A todo esto, hace unos meses le comenté a un amigo unos recuerdos extrañamente vívidos de mi infancia. En particular, la renuencia de los guionistas de mis dibujos animados favoritos de entonces (Ulises 31, Dragones y Mazmorras ...) a tratarnos como a estultoes con TDAH. Algunos episodios contenían enseñanzas y reflexiones de cierto calado. Aún a riesgo de parecer un tanto aynrandianesco, ejemplifico:
El buen hombre contraprograma al sistema poniéndola cultura ochentera a sus hijos. Los escolariza en un cole de monjas que rezan, tocan la guitarra, cuentan los billetitos ... pero se han desentendido de la "batalla cultural" y no han parado a la horda. Un día su hijo vino de clase preguntando si él podía en realidad ser una niña ... ahí lo dejo