Antonio Maestre pide eliminar las herencias: "nos quitamos a una élite parasitaria que no sabe lo que es trabajar»

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Antonio Maestre: «Quitando las herencias nos quitamos a una élite parasitaria que no sabe lo que es trabajar»
El periodista y subdirector de 'La Marea' acaba de publicar 'Los rotos' (Akal), un libro en el que disecciona cómo la clase social determina a lo largo de toda la vida.

Antonio Maestre acaba de publicar 'Los rotos' (Akal). EDUARDO ROBAINA
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Olivia Carballar
22 abril 2022 Una lectura de 23 minutos
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Los rotos es un libro de historia. De una historia que, como otras historias que no interesan contarse, tampoco sale en el currículum escolar. Sin embargo, crecimos con ella, seguimos creciendo con ella, a diario. Cuando alguien lee Los rotos, lee fragmentos de la vida del autor, el periodista Antonio Maestre. Pero ocurre también, al leerlo, que lees partes de la tuya, de la de tus padres, sobre todo si has nacido en una familia de clase trabajadora.
Los rotos, en cierto modo y salvando las distancias, recuerda a aquel libro en el que te identificas con todos los que fueron a la EGB por reconocer un determinado objeto, o unos dibujos animados en concreto, o una marca. Lo que pasa es que aquí, en Los rotos, lo que identificas es el señor que venía a cobrar el seguro de los muertos, el drama que suponía que la lavadora se rompiera, que no llegara la beca, o esa sensación de querer huir de tu vida para no vivir como tus padres. De sentir, en ocasiones, incluso vergüenza.

Leer Los rotos es una forma de darte cuenta de que muchas cosas que te pasan, de que muchas cosas que te han pasado a ti y no a otras personas que han nacido en otro tipo de familias donde no era un problema que se rompiera la lavadora, no se debe a una casualidad de la vida. Esto también me ha pasado a mí, terminas concluyendo en una especie de MeToo de clase. Porque es eso, la clase como algo que lo permea todo, lo que desgrana Antonio Maestre en este libro, un compendio de vivencias personales, trabajo periodístico y aportes científicos y bibliográficos.
Con su lectura, te das cuenta también de que no es algo pasado, de otra época; de que no hay que hablar solo de fábricas, ni del mono azul para entender que la clase va más allá de una generación en concreto, de que te afecta incluso habiendo ido a la universidad, incluso habiendo leído en un mes todos los libros que tus padres no habrán leído en toda su vida.
El periodista, subdirector de La Marea, pone ejemplos concretos y trata de evidenciar cómo el filtro de clase se cuela de múltiples formas: si antes solo podían viajar unos pocos, ahora hay una cortinilla que separa a los que pueden pagar más que tú por ir en el mismo avión; si antes solo podían estudiar unos pocos, ahora hay unos másteres que separan a los que pueden pagar más que tú para acceder al mismo mercado laboral; si antes se hablaba de jamones, ahora el concepto más frecuente es la comisión.
Quienes hemos trabajado con Maestre, conocemos su empeño en denunciar las desigualdades que se crean por cuestión de clase. Así nació, por ejemplo, el suplemento Apuntes de clase. Y no rehúye de temas como este, al contrario: su abuelo, un perfecto antifascista y un perfecto maltratador. Y así nació este libro, editado por Akal, sobre cómo nos determinan los orígenes.


maestre
Al leerlo, da la sensación de que era una necesidad para usted escribirlo, dejar constancia de esta historia. ¿Por qué lo ha escrito?
Sí. Hay varias cuestiones. Una es poco romántica. Yo había firmado con Akal escribir un libro y luego no quería escribirlo. Y propuse hacer este que es el que siempre había querido escribir. Quizá lo hubiera hecho de otra manera hace tres años, cuatro años, pero es el que siempre había querido escribir. Antes no me sentía preparado. Escribir un libro para mí era como una especie de aspiración vital desde siempre y por eso empecé con Franquismo S.A., una investigación, algo con lo que me sentía mucho más seguro a la hora de escribir.
Pero siempre había estado rumiando este libro. Tenía notas guardadas desde hace un montón de años sobre este tema, que las empecé a revisar. Quería escribir un libro sobre la clase y, en principio, no sabía cómo hacerlo. El editor me habló de una cosa que se llama autosociobiografía, que hace, por ejemplo, Richard Hoggart, quien cuenta su biografía desde un punto de vista de clase.
Cuando yo empezaba a hacer mi trabajo, siempre sentí que me tenía que excusar por venir de donde venía, que tenía que ocultarlo. Sentía muchos comportamientos clasistas, que es algo que en mi vida periodística también me ha ocasionado muchos desprecios, tenía que estar justificando todos los días poner en primer plano a la clase social. Y no quería que fuese un libro sobre la clase obrera desde el punto de vista tradicional, porque eso es un error. La clase fabril, de mono azul, la clase trabajadora ha evolucionado a lo largo de los años y ahora tiene múltiples características y maneras de expresarse, y no deja de ser por eso clase trabajadora. Quería que fuera un libro sobre la clase pero más actual, dinámico y más accesible.
La tesis es que el origen lo determina todo.
Sí, la clase social te determina a lo largo de toda tu vida, te estructura, crea tu pensamiento, te va formando. Y tú, a través de tu pensamiento, perpetúas esa clase que te determina, y tienes muchísimas más dificultades en las cuestiones más cotidianas de la vida, como en el tras*porte, la salud. Cuando miras con perspectiva de clase, te das cuenta de las dificultades añadidas y los diques de contención que existen para el progreso social de una persona que, en otras circunstancias, no existirían o, por lo menos, sería diferente. No creo que la clase sea el determinante excluyente. Ser mujer importa también de manera determinante, en las mismas condiciones de clase. Tú lo tienes más difícil por ser mujer, pero si además estuviésemos hablando con una mujer racializada, lo tendría todavía más difícil. Se van sumando.
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Pero la clase sí es un cristal traslúcido que lo determina todo y lo empapa absolutamente todo y te determina de manera evidente. Yo quería hacer un trabajo sobre la clase social pero que dejase claro que hay otros muchos filtros que te acaban determinando. ¿Por qué elijo la clase? Porque soy un hombre blanco pero de clase trabajadora. Y del que puedo hablar es de ese, sin minusvalorar otros. Porque es el que yo he vivido. Por eso este libro va de mi visión íntima, subjetiva, porque es mi vivencia personal. Y luego lo traslado a algo mucho más general para explicar que lo que yo he vivido y he sentido no lo he sentido por ser yo, sino que es ciencia social, ciencia empírica demostrada y que funciona por los métodos de reproducción social por clase.
«La clase es un cristal traslúcido que lo determina todo y lo empapa absolutamente todo y te determina de manera evidente».
Expresa también en el libro sus contradicciones: hubo un momento en que quería huir de su vida, que no quería ser como sus padres, por quienes, dice, siente profunda admiración. ¿Pero alguna vez sintió vergüenza de ellos?
Sí, sí. Porque ellos no tenían las inquietudes culturales e intelectuales que yo sí tenía. Llega un momento, sobre todo en la adolescencia, en el que empiezas a sentir un poco de rechazo por todo los que has vivido, en el que yo sí sentía vergüenza. Acababas adquiriendo un desprecio cultural, intelectual, un desprecio clasista. Porque, además, vas haciendo un proceso de evolución en el que pasas del barrio, no lo quieres, porque has vivido muchos desprecios en él –tú eres el orate del libro– y eso mismo te provoca desprecio.
Quieres abandonar todo eso. Con tus padres ocurre, con tu familia, con tu barrio, con tus amigos, porque tú tienes otras aspiraciones y es acceder a un mundo diferente, y es algo normal. Las inquietudes de cada uno son respetables, pero quien tiene inquietudes intelectuales, culturales sabe que en algunos barrios no puede llevarlas a cabo. En mi barrio no había un teatro, no había nadie con quien hablar de libros. Yo tenía que ocultar que me gustaba leer porque, si no, me causaba problemas en mi círculo de amigos. Entonces tienes que crear una especie de avatar diferente entre tu grupo de amigos y el que tú eres de verdad. No tenías a nadie con quien hablar en un momento, además, en el que no existían todavía las redes sociales ni podías tener contacto con otras personas.
Entonces en mí había una especie de desarraigo y sentía que yo quería abandonar todo eso y llegar a otro mundo. Luego te das cuenta de que empiezas a sentir orgullo de ese barrio, pero tienes que hacer un camino cuando te vas. Cito una frase de Chavalas que dice: “La chica se va del barrio pero el barrio no se va de la chica”. Cuando yo vi esa película me di cuenta de que contaba lo mismo que yo en el libro.
Escuchándole, muchas personas podrían decir ‘A mí también’, un MeToo pero de clase.
Eso es una cosa que yo quería tras*mitir. Y la gente me dice que lo ha visto y eso para mí es vital. Un camarero con el que yo estoy todos los días me dijo que cuando lo estaba leyendo asentía con la cabeza. Lo que yo quería era que estas personas se dieran cuenta de sus propias circunstancias a partir de mi propia experiencia. Y es como el MeToo de clase. Igual que las mujeres descubren el pensamiento feminista y se dan cuenta de que lo que les ocurre es por ser mujer y no por llamarse como se llamen, con la clase ocurre lo mismo. Y eso es lo que intentaba humildemente con el libro.
¿Qué es para usted traicionar la clase obrera? ¿Dónde está la frontera? Siempre recuerdo una frase de Paco de Lucía que decía que cuando ganó los dos primeros millones de pesetas dejó de decir públicamente que era de izquierdas.
Es vital, dependiendo de cada uno, de su labor, de sus circunstancias, actuar conforme a lo que te ha determinado y no faltar a los tuyos. Es vital pensar siempre en ellos, que tu discurso dé voz a sus ideas, intereses, necesidades. En el fondo, obviamente, todos queremos vivir mejor y tener una vida lo mas cómoda posible. Pero, independientemente del dinero que puedas llegar a ganar –que cuando tienes un discurso combativo de clase siempre va a ser limitado porque no vas a poder llegar a ciertos estratos de la sociedad–, es vital intentar que la clase permanezca en ti siempre. Yo lo intento, a mí me cuesta llamarme ahora como un representante de la clase trabajadora porque mi vida es una profesión liberal, no tengo la precariedad de hace siete años, pero no dejo de ser un trabajador que, en el momento en que me falte un poco, vuelvo otra vez a lo mismo porque no tengo una red que me sostenga. Y ser consciente de no tener una red ayuda a comprender que tienes que defender desde tus principios los preceptos de clase y no traicionarla aliándote con aquellos que combaten a gente que intenta que la clase esté presente en la sociedad, lo que en el fondo es tener un discurso y una actuación de clase. Es comprender que tienes que trabajar para los intereses de tu clase.
«Es como el MeToo de clase. Igual que las mujeres descubren el pensamiento feminista y se dan cuenta de que lo que les ocurre es por ser mujer y no por llamarse como se llamen, con la clase ocurre lo mismo».
¿Se puede vivir bien sin traicionar a tu clase entonces?
Por supuesto. Otro cosa es vivir como un millonario y esclavizando y tener un discurso de clase. Hay que intentar no ser responsable de la precariedad, de la explotación de otros miembros de tu clase. Eso no sería compatible. En el trabajo periodístico, por ejemplo, es dar salida y voz a los intereses de la clase trabajadora. Habrá gente que considere que no pertenezco a ella, lo entiendo y lo acepto, pero no se corresponde con la realidad. Pensar que alguien que escribe sale de la precariedad es bastante ilusorio.
Me refiero también a algunos cantantes, futbolistas… gente que llega muy alto y procede de familias humildes.
Esa gente a lo mejor nunca ha tenido conciencia de clase. Si la tienes, intentas, en la medida de lo posible, que eso perdure en ti. Hay una cosa que me preocupa mucho. Yo no uso ya el tras*porte público y creo que de vez en cuando lo uso para sentir, pisar tierra. Viviendo en la periferia de Madrid, el tras*porte era un cordón umbilical con tu clase. Te das cuenta de cómo te determina. Es como separarte de tu clase. Yo sigo viviendo en la misma ciudad, en un barrio diferente. Pero hay cosas que siempre las tengo muy presentes para que no se me olviden. Mi familia me hace sentir la clase muy presente. Porque tienen trabajos precarios. La siento de manera diaria.
maestre
En el libro también habla de cuestiones que siguen resultando incómodas. No toda persona de izquierda es buena persona. Usted menciona a su abuelo, un perfecto antifascista y un perfecto maltratador. ¿Cómo le ha ido afectando esta circunstancia a lo largo de los años?
A mi abuelo siempre lo he sentido igual, porque mi progenitora, cuando no te lo decía abiertamente, siempre lo mascaba, siempre lo rumiaba. Acababas viviendo con ello desde pequeño. Con el tiempo, escribió un diario que me pasó para que lo leyera. Yo quería poner ese extracto breve sobre él, a quien no conocí. Un obrero con combatividad antifascista. Cualquier fetichista lo cogería como un ejemplo de clase. Para mí nunca lo fue, a pesar de que siempre he tenido el antifascismo como bandera de mi trabajo. Para mí, por encima de eso, está que había atemorizado a mi progenitora y maltratado a mi abuela.
Cuando se habla de clase y la gente despreciaba o desprecia el feminismo como si solo la clase importara… Para mí es imposible sentir que solo importa la clase, el antifascismo, cuando una persona es un maltratador.
Es bueno también para explicar cómo la familia determina y puede ser un lugar acogedor, como fue en mi caso con mis padres, pero también puede ser un lugar terrible, como lo fue para mi progenitora. Sirve para desmitificar el concepto de que la familia es el salvador de la clase obrera. A veces sí, para las mujeres casi nunca. Y el ejemplo de mi abuelo aglutinaba todo eso. La clase en sí misma o el antifascismo en sí mismo no significa nada cuando este se comporta así con su familia. Para mí, la clase es muy importante pero en ningún caso servirá para despreciar y minusvalorar la importancia del feminismo, de otras luchas tras*versales que se vehiculan en la izquierda para avanzar en común.
 
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