Vlad_Empalador
Será en Octubre
Alquilar habitaciones ya cuesta como arrendar un piso en Galicia hace 5 años
D. CASASREDACCIÓN / LA VOZ
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Jóvenes, jubilados e pagapensiones son los principales demandantes
19 feb 2023. Actualizado a las 05:00 h.
Comentar · 12
Renata comparte piso de alquiler con otras tres personas en pleno centro de A Coruña. Pagan 950 euros al mes más gastos o entre 260/270 euros cada uno. A sus 26 años, con un título universitario bajo el brazo y un contrato indefinido firmado recientemente después de varias nóminas como becaria, esta joven gallega se ajusta a uno de los tres perfiles de quienes se ven forzados en Galicia a compartir piso entre tres o cuatro personas, en muchas ocasiones, con desconocidos.
La cuota mensual que abonan Renata y sus compañeros de piso es un poco menos de lo que piden, de media, por una habitación en la ciudad herculina (300 euros), menos que en Vigo (360) y Santiago (310), según los datos recabados por la Federación Galega de Empresas Inmobiliarias (Fegein). El alquiler de habitaciones es una modalidad en auge, que está alcanzando precios récord, para determinados segmentos de población a los que, por sus ingresos, les resulta imposible pagar el importe íntegro de una vivienda en alquiler.
¿BUM DE LOS DORMITORIOS?
Tres segmentos de población. Jóvenes menores de 29 años, jubilados con pensiones no contributivas y emigrantes acaparan en Galicia la demanda de habitaciones para alquilar. «Esta opción habitacional es una alternativa para personas que viven en las grandes ciudades gallegas o sus áreas metropolitanas y cuyos salarios no alcanzan para el arrendamiento en solitario», señala el presidente de la federación, Benito Iglesias. Los más afectados son los jóvenes. En los portales inmobiliarios las ofertas para este tipo de estancias van dirigidas en su mayoría a personas con edades comprendidas entres los 18 y los 40 años. El grueso son jóvenes que estudian o trabajan, pero también personas separadas o divorciadas e incluso familias monoparentales con hijos. «Ya no es tan inusual que vivan bajo el mismo techo estudiantes, jubilados con pensiones no contributivas y emigrantes», afirma Iglesias.
PRECIOS DISPARADOS
240 euros de media en Galicia. Alquilar un dormitorio en Galicia cuesta de media unos 240 euros y el parque de habitaciones disponibles en el circuito de comercialización asciende a 915 estancias, según el primer informe de estas características elaboradora por Fegein en la comunidad a partir de los datos de las agencias inmobiliarias. Aunque las redes sociales se han convertido en uno de los principales motores de búsquedas entre los más jóvenes. «Lanzas una story en Instagram anunciando una habitación disponible para compartir y enseguida se obtiene respuesta», señala Renata. De ahí que no se disponga de una cifra certera sobre el parque total que hay en Galicia.
Lo que sí se constata Fegein es que el precio se ha disparado. Hasta el punto de que en las ciudades más tensionadas como A Coruña, Vigo y Santiago, hoy se paga por un dormitorio lo mismo que por arrendar un piso completo hace unos cinco años. Detrás de este avance se encuentra la escalada que han experimentado las rentas del alquiler convencional, que «aunque no está en los máximos históricos del 2008, pronto alcanzará niveles de hace quince años», señala Iglesias. «Ya no es que determinados segmentos de población no puedan permitirse una vivienda en propiedad, sino que tampoco pueden acceder a un piso en alquiler», matiza Iglesias. Y eso, tanto por los precios como por las condiciones y garantías adicionales que se exigen a los inquilinos ante el temor de los propietarios a enfrentarse a circunstancias como los impagos.
LEGISLACIÓN
Vivir con o sin el propietario. A efectos legales, alquilar una habitación no es lo mismo que un piso completo. Para el segundo rige la ley de arrendamientos urbanos; y para las habitaciones, el Código Civil, que reduce el acuerdo a la voluntad entre las partes. Algo así como un contrato privado pero que, por ejemplo, a efectos tributarios supone una vía de escape al fisco para el propietario. No hay tope a la actualización de las rentas, ni obligación del casero a pagar reformas, de ahí que desde Fegein se aconseje «que este tipo de contratos se introduzcan de alguna manera en la ley de arrendamientos urbanos para que haya alguna regulación o control».
Tampoco existe regulación específica si la convivencia en el piso es con el propietario o sin él. En algunas plataformas inmobiliarias que ofrecen la habitación como opción residencial ya se puede elegir. Aunque compartir techo con el dueño de la casa es la opción menos escogida.
En el caso de Galicia, si un casero alquila habitaciones en su vivienda habitual de residencia, tendría la consideración de pensiones. Aquellos establecimientos tan habituales en los años sesenta y setenta en todas las ciudades española y que series como Las chicas del cable, la primera española original de Netflix y ambientada en el Madrid de los años veinte del siglo pasado, han desempolvado en la memoria de muchos.
Iglesias aboga por una regulación sobre este formato residencial porque «ha venido para quedarse».
CONVIVENCIA
Fuente de conflictos. Renata, que cuenta con una larga experiencia en residir en pisos compartidos —hasta en seis ocasiones distintas desde que se emancipó cuando se fue de la casa familiar a la universidad—, reconoce que la cohabitación es cuestión de suerte, pero también que hay que concretar unas normas básicas, fijando un calendario de tareas, respeto de horarios y uso de estancias comunes. «A veces se producen broncas que no se solucionan y acaba por deshacerse esa convivencia», advierte.
Desde la Federación Galega de Empresas Inmobiliarias (Fegein) se entiende que dentro del precio de la habitación se incluyen servicios básicos como el agua y la luz, pero reconocen que son una fuente constante de conflictos por la falta de regulación. A juicio de Iglesias, esta solución no es otra cosa que «las fondas de las de antes. Hemos retrocedido en el tiempo. Esto no es calidad de vida», insiste. La oferta del mercado del alquiler está en mínimos y los precios no hacen otra cosa que subir, por lo que este tipo de alternativas residenciales se extienden cada vez más, solo unos años estaban reservadas a estudiantes y trabajadores desplazados temporalmente por sus empresas.
D. CASASREDACCIÓN / LA VOZ
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Jóvenes, jubilados e pagapensiones son los principales demandantes
19 feb 2023. Actualizado a las 05:00 h.
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Renata comparte piso de alquiler con otras tres personas en pleno centro de A Coruña. Pagan 950 euros al mes más gastos o entre 260/270 euros cada uno. A sus 26 años, con un título universitario bajo el brazo y un contrato indefinido firmado recientemente después de varias nóminas como becaria, esta joven gallega se ajusta a uno de los tres perfiles de quienes se ven forzados en Galicia a compartir piso entre tres o cuatro personas, en muchas ocasiones, con desconocidos.
La cuota mensual que abonan Renata y sus compañeros de piso es un poco menos de lo que piden, de media, por una habitación en la ciudad herculina (300 euros), menos que en Vigo (360) y Santiago (310), según los datos recabados por la Federación Galega de Empresas Inmobiliarias (Fegein). El alquiler de habitaciones es una modalidad en auge, que está alcanzando precios récord, para determinados segmentos de población a los que, por sus ingresos, les resulta imposible pagar el importe íntegro de una vivienda en alquiler.
¿BUM DE LOS DORMITORIOS?
Tres segmentos de población. Jóvenes menores de 29 años, jubilados con pensiones no contributivas y emigrantes acaparan en Galicia la demanda de habitaciones para alquilar. «Esta opción habitacional es una alternativa para personas que viven en las grandes ciudades gallegas o sus áreas metropolitanas y cuyos salarios no alcanzan para el arrendamiento en solitario», señala el presidente de la federación, Benito Iglesias. Los más afectados son los jóvenes. En los portales inmobiliarios las ofertas para este tipo de estancias van dirigidas en su mayoría a personas con edades comprendidas entres los 18 y los 40 años. El grueso son jóvenes que estudian o trabajan, pero también personas separadas o divorciadas e incluso familias monoparentales con hijos. «Ya no es tan inusual que vivan bajo el mismo techo estudiantes, jubilados con pensiones no contributivas y emigrantes», afirma Iglesias.
PRECIOS DISPARADOS
240 euros de media en Galicia. Alquilar un dormitorio en Galicia cuesta de media unos 240 euros y el parque de habitaciones disponibles en el circuito de comercialización asciende a 915 estancias, según el primer informe de estas características elaboradora por Fegein en la comunidad a partir de los datos de las agencias inmobiliarias. Aunque las redes sociales se han convertido en uno de los principales motores de búsquedas entre los más jóvenes. «Lanzas una story en Instagram anunciando una habitación disponible para compartir y enseguida se obtiene respuesta», señala Renata. De ahí que no se disponga de una cifra certera sobre el parque total que hay en Galicia.
Lo que sí se constata Fegein es que el precio se ha disparado. Hasta el punto de que en las ciudades más tensionadas como A Coruña, Vigo y Santiago, hoy se paga por un dormitorio lo mismo que por arrendar un piso completo hace unos cinco años. Detrás de este avance se encuentra la escalada que han experimentado las rentas del alquiler convencional, que «aunque no está en los máximos históricos del 2008, pronto alcanzará niveles de hace quince años», señala Iglesias. «Ya no es que determinados segmentos de población no puedan permitirse una vivienda en propiedad, sino que tampoco pueden acceder a un piso en alquiler», matiza Iglesias. Y eso, tanto por los precios como por las condiciones y garantías adicionales que se exigen a los inquilinos ante el temor de los propietarios a enfrentarse a circunstancias como los impagos.
LEGISLACIÓN
Vivir con o sin el propietario. A efectos legales, alquilar una habitación no es lo mismo que un piso completo. Para el segundo rige la ley de arrendamientos urbanos; y para las habitaciones, el Código Civil, que reduce el acuerdo a la voluntad entre las partes. Algo así como un contrato privado pero que, por ejemplo, a efectos tributarios supone una vía de escape al fisco para el propietario. No hay tope a la actualización de las rentas, ni obligación del casero a pagar reformas, de ahí que desde Fegein se aconseje «que este tipo de contratos se introduzcan de alguna manera en la ley de arrendamientos urbanos para que haya alguna regulación o control».
Tampoco existe regulación específica si la convivencia en el piso es con el propietario o sin él. En algunas plataformas inmobiliarias que ofrecen la habitación como opción residencial ya se puede elegir. Aunque compartir techo con el dueño de la casa es la opción menos escogida.
En el caso de Galicia, si un casero alquila habitaciones en su vivienda habitual de residencia, tendría la consideración de pensiones. Aquellos establecimientos tan habituales en los años sesenta y setenta en todas las ciudades española y que series como Las chicas del cable, la primera española original de Netflix y ambientada en el Madrid de los años veinte del siglo pasado, han desempolvado en la memoria de muchos.
Iglesias aboga por una regulación sobre este formato residencial porque «ha venido para quedarse».
CONVIVENCIA
Fuente de conflictos. Renata, que cuenta con una larga experiencia en residir en pisos compartidos —hasta en seis ocasiones distintas desde que se emancipó cuando se fue de la casa familiar a la universidad—, reconoce que la cohabitación es cuestión de suerte, pero también que hay que concretar unas normas básicas, fijando un calendario de tareas, respeto de horarios y uso de estancias comunes. «A veces se producen broncas que no se solucionan y acaba por deshacerse esa convivencia», advierte.
Desde la Federación Galega de Empresas Inmobiliarias (Fegein) se entiende que dentro del precio de la habitación se incluyen servicios básicos como el agua y la luz, pero reconocen que son una fuente constante de conflictos por la falta de regulación. A juicio de Iglesias, esta solución no es otra cosa que «las fondas de las de antes. Hemos retrocedido en el tiempo. Esto no es calidad de vida», insiste. La oferta del mercado del alquiler está en mínimos y los precios no hacen otra cosa que subir, por lo que este tipo de alternativas residenciales se extienden cada vez más, solo unos años estaban reservadas a estudiantes y trabajadores desplazados temporalmente por sus empresas.