El otro día volviendo de las vacaciones paré en una gasolinera-restaurante que en principio tenía buena pinta, aunque estaban de obras colocando puntos de recarga y ampliando surtidores. Más o menos por el kilómetro 100 de la A3 dirección Madrid.
No necesitaba repostar el canyonero, pero como tenía ganas de echar un píxel me pedí un café. El servicio daba ardor de estomago, sucio y lleno de moscas. La barra de cafetería daba ardor de estomago, con moscas revoloteando por encima de la bollería sin plastificar. Mustafá estaba a cargo de la caja. Mohamed detrás del mostrador. Y seguro que en la cocina se ocultaba Rashid. La única que se salvaba era la camarera que parecía española con cara de 'diomioquehagoyoaquí'.
El café se quedó allí y lo que quedaba de viaje me lo pasé rascándome las piernas por las mordeduras de moscas que me traje. Además tuve que parar antes de incorporarme a la autovía porque se había colado una avispa de las que rondaban por el aparcamiento.
Si me tengo que quedar una hora en ese zoco esperando a que se recarguen las pilas de un coche, salgo en las noticias.