Partimos de la base de que todas esas historias son cuentos. Y ahora, podemos interpretar esos cuentos y darles un nuevo enfoque.
Dios ha creado a los seres humanos. Sabe todo lo que se puede saber sobre ellos. Pero Dios no es un ser humano, es un espíritu. No tiene la experiencia de qué se siente siendo humano. Y como Dios ama a los seres humanos, decidió convertirse en uno de ellos, para saber qué se siente. Así que, utilizando su poder sobre la materia (el Espíritu Santo), Dios engendró en el vientre de una mujer a un ser humano, normal en todos los aspectos excepto en uno. Ese ser humano (Jesús de Nazaret) tenía la capacidad de unirse (fusionarse) con el espíritu de Dios. Esa unión se produjo durante el bautismo en el río Jordán. En ese momento Jesús y Dios se convierten en una misma persona, Jesucristo. Poco después, Dios llega a la conclusión de que Jesús debe ser sacrificado por el bien de la humanidad. Entonces, para que Jesús pueda ser torturado y asesinado, Dios se separa de él durante la oración en el huerto (sudor de sangre). Después de sufrir la Pasión, Jesús es resucitado como muestra de la justicia de Dios, todo su ser es tras*formado en espíritu (como en la tras*figuración) y se vuelve a unir con Dios de forma permanente. De este modo, Dios adquiere atributos humanos (que antes no tenía) y Jesucristo se convierte en la imagen visible de Dios.