Permitidme ser agorero y empezar diciendo “Os lo dije, petulantes. Sabía que pasaría esto”. Esta interjección, con especial acento en el improperio, va dirigida a toda esa ralea de políticos aculturales, instituciones analfabetas funcionales, defensores del copyright de baratillo y empresas del buitreo que siguen creyendo que pueden ponerle puertas al campo.
Señores, se lo advertimos. Yo, desde esta humilde tribuna y otros desde las suyas, pero no hicieron caso. Las actuales leyes que intentan, por todos los medios, criminalizar el tráfico de archivos P2P, difundir la cultura del miedo a compartir y empurar bién empurados a niños por bajarse a Bisbalín no tienen futuro, ni sentido común, sobre todo esto último. Y no lo tienen por la simple razón de que internet esta lleno de gente “mala”. Pero no se trata de gente “mala” normal, se trata de individuos muy, muy “malos”, de esos que llevan escrito en la cartera “me gusta la fruta peligroso” como en Pulp Fiction. Individuos, en fín, con muchos más conocimientos técnicos que ustedes y con la motivación firme de utilizarlos para abrir una nueva puerta en cuanto ustedes cierran otra.
En esta ocasión, esa gente “mala” son los responsables de The Pirate Bay , un grupo de defensores de la libre compartición de archivos que acaba de anunciar iPredator. Se trata de un servicio de pago (cinco euros al mes) que consigue, ni más ni menos, que cubrir el tráfico P2P del usuario bajo una opaca y deliciosa capa de total anonimato. El servicio se pondrá en marcha a principios de abril y consigue que sea imposible rastrear la dirección IP de un internauta que se está descargando archivos piratas. Por supuesto, el servicio es mundial, y me encantaría ver por un agujerito la cara de la Bruni y de Sarkozy cuando descubran que su ley de los tres avisos, esa que ha costado 70 millones de euros a los ciudadanos franceses, no sirve absolutamente para nada. Ahora, la gente “mala” de The pirate Bay será la que se lucre con un negocio, la compartición de archivos, con el que los artistas y sus paladines podrían estar forrándose desde hace tiempo si supieran ver más allá de sus ombligos. Si este negocio de The Pirate Bay es legítimo o no para alguien que dice defender la libre compartición ya es otro debate.
Y no puedo evitar cabrearme como una mona, porque las medidas que inventan los de arriba, los de siempre, no tienen sentido. Porque se están gastando el dinero de los contribuyentes en una guerra sin sentido (como todas las guerras) cuando podrían gastarse ese dinero en ayudar a la gente que lo necesita o en educar a los más jóvenes en el respeto a la propiedad (intelectual) ajena. Porque se están dejando influir por artistas enrabietados de medio pelo y organizaciones privadas con ánimo de lucro que intentan, por las bravas, perpetuar un modelo de negocio que se agotó hace años porque no se atreven o no saben como cambiarlo. Porque lo único que van a conseguir es que el P2P sea cada vez más anónimo, con todo lo que ello implica. El chaval que se baja el último LP de Coldplay se alegrará un montón. Pero también se alegrará el indeseable social que comparte pronografía infantil con indeseables como él.
Por si alguien se lo pregunta, iPredator no deja ningún tipo de rastro sobre los datos que encubre, así que es imposible que la justicia obligue a The Pirate Bay a revelar una IP o un nombre de usuario, sencillamente porque no quedan registrados. Seguro que lo que sí pueden hacer es obligar a este grupo a cancelar el servicio, pero ya da igual. La tecnología para hacerlo está ahí y será cuestión de tiempo que sea de libre acceso y gratuita…
¿Y ahora qué vais a hacer?... ¿Promocionar una ley que prohiba el uso de internet en su totalidad? Seguro que los grandes dictadores, retrógrados y reaccionarios de la historia estarían orgullosos.