Espartano27
Madmaxista
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¿Por qué América se llama así si la descubrió Colón? Porque Américo Vespucio escribía de forma más sexualmente explícita que Colón
Saber venderse es condición sine qua non para llegar al gran público, como bien saben los creadores de, por ejemplo, una habitación donde te sientes como Batman o los excéntricos autores que se reunían por las noches en aquel caserón suizo donde nació el monstruo de Frankenstein o se concibió a Drácula.
Algo parecido pasó con el descubrimiento de América y su posterior bautismo.
América debería llamarse Columba, porque su descubridor fue Cristóbal Colón. Sin embargo, Américo Vespucio acabó por imponerse sobre Colón. La razón no es fácil de explicar en pocas palabras, pero podría resumirse en: Américo escribía mejor que Colón, o al menos escribía de una forma más popular, con más amarillismo, con más toques sexy, más como un bestseller que como un verdadero cronista.
Américo era una suerte de showman que empleaba mucho tiempo en autopromocionarse.
Los viajes de Américo fueron secundarios, unas expediciones portuguesas a Brasil que habrían pasado sin pena ni gloria si Américo no las hubiera ornamentado con coloristas alusiones al sesso, lo que acabó por cautivar a Europa. A diferencia de los aburridos diarios de Colón autorizados para todos los públicos, las cartas de Vespucio son obsesivas y gráficas sobre el tema de la sexualidad de los nativos.
Aquí podemos leer algunos fragmentos de sus descripciones:
Para nosotros era motivo de asombro que no hubiese entre ellas ninguna que tuviera los pechos caídos, y aquellas que habían tenido hijos no se distinguían de las vírgenes por la forma ni por la reducción de su vientre; y en otras partes de su cuerpo se apreciaban cosas que no mencionaré por pudor. Cuando tenían ocasión de copular con cristianos, empujadas por una lujuria desmedida, se envilecían y se prostituían.
He aquí el poder de las palabras para encandilar al público: no importaba la rigurosidad de Américo sino contar las cosas de tal forma que América pareciera una Babilonia exótica. Un mundo de ciencia ficción lleno de mujeres dispuestas a complacer los deseos más morbosos de los europeos. Colón era un pazguato, y Américo era un libidinoso: ésa es la razón, en suma, de que América se llame América. Colón era para eruditos, pero Américo era Julio Verne.
Tal vez unas razones de éxito que pudieran también atisbarse en el apoteósico éxito editorial de 50 sombras de grey y todos los clones que nos esperan al respecto.
Lo explica así Ken Jennings en su libro Un mapa en la cabeza:
De las cartas de Vespucio se publicaron no menos de sesenta ediciones; de los diarios de Colón sólo veintidós. Por tanto, podría perdonarse que Waldseemüller pensase que Américo era el que merecía llevarse los honores. Al fin y al cabo, Vespucio escribió que la tierra que había visitado (el “Nuevo Mundo”, la llamó) “se encuentra rodeada por el océano por todas partes”. Los lectores como Waldseemüller tenían la impresión (que resultó cierta) de que allí, más allá del horizonte, había un continente nuevo. Puede que el nuevo mapa no llegase nunca a España, que es donde vivió Vespucio hasta su fin en 1512, así que probablemente murió sin conocer cuál sería su legado. ¡Y menudo legado! Esta estrella del rock del Renacimiento había logrado que se pusiera su nombre al 28 % de la Tierra (durante su vida).
Sin embargo, también cabe recordar que hay una serie de historiadores que discrepan a propósito del bautismo de América: a su juicio, América se llamó así por un rico comerciante de origen galés asentado en Bristol llamado Richard Ameryk, que financiaría diversas travesías al continente.
Pero en los diarios de Americo, al leer el cartógrafo alemán Martin Waldseemüller en 1507 la palabra América, creyó que se refería a su nombre, y no al de Richard Ameryk. Una hipótesis que cobra fuerza si tenemos en cuenta de que, en caso de que Américo hubiera decidido bautizar América, lo hubiera hecho con su apellido, no con su nombre (ergo, debería llamarse Vespucia).
Saber venderse es condición sine qua non para llegar al gran público, como bien saben los creadores de, por ejemplo, una habitación donde te sientes como Batman o los excéntricos autores que se reunían por las noches en aquel caserón suizo donde nació el monstruo de Frankenstein o se concibió a Drácula.
Algo parecido pasó con el descubrimiento de América y su posterior bautismo.
América debería llamarse Columba, porque su descubridor fue Cristóbal Colón. Sin embargo, Américo Vespucio acabó por imponerse sobre Colón. La razón no es fácil de explicar en pocas palabras, pero podría resumirse en: Américo escribía mejor que Colón, o al menos escribía de una forma más popular, con más amarillismo, con más toques sexy, más como un bestseller que como un verdadero cronista.
Américo era una suerte de showman que empleaba mucho tiempo en autopromocionarse.
Los viajes de Américo fueron secundarios, unas expediciones portuguesas a Brasil que habrían pasado sin pena ni gloria si Américo no las hubiera ornamentado con coloristas alusiones al sesso, lo que acabó por cautivar a Europa. A diferencia de los aburridos diarios de Colón autorizados para todos los públicos, las cartas de Vespucio son obsesivas y gráficas sobre el tema de la sexualidad de los nativos.
Aquí podemos leer algunos fragmentos de sus descripciones:
Para nosotros era motivo de asombro que no hubiese entre ellas ninguna que tuviera los pechos caídos, y aquellas que habían tenido hijos no se distinguían de las vírgenes por la forma ni por la reducción de su vientre; y en otras partes de su cuerpo se apreciaban cosas que no mencionaré por pudor. Cuando tenían ocasión de copular con cristianos, empujadas por una lujuria desmedida, se envilecían y se prostituían.
He aquí el poder de las palabras para encandilar al público: no importaba la rigurosidad de Américo sino contar las cosas de tal forma que América pareciera una Babilonia exótica. Un mundo de ciencia ficción lleno de mujeres dispuestas a complacer los deseos más morbosos de los europeos. Colón era un pazguato, y Américo era un libidinoso: ésa es la razón, en suma, de que América se llame América. Colón era para eruditos, pero Américo era Julio Verne.
Tal vez unas razones de éxito que pudieran también atisbarse en el apoteósico éxito editorial de 50 sombras de grey y todos los clones que nos esperan al respecto.
Lo explica así Ken Jennings en su libro Un mapa en la cabeza:
De las cartas de Vespucio se publicaron no menos de sesenta ediciones; de los diarios de Colón sólo veintidós. Por tanto, podría perdonarse que Waldseemüller pensase que Américo era el que merecía llevarse los honores. Al fin y al cabo, Vespucio escribió que la tierra que había visitado (el “Nuevo Mundo”, la llamó) “se encuentra rodeada por el océano por todas partes”. Los lectores como Waldseemüller tenían la impresión (que resultó cierta) de que allí, más allá del horizonte, había un continente nuevo. Puede que el nuevo mapa no llegase nunca a España, que es donde vivió Vespucio hasta su fin en 1512, así que probablemente murió sin conocer cuál sería su legado. ¡Y menudo legado! Esta estrella del rock del Renacimiento había logrado que se pusiera su nombre al 28 % de la Tierra (durante su vida).
Sin embargo, también cabe recordar que hay una serie de historiadores que discrepan a propósito del bautismo de América: a su juicio, América se llamó así por un rico comerciante de origen galés asentado en Bristol llamado Richard Ameryk, que financiaría diversas travesías al continente.
Pero en los diarios de Americo, al leer el cartógrafo alemán Martin Waldseemüller en 1507 la palabra América, creyó que se refería a su nombre, y no al de Richard Ameryk. Una hipótesis que cobra fuerza si tenemos en cuenta de que, en caso de que Américo hubiera decidido bautizar América, lo hubiera hecho con su apellido, no con su nombre (ergo, debería llamarse Vespucia).