Argel firmó la paz con España en 1786. Túnez hizo lo mismo. Las pérdidas que les causaban las expediciones de Barceló eran muy superiores a los beneficios de su actividad delictiva. El problema de la piratería berberisca, que azotaba el Mediterráneo desde el siglo XIII, se dio por cerrado. Las costas del Mediterráneo español fueron repobladas. La prosperidad que desde entonces conocerían Barcelona, Valencia y Palma es tributaria en gran medida del arrojo de este capitán mallorquín de la armada española. Barceló recibió la Gran Cruz de Carlos III.
El viejo marino, sordo, brusco, de escasa cultura, no será después particularmente querido en la corte de Carlos IV, pero el capitán Toni ya había entrado en la leyenda. La gente cantaba sus laureles en coplas que se extendieron por todo el Mediterráneo, desde Cádiz hasta Gerona. Una de ellas decía así:
"Si el rey de España tuviera/ cuatro como Barceló,/ Gibraltar fuera de España,/ que de los ingleses no./ Barceló ni es escritor, / Ni finje ser santulario,/ Ni traza de pendulario,/ Ni lleva pompa exterior./ Persuade y no es orador,/ Su aseo no es presumido,/ Va como debe ir vestido./ Fía poco en el hablar,/ Mas si llega a pelear,/ Siempre será quien ha sido."
Y esta es la historia de Antoni Barceló, el capitán Toni, un marino mercante que a fuerza de arrojo e inteligencia llegó a Almirante de la armada española. A él hay que atribuirle el mérito de haber acabado con la piratería berberisca, ese azote de siglos. Gracias a él, el Mediterráneo español pudo ser un lugar enteramente habitable.