; los puntos por los que todos los vascos se parecen son propios de ellos y sólo pertenecen a ellos mismos". De estas constataciones llegó a la contundente conclusión, no siempre defendida por sus predecesores de que "Existe un verdadero tipo vasco, un tipo de raza perfectamente definido, único en Europa y no existe en ninguna otra parte más que alli". Hay que decir que Collignon ha sido uno de los más acérrimos defensores de la existencia del tipo racial vasco elevando este a la categoría de una auténtica raza, apoyándose principalmente en los caracteres descritos por Quatrefages y Hamy.
Para Deníker(17) el tipo vasco se caracterizaría por la mesocefalia y por su mayor aproximación física a la raza litoral o atlanto-mediterránea.
b) El siglo XX
A finales del siglo XIX Ripley, su obra The Races of Europe“(18), estimaba que los vascos ocupaban un puesto intermedio entre alpinos y mediterráneos, dos de sus tipos raciales europeos básícos (el tercero sería el teutónico), conformando los tres estratos raciales de los Pirineos. Para Ripley los vascos serían el estrato intermedio asentado en las laderas junto a restos mediterráneos que quedaban en los altos valles, siendo rodeados en las llamas y los Iitorales por los alpinos. Ripley deducía el origen mixto de los vascos de una supuesta desarmonía facial.
También la antropología alemana entra en escena. Eiscktedt(19) hace llegar a los vascos del grupo dinárico que habita el fondo Adriático olvidando que aquellos son de cabeza corta, tonalidad muy moreno y mandíbula muy robusta, caracteres sin duda distintos a los que tipifican Ia morfología del tipo vasco. También los enlazaría con los alpinos reiterando su carácter dinárico y con los laponoides. De hecho, reúne en un solo origen todos estos elementos al considerarlos proto-alpinos, no ceporroides. Tampoco resulta de todo claras las consideraciones posteriores en el tiempo, de Günther(20) ya que consideraba a estos como una mezcla no del todo homogénea de mediterráneos, alpinos y nórdicos, quizás influenciado por las opiniones de Aranzadi en sus primeros tiempos o quizás por propia convicción.
El profesor francés Pittard(21), en función de una generalización simplista en base sólo en el índice cefálico, asimilaba a vascos y gallegos en una población cantábrica. Hecho erróneo ya que es preciso dividir esta área en al menos tres regiones antropológicas distintas (gallega, cántabra (castellana) y vasca).
El antropólogo y etnólogo británico Haddon(22) definió a los vascos, a quienes denominaba pirenaicos, como mesocéfalos, atribuyéndoles un origen mezclado de alpinos, mediterráneos y pirenaicos. Los describía de la siguiente forma: "Cabello castaño; piel sonrosada u oscura; estatura 1,66 metros, hombros anchos; esencialmente mesocéfalos (78-82), inclinación a la platicefalia, sienes hinchadas, arcos supra-orbitales marcados pero no la glabela; usualmente bastante marcados; pómulos ligeramente prominentes, ortognatos, cara triangular con mandíbula fina y estrecha; nariz bastante prominente y estrecha; ojos castaños y a menudos verdosos. Esto podría probar el hecho de ser una mezcla de diversos tipos raciales".
En plena Segunda Guerra Mundial, el profesor Henri V. Vallois23, sostiene sobre el pueblo vasco: "El pueblo vasco forma desde hace siglos un grupo autónomo... Su principal carácter es la lengua, muy diferente de las de todos los otros grupos europeos y que es considerada generalmente como el último superviviente de los idiomas hablados en nuestro continente antes de la introducción de las lenguas indoeuropeas. Sus costumbres le clasifican también aparte. Forma, pues, una etnia... Las investigaciones de los antropólogos han demostrado que se diferencian igualmente por sus caracteres físicos.
La forma de la cabeza es característica. Abultado en las sienes, el cráneo presenta una cara larga y delgada que se estrecha gradualmente hacia abajo y termina en un mentón huidizo y apuntado. De donde resulta un aspecto que ha sido designado con el nombre de ”cabeza de liebre”, y no tiene analogía en las otras razas de Francia. A pesar de su abultamiento, la cabeza es bastante Iarga: no es por lo tanto más que moderadamente braquicéfala, con un índice de 83. La frente, recta, se une, casi sin hundimiento sub-nasal, a una nariz delgada y saliente, netamente Ieptorrina. Los cabellos son morenos, obscuros o neցros, siendo excepcionales los rubios. Pero los ojos frecuentemente claros, verdes o castaños.
El aspecto general del cuerpo es también bastante característico. La estatura grande: en mucho superior a la media francesa, esta alcanza 1,67 metros en los vascos puros... Las espaldas, muy rectas y muy elevadas, cubren un pecho en tronco de cono que se continúa en un talle fino y caderas muy estrechas, con piernas más bien delgadas. Las curvas del raquis son muy acentuadas y dan a la marcha una gracia y soltura particulares.
A eso se añade otro carácter: las proporciones de los grupos sanguíneos. En todo el rincón sudoeste de Francia el número de individuos del grupo O es mucho más elevado que en el resto del país, mientras que el del grupo A, y sobre todo B disminuyen".
Sobre esto último incide Vallois: "Se sabe que allá, a caballo sobre Francia y España, vive un pueblo que, desde hace muchos años ha conservado su lengua y sus costumbres, es el de los vascos. No cabe duda que la fórmula tan especial de los grupos sanguíneos del rincón suroeste de Francia se halla en relación con este hecho".
Muy interesante resulta la Opinión de Carleton Coon(24) con respecto a los vascos, que en buena medida coincide con las ideas de Paulette Marquer relativa a la pertenencia de los vascos al tronco mediterráneo, que se ha visto alterado por un elemento braquicéfalo. Pero mientas que para Coon el elemento que alteraría a la base mediterránida de la población vasca sería el dinárico, para Marquer sería el alpino.
Para Coon, repetiremos lo que ya dijimos en su día(25), existen tres hechos básicos a la hora de analizar la antropología física de la población vasca:
"Los vascos son en un sentido amplio mediterréneos a los que se le ha incorporado un elemento braquicéfalo."
«Este elemento braquicéfalo, en su mayor parte pertenecería a la tipología dinárica y sólo en menor proporción alpina. Morfológicamente Ia crania vasca muestra semejanzas con las de las poblaciones serbo-croatas y con las del sur de Alemania."
"Los vascos, por medio de una mezcla interna, solidaridad étnica y por la posesión de un tipo ideal, han desarrollado un tipo fisionómico característico. Los caracteres más típicos serían la prominencia y la estrechez de la nariz, la triangularidad del rostro en el que el mentón termina de forma puntiaguda, las sienes abultadas, mesocefalia y platicefalia."
Coon no estaba de acuerdo con las ideas de Collignon y Montandon, para quienes los vascos franceses habian resultado menos afectados por mezclas modernas que los vascos españoles, pues, para él, la tendencia a un cráneo más redondeado y la mayor frecuencia de ojos claros en los vascos franceses, solo podía explicarse como adquisiciones vía cruces con otras poblaciones circundantes. Los vascos representarían, en general, una mezcla antigua y especializada de elementos mediterráneos y atlanto-mediterráneos con otros de origen nórdico, dinárico y, en menor medida, alpinos. Tanto los elementos atlanto-mediterráneos como los dináricos ya estaban presentes en la Edad del Bronce en aquella zona, donde fueron parcialmente ldentificados con la cultura del vaso campaniforme.
En este elemento dinárico, presente a lo largo de toda la cornisa cantábrica, se quería ver el responsable del "substrato lingüístico vascoide" que se ha creído descubrir en Galicia. Sin embargo, problemas lingüísticos, como ya dijimos, pero también antropológicos e históricos, hacen que se levanten prevenciones hacia la "solución caucásíca". En este contexto, cabría señalar que, de una manera semejante al caso vasco, el tipo céltico de la Edad del Hierro de las Islas Británicas, que tanta analogías presenta con el tipo vasco, parece que se originó en el sur de Alemania a partir de una combinación de elementos nórdicos con elementos dináricos de la Cultura del Vaso Campaniforme, desde donde se trasladó a Inglaterra, lugar donde convergieron con mediterráneos y atlanto-mediterráneos. De este modo, mezclas de razas primarias con ingredientes similares producen razas secundarias, como la vasca, que presentan características similares. Este sería el caso del tipo pirenaico-occidental. Sin embargo, como hemos ido viendo a lo largo de la exposición, sobre esta tipología racial las teorias continúan yendo desde los que, como Aranzadi, ven en el tipo pirenaico-occidental la evolución del tipo de cromañón paleolítico cantábrico hasta los que simplemente niegan su origen en lo cromañón y lo engloban en el stock mediterráneo, como Marquer.
c) Las investigaciones de la antropología peninsular (vasca o no)
Muy importantes serán las aportaciones de la antropología penínsular y en especial de Ia vasca. Aranzadi(26), quien estudió con profundidad el pueblo vasco y cuyas ideas acerca de su origen irán cambiando con el tiempo, siempre lo consideró un pueblo típicamente europeo. Por ejemplo en Les basques dans l'anthropologie de L'Europe(27) afirmaba: "Los vascos no presentan ningún signo de exotismo en relación con los pueblos de Europa occidental; su heterogeneidad no es mayor que la de otros pueplos occidentales; presenta su tipo tan bien definido como los otros pueblos incluidos en la Europa atlántica, que no pueden reducirse a los tres tipos generalmente admitidos (nórdico, mediterráneo y alpino). El antropólogo belga, V. Jacques, estudiando los cráneos descubiertos en Almería por los hermanos Siret, designó este tipo como uno de los de la primera edad del metal, llamándole pirenaico occidental".
Aranzadi, al igual que Hoyos Sainz(28), consideraba el tipo vasco como característicamente mesocéfalo y el foco de este tipo craneal en el norte de España y sur de Francia, y en absoluto una intrusión extraña en la Europa occidental, basándose en sus propios estudios de restos de la antigüedad y sujetos vivos pertenecientes a la rama española del tronco vasco. Aranzadi expuso sus ideas en numerosos artículos, que resumiria de forma sintética en El pueblo euskalduna(29) y en ¿Existe una raza euskara? Sus caracteres antropológicos(30). Al principio Ia diversidad de tipos que encontró entre Ia población viva le llevó a unas conclusiones provisionales: "el actual pueblo vascongado se puede considerar como la unión de un pueblo ibero afín al berberisco y uno boreal que tiene algo de finés y del lapón con mezcla posterior de un pueblo kimri o germano", que más adelante abandonaría completamente. Al final de su vida sostendrá un origen autóctono, por tras*formación progresiva del tipo cantábrico de cromañón ,intuido ya por Broca, si bien no descartará la posibilidad de que dicha tras*formación actuasen también componentes de otros tipos. El primer aspecto de su teoría reposaría en el estudio del sujeto vivo y el segundo sobre el examen de los restos óseos del Neolítico y del Eneolítico de la nación vasca y particularmente por el de los cráneos de la gruta guipuzcoana de Urtiaga.
Muy detallada fue su investigación empírica de la crania vasca y sobre todo sus análisis cefalómetros. En La raza vasca(31) resalto que los vascos en su mayoría son mesocéfalos, de frente metriometope "de frente medianamente ancha con relación al óvalo craneal, casi estrecha con relación a las sienes por abultamiento de estas", de nariz leptorrina, alta y estrecha, rostro estenognato largo y estrecho también pero de perfil recogido, ortognato. Comparativamente con los promedios de otros grupos raciales llegó a la conclusión de que por comparación de los índices vértico modulares-longitudinales la mesocefalia vasca no podía derivar de la mezcla de alpinos y mediterráneos puesto que de hipsicéfalos y ortocéfalos no podían derivarse camecéfalos. "la mesocefalia, el abultamiento de las sienes y de la parte superior del occipital y la postura recogida de la cabeza, son una misma cosa en el fondo original". Estos caracteres son únicamente vascos y serían una combinación típica de la raza pirenaico occidental. Aranzadi llegaría incluso más lejos, ya que llegó a plantear la idea de una evolución local desde la prehistórica. Otro carácter muy particular estudiado por Aranzadi ya en 1900 en su trabajo Tipo y raza en los vascos(32) fue la introversión del basion. El borde anterior del agujero occipital se encontraría como metido hacia adentro, empujando hacia arriba y esto motivaría la postura recogida de la cabeza. La forma estrecha de la cara según él tenía "figura de corazón o de almendra".
Una de las mejores caracterízaciones del tipo vasco de las realizadas por Aranzadi fue la de su trabajo Les Basques dans l'Anthropologie de I'Europe(33):
"Los vascos no presentan ningún signo de exotismo en relación con los pueblos de Europa occidental; su heterogeneidad no es mayor que la de otros pueblos occidentales; presentan un tipo tan bien definido como los otros pueblos establecidos en Europa occidental, que no puede reducirse a Ios tres tipos generalmente admitidos. Su talla no es pequeña, sobre todo en la vertiente del Golfo de Vizcaya, la complexión no es tan morena como ordinariamente se cree(34); el tonalidad más característico de los ojos es un verde con radios castaños, los cabellos son más bien lisos y la barba abundante; hay muchos casos de cejas unidas. Nariz fina, saliente, recta, con cierta frecuencia de convexidad, pero no en forma de 6; los ojos más bien pequeños, pero muy abiertos, boca no grande, labios finos, pero el inferior bien marcado y fuerte, a la manera dinárica, dentición mala, mandíbula estrecha. Perfil facial ortognato y alto. Posición cefálica concentrada sobre un cuello recto por introversión del nasio. Anchos de espaldas, largos de piernas, no estrechos de cadera, pecho fuerte meso-orto y casi tapinocranios, sienes hinchadas por su esferocrotafia (frontal máximo, biaricular máximo), introxobasilares, criptócigos, casi esferometropes, metriometropes, ortometropes, curvooccipitaIes, globiformes o dromiformes. Ortognatos por el índice y los angulos faciales e intrafaciales. Estenognatos (maxilo-cigomático 70, maxilo frontal 94 m., 91 f). Casi Ieptenos. Reinoprosopos (gran altura del triángulo facial). He encontrado algunas analogías con los merovingios, frisones, escoceses, guanches y palafiticos por el cráneo y la cara; pero no como factores exóticos, sino como combinaciones de caracteres occidentales. V. Jacques designó este tipo como uno de los de la primera edad del metal llamándole pirenaico occidental".
Otro autor vasco a tener muy en cuenta José Miguel de Barandiarán(35) quien confirmaría las hipótesis de Aranzadi, aportando más datos. Así, por ejemplo, al indicar que el índice nasal vasco es inferior a la de otros pueblos európidos afirma que "Estos caracteres nasales, asociados a los caracteres craneológicos y grupales, demuestran que los vascos, como los Iapones, los fineses y los magiares son extraños al grupo particular de los indoeuropeos". En otro artículo llegaría a admitir dos tipos vascos caracteristicos. Uno el clásico pirenaico occidental y otro (también característico, pero menos extendido: más pequeño, de fuerte complexión, lanudo, miembros cortos y macizos, cara menos alargada", en cualquier caso, y en nuestra opinión, este no será más que una variedad local de la raza alpina.
Tanto Aranzadi como Barandarian(36) creyeron poder confirmar la idea de que el tipo pirenaico occidental fue la evolución local del hombre vasco en su propio territorio. Una simple evolución interna. Sobre todo se basarian en el estudio de restos prehistóricos como los cráneos de la caverna de Urtiaga uno aziliense y otro magdaleniense. El aziliense "presenta entre otros rasgos de ortognatismo, la rinoprosapia y la estrechez maxilar, caracteres de los más acentuadas del tipo vasco, pudiendo ser considerado en esto como buen indiciador de la raza pirenaica occidental de Victor Jacques". El cráneo I estudiado en 1936 presentará caracteres similares al vasco pero no completamente, considerándose un tipo intermedio, confirmación de "una evolución netamente indigena y local de la raza de Cro-Magnon hacia el tipo vasco".
Otros antropólogos españoles como Miguel Fusté, José Pons o José M. Basabe(37) sostendrian en sus trabajos más recientes acerca del tipo pirenaico-occidental que este tipo debe considerarse aparte del tronco racial mediterráneo, frente a lo defendido en aquellos años por Marquer. Para ello aducían pruebas morfológicas y serológicas: "Resumiendo cuanto antecede relativo a las caracteristicas peculiares en el seno de la misma de una serie de caracteres peculiares, tanto de determinismo genético monómero como polímero, que evidencian su distanciamiento biológico respecto a las demás poblaciones europeas, y ello en número no inferior al que pueda aceptarse para caracterizar a los demás tipos raciales de Europa". Además, defenderían la existencia de un complejo racial prehistórico vasco, confirmando en su estudio sobre la antropología de la población aragonesa la persistencia en ésta de dicha tipología diferenciada de la mediterránea grácil, la alpina y la nórdica:
"La persistencia de elementos atribuibles al tipo pirenaico occidental en el seno de las poblaciones del Pirineo aragonés, algo alejadas de la actual zona de difusión de este elemento racial como es el valle de Tena, puede citarse aqui como ejemplo vivo de otro tipo de acción antropogeográfica atribuible a las regiones montañosas. Nos referimos a la constitución de zonas de aislamiento con elevada endogamia -de isolates según la terminología moderna genética de poblaciones favorable a la conservación de elementos raciales antiguos y dispersos. La correlación entre el citado elemento racial y la cultura dolménica eneolítica en el Pais vasco-navarro (Aranzadi et al. 1919 a, b y Aranzadi 1919), junto con la antes citada presencia de la zona dolménica en el Pirineo aragonés, sugieren la difiusión por esta zona de poblaciones portadores del tipo pirenaico-occidental cuyos representantes habían persistido hasta la actualidad en los altos valles del Pirineo a consecuencia de su relativo aislamiento". "La presencia de la cultura dolménica en el alto Pirineo aragonés y la del elemento pirenaico-occidental entre las poblaciones del mismo, induce a suponer que, tal como ocurrió en el país vasco-navarro, ambos fenómenos pudieron estar relacionados. La persistencia del citado elemento racial entre los actuales pobladores del Pirineo aragonés permite subrayar, además, otra de las características antropogeográficas vinculadas a los núcleos montañosos, cual es la conservación de elementos raciales antiguos. Y quizás sea esta también la explicación que cabe dar a la presencia del centro de dolicocefalia que parecen constituir las zonas montañosas de la provincia de Teruel, donde habría persistido, con menores mezclas que en otras partes, el tipo mediterráneo grácil. Por el contrario, numerosos datos arqueológicos, señalan al amplio valle del Ebro como vía de difusión de contingentes humanos procedentes de allende el Pirineo, y, de acuerdo con ello, cabe suponer que algunas de las diferencias advertidas a propósito de la provincia de Zaragoza como son, por ejemplo, la mayor frecuencia de individuos poco pigmentados y quizás también, el valor algo más elevado del índice cefálico sean debidas a este fenómeno. Las citadas poblaciones ultrapirenáicas traerian quizás consigo, a los elementos alpino y nórdico, este último de complexión clara, que pudieron llegar con las invasiones célticas y germánicas, con suficiente importancia para matizar a la población más antigua, caracterizada por el predominio del tipo racial mediterráneo. Con la asimilación del elemento nórdico y quizás también en cierta medida del alpino, quedarían integrado finalmente el actual racial aragonés, caracterizado por el amplio predominio del citado elemento mediterráneo".
La hipótesis mediterránea de Paulette Marquer
a) Descripción y crítica al "pirenaico-occidental"
Ha sido la antropóloga Paulette Marquer quien ha defendido con más propiedad la pertenencia de los vascos en general al tronco racial mediterráneo y quien, de hecho, ha realizado uno de los trabajos más completos y actualizados sobre el pueblo vasco del que tenemos conocimiento(38). Esta prestigiosa antropóloga defenderá que la población vasco-española es básicamente una variante del tipo mediterráneo, encontrando ciertas diferencias entre los vascos españoles y los vascos franceses. Los vascos españoles tendrían una pilosidad corporal poco desarrollada, los cabellos finos y rectos de un tonalidad castaño oscuro, los ojos serían de pigmentación intermedia aunque con una proporción de ojos claros algo más elevada que la media española(39). Estatura media alta (170 cm.), hombros y caderas anchos conformando un tronco peculiar en forma rectangular. Cuerpo robusto, antebrazo corto en relación al brazo, piernas más bien cortas. Cabeza grande, mesocéfala aun cuando existen núcleos dispersos de braquicéfalos. Cara leptoprosopa o hiperleptoproso, nariz leptorrina o hiperleptorrina y con el perfil ligeramente convexo en muchos casos. Labios delgados y orejas grandes con el lóbulo separado muy frecuentemente.
Por su parte, los vascos franceses presentarían cierta similitud en algunos caracteres morfológicos con respecto a los vascos españoles y solo podria mencionarse diferencias en cuanto a la pigmentación de los ojos ya que serían mucho más frecuentes los iris claros, habría más abundancia de ojos grises o azules(40) y por otro lado habría más individuos con tendencia a la braquicefalia, sobre todo entre las mujeres, hecho que demostraría la mayor participación de la raza alpina entre estos ultimos(41).
En líneas generales el tipo medio del vasco francés estaría caracterizado por un tipo de pilosidad muy reducida; cabellos finos, rectos u ondulados, de tonalidad castaño oscuro o moreno; ojos medianamente pigmentados, verdes o pardoes claros, que variarían hacia el gris o el azul frecuentemente.
Estatura media de 1,69 metros con un busto largo, espaldas anchas y grandes, condicionando un tronco de forma intermedia próxima a la forma rectangular; torax bien desarrollado, de aspecto robusto; miembros superiores cortos y miembros inferiores largos con respecto a la estatura; antebrazos y piernas con tendencia a ser cortos.
Cabeza grande y medianamente larga, débilmente braquicéfalo (82,1); rostro elevado en su altura total, comparativamente más bajo en su altura superior; nariz recta, a veces ligeramente convexa, lepto o hyperleptorrina; labios finos, de anchura algo más marcada en el labio inferior; orejas de buenas dimensiones, con lóbulo a veces suelto a veces adherido al cuello.
Las mujeres presentan el mismo tipo físico, teniendo en cuenta el normal dimorfismo sensual.
En el fondo, para Marquer unos mismos elementos raciales se encontrarían entre los vascos de ambas vertientes, si bien con diferencias en cuanto a Ias proporciones. Marquer es contundente al afirmar que los vascos españoles pertenecen basicamente a la raza mediterránea. El substrato racial básico de la población vasca se compondría de una fuerte mayoria de tipos mediterráneos, especialmente de atlanto-mediterráneos que daría al tipo medio vasco sus principales caracteres, otro elemento a tener en cuenta pero en una proporción ligeramente menor entre los vasco-españoles y mayor entre los vasco-franceses sería el elemento mediterráneo grácil o ibero-insular.(42). Sobre esta base homogénea se irían añadiendo con el tiempo elementos braquicéfalos de rostro ancho y origen alpino(43). Este elemento braquicéfalo solo influenciaría de forma contundente zonas interiores y también pequeñas zonas de Guipúzcoa y Navarra pero en ningún momento haría desaparecer el predominio de las tipologías mediterránidas. De hecho tras analizar un buen número de cráneos de vascos actuales de distintas procedencias comprobó la existencia de una cierta variación en la morfología del cráneo de la población vasca, sobre todo influía notablemente las dimensiones de la bóveda en las series de vascos de Ataun en Guipúzcoa. La morfología del cráneo entre los vascos españoles, siendo algo más específicos y en base a procedimientos métricos y gráficos, podría hacer pensar en la presencia de elementos diferenciales que testimoniarían cierta heterogeneidad en su morfología, pero el análisis de los parámetros estadísticos y de las frecuencias de distribución pone de relieve un agrupamiento de caracteres similares, sintomáticamente de un tipo medio que se puede definir por los siguientes caracteres craneales: una mesocrania que oscila entre el límite inferior y el límite superior de la categoría, con tendencias más o menos libres tendentes hacia la dolicocefalia, sobre todo en Vizcaya o hacia la braquicefalia (Ataun); la bóveda baja, algunas veces de altura media debido a la longitud del cráneo; un rostro siempre ortognato, lepteno o ligeramente meseno. En resumen afirmaría sin rodeos que "por su morfología craneal, el tipo medio se acerca inequívocamente a la raza mediterránea de la que debe representar una de sus variedades".
Así pues, con la convicción de que la raza mediterránea es uno de los elementos raciales más susceptibles de haber contribuido a la formación del pueblo vasco -lo que se vería apoyado por la presencia en los territorios vascos de la Península desde el Eneolítico de elementos de dicha raza- Marquer estudiará cinco grupos de pueblos típicamente mediterráneos. Unos 3.000 cráneos españoles de distintas provincias estudiados por Hoyos Sainz en 1913; 81 cráneos de andaluces publicados por Medina y Barras en 1898; 568 cráneos de portugueses de distintos autores (Barros e Cunha, 1931; Canédo de jovenlandesais y Serra, 1941 y Xavier Y Neto, 1953); 82 cráneos de corsos medidos por M. M. Piquet Thépot y 99 cráneos de sardos examinados por Duckworth en 1911. Comparará todo este material antropológico con sus series de vascos de Guipúzcoa, Vizcaya y Labourd. Los resultados comparativos darian los siguientes resultados: el indice cefálico de los vascos resulta siempre algo más elevado que en el de los demás grupos mediterráneos pero los guipuzcoanos y los vizcainos se acercan a los valores de los andaluces y no son tan distantes a los de los españoles en general. Solo los cráneos franceses de Labourd, con una ligera braquicefalia, se separan del grupo mediterráneo. Los indices de altura de la bóveda revelan algunas diferencias que sitúan a los tres grupos vascos fuera de los grupos mediterráneos. Entre los vascos el cráneo es casi siempre bajo, excepcionalmente se categoriza en el rango medio y solo en el limite en el que este se puede considerar media. Es decir, Marquer admite la existencia de un rasgo diferencial entre mediterráneos y vascos, a saber, los vascos tendrían una bóveda craneal baja y los mediterráneos alta, aunque señala que existe un buen número de cráneos mediterráneos antiguos en los que la bóveda también es baja indicando la posibilidad de que este carácter entre los vascos sea una pervivencia arcaica. Los resultados de los indices frontales aportan poco que reseñar puesto que entre los mediterráneos tan solo se caracterizarían por una frente un poco más larga y menos divergente que entre los vascos aunque el indice fronto-parietal de estos últimos es idéntico al de los andaluces. A nivel de medidas faciales, la cara de los guipuzcoanos es ligeramente más alargada, las dos otras series vascas se integran sin dificultad en el grupo mediterráneo. Los valores nasales son muy homogéneos y traducen casi constantemente la leptorrinia excepto otra vez entre los vascos de Francia que tienden hacia Ia mesorrinia. En resumen para Marquer los vascos se separan de los mediterráneos examinados por una mesocefalia más acentuada, una bóveda más baja y una frente tendente a ser menos alargada. La mayor parte de los otros caracteres son próximos. Nos hace recordar la antropóloga que no hay que olvidar que la raza mediterránea comprende variedades que se diferencian a veces sensiblemente unas de otras y concluye que la participación del elemento mediterráneo en la morfología craneal del cráneo vasco es más que notable; muy acusada entre los vascos españoles, influenciando en menor grado a los vascos franceses. En cualquier caso, la variabilidad de los índices y la heterogeneidad de los porcentajes según las categorías, unidas a las diferencias apuntadas, sugieren la idea de que otro elemento racial distinto al mediterráneo ha entrado en la formación del pueblo vasco, concordando así con opinión de otros antropólogos como Coon o Sauter, siendo para ella más que probable que el elemento racial alpino haya sido el causante de la meso-braquicefalización del cráneo vasco.
Entre los vascos franceses el elemento mediterráneo grácil casi desaparece, mientras que el atlanto-mediterráneo disminuye frente al elemento alpino y el componente dinárico es perceptible. Entre los vascos franceses la fisonomía cambia debido al cuantioso aporte alpino por lo que no hay que suponer una dualidad racial primitiva para explicar estas diferencias. El tipo vasco o pirenaico occidental no sería, así, más que una variedad local (Gautypus de von Eickstedt) de la raza mediterránea alterada por cruces con braquicefalos alpinos y ligeras aportaciones dináricas. No se podría entonces justificar el pensar en una raza especial con caracteres mortológicos y antropométricos suficientes para categorizarla de forma diferente.
b) La "llegada de los alpinos"
¿Cuándo pudo entrar en la composición del pueblo vasco este elemento racial alpino? Todos los indicios apuntan hacia una época relativamente reciente, pero veamos con más detalles esta posibilidad.
Marquer llegó a estudiar una serie de restos humanos prehistóricos de las que caben destacar los cráneos neo-eneolíticos de Peña Forua y Atxeta en Viscaya, Urbiola y Ziñeko-Gurutze en Navarra, Urtiaga en Guipúzcoa, los restos de los dólmenes de Peciña y Alto Huesera en Álava más los famosos cráneos azilienses y magdalenienses de Urtiaga llegando a la conclusión de que todas las evidencias craneológicas apuntaban a que "el elemento mediterráneo, más o menos diversificado en los tipos locales, constituye el fondo más antiguo sobre el que se ha desarrollado poco a poco la morfología de los vascos modernos". Quedarla por determinar cuándo o cómo pudo comenzar el proceso de meso-braquicefalización sobre esta base mediterránea entre los vascos. Los detallados análisis de Marquer la llevan a las siguientes conclusiones:
"El cráneo más antiguo que se conoce pertenecería a finales del Paleolítico superior, o bien a inicios del Mesolítico. Se trataría de un individuo dolicocéfalo de bóveda aplanada en la que el rostro bajo, grande y disarmónico del cráneo, la nariz leptorrina y de orbitas camaeoconcas nos definiría un tipo clásico cromañón en la que quizás habría que considerar como una variedad meridional con caracteres ya algo más evolucionados y un rostro menos arcaico.
"En cuanto a la antropología del Mesolítico esta se basa en el cráneo de un hombre y de la calavera de una mujer de época aziliense y proveniente del mismo yacimiento que el precedente. Teniendo en cuenta el sesso, los dos sujetos poseen una morfología craneal muy próxima, que prueba una incontestable relación racial. Todavía cercanos a su ancestro magdaleniense en muchos caracteres del cráneo cerebral y por tanto acusando herencias cromañoides la dolicocefalia comienza a atenuarse y su rostro evoluciona hacia formas menos anchas. Es en este momento en el que se comienza a notarse la disarmonía facial que se encuentra entre la mayoría de los cráneos vascos actuales. La situación antropológica de estos sujetos mesolíticos no estaria del todo clara. Para Marquer habría una canalización en la morfología de estos tipos hacia las formas mediterráneas como en el caso del hombre de Cuzoul de Gramat o en el caso de los doIicocéfalos de Muge.
"La pequeña serie de restos neo-eneolíticos o quizás eneoIíticos (posiblemente incluso más tardíos llegando al Neolítico) encontrados en las cuatro provincias peninsulares pero especialmente proveniente de restos de los dólmenes de Álava presenta dos grupos algo distintos. Un primer grupo de dolicocéfalos de bóveda alta, cara mesoprosopa, nariz leptorrina y orbitas meso-camaeoconcas que se inscriben en los limites de la raza mediterránea y en la línea probable en la que los hombres de Beaumes-Chaudes conducírían al tipo ibero-insular o mediterráneo grácil por lo que podríamos considerarlos como verdaderos mediterráneos. El segundo grupo, más escaso, sería mesocéfalo o ligeramente braquicéfalo, de bóveda más baja y rostro más alargado. Este se aproximaría por algunos de sus caracteres a ciertos tipos paleo-mesolíticos que podrían representar según Marquer una forma evolucionada local distinta a la del tipo ibero-insular pero todavía mediterránea puesto que tendríamos que tener en cuenta la variabilidad propia de la raza mediterránea, pudiendo ser formas proto-mediterráneas evolucionando hacia un tipo distinto al del ibero-insular. De todas maneras, la evolución del cráneo, al menos la que se manifiesta en aquel momento, no excluye la posibilidad de una débil infiltración alpina ya en aquellos tiempos y que habría sido constatada en numerosos puntos de los Pirineos españoles pudiendo llegar a territorio vasco español en aquellas épocas. En cualquier caso Marquer reconoce que no se puede afirmar en la práctica ningún tipo puramente alpino en tiempos neo-eneoliticos en tierras vasco españolas.
"En el periodo comprendido entre finales del Calcolítico hasta el siglo XVII no existe ninguna referencia antropológica de cráneos vasco-españoles, pero los análisis de series más recientes ponen en evidencia la relación existente entre los vascos actuales, guipuzcoanos y vizcaínos, con las poblaciones de los territorios vascos en la aurora de los tiempos históricos.
Resultaría tentador atribuir los caracteres del tipo craneal actual a una mezcla entre dolicocéfalos y meso-braquicéfalos de los tiempos neo-eneoliticos, ambos pertenecientes a formas mediterráneas, dentro de la variabilidad del espectro de esta raza. Por la lógica comparación del tipo vivo, Marquer cree que los elementos constitutivos son por una parte el atlanto-mediterráneo y el ibero-insular. Los ibero-insulares se habrían diferenciado precozmente y serían la población mayoritaria del neo-eneolítico. Los atlanto-mediterráneos aparecerían más tardíamente y en el caso de la provincia típicamente vasca de Guipúzcoa su influencia sobrepasaria la ibero-insular. Desde este punto de vista, las diferencias que separan al vasco-español del resto de poblaciones peninsulares resultaría de la oposición entre un predominio atlanta-mediterráneo entre los vascos y un predominio ibero-insular entre los españoles. Así, la base racial más influyente e importante entre la población vasca peninsular sería básicamente de origen mediterráneo en su variedad atlanta-mediterránea. Sobre este fondo racial relativamente homogéneo concluye Marquer que se sobrepuso en una época reciente, sin especificar, un aporte alpino, cuya acción parece superficial en general salvo localizadamente entre los vasco españoles, estando más extendida entre los vascos franceses. Las semejanzas que unen a los vascos de Ataun a los de San Juan de Luz sugieren la posibilidad de divergencias principales que separarían sin diferenciarlos totalmente al vasco español del francés.
c) El análisis tipológico de Marquer
Tras repasar las opiniones de autores precedentes Marquer se adentra en su propio análisis de las tipologías raciales presentes en la etnia vasca, en el que sigue el método de Schlaginhaufen, prefiriéndolo a los de Von Eickstedt, Stolhyvo, Wanke-Czekanovski y Hooton. Así, procede a estudiar sus series masculinas en función de seis caracteres físicos: talla (bajos, medios-bajos, medios-altos y altos); índice facial morfológico (hypereurvprosopes, euryprosopes, mesoprosopes, leptoprosopes y hyperleptoprosopes); índice nasal (hyperleptorrinos, leptorrinos, mesorrinos y platirrinos); tonalidad del cabello (rubios y castaños claros, castaños oscuros y morenos); tonalidad de los ojos (azules y grises, verdes y pardoes claros y pardoes oscuros y neցros). Las razas definidas serían Ia atlanto-mediterránea, ibero-insular, alpina, dinárica y nórdica. Así un tipo puro atlanto-mediterráneo, por ejemplo, estaría definido por la talla alta, dolicocefalia, leptoprosopia, Ieptorrinia, cabello castaño oscuro y ojos pardoes oscuros. Aunque podría haber tipos no puros que pudieran carecer de uno de estos 6 caracteres típicos, como por ejemplo sería el caso de un atlanto-mediterráneo de ojos grises. Entre los 483 vascos españoles que estudió encontró unas 175 combinaciones de caracteres, mientras que entre los 205 vascos franceses 143 combinaciones. Por lo que respecta a tipos puros encontró que entre los vascos españoles estudiados habría un 18,2% de atlanto-mediterráneos, un 2,4% de ibero-insulares, un 3,9% de alpinos, un 0,8% de dináricos y un 0,2% de nórdicos; entre los vascos franceses un 6,3% de atlanto-mediterráneos, un 0,4% de ibero-insulares, un 13,1% de alpinos, un 1,9% de dináricos y un 0,4% de nórdicos. En cuanto a los tipos predominantemente de un tipo, es decir, a los que falta uno de los 6 caracteres que definirian a un tipo, teniendo 5 caracteres definitorios(44) obtendría entre los vascos españoles un 35,2 % de atlanto-mediterráneos y un 31,2% entre los vascos franceses; un 32% de ibero-insulares entre los vascos españoles y un 9,3% entre los vascos franceses; un 23,3% de alpinos entre los vascos españoles y un 33,5% entre los vascos franceses, un 8,4% de dináricos entre los vascos españoles y un 20,9% entre los vascos franceses y finalmente un 2,1% de nórdicos entre los vascos españoles y un 5,2% entre los vascos franceses. Asi pues el análisis tipológico confirmaría el esquema que plantea Marquer para explicar la etnogenia comparada de vascos españoles y franceses: predominio atlanto-mediterraneo muy débilmente influenciado por un elemento alpino entre los primeros; yuxtaposición de un aporte alpino predominante y un aporte atlanto-mediterráneo menos marcado y con una Iigera infiltración dinárica en los segundos.
En cuanto a la repartición geográfica de los tipos los atlanto-mediterráneos predominarían en Guipúzcoa y Vizcaya (por desgracia Álava quedaría prácticamente fuera del estudio por falta de material), disminuirían en la Navarra española y obtendrían menor presencia en las provincias francesas, especialmente en Soule. Paralelamente a este movimiento, se percibe un aumento regular de alpinos de Oeste a Este: poco representados en Vizcaya, van aumentando ligeramente en Guipúzcoa y sobre todo en Navarra y mucho más en Labourd y en la Baja Navarra para llegar a su máxima presencia en Soule. El elemento nórdico tanto en Guipúzcoa como en Vizcaya sería poco numeroso y algo mayor en las provincias francesas.
Para resumir Marquer concluiría: "Este proceso de etnogénesis define la posición que le podemos atribuir a los vascos dentro de la nomenclatura clásica de las razas europeas. El tipo ”vasco” de otros autores franceses o ”pirenaico-occidental” de los autores españoles debe ser considerado como una variedad regional de la gran raza mediterránea, más o menos alterada por cruzamientos con braquicéfalos alpinos. Su formación ni difiere apenas de la de la mayor parte de las poblaciones de la Europa meridional y sus caracteres no son suficientes para que podamos hablar a propósito de una raza especial".
Algunas matizaciones a la "hipótesis mediterránea"
Sea como fuere, resulta incontestable que en los territorios vascos existe una importante proporción de población que responde a un "tipo" que presenta una especificidad morfológica particular, un tipo que, si bien por pigmentación, estatura e indice cefálico podría encuadrarse dentro del complejo racial mediterráneo -aun cuando habría que asumir una cierta relajación en la caracterización de esta tipología racial europea-, posee unas características propias que lo alejarían de esta tipología, tales como las sienes abultadas, la nariz prominente, alargada y a menudo convexa, un maxilar superior retraído con la forma del maxilar inferior pequeño y grácil conforman un mentón puntiagudo e incluso con una proporción elevada de individuos de ojos despigmentados. Además de estas particularidades morfológicas se debe tener presente una conformación serológica muy característica y unas peculiaridades genéticas que en cierta medida, si bien no podrían separarlos del tronco racial mediterráneo desde el punto de vista de la antropología física, sí que lo diferencian con la claridad suficiente, en nuestra opinión, para poder hablar de un tipo morfológica, serológica y genéticamente diferenciado, aunque se pudiera encuadrar en el complejo racial mediterráneo, dando a este concepto un sentido muy amplio.
No obstante, no hay que perder de vista que en el ámbito de la antropología física, como en el de otras ciencias, el paradigma interpretativo y la sistemática seguida pueden ofrecer paisajes muy diferentes. A veces el árbol no permite ver el bosque o viceversa. La elección de unos rasgos y el desechar otros para realizar estadísticas condiciona la imagen final. O la forma de entender la propia formación de los tipos raciales asumidos. O su propia definición, laxa hasta decir hasta en lo que, más que una raza, o un tipo, ha sido denominada a menudo como "complejo mediterráneo", en el que pareciera que todo cabe (desde esbeltas y muy pigmentadas poblaciones nilóticas hasta pesados tipos británicos bastante despigmentados). Así, es posible establecer la existencia de un tipo predominante en una población, en función de unos rasgos determinados, en el caso vasco, los que se han mencionado en el párrafo anterior, más otros, para reconocer el tipo pirenaico-occidental, pero también es lícito agrupar los individuos de esa misma población en función de tipos (o razas) aisladas previamente usando unas combinaciones de rasgos propias (las cinco subrazas európidas convencionales), obviando el tipo aislado, el pirenaico-occidental, aislado de la manera antedicha, considerándolo como una combinación casual, pero estadísticamente relevante, de rasgos propios de los cinco tipos que se consideran verdaderamente existentes. Con este pequeño galimatías queremos decir que no son necesariamente excluyentes las conclusiones alcanzadas en función de perspectivas y metodologías distintas y que el hecho de que desde un enfoque determinado se puedan aislar distintos componentes raciales európidos no excluye que se haya formado y, por tanto exista, un tipo (¿subraza?) particular en un espacio determinado sobre todos o parte (o a parte...) de esos elementos.
De este modo, insistimos, a dia de hoy es incontestable que el tipo pirenaico-occidental existe y si bien se podría considerar un mediterráneo alterado por influjos dináricos y/o alpinos, ha conformado unas características genético-serológicas específicas posiblemente vía deriva genética debido a cierto aislamiento geográfico y que puede llegar a alcanzar hasta un 40% de la población en muchas zonas o comarcas del País Vasco y del norte de Navarra. Un tipo cuyo mapa de distribución no coincide exactamente con los territorios estrictamente vascos, ya que se extendería por zonas de Santander, pequeñas áreas de Burgos y La Rioja y en algunas zonas pirenaicas de Aragón e incluso de la Cataluña pirenaico-occidental. Por otro lado entre las poblaciones vascas existe una representación notable de otros tipos raciales europeos, siendo el mediterráneo clásico el segundo en importancia numérica, casi tan numeroso y extendido como el pirenaico occidental entre la población vasca peninsular y la alpina entre la continental. En Guipúzcoa, en su parte sureste y sobre todo en la Sierra de Aralar hay un notable centro de concentración de braquicéfalos de tipología alpina. Los tipos nórdicos más o menos puros no son frecuentes pero existen(45). Pero en cualquier caso Guipúzcoa es una de las provincias vascas con mayor índice de despigmentación de la peninsula (16% de rubios y 22% de ojos azules según Luis Sánchez(46)), en Álava y en Vizcaya la despigmentación es, sin embargo, menor. En Vizcaya los tipos despigmentados y alpinos se presentan en menor medida debido posiblemente a estar esta provincia más alejada del paso de las invasiones procedentes de Europa y es más común en esta provincia el tipo pirenaico-occidental y el mediterráneo, siendo más acusada la dolicocefalia y la pigmentación algo más oscura. Álava es también una provincia donde la raza mediterránea está bien representada, sobre todo en la mitad sur, siendo menor la participación del tipo pirenaico-occidental, además de elementos dálicos y alpinos. Es, así mismo, la provincia con un indice cefálico más elevado. En Navarra el tipo pirenaico-occidental es muy numeroso en la mitad norte, llegando incluso a ser el tipo racial predominante en muchas zonas, donde los ojos y el pelo claro son relativamente frecuentes, quizás por haber recibido una mayor influencia céltica aunque también es notable la presencia de dálicos (que habrán contribuido a aumentar el número de rubios o castaño claros y los ojos azules, verdes o garzos) y alpinos, de hecho en Navarra encontramos un núcleo braquicéfalo alpino muy compacto que comparte con Guipúzcoa asi como también está muy representado en la Sierra de Andía; la mitad sur de Navarra es mucho más mediterránea, siendo este elemento el predominante aun cuando todavía se encuentran elementos raciales pirenaico-occidentales. A pesar de este predominio del tipo racial mediterráneo, existe también una relativa despigmentación en el extremo sur, posiblemente debida a influencia aragonesa, región particularmente despigmentada. Es característica de Navarra la relativa abundancia de individuos de pelo oscuro con ojos claros, rasgo muy típico, los ojos azules de hecho superan en esta provincia el 24% según las estadísticas de Luis Sánchez. En cuanto a los vascos franceses, presentan respecto a los españoles diferencias notables, pues entre ellos predomína el tipo alpino, siendo el pirenaico-occidental menor, y más aún el mediterráneo, mientras que el blondismo de la parte francesa es algo superior al de los vascos españoles. Collignon encontró un 22% de ojos azules, 44% de ojos intermedios y un 34% de ojos oscuros. Pelo neցro un 7%, castaño un 77% y rubio un 16%.
En resumen, la innegable existencia del tipo pirenaíco-occidental, que presenta varios rasgos que se sitúan fuera del espectro formal de lo "mediterráneo", la existencia de un considerable y extendido componente alpino y los elevados porcentajes de cabellos y ojos despigmentados, son hechos lo suficientemente significativos como para, al menos, poner en cuarentena la "hipótesis mediterránea".
II. TEORÍAS SOBRE EL ORIGEN DE LOS VASCOS O LO QUE NO SON LOS VASCOS
El origen del pueblo vasco ha dado pie a muchas elucubraciones. No estará falto de interés un repaso por las teorías que han ido encontrando mayor eco a través de los tiempos, junto a una exposición de los motivos que las invalidan a la luz de la antropología o de la serología y a la genética.
a) el cantabrísmo
La primera que podriamos nombrar es la del cantabrísmo que fue una de las primeras orientaciones que surgieron por algunos eruditos que estudiaron las guerras cántabro-romanas sobre todo al encuadrar el escenario de estas guerras en el territorio vasco o en parte de este territorio y por participantes de estas guerras al propio pueblo vasco. El hecho incontestable es que por las diferencias raciológicas entre el tipo vasco y el cántabro (castellano) ambos pueblos no tienen relación. El tipo cántabro característico es según Hoyos Sainz, a quien siguen otros antropólogos, "de cabeza, y más de cráneo, redondos y globulosos, a lo que contribuye el aplastamiento dela región posterior del colodrillo, la anchura de la frente y la amplia de la base en la cabeza"(47). Las morfologías craneales son totalmente distintas, pues el cántabro, con su cráneo esferoide y braquicéfalo y su llamativo cogote cortado como tallado a golpe de hacha es totalmente opuesto al tipo mesocéfalo alargado vasco, en el que la existencia del probole occipital contrasta por la norma posterior con los cráneos montañeses. Este simple hecho antropológico bastaría para negar las tesis del cantabrismo, aunque otras pruebas tanto serológicas como genéticas en las que no entraremos -baste mencionar el alto porcentaje de individuos de haplogrupo R1b entre los vascos (85%) y mucho más bajo entre los montañeses (55%) -abundan en el mismo sentido.
"Ni la raza ni el idioma vascos son extraños en el occidente europeo por que se les ve emerger de la raíz misma de la europeidad"
Bernardo Estornés Lasa
Podría decirse que, en términos generales, existe un llamativo contraste entre la escasa divergencia del registro arqueológico de los territorios vascos desde la Prehistoria con relación al reto de áreas de la Europa sudoccidental y la imagen de grupo humano "aislado" que representan las poblaciones vascas desde que se tiene conocimiento histórico de ellas frente a los conjuntos étnicos de las zonas adyacentes. Pareciera que, al menos desde la perspectiva arqueológica, unos ingredientes tan poco disímiles hayan preparado "platos" tan distintos. Es posible que el proceso etnogenésico que ha dado lugar a la nación vascona esté codificado en los penetrales de una lengua sin relaciones claras de parentesco y en la estratigrafía arqueológica de Euskal Herria, pero continúa siendo todavía a día de hoy un código en buena medida sin descifrar.
La lengua vasca: la desazón de la soledad
Quizás parezca algo paradójico, pero siempre se ha considerado que el mismo factor que se representa como nuclear en el "enigma" etnológico vasco, a saber, la lengua, es el que encierra la clave de su solución. De hecho, el resto de caras del problema, a empezar por la antropología, objeto de estas páginas, siempre han estado condicionadas de alguna manera por el hecho lingüístico. Así, cada cierto tiempo se plantean hipótesis distintas que intentan arrojar luz sobre el origen y el parentesco de la nación vasca. Hace unos años, Joaquín Gorrochategui y Joseba A. Lakarra, en el contexto de la defensa de lo necesario de una teoría de la raíz para afrontar tanto el estudio de la lengua moderna como el Protovasco, ofrecían una panorámica de esta cuestión, repasando y sometiendo a una rigurosa crítica las hipótesis aparentemente más serias sobre las posibles relaciones del euskera(1). Las dos principales propuestas a este respecto han sido: a) la vinculación vasco-caucásica: "no hallamos entre el protovasco y el kartvélico ningún isomorfismo, restricción compartida o alternancias paralelas... siendo las sustancias fónicas tan diferentes, el análisis de cualquiera de las lenguas no proporciona luz alguna que pueda iluminar la prehistoria de la otra (...) si Harris encontró grandes diferencias entre la raíz del kartvélico y la del indoeuropeo, las que se pueden hallar entre el kartvélico y la del protovasco son muy superiores, produciéndose en casi cualquier aspecto relacionado con ella, de tal manera que si el análisis comparado de la raíz hubiera siedo tenido en cuenta hubiera debido desanimar o servir de diagnóstico claramente negativo o quienquiera que pusiera en relación ambas familias" y b) la vinculación vasco-euroasiática: "como puede verse, gran parte de las críticas que en su día merecieron Bouda, Lafon y otros por sus arbitrarias segmentaciones de raíces y morfemas en vasco y en los idiomas con los que este era comparado, así como su desprecio de la morfonología e historia del vasco, a nuestro juicio de aplicación para la labor de Morvan con la morfología y fonología vasco euroasiática".
También es necesario hacer mención a la hipótesis-zombi de la vinculación vasco-ibérica: "En su forma clásica, es decir como propuesta de relaciones genéticas directas entre el vasco y el ibérico a una distancia cronológica que haga posible utulizar el vasco en el desciframiento de textos ibéricos, creo que puede considerarse simplemente falsa, pero hemos visto ciertas coincidencias generales interesantes entre el protovasco y el ibérico en el sistema fonológico y en tendencias tipológicas de la gramática.
Personalmente me inclinaría a interpretar esas coincidencias desde el concepto de área tipológica, es decir, como testimonio del desarrollo de una serie de rasgos convergentes en lengua que han ocupado un espacio geográfico contiguo más o menos amplio durante un periodo de tiempo relativamente prolongado, aunque por supuesto no se puede excluir una relación genética de profundidad digamos media, no directamente perceptible pero con un nudo inferior a la macrofamilia"(2). Y lo mismo cabría decir de la vinculación vasco-camítica, asi mismo completamente inconsistente.
Por último, es preciso mencionar la hipótesis de Theo Vennemann sobre el carácter vascoide de la hidronimia paleoeuropea que llegó ha llegado a suscitar el entusiasmo entre diferentes sectores ajenos a la lingüística -incluso el del histórico dirigente de ETA Julen Madariaga- pero decir que ha sido acogida con brutal escepticismo por la comunidad científica es quedarse muy corto. Baste reproducir la conclusión a la que llegan Gorrochategui y Lakarra(3) en su análisis de los diversos trabajos del lingüista holandês: "En consecuencia el ambicioso programa explicativo Vasconic de Venemann falla en numerosos puntos de detalle relativos a las historias conocidas de las lenguas europeas, asi como de la propia lengua vasca, y se asienta en argumentos de circularidad que sólo son resueltos por el autor, único conocedor de los procesos prehistóricos de gran antigüedad, mediante el recurso a reglas de tras*formación inaccesibles al resto de los lingüistas que se apoyan en datos filológicos y hechos empíricos. Aunque en teoría sea razonable pensar que algunos términos europeos mal explicados sean fenómenos de sustrato y que en este marco la lengua vasca pueda arrojar cierta luz, la explicación concreta de los datos dentro de la teoría de Vennemann no añade mayor claridad a términos antes explicados satisfactoriamente dentro de la hipótesis indoeuropea tradicional, ni resuelve los problemas específicos de la prehistoria de la lengua vasca".
En definitiva, la búsqueda de una solución al "enigma" continúa antojándose larga.
Un paseo desde el Protoauriñaciense al medievo
La presencia del "hombre moderno", denominación nada inocente que ha acabado por sustituir a la de "Sapiens sapiens", en el territorio vasco se remonta prácticamente a los primeros momentos en los que han sido constatadas en Europa huellas de esta especie. Sin entrar en la polémica entre el "Edén africano" y el "multi-regionalismo", la aparición en el registro de la facies proto-auriñaciense implica siempre una superposición sobre las capas castelperronienses. Es decir, Ia «tras*ición» entre las culturas arqueológicas adscribibles a neandertal y al "hombre moderno" quiere decir la sustitución étnica de los primeros por los segundos. Es cierto, lo que antes se veia como un corte claro entre el Musteriense neandertal y el Auriñaciense cromañón, se ha revelado como un proceso más complejo en lo cultural y lo cronológico. Pero también es cierto que esa complicación no ha desdibujado el tapiz. La sustitución es radical. El registro tras*icional vasco (cuevas de lsturitz, Santimamiñe, Gastarria, Lezetxiki, Ekain y Labeko Koba, además del yacimiento al aire libre de Le Basté) (4) y el propio auriñaciense se enmarcan en un facies que se prolonga desde los yacimientos galaico-asturicenses hacia la de derechasda atlantica y los Pirineos(5). Para el tema que motiva estas páginas, quizás lo verdaderamente importante a resaltar en una introducción necesariamente telegráfica, dejando de lado los cambios y sus razones, en patrones de asentamiento es que los grupos de “cazadores oportunistas" que controlan la Europa sudoccidental durante los milenios del Paleolítico Superior Inicial comenzarán, si la lecturas del registro no son erradas, un proceso de regionalización apoyado en el desarrollo de un modelo de caza especializada y un aprovechamiento más intensivo y diversificado de las materias primas en territorios más delimitados, (Ekain es un buen ejemplo, paralelo a los más occidentales de Altamira o El Castillo, ya durante el Magdaleniense), proceso que culminará en el Postglaciar, durante el que las relaciones existentes en los periodos anteriores entre espacios regionales disminuyen radicalmente (6). Las consecuencias en términos de biología humana de este proceso son fáciles de deducir. Las nuevas condiciones ecológicas, esencialmente la extensión del bosque templado, coadyuvan a esta intensificación del control territorial y la mayor intensidad en la explotación de los recursos de la pesca apuntan en el mismo sentido. El aislamiento poblacional comienza a influir con fuerza en Ia variación morfológica de los tipos humanos en cada una de las regiones, preludiando los procesos de esta naturaleza mucho más radicales del Neolítico.
El inicio de Ia neolitización del Pais Vasco, ligado al complejo de la Cultura de las cuevas, muy extendido por la peninsula pero ajeno a la tradición cardial, no parece haber implicado la llegada de gentes sino responder más bien a un modelo de difusión cultura(7). Pero será la conformación posterior de la denominada Cultura Pirenaica Vasca (en realidad, parte occidental de un fenómeno cultural que se extiende por todo el Pirineo y posee otro núcleo en el oriente catalán), en la que se conjugan elementos megalíticos con otros del Vaso Campaniforme, la que consolida la tras*formación socioeconómica en sentido agrícola-ganadero. Lo que si parece cierto es que la distribución del grupo occidental de la Cultura Pireinaica encuentra sus límites de una manera casi especular con el ethnos vasco actual: por el oeste los limites de Vizcaya y por el sur el norte riojano, densa en las sierras hasta el alto Aragón y sin rebasar el Ebro, por el norte se extiende por las laderas norte de la cordillera. Esta cultura se prolongará posiblemente hasta el periodo del Hierro, en el que sus cromlechs funerarios presentan una distribución geográfica análoga a las de las precedentes construcciones megaiiticas( 8 ). Sobre estos territorios «arcaizantes» ejercerán su presión grupos indoeuropeos -célticos o no, relacionados con los Campos de Urnas, o no, o con la Cultura Celtibérica, o no, o con el complejo cántabro-autrigón, o no- claramente testimoniada por la toponimia (baste citar los archiconocidos topónimos Deva y Nervión,). Y es muy probable que estas presiones hayan tenido una consecuencia biológico-poblacional en el ethnos vasco, como cabe sospechar, esto se verá en el cuerpo del articulo, del diagnóstico antropológico.
Pero tras estas primeras presiones indoeuropeas se producirá otra, también indoeuropea, pero de naturaleza distinta, Roma, cuya limitada huella etno-biológica, dificil de valorar en términos cuantitativos, parece haberse reducido a los territorios de llanada meridionales. Como es bien sabido, romanización no significó necesariamente colonización masiva, pero si asentamiento de grupos humanos, al menos, "significativos"(9). Y es en las zonas meridionales donde se haya producido también algún asentamiento humano de carácter germánico, de lo que estarían hablando la necrópolis de Pamplona o el topónimo Tafalla ("Taifalia"). Sea como fuere, tras el hundimiento del poder romano las fuentes hablan de los vascones como un grupo que continúa presentando una clara especificidad étnica y cultural, unidas a actividades bélicas que parecen testimoniar una independencia politica (pero es difícil determinar su grado de unificación política, que no parece alto): una lengua propia y pervivencia de cultos tradicionales son los dos elementos princípales sobre los que se basa dicho carácter específico a ojos de los autores que de ellos hablan(10). Pero esa especial caracterización ¿seria argumento suficiente para hablar de su aislamiento étnico en aquel periodo? Así lo podia parecer hasta que el descubrimiento de algunas necrópolis relacionadas con el mundo germánico -y no gótico sino franco, al igual que la necrópolis pamplonesa citada- lo han puesto en duda(11). Se ha sostenido que esas necrópolis están reflejando la militarización de la sociedad vascona en esos momentos, pero la coherencia "aquitana" de los ajuares parecen más bien hablar de grupos norpirenaicos ajenos a la tradición vasca. De ser asi, estariamos ante otro elemento a valorar en la etnogénesis vasca.
Tras la irrupción fiel a la religión del amora en la península o parecen haberse producido movimientos démicos significativos que hayan podido repercutir en la composición étnica del pueblo vasco, salvo los que hayan afectado a la (re)población de la ribera navarra y a Ia consolidación allí del navarro-aragonés, proceso protagonizado, en todo, caso, por gentes procedentes de territorios de profundo sustrato euskalduna. En todo caso, y en lo que se refiere en concreto al nacimiento del núcleo político pamplonés, puede afirmarse que el hecho de que el reino de Pamplona presente indudables ligámenes desde sus orígenes con el pasado gótico no implica que su fundamento étnico no haya sido esencialmente vascón(12).
A partir de la Baja Edad Media Io vasco aparece ya esencialmente «coagulado». La etnogénesis ha cristalizado. Sobre quién conformará desde el punto de vista antropológico el "eje etnogenésico" protagonista de ese proceso es sobre lo que tratará esta contribución.
ANTROPOLOGÍA Y TIPO RACIAL VASCO
La existencia de un tipo racial vasco es algo sobre lo que, a nuestro juicio, no cabe la menor duda, aun cuando se admita que entre Ia actual población vasca de origen autóctono no es este tipo el único que el viajero pueda encontrarse al visitar las tierras de Euskalerria, puesto que convive con otras tipologías raciales existentes tanto en la Peninsula lbérica como en otras partes de Europa; en cualquier caso, y para no ofender a los inquisidores de lo políticamente correcto, podríamos decir que existe cuando menos una morfología humana característica y particular mal que les pese. Este tipo vasco ha sido objeto de estudio en mayor o menor profundidad por la gran mayoría de los antropólogos americanos y europeos, y, como no podría ser de otra manera, por los propios antropólogos vascos. A continuación expondremos varias opiniones relativas a este tipo vasco con el fin de determinar su autonomía tipológica.
En este contexto hay que empezar señalando que no han faltado algunas opiniones en el campo de Ia antropología que han dudado de esa autonomía tipológica, prefiriendo asignar este tipo a una variante de la raza europea mediterránea, por tanto sin categoría suficiente para ser clasificada como una raza aparte. Pero sobre lo que tampoco existe certeza es sobre su orígen, pues para unos este tipo sólo es una variación local del tipo de cromañón cantábrico de raices paleolíticas, mientras que para otros se trata simplemente una evolución particular, en un lugar geográfico determinado, de la raza mediterránea, sobre la que se habrían infiltrado influencias de otras razas europeas. Sobre esta interesantísima cuestión ahondaremos a lo largo de las siguientes páginas.
Historia del descubrimiento de un tipo antropológico
Es conveniente comenzar conociendo si existe una morfología especifica entre el pueblo euskalduna, para lo cual es necesario determinar desde el punto de vista antropológico cómo es este tipo: sería la cara positivá de la moneda. Algo más adelante veremos Ia otra cara, la negativa, es decir, lo que no son los vascos desmontando la mayor parte de las teorías que hoy carecen de fundamento.
a) El Siglo XIX
En 1842 Retzius; poco después del descubrimiento de la utilización del índice cefálico en el estudio de las razas humanas, ideó una atractiva teoría, en cuyo seno los vascos entrarán por primera vez en la historia de la antropología.
El sabio sueco afirmaría que las poblaciones primitivas de Europa eran braquicéfalas de origen asiático que hablaban lenguas aglutinantes y que habían invadido Europa antes de la llegada de los dolicocéfalos indoeuropeos, portadores de lenguas de flexión y de la civilización del Bronce. Concluía que los pueblos actuales cuyas lenguas propias no eran indoeuropeas debían ser los descendientes directos de estos «ceporroides» del Paleolítico y, por consiguiente, ser braquicéfalos. Se trataba de finlandeses y lapones, pero también de los vascos. Llegó a estudiar algunos cráneos, cuya autenticidad hoy en día es más que dudosa, en los que, efectivamente, reconoció que la braquicefalia constituía una característica esencial de los vascos. La aceptación de Pruner-Bey de esta teoría implicó que dominase durante unos años el mundo de la antropología, hasta su refutación tiempo después por Broca.
De hecho cuando Broca(13) se dedicó a verificar experimentalmente la idea de Retzius tomó como base de estudio unos 60 cráneos de vasco-españoles provenientes de un osario situado en Zarauz, una pequeña villa guipuzcoana, en 1862. Su sorpresa fue grande al constatar que la mayor parte de los sujetos estudiados eran dolicocéfalos y que Ios braquicéfalos puros eran realmente escasos, llegando a afirmar que la raza vasca era dolicocéfala y no braquicéfala como afirmaba Retzius. Años más tarde enriquecería la colección de cráneos estudiados con 58 cráneos de vasco-franceses encontrados en el cementerio de la vieja iglesia de Saint-Jean-de Luz. Por el estudio comparativo de las dos series constató junto a la evidencia de la dolicocefalia propia de la vertiente vasca de España la predominancia de la braquicefalia francesa, pero también la existencia en la serie francesa de un tipo dolicocéfalo similar al de la serie de Zarauz.
Achacó la diferencia que separaba las dos ramas del pueblo vasco a circunstancias históricas, en concreto a una migración de grupos vasco-españoles hacia la mitad del siglo V d.C. que se habrían instalado en los valles de la Baja Navarra y de Soule.
Para Broca la situación se resumía de la siguiente manera: los ancestros de los vascos de España habian sido dolicocéfalos, los de los vascos de Francia braquicéfalos; la dolicocefalia observada entre ciertos vasco-franceses seria el resultado de la mezcla que se operó entre las dos fracciones euskarianas tras la emigración. La diferencia de la forma del cráneo seria ella misma muy antigua y anterior a las invasiones indoeuropeas sin que se pudiera sostener con total seguridad la prioridad de un tipo sobre el otro. De todas maneras Broca, sin ser muy claro en este tema, manifestarla una inclinación hacia la tesis ibérica y veria con preferencia entre los vascos españoles elementos menos mezclados y como más próximos a la raíz primitiva, subrayando la semejanza de ciertos sujetos de Zarauz y los hombres de cromañón, encontrando incluso similitudes entre éstos y bereberes, guanches y trogloditas de Vézère, atribuyendo a todos ellos la pertenencia a un mismo tronco racial.
En un trabajo publicado en 1882 Quatrefages y Hamy(14) ya señalaron que los vascos poseían ciertos caracteres particulares que los diferenciaban de los pueblos que los rodeaban y de los cuales los rasgos más característicos eran unos “temporales inflados" y una "cabeza de liebre", caracterización con la que pretendían describir visualmente tanto el aspecto abombado del cráneo como la forma del mentón estrecho y puntiagudo. En un trabajo anterior(15) los definian de la siguiente manera: «La raza vasca es muy notable por la belleza de su tipo, que, gracias a la rareza de cruzamientos, se ha conservado en una pureza sorprendente. Sus principales caracteres son: cráneo redondeado, frente ancha y desarrollada, nariz recta, boca y barbilla finamente dibujadas, cara ovalada más estrecha hacia abajo, ojos, cabellos y cejas negras, tinte moreno y poco colorado, talla media pero perfectamente proporcionada, manos y pies pequeños y bien modelados".
Estas características particulares observadas entre muchos vascos sería el punto de partida en la conformación de la opinión de Collignon(16), un eminente médico militar francés que llegó estudiar unos 220 vasco-franceses, que comparó con los datos antropológicos estudiados por Aranzadi. Escribe Collignon:
"El antropólogo que, viniendo del Bearn o de las Landas, penetra en los cantones vascos, se ve inmediatamente sorprendido por el cambio radical que observa. Muchas veces se ha señalado cuan brusca es la tras*ición entre los vascos y sus vecinos en cuanto a costumbres, a la vista y a su indumentaria. No sólo de un pueblo a otro, sino también de una casa a la vecina, en los barrios de la frontera donde hubo emigración recíproca, se observa con sorpresa una diferencia en todo, según que los habitantes sean vascos o no lo sean... Este tipo, prescindiendo cuidadosamente de lo que las mezclas seculares han podido introducir en él mediante aportación de elementos adventicios así como de pagapensiones, de hijos de funcionarios, etc., se le puede caracterizar del modo siguiente:
En cuanto al cuerpo. -Talla elevada, muy superior a la media francesa en las poblaciones globales de la misma edad. Tórax troncal alargado, ancho en las espaldas, que semejan el tipo cuadrado de las estatuas egipcias; muy desarrollado en su perímetro, que a igualdad de talla, es en varios centímetros más largo que el de cualquier otra raza de Francia. Pelvis recta y recogida, también como en los antiguos egipcios y como en la mayor parte de los bereberes. Curvas raquídeas muy acentuadas, muy flexibles que dan gracia particular a la marcha. Piernas igualmente delgadas.
En cuanto a la cabeza. -Cabeza muy alargada en el sentido vertical antero-posterior. Cráneo sub-braquicéfalo por su índice cefálico que alcanza 83,02 (en vivo), pero largo de adelante hacia atrás en cifras absolutas, prodigiosamente abultado de las sienes, justamente al nivel del punto donde se toma el diámetro tras*versal máximo, característica absolutamente propia de esta raza que permite considerar su braquicefalia como accidental. El cráneo es, además, alto en su diámetro vertical.
La cara es muy larga, muy estrecha y adopta la forma de un triángulo invertido; la frente, estrecha en su parte inferior, es alta y recta. Las arcas zigomáticas, delgadas y tenues le siguen, sin ensanchar sensiblemente la figura que luego se recoge bruscamente para terminar en un mentón extraordinariamente apuntado y en una mandíbula inferior cuyos ángulos posteriores se recogen concéntricamente. En el esqueleto se da uno cuenta de las causas anatómicas a las que obedece esta figura, señalando la gracilidad extraordinaria de los maxilares superiores que parecen hallarse comprimidos en todos los sentidos y reforzados bajo la bóveda craneal, hecho observado por Broca cuando señalaba que las arcadas dentarias tendían a juntarse atrás en ciertos individuos y que, lejos de ser prognatos, algunos de ellos eran opistognatos.
De perfil, la frente es elevada, recta, la glabela sin relieve, la nariz en general aguileña, larga y leptorrina, lo bajo de la figura alargado.
Finalmente, los cabellos son obscuros, ligeramente ondulados, y los ojos, si bien comprendidos en la categoría de morenos, estarian mejor clasificados en una categoria intermedia entre los ojos verdaderamente oscuros y los dichos de tinte medio: son con respecto a los ojos realmente oscuros lo que los cabellos dichos oscuros son con respecto a los cabellos neցros. De la barba yo no sabría decir nada, pues todos van afeitados.
En este conjunto, las dos particularidades chocantes y realmente características son el abultamiento del cráneo al nivel de las sienes y el prodigioso estrechamiento de la cara hacia el mentón. La raza que las presenta no las ha podido tener de ninguna otra raza conocida: se trata, pues, de verdaderos caracteres étnicos, secundarios si se quiere en una clasificación general de las variedades humanas, pero estrictamente distintivos en aquella que los posee".
Collignon también afirmaba que "este tipo de raza particular se encuentra en toda su pureza en más del 41 por ciento de la población". En cualquier caso también es cierto que llegó a la conclusión, compartida por Broca, de la existencia de cierta disparidad entre los vascos de un lado y otro del Pirineo. Para Collignon los vasco-españoles serían más pequeños, más dolicocéfalos y más leptorrinos que los vasco-franceses pero también advirtió que habian semejanzas en el tonalidad de los ojos y el cabello, en la forma de la cara y en la conformación especial del tronco que no permitía el admitir una dualidad racial debido a lo común de muchos de los rasgos de unos y otros. Una vez percibidas estas pequeñas diferencias del tipo vasco-español y vasco-francés llegó a decir que «los puntos por los que los dos pueblos se separan son comunes a los españoles propiamente dichos y a los vascos de España; los puntos por los que todos los vascos se parecen son propios de ellos y sólo pertenecen a ellos mismos". De estas constataciones llegó a la contundente conclusión, no siempre defendida por sus predecesores de que "Existe un verdadero tipo vasco, un tipo de raza perfectamente definido, único en Europa y no existe en ninguna otra parte más que alli". Hay que decir que Collignon ha sido uno de los más acérrimos defensores de la existencia del tipo racial vasco elevando este a la categoría de una auténtica raza, apoyándose principalmente en los caracteres descritos por Quatrefages y Hamy.
Para Deníker(17) el tipo vasco se caracterizaría por la mesocefalia y por su mayor aproximación física a la raza litoral o atlanto-mediterránea.
b) El siglo XX
A finales del siglo XIX Ripley, su obra The Races of Europe“(18), estimaba que los vascos ocupaban un puesto intermedio entre alpinos y mediterráneos, dos de sus tipos raciales europeos básícos (el tercero sería el teutónico), conformando los tres estratos raciales de los Pirineos. Para Ripley los vascos serían el estrato intermedio asentado en las laderas junto a restos mediterráneos que quedaban en los altos valles, siendo rodeados en las llamas y los Iitorales por los alpinos. Ripley deducía el origen mixto de los vascos de una supuesta desarmonía facial.
También la antropología alemana entra en escena. Eiscktedt(19) hace llegar a los vascos del grupo dinárico que habita el fondo Adriático olvidando que aquellos son de cabeza corta, tonalidad muy moreno y mandíbula muy robusta, caracteres sin duda distintos a los que tipifican Ia morfología del tipo vasco. También los enlazaría con los alpinos reiterando su carácter dinárico y con los laponoides. De hecho, reúne en un solo origen todos estos elementos al considerarlos proto-alpinos, no ceporroides. Tampoco resulta de todo claras las consideraciones posteriores en el tiempo, de Günther(20) ya que consideraba a estos como una mezcla no del todo homogénea de mediterráneos, alpinos y nórdicos, quizás influenciado por las opiniones de Aranzadi en sus primeros tiempos o quizás por propia convicción.
El profesor francés Pittard(21), en función de una generalización simplista en base sólo en el índice cefálico, asimilaba a vascos y gallegos en una población cantábrica. Hecho erróneo ya que es preciso dividir esta área en al menos tres regiones antropológicas distintas (gallega, cántabra (castellana) y vasca).
El antropólogo y etnólogo británico Haddon(22) definió a los vascos, a quienes denominaba pirenaicos, como mesocéfalos, atribuyéndoles un origen mezclado de alpinos, mediterráneos y pirenaicos. Los describía de la siguiente forma: "Cabello castaño; piel sonrosada u oscura; estatura 1,66 metros, hombros anchos; esencialmente mesocéfalos (78-82), inclinación a la platicefalia, sienes hinchadas, arcos supra-orbitales marcados pero no la glabela; usualmente bastante marcados; pómulos ligeramente prominentes, ortognatos, cara triangular con mandíbula fina y estrecha; nariz bastante prominente y estrecha; ojos castaños y a menudos verdosos. Esto podría probar el hecho de ser una mezcla de diversos tipos raciales".
En plena Segunda Guerra Mundial, el profesor Henri V. Vallois23, sostiene sobre el pueblo vasco: "El pueblo vasco forma desde hace siglos un grupo autónomo... Su principal carácter es la lengua, muy diferente de las de todos los otros grupos europeos y que es considerada generalmente como el último superviviente de los idiomas hablados en nuestro continente antes de la introducción de las lenguas indoeuropeas. Sus costumbres le clasifican también aparte. Forma, pues, una etnia... Las investigaciones de los antropólogos han demostrado que se diferencian igualmente por sus caracteres físicos.
La forma de la cabeza es característica. Abultado en las sienes, el cráneo presenta una cara larga y delgada que se estrecha gradualmente hacia abajo y termina en un mentón huidizo y apuntado. De donde resulta un aspecto que ha sido designado con el nombre de ”cabeza de liebre”, y no tiene analogía en las otras razas de Francia. A pesar de su abultamiento, la cabeza es bastante Iarga: no es por lo tanto más que moderadamente braquicéfala, con un índice de 83. La frente, recta, se une, casi sin hundimiento sub-nasal, a una nariz delgada y saliente, netamente Ieptorrina. Los cabellos son morenos, obscuros o neցros, siendo excepcionales los rubios. Pero los ojos frecuentemente claros, verdes o castaños.
El aspecto general del cuerpo es también bastante característico. La estatura grande: en mucho superior a la media francesa, esta alcanza 1,67 metros en los vascos puros... Las espaldas, muy rectas y muy elevadas, cubren un pecho en tronco de cono que se continúa en un talle fino y caderas muy estrechas, con piernas más bien delgadas. Las curvas del raquis son muy acentuadas y dan a la marcha una gracia y soltura particulares.
A eso se añade otro carácter: las proporciones de los grupos sanguíneos. En todo el rincón sudoeste de Francia el número de individuos del grupo O es mucho más elevado que en el resto del país, mientras que el del grupo A, y sobre todo B disminuyen".
Sobre esto último incide Vallois: "Se sabe que allá, a caballo sobre Francia y España, vive un pueblo que, desde hace muchos años ha conservado su lengua y sus costumbres, es el de los vascos. No cabe duda que la fórmula tan especial de los grupos sanguíneos del rincón suroeste de Francia se halla en relación con este hecho".
Muy interesante resulta la Opinión de Carleton Coon(24) con respecto a los vascos, que en buena medida coincide con las ideas de Paulette Marquer relativa a la pertenencia de los vascos al tronco mediterráneo, que se ha visto alterado por un elemento braquicéfalo. Pero mientas que para Coon el elemento que alteraría a la base mediterránida de la población vasca sería el dinárico, para Marquer sería el alpino.
Para Coon, repetiremos lo que ya dijimos en su día(25), existen tres hechos básicos a la hora de analizar la antropología física de la población vasca:
"Los vascos son en un sentido amplio mediterréneos a los que se le ha incorporado un elemento braquicéfalo."
«Este elemento braquicéfalo, en su mayor parte pertenecería a la tipología dinárica y sólo en menor proporción alpina. Morfológicamente Ia crania vasca muestra semejanzas con las de las poblaciones serbo-croatas y con las del sur de Alemania."
"Los vascos, por medio de una mezcla interna, solidaridad étnica y por la posesión de un tipo ideal, han desarrollado un tipo fisionómico característico. Los caracteres más típicos serían la prominencia y la estrechez de la nariz, la triangularidad del rostro en el que el mentón termina de forma puntiaguda, las sienes abultadas, mesocefalia y platicefalia."
Coon no estaba de acuerdo con las ideas de Collignon y Montandon, para quienes los vascos franceses habian resultado menos afectados por mezclas modernas que los vascos españoles, pues, para él, la tendencia a un cráneo más redondeado y la mayor frecuencia de ojos claros en los vascos franceses, solo podía explicarse como adquisiciones vía cruces con otras poblaciones circundantes. Los vascos representarían, en general, una mezcla antigua y especializada de elementos mediterráneos y atlanto-mediterráneos con otros de origen nórdico, dinárico y, en menor medida, alpinos. Tanto los elementos atlanto-mediterráneos como los dináricos ya estaban presentes en la Edad del Bronce en aquella zona, donde fueron parcialmente ldentificados con la cultura del vaso campaniforme.
En este elemento dinárico, presente a lo largo de toda la cornisa cantábrica, se quería ver el responsable del "substrato lingüístico vascoide" que se ha creído descubrir en Galicia. Sin embargo, problemas lingüísticos, como ya dijimos, pero también antropológicos e históricos, hacen que se levanten prevenciones hacia la "solución caucásíca". En este contexto, cabría señalar que, de una manera semejante al caso vasco, el tipo céltico de la Edad del Hierro de las Islas Británicas, que tanta analogías presenta con el tipo vasco, parece que se originó en el sur de Alemania a partir de una combinación de elementos nórdicos con elementos dináricos de la Cultura del Vaso Campaniforme, desde donde se trasladó a Inglaterra, lugar donde convergieron con mediterráneos y atlanto-mediterráneos. De este modo, mezclas de razas primarias con ingredientes similares producen razas secundarias, como la vasca, que presentan características similares. Este sería el caso del tipo pirenaico-occidental. Sin embargo, como hemos ido viendo a lo largo de la exposición, sobre esta tipología racial las teorias continúan yendo desde los que, como Aranzadi, ven en el tipo pirenaico-occidental la evolución del tipo de cromañón paleolítico cantábrico hasta los que simplemente niegan su origen en lo cromañón y lo engloban en el stock mediterráneo, como Marquer.
c) Las investigaciones de la antropología peninsular (vasca o no)
Muy importantes serán las aportaciones de la antropología penínsular y en especial de Ia vasca. Aranzadi(26), quien estudió con profundidad el pueblo vasco y cuyas ideas acerca de su origen irán cambiando con el tiempo, siempre lo consideró un pueblo típicamente europeo. Por ejemplo en Les basques dans l'anthropologie de L'Europe(27) afirmaba: "Los vascos no presentan ningún signo de exotismo en relación con los pueblos de Europa occidental; su heterogeneidad no es mayor que la de otros pueplos occidentales; presenta su tipo tan bien definido como los otros pueblos incluidos en la Europa atlántica, que no pueden reducirse a los tres tipos generalmente admitidos (nórdico, mediterráneo y alpino). El antropólogo belga, V. Jacques, estudiando los cráneos descubiertos en Almería por los hermanos Siret, designó este tipo como uno de los de la primera edad del metal, llamándole pirenaico occidental".
Aranzadi, al igual que Hoyos Sainz(28), consideraba el tipo vasco como característicamente mesocéfalo y el foco de este tipo craneal en el norte de España y sur de Francia, y en absoluto una intrusión extraña en la Europa occidental, basándose en sus propios estudios de restos de la antigüedad y sujetos vivos pertenecientes a la rama española del tronco vasco. Aranzadi expuso sus ideas en numerosos artículos, que resumiria de forma sintética en El pueblo euskalduna(29) y en ¿Existe una raza euskara? Sus caracteres antropológicos(30). Al principio Ia diversidad de tipos que encontró entre Ia población viva le llevó a unas conclusiones provisionales: "el actual pueblo vascongado se puede considerar como la unión de un pueblo ibero afín al berberisco y uno boreal que tiene algo de finés y del lapón con mezcla posterior de un pueblo kimri o germano", que más adelante abandonaría completamente. Al final de su vida sostendrá un origen autóctono, por tras*formación progresiva del tipo cantábrico de cromañón ,intuido ya por Broca, si bien no descartará la posibilidad de que dicha tras*formación actuasen también componentes de otros tipos. El primer aspecto de su teoría reposaría en el estudio del sujeto vivo y el segundo sobre el examen de los restos óseos del Neolítico y del Eneolítico de la nación vasca y particularmente por el de los cráneos de la gruta guipuzcoana de Urtiaga.
Muy detallada fue su investigación empírica de la crania vasca y sobre todo sus análisis cefalómetros. En La raza vasca(31) resalto que los vascos en su mayoría son mesocéfalos, de frente metriometope "de frente medianamente ancha con relación al óvalo craneal, casi estrecha con relación a las sienes por abultamiento de estas", de nariz leptorrina, alta y estrecha, rostro estenognato largo y estrecho también pero de perfil recogido, ortognato. Comparativamente con los promedios de otros grupos raciales llegó a la conclusión de que por comparación de los índices vértico modulares-longitudinales la mesocefalia vasca no podía derivar de la mezcla de alpinos y mediterráneos puesto que de hipsicéfalos y ortocéfalos no podían derivarse camecéfalos. "la mesocefalia, el abultamiento de las sienes y de la parte superior del occipital y la postura recogida de la cabeza, son una misma cosa en el fondo original". Estos caracteres son únicamente vascos y serían una combinación típica de la raza pirenaico occidental. Aranzadi llegaría incluso más lejos, ya que llegó a plantear la idea de una evolución local desde la prehistórica. Otro carácter muy particular estudiado por Aranzadi ya en 1900 en su trabajo Tipo y raza en los vascos(32) fue la introversión del basion. El borde anterior del agujero occipital se encontraría como metido hacia adentro, empujando hacia arriba y esto motivaría la postura recogida de la cabeza. La forma estrecha de la cara según él tenía "figura de corazón o de almendra".
Una de las mejores caracterízaciones del tipo vasco de las realizadas por Aranzadi fue la de su trabajo Les Basques dans l'Anthropologie de I'Europe(33):
"Los vascos no presentan ningún signo de exotismo en relación con los pueblos de Europa occidental; su heterogeneidad no es mayor que la de otros pueblos occidentales; presentan un tipo tan bien definido como los otros pueblos establecidos en Europa occidental, que no puede reducirse a Ios tres tipos generalmente admitidos. Su talla no es pequeña, sobre todo en la vertiente del Golfo de Vizcaya, la complexión no es tan morena como ordinariamente se cree(34); el tonalidad más característico de los ojos es un verde con radios castaños, los cabellos son más bien lisos y la barba abundante; hay muchos casos de cejas unidas. Nariz fina, saliente, recta, con cierta frecuencia de convexidad, pero no en forma de 6; los ojos más bien pequeños, pero muy abiertos, boca no grande, labios finos, pero el inferior bien marcado y fuerte, a la manera dinárica, dentición mala, mandíbula estrecha. Perfil facial ortognato y alto. Posición cefálica concentrada sobre un cuello recto por introversión del nasio. Anchos de espaldas, largos de piernas, no estrechos de cadera, pecho fuerte meso-orto y casi tapinocranios, sienes hinchadas por su esferocrotafia (frontal máximo, biaricular máximo), introxobasilares, criptócigos, casi esferometropes, metriometropes, ortometropes, curvooccipitaIes, globiformes o dromiformes. Ortognatos por el índice y los angulos faciales e intrafaciales. Estenognatos (maxilo-cigomático 70, maxilo frontal 94 m., 91 f). Casi Ieptenos. Reinoprosopos (gran altura del triángulo facial). He encontrado algunas analogías con los merovingios, frisones, escoceses, guanches y palafiticos por el cráneo y la cara; pero no como factores exóticos, sino como combinaciones de caracteres occidentales. V. Jacques designó este tipo como uno de los de la primera edad del metal llamándole pirenaico occidental".
Otro autor vasco a tener muy en cuenta José Miguel de Barandiarán(35) quien confirmaría las hipótesis de Aranzadi, aportando más datos. Así, por ejemplo, al indicar que el índice nasal vasco es inferior a la de otros pueblos európidos afirma que "Estos caracteres nasales, asociados a los caracteres craneológicos y grupales, demuestran que los vascos, como los Iapones, los fineses y los magiares son extraños al grupo particular de los indoeuropeos". En otro artículo llegaría a admitir dos tipos vascos caracteristicos. Uno el clásico pirenaico occidental y otro (también característico, pero menos extendido: más pequeño, de fuerte complexión, lanudo, miembros cortos y macizos, cara menos alargada", en cualquier caso, y en nuestra opinión, este no será más que una variedad local de la raza alpina.
Tanto Aranzadi como Barandarian(36) creyeron poder confirmar la idea de que el tipo pirenaico occidental fue la evolución local del hombre vasco en su propio territorio. Una simple evolución interna. Sobre todo se basarian en el estudio de restos prehistóricos como los cráneos de la caverna de Urtiaga uno aziliense y otro magdaleniense. El aziliense "presenta entre otros rasgos de ortognatismo, la rinoprosapia y la estrechez maxilar, caracteres de los más acentuadas del tipo vasco, pudiendo ser considerado en esto como buen indiciador de la raza pirenaica occidental de Victor Jacques". El cráneo I estudiado en 1936 presentará caracteres similares al vasco pero no completamente, considerándose un tipo intermedio, confirmación de "una evolución netamente indigena y local de la raza de Cro-Magnon hacia el tipo vasco".
Otros antropólogos españoles como Miguel Fusté, José Pons o José M. Basabe(37) sostendrian en sus trabajos más recientes acerca del tipo pirenaico-occidental que este tipo debe considerarse aparte del tronco racial mediterráneo, frente a lo defendido en aquellos años por Marquer. Para ello aducían pruebas morfológicas y serológicas: "Resumiendo cuanto antecede relativo a las caracteristicas peculiares en el seno de la misma de una serie de caracteres peculiares, tanto de determinismo genético monómero como polímero, que evidencian su distanciamiento biológico respecto a las demás poblaciones europeas, y ello en número no inferior al que pueda aceptarse para caracterizar a los demás tipos raciales de Europa". Además, defenderían la existencia de un complejo racial prehistórico vasco, confirmando en su estudio sobre la antropología de la población aragonesa la persistencia en ésta de dicha tipología diferenciada de la mediterránea grácil, la alpina y la nórdica:
"La persistencia de elementos atribuibles al tipo pirenaico occidental en el seno de las poblaciones del Pirineo aragonés, algo alejadas de la actual zona de difusión de este elemento racial como es el valle de Tena, puede citarse aqui como ejemplo vivo de otro tipo de acción antropogeográfica atribuible a las regiones montañosas. Nos referimos a la constitución de zonas de aislamiento con elevada endogamia -de isolates según la terminología moderna genética de poblaciones favorable a la conservación de elementos raciales antiguos y dispersos. La correlación entre el citado elemento racial y la cultura dolménica eneolítica en el Pais vasco-navarro (Aranzadi et al. 1919 a, b y Aranzadi 1919), junto con la antes citada presencia de la zona dolménica en el Pirineo aragonés, sugieren la difiusión por esta zona de poblaciones portadores del tipo pirenaico-occidental cuyos representantes habían persistido hasta la actualidad en los altos valles del Pirineo a consecuencia de su relativo aislamiento". "La presencia de la cultura dolménica en el alto Pirineo aragonés y la del elemento pirenaico-occidental entre las poblaciones del mismo, induce a suponer que, tal como ocurrió en el país vasco-navarro, ambos fenómenos pudieron estar relacionados. La persistencia del citado elemento racial entre los actuales pobladores del Pirineo aragonés permite subrayar, además, otra de las características antropogeográficas vinculadas a los núcleos montañosos, cual es la conservación de elementos raciales antiguos. Y quizás sea esta también la explicación que cabe dar a la presencia del centro de dolicocefalia que parecen constituir las zonas montañosas de la provincia de Teruel, donde habría persistido, con menores mezclas que en otras partes, el tipo mediterráneo grácil. Por el contrario, numerosos datos arqueológicos, señalan al amplio valle del Ebro como vía de difusión de contingentes humanos procedentes de allende el Pirineo, y, de acuerdo con ello, cabe suponer que algunas de las diferencias advertidas a propósito de la provincia de Zaragoza como son, por ejemplo, la mayor frecuencia de individuos poco pigmentados y quizás también, el valor algo más elevado del índice cefálico sean debidas a este fenómeno. Las citadas poblaciones ultrapirenáicas traerian quizás consigo, a los elementos alpino y nórdico, este último de complexión clara, que pudieron llegar con las invasiones célticas y germánicas, con suficiente importancia para matizar a la población más antigua, caracterizada por el predominio del tipo racial mediterráneo. Con la asimilación del elemento nórdico y quizás también en cierta medida del alpino, quedarían integrado finalmente el actual racial aragonés, caracterizado por el amplio predominio del citado elemento mediterráneo".
La hipótesis mediterránea de Paulette Marquer
a) Descripción y crítica al "pirenaico-occidental"
Ha sido la antropóloga Paulette Marquer quien ha defendido con más propiedad la pertenencia de los vascos en general al tronco racial mediterráneo y quien, de hecho, ha realizado uno de los trabajos más completos y actualizados sobre el pueblo vasco del que tenemos conocimiento(38). Esta prestigiosa antropóloga defenderá que la población vasco-española es básicamente una variante del tipo mediterráneo, encontrando ciertas diferencias entre los vascos españoles y los vascos franceses. Los vascos españoles tendrían una pilosidad corporal poco desarrollada, los cabellos finos y rectos de un tonalidad castaño oscuro, los ojos serían de pigmentación intermedia aunque con una proporción de ojos claros algo más elevada que la media española(39). Estatura media alta (170 cm.), hombros y caderas anchos conformando un tronco peculiar en forma rectangular. Cuerpo robusto, antebrazo corto en relación al brazo, piernas más bien cortas. Cabeza grande, mesocéfala aun cuando existen núcleos dispersos de braquicéfalos. Cara leptoprosopa o hiperleptoproso, nariz leptorrina o hiperleptorrina y con el perfil ligeramente convexo en muchos casos. Labios delgados y orejas grandes con el lóbulo separado muy frecuentemente.
Por su parte, los vascos franceses presentarían cierta similitud en algunos caracteres morfológicos con respecto a los vascos españoles y solo podria mencionarse diferencias en cuanto a la pigmentación de los ojos ya que serían mucho más frecuentes los iris claros, habría más abundancia de ojos grises o azules(40) y por otro lado habría más individuos con tendencia a la braquicefalia, sobre todo entre las mujeres, hecho que demostraría la mayor participación de la raza alpina entre estos ultimos(41).
En líneas generales el tipo medio del vasco francés estaría caracterizado por un tipo de pilosidad muy reducida; cabellos finos, rectos u ondulados, de tonalidad castaño oscuro o moreno; ojos medianamente pigmentados, verdes o pardoes claros, que variarían hacia el gris o el azul frecuentemente.
Estatura media de 1,69 metros con un busto largo, espaldas anchas y grandes, condicionando un tronco de forma intermedia próxima a la forma rectangular; torax bien desarrollado, de aspecto robusto; miembros superiores cortos y miembros inferiores largos con respecto a la estatura; antebrazos y piernas con tendencia a ser cortos.
Cabeza grande y medianamente larga, débilmente braquicéfalo (82,1); rostro elevado en su altura total, comparativamente más bajo en su altura superior; nariz recta, a veces ligeramente convexa, lepto o hyperleptorrina; labios finos, de anchura algo más marcada en el labio inferior; orejas de buenas dimensiones, con lóbulo a veces suelto a veces adherido al cuello.
Las mujeres presentan el mismo tipo físico, teniendo en cuenta el normal dimorfismo sensual.
En el fondo, para Marquer unos mismos elementos raciales se encontrarían entre los vascos de ambas vertientes, si bien con diferencias en cuanto a Ias proporciones. Marquer es contundente al afirmar que los vascos españoles pertenecen basicamente a la raza mediterránea. El substrato racial básico de la población vasca se compondría de una fuerte mayoria de tipos mediterráneos, especialmente de atlanto-mediterráneos que daría al tipo medio vasco sus principales caracteres, otro elemento a tener en cuenta pero en una proporción ligeramente menor entre los vasco-españoles y mayor entre los vasco-franceses sería el elemento mediterráneo grácil o ibero-insular.(42). Sobre esta base homogénea se irían añadiendo con el tiempo elementos braquicéfalos de rostro ancho y origen alpino(43). Este elemento braquicéfalo solo influenciaría de forma contundente zonas interiores y también pequeñas zonas de Guipúzcoa y Navarra pero en ningún momento haría desaparecer el predominio de las tipologías mediterránidas. De hecho tras analizar un buen número de cráneos de vascos actuales de distintas procedencias comprobó la existencia de una cierta variación en la morfología del cráneo de la población vasca, sobre todo influía notablemente las dimensiones de la bóveda en las series de vascos de Ataun en Guipúzcoa. La morfología del cráneo entre los vascos españoles, siendo algo más específicos y en base a procedimientos métricos y gráficos, podría hacer pensar en la presencia de elementos diferenciales que testimoniarían cierta heterogeneidad en su morfología, pero el análisis de los parámetros estadísticos y de las frecuencias de distribución pone de relieve un agrupamiento de caracteres similares, sintomáticamente de un tipo medio que se puede definir por los siguientes caracteres craneales: una mesocrania que oscila entre el límite inferior y el límite superior de la categoría, con tendencias más o menos libres tendentes hacia la dolicocefalia, sobre todo en Vizcaya o hacia la braquicefalia (Ataun); la bóveda baja, algunas veces de altura media debido a la longitud del cráneo; un rostro siempre ortognato, lepteno o ligeramente meseno. En resumen afirmaría sin rodeos que "por su morfología craneal, el tipo medio se acerca inequívocamente a la raza mediterránea de la que debe representar una de sus variedades".
Así pues, con la convicción de que la raza mediterránea es uno de los elementos raciales más susceptibles de haber contribuido a la formación del pueblo vasco -lo que se vería apoyado por la presencia en los territorios vascos de la Península desde el Eneolítico de elementos de dicha raza- Marquer estudiará cinco grupos de pueblos típicamente mediterráneos. Unos 3.000 cráneos españoles de distintas provincias estudiados por Hoyos Sainz en 1913; 81 cráneos de andaluces publicados por Medina y Barras en 1898; 568 cráneos de portugueses de distintos autores (Barros e Cunha, 1931; Canédo de jovenlandesais y Serra, 1941 y Xavier Y Neto, 1953); 82 cráneos de corsos medidos por M. M. Piquet Thépot y 99 cráneos de sardos examinados por Duckworth en 1911. Comparará todo este material antropológico con sus series de vascos de Guipúzcoa, Vizcaya y Labourd. Los resultados comparativos darian los siguientes resultados: el indice cefálico de los vascos resulta siempre algo más elevado que en el de los demás grupos mediterráneos pero los guipuzcoanos y los vizcainos se acercan a los valores de los andaluces y no son tan distantes a los de los españoles en general. Solo los cráneos franceses de Labourd, con una ligera braquicefalia, se separan del grupo mediterráneo. Los indices de altura de la bóveda revelan algunas diferencias que sitúan a los tres grupos vascos fuera de los grupos mediterráneos. Entre los vascos el cráneo es casi siempre bajo, excepcionalmente se categoriza en el rango medio y solo en el limite en el que este se puede considerar media. Es decir, Marquer admite la existencia de un rasgo diferencial entre mediterráneos y vascos, a saber, los vascos tendrían una bóveda craneal baja y los mediterráneos alta, aunque señala que existe un buen número de cráneos mediterráneos antiguos en los que la bóveda también es baja indicando la posibilidad de que este carácter entre los vascos sea una pervivencia arcaica. Los resultados de los indices frontales aportan poco que reseñar puesto que entre los mediterráneos tan solo se caracterizarían por una frente un poco más larga y menos divergente que entre los vascos aunque el indice fronto-parietal de estos últimos es idéntico al de los andaluces. A nivel de medidas faciales, la cara de los guipuzcoanos es ligeramente más alargada, las dos otras series vascas se integran sin dificultad en el grupo mediterráneo. Los valores nasales son muy homogéneos y traducen casi constantemente la leptorrinia excepto otra vez entre los vascos de Francia que tienden hacia Ia mesorrinia. En resumen para Marquer los vascos se separan de los mediterráneos examinados por una mesocefalia más acentuada, una bóveda más baja y una frente tendente a ser menos alargada. La mayor parte de los otros caracteres son próximos. Nos hace recordar la antropóloga que no hay que olvidar que la raza mediterránea comprende variedades que se diferencian a veces sensiblemente unas de otras y concluye que la participación del elemento mediterráneo en la morfología craneal del cráneo vasco es más que notable; muy acusada entre los vascos españoles, influenciando en menor grado a los vascos franceses. En cualquier caso, la variabilidad de los índices y la heterogeneidad de los porcentajes según las categorías, unidas a las diferencias apuntadas, sugieren la idea de que otro elemento racial distinto al mediterráneo ha entrado en la formación del pueblo vasco, concordando así con opinión de otros antropólogos como Coon o Sauter, siendo para ella más que probable que el elemento racial alpino haya sido el causante de la meso-braquicefalización del cráneo vasco.
Entre los vascos franceses el elemento mediterráneo grácil casi desaparece, mientras que el atlanto-mediterráneo disminuye frente al elemento alpino y el componente dinárico es perceptible. Entre los vascos franceses la fisonomía cambia debido al cuantioso aporte alpino por lo que no hay que suponer una dualidad racial primitiva para explicar estas diferencias. El tipo vasco o pirenaico occidental no sería, así, más que una variedad local (Gautypus de von Eickstedt) de la raza mediterránea alterada por cruces con braquicefalos alpinos y ligeras aportaciones dináricas. No se podría entonces justificar el pensar en una raza especial con caracteres mortológicos y antropométricos suficientes para categorizarla de forma diferente.
b) La "llegada de los alpinos"
¿Cuándo pudo entrar en la composición del pueblo vasco este elemento racial alpino? Todos los indicios apuntan hacia una época relativamente reciente, pero veamos con más detalles esta posibilidad.
Marquer llegó a estudiar una serie de restos humanos prehistóricos de las que caben destacar los cráneos neo-eneolíticos de Peña Forua y Atxeta en Viscaya, Urbiola y Ziñeko-Gurutze en Navarra, Urtiaga en Guipúzcoa, los restos de los dólmenes de Peciña y Alto Huesera en Álava más los famosos cráneos azilienses y magdalenienses de Urtiaga llegando a la conclusión de que todas las evidencias craneológicas apuntaban a que "el elemento mediterráneo, más o menos diversificado en los tipos locales, constituye el fondo más antiguo sobre el que se ha desarrollado poco a poco la morfología de los vascos modernos". Quedarla por determinar cuándo o cómo pudo comenzar el proceso de meso-braquicefalización sobre esta base mediterránea entre los vascos. Los detallados análisis de Marquer la llevan a las siguientes conclusiones:
"El cráneo más antiguo que se conoce pertenecería a finales del Paleolítico superior, o bien a inicios del Mesolítico. Se trataría de un individuo dolicocéfalo de bóveda aplanada en la que el rostro bajo, grande y disarmónico del cráneo, la nariz leptorrina y de orbitas camaeoconcas nos definiría un tipo clásico cromañón en la que quizás habría que considerar como una variedad meridional con caracteres ya algo más evolucionados y un rostro menos arcaico.
"En cuanto a la antropología del Mesolítico esta se basa en el cráneo de un hombre y de la calavera de una mujer de época aziliense y proveniente del mismo yacimiento que el precedente. Teniendo en cuenta el sesso, los dos sujetos poseen una morfología craneal muy próxima, que prueba una incontestable relación racial. Todavía cercanos a su ancestro magdaleniense en muchos caracteres del cráneo cerebral y por tanto acusando herencias cromañoides la dolicocefalia comienza a atenuarse y su rostro evoluciona hacia formas menos anchas. Es en este momento en el que se comienza a notarse la disarmonía facial que se encuentra entre la mayoría de los cráneos vascos actuales. La situación antropológica de estos sujetos mesolíticos no estaria del todo clara. Para Marquer habría una canalización en la morfología de estos tipos hacia las formas mediterráneas como en el caso del hombre de Cuzoul de Gramat o en el caso de los doIicocéfalos de Muge.
"La pequeña serie de restos neo-eneolíticos o quizás eneoIíticos (posiblemente incluso más tardíos llegando al Neolítico) encontrados en las cuatro provincias peninsulares pero especialmente proveniente de restos de los dólmenes de Álava presenta dos grupos algo distintos. Un primer grupo de dolicocéfalos de bóveda alta, cara mesoprosopa, nariz leptorrina y orbitas meso-camaeoconcas que se inscriben en los limites de la raza mediterránea y en la línea probable en la que los hombres de Beaumes-Chaudes conducírían al tipo ibero-insular o mediterráneo grácil por lo que podríamos considerarlos como verdaderos mediterráneos. El segundo grupo, más escaso, sería mesocéfalo o ligeramente braquicéfalo, de bóveda más baja y rostro más alargado. Este se aproximaría por algunos de sus caracteres a ciertos tipos paleo-mesolíticos que podrían representar según Marquer una forma evolucionada local distinta a la del tipo ibero-insular pero todavía mediterránea puesto que tendríamos que tener en cuenta la variabilidad propia de la raza mediterránea, pudiendo ser formas proto-mediterráneas evolucionando hacia un tipo distinto al del ibero-insular. De todas maneras, la evolución del cráneo, al menos la que se manifiesta en aquel momento, no excluye la posibilidad de una débil infiltración alpina ya en aquellos tiempos y que habría sido constatada en numerosos puntos de los Pirineos españoles pudiendo llegar a territorio vasco español en aquellas épocas. En cualquier caso Marquer reconoce que no se puede afirmar en la práctica ningún tipo puramente alpino en tiempos neo-eneoliticos en tierras vasco españolas.
"En el periodo comprendido entre finales del Calcolítico hasta el siglo XVII no existe ninguna referencia antropológica de cráneos vasco-españoles, pero los análisis de series más recientes ponen en evidencia la relación existente entre los vascos actuales, guipuzcoanos y vizcaínos, con las poblaciones de los territorios vascos en la aurora de los tiempos históricos.
Resultaría tentador atribuir los caracteres del tipo craneal actual a una mezcla entre dolicocéfalos y meso-braquicéfalos de los tiempos neo-eneoliticos, ambos pertenecientes a formas mediterráneas, dentro de la variabilidad del espectro de esta raza. Por la lógica comparación del tipo vivo, Marquer cree que los elementos constitutivos son por una parte el atlanto-mediterráneo y el ibero-insular. Los ibero-insulares se habrían diferenciado precozmente y serían la población mayoritaria del neo-eneolítico. Los atlanto-mediterráneos aparecerían más tardíamente y en el caso de la provincia típicamente vasca de Guipúzcoa su influencia sobrepasaria la ibero-insular. Desde este punto de vista, las diferencias que separan al vasco-español del resto de poblaciones peninsulares resultaría de la oposición entre un predominio atlanta-mediterráneo entre los vascos y un predominio ibero-insular entre los españoles. Así, la base racial más influyente e importante entre la población vasca peninsular sería básicamente de origen mediterráneo en su variedad atlanta-mediterránea. Sobre este fondo racial relativamente homogéneo concluye Marquer que se sobrepuso en una época reciente, sin especificar, un aporte alpino, cuya acción parece superficial en general salvo localizadamente entre los vasco españoles, estando más extendida entre los vascos franceses. Las semejanzas que unen a los vascos de Ataun a los de San Juan de Luz sugieren la posibilidad de divergencias principales que separarían sin diferenciarlos totalmente al vasco español del francés.
c) El análisis tipológico de Marquer
Tras repasar las opiniones de autores precedentes Marquer se adentra en su propio análisis de las tipologías raciales presentes en la etnia vasca, en el que sigue el método de Schlaginhaufen, prefiriéndolo a los de Von Eickstedt, Stolhyvo, Wanke-Czekanovski y Hooton. Así, procede a estudiar sus series masculinas en función de seis caracteres físicos: talla (bajos, medios-bajos, medios-altos y altos); índice facial morfológico (hypereurvprosopes, euryprosopes, mesoprosopes, leptoprosopes y hyperleptoprosopes); índice nasal (hyperleptorrinos, leptorrinos, mesorrinos y platirrinos); tonalidad del cabello (rubios y castaños claros, castaños oscuros y morenos); tonalidad de los ojos (azules y grises, verdes y pardoes claros y pardoes oscuros y neցros). Las razas definidas serían Ia atlanto-mediterránea, ibero-insular, alpina, dinárica y nórdica. Así un tipo puro atlanto-mediterráneo, por ejemplo, estaría definido por la talla alta, dolicocefalia, leptoprosopia, Ieptorrinia, cabello castaño oscuro y ojos pardoes oscuros. Aunque podría haber tipos no puros que pudieran carecer de uno de estos 6 caracteres típicos, como por ejemplo sería el caso de un atlanto-mediterráneo de ojos grises. Entre los 483 vascos españoles que estudió encontró unas 175 combinaciones de caracteres, mientras que entre los 205 vascos franceses 143 combinaciones. Por lo que respecta a tipos puros encontró que entre los vascos españoles estudiados habría un 18,2% de atlanto-mediterráneos, un 2,4% de ibero-insulares, un 3,9% de alpinos, un 0,8% de dináricos y un 0,2% de nórdicos; entre los vascos franceses un 6,3% de atlanto-mediterráneos, un 0,4% de ibero-insulares, un 13,1% de alpinos, un 1,9% de dináricos y un 0,4% de nórdicos. En cuanto a los tipos predominantemente de un tipo, es decir, a los que falta uno de los 6 caracteres que definirian a un tipo, teniendo 5 caracteres definitorios(44) obtendría entre los vascos españoles un 35,2 % de atlanto-mediterráneos y un 31,2% entre los vascos franceses; un 32% de ibero-insulares entre los vascos españoles y un 9,3% entre los vascos franceses; un 23,3% de alpinos entre los vascos españoles y un 33,5% entre los vascos franceses, un 8,4% de dináricos entre los vascos españoles y un 20,9% entre los vascos franceses y finalmente un 2,1% de nórdicos entre los vascos españoles y un 5,2% entre los vascos franceses. Asi pues el análisis tipológico confirmaría el esquema que plantea Marquer para explicar la etnogenia comparada de vascos españoles y franceses: predominio atlanto-mediterraneo muy débilmente influenciado por un elemento alpino entre los primeros; yuxtaposición de un aporte alpino predominante y un aporte atlanto-mediterráneo menos marcado y con una Iigera infiltración dinárica en los segundos.
En cuanto a la repartición geográfica de los tipos los atlanto-mediterráneos predominarían en Guipúzcoa y Vizcaya (por desgracia Álava quedaría prácticamente fuera del estudio por falta de material), disminuirían en la Navarra española y obtendrían menor presencia en las provincias francesas, especialmente en Soule. Paralelamente a este movimiento, se percibe un aumento regular de alpinos de Oeste a Este: poco representados en Vizcaya, van aumentando ligeramente en Guipúzcoa y sobre todo en Navarra y mucho más en Labourd y en la Baja Navarra para llegar a su máxima presencia en Soule. El elemento nórdico tanto en Guipúzcoa como en Vizcaya sería poco numeroso y algo mayor en las provincias francesas.
Para resumir Marquer concluiría: "Este proceso de etnogénesis define la posición que le podemos atribuir a los vascos dentro de la nomenclatura clásica de las razas europeas. El tipo ”vasco” de otros autores franceses o ”pirenaico-occidental” de los autores españoles debe ser considerado como una variedad regional de la gran raza mediterránea, más o menos alterada por cruzamientos con braquicéfalos alpinos. Su formación ni difiere apenas de la de la mayor parte de las poblaciones de la Europa meridional y sus caracteres no son suficientes para que podamos hablar a propósito de una raza especial".
Algunas matizaciones a la "hipótesis mediterránea"
Sea como fuere, resulta incontestable que en los territorios vascos existe una importante proporción de población que responde a un "tipo" que presenta una especificidad morfológica particular, un tipo que, si bien por pigmentación, estatura e indice cefálico podría encuadrarse dentro del complejo racial mediterráneo -aun cuando habría que asumir una cierta relajación en la caracterización de esta tipología racial europea-, posee unas características propias que lo alejarían de esta tipología, tales como las sienes abultadas, la nariz prominente, alargada y a menudo convexa, un maxilar superior retraído con la forma del maxilar inferior pequeño y grácil conforman un mentón puntiagudo e incluso con una proporción elevada de individuos de ojos despigmentados. Además de estas particularidades morfológicas se debe tener presente una conformación serológica muy característica y unas peculiaridades genéticas que en cierta medida, si bien no podrían separarlos del tronco racial mediterráneo desde el punto de vista de la antropología física, sí que lo diferencian con la claridad suficiente, en nuestra opinión, para poder hablar de un tipo morfológica, serológica y genéticamente diferenciado, aunque se pudiera encuadrar en el complejo racial mediterráneo, dando a este concepto un sentido muy amplio.
No obstante, no hay que perder de vista que en el ámbito de la antropología física, como en el de otras ciencias, el paradigma interpretativo y la sistemática seguida pueden ofrecer paisajes muy diferentes. A veces el árbol no permite ver el bosque o viceversa. La elección de unos rasgos y el desechar otros para realizar estadísticas condiciona la imagen final. O la forma de entender la propia formación de los tipos raciales asumidos. O su propia definición, laxa hasta decir hasta en lo que, más que una raza, o un tipo, ha sido denominada a menudo como "complejo mediterráneo", en el que pareciera que todo cabe (desde esbeltas y muy pigmentadas poblaciones nilóticas hasta pesados tipos británicos bastante despigmentados). Así, es posible establecer la existencia de un tipo predominante en una población, en función de unos rasgos determinados, en el caso vasco, los que se han mencionado en el párrafo anterior, más otros, para reconocer el tipo pirenaico-occidental, pero también es lícito agrupar los individuos de esa misma población en función de tipos (o razas) aisladas previamente usando unas combinaciones de rasgos propias (las cinco subrazas európidas convencionales), obviando el tipo aislado, el pirenaico-occidental, aislado de la manera antedicha, considerándolo como una combinación casual, pero estadísticamente relevante, de rasgos propios de los cinco tipos que se consideran verdaderamente existentes. Con este pequeño galimatías queremos decir que no son necesariamente excluyentes las conclusiones alcanzadas en función de perspectivas y metodologías distintas y que el hecho de que desde un enfoque determinado se puedan aislar distintos componentes raciales európidos no excluye que se haya formado y, por tanto exista, un tipo (¿subraza?) particular en un espacio determinado sobre todos o parte (o a parte...) de esos elementos.
De este modo, insistimos, a dia de hoy es incontestable que el tipo pirenaico-occidental existe y si bien se podría considerar un mediterráneo alterado por influjos dináricos y/o alpinos, ha conformado unas características genético-serológicas específicas posiblemente vía deriva genética debido a cierto aislamiento geográfico y que puede llegar a alcanzar hasta un 40% de la población en muchas zonas o comarcas del País Vasco y del norte de Navarra. Un tipo cuyo mapa de distribución no coincide exactamente con los territorios estrictamente vascos, ya que se extendería por zonas de Santander, pequeñas áreas de Burgos y La Rioja y en algunas zonas pirenaicas de Aragón e incluso de la Cataluña pirenaico-occidental. Por otro lado entre las poblaciones vascas existe una representación notable de otros tipos raciales europeos, siendo el mediterráneo clásico el segundo en importancia numérica, casi tan numeroso y extendido como el pirenaico occidental entre la población vasca peninsular y la alpina entre la continental. En Guipúzcoa, en su parte sureste y sobre todo en la Sierra de Aralar hay un notable centro de concentración de braquicéfalos de tipología alpina. Los tipos nórdicos más o menos puros no son frecuentes pero existen(45). Pero en cualquier caso Guipúzcoa es una de las provincias vascas con mayor índice de despigmentación de la peninsula (16% de rubios y 22% de ojos azules según Luis Sánchez(46)), en Álava y en Vizcaya la despigmentación es, sin embargo, menor. En Vizcaya los tipos despigmentados y alpinos se presentan en menor medida debido posiblemente a estar esta provincia más alejada del paso de las invasiones procedentes de Europa y es más común en esta provincia el tipo pirenaico-occidental y el mediterráneo, siendo más acusada la dolicocefalia y la pigmentación algo más oscura. Álava es también una provincia donde la raza mediterránea está bien representada, sobre todo en la mitad sur, siendo menor la participación del tipo pirenaico-occidental, además de elementos dálicos y alpinos. Es, así mismo, la provincia con un indice cefálico más elevado. En Navarra el tipo pirenaico-occidental es muy numeroso en la mitad norte, llegando incluso a ser el tipo racial predominante en muchas zonas, donde los ojos y el pelo claro son relativamente frecuentes, quizás por haber recibido una mayor influencia céltica aunque también es notable la presencia de dálicos (que habrán contribuido a aumentar el número de rubios o castaño claros y los ojos azules, verdes o garzos) y alpinos, de hecho en Navarra encontramos un núcleo braquicéfalo alpino muy compacto que comparte con Guipúzcoa asi como también está muy representado en la Sierra de Andía; la mitad sur de Navarra es mucho más mediterránea, siendo este elemento el predominante aun cuando todavía se encuentran elementos raciales pirenaico-occidentales. A pesar de este predominio del tipo racial mediterráneo, existe también una relativa despigmentación en el extremo sur, posiblemente debida a influencia aragonesa, región particularmente despigmentada. Es característica de Navarra la relativa abundancia de individuos de pelo oscuro con ojos claros, rasgo muy típico, los ojos azules de hecho superan en esta provincia el 24% según las estadísticas de Luis Sánchez. En cuanto a los vascos franceses, presentan respecto a los españoles diferencias notables, pues entre ellos predomína el tipo alpino, siendo el pirenaico-occidental menor, y más aún el mediterráneo, mientras que el blondismo de la parte francesa es algo superior al de los vascos españoles. Collignon encontró un 22% de ojos azules, 44% de ojos intermedios y un 34% de ojos oscuros. Pelo neցro un 7%, castaño un 77% y rubio un 16%.
En resumen, la innegable existencia del tipo pirenaíco-occidental, que presenta varios rasgos que se sitúan fuera del espectro formal de lo "mediterráneo", la existencia de un considerable y extendido componente alpino y los elevados porcentajes de cabellos y ojos despigmentados, son hechos lo suficientemente significativos como para, al menos, poner en cuarentena la "hipótesis mediterránea".
II. TEORÍAS SOBRE EL ORIGEN DE LOS VASCOS O LO QUE NO SON LOS VASCOS
El origen del pueblo vasco ha dado pie a muchas elucubraciones. No estará falto de interés un repaso por las teorías que han ido encontrando mayor eco a través de los tiempos, junto a una exposición de los motivos que las invalidan a la luz de la antropología o de la serología y a la genética.
a) el cantabrísmo
La primera que podriamos nombrar es la del cantabrísmo que fue una de las primeras orientaciones que surgieron por algunos eruditos que estudiaron las guerras cántabro-romanas sobre todo al encuadrar el escenario de estas guerras en el territorio vasco o en parte de este territorio y por participantes de estas guerras al propio pueblo vasco. El hecho incontestable es que por las diferencias raciológicas entre el tipo vasco y el cántabro (castellano) ambos pueblos no tienen relación. El tipo cántabro característico es según Hoyos Sainz, a quien siguen otros antropólogos, "de cabeza, y más de cráneo, redondos y globulosos, a lo que contribuye el aplastamiento dela región posterior del colodrillo, la anchura de la frente y la amplia de la base en la cabeza"(47). Las morfologías craneales son totalmente distintas, pues el cántabro, con su cráneo esferoide y braquicéfalo y su llamativo cogote cortado como tallado a golpe de hacha es totalmente opuesto al tipo mesocéfalo alargado vasco, en el que la existencia del probole occipital contrasta por la norma posterior con los cráneos montañeses. Este simple hecho antropológico bastaría para negar las tesis del cantabrismo, aunque otras pruebas tanto serológicas como genéticas en las que no entraremos -baste mencionar el alto porcentaje de individuos de haplogrupo R1b entre los vascos (85%) y mucho más bajo entre los montañeses (55%) -abundan en el mismo sentido.