La cueva de El Mirón está arrojando resultados muy interesantes:
pinturas rupestres en la muy próxima oquedad de Covalanas
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Un yacimiento cántabro alberga la primera evidencia del consumo humano de setas
Un estudio liderado por Robert C. Power del Max Planck Institute for Evolutionary Anthropology de Leipzig (Alemania), y codirigido por el investigador Domingo Carlos Salazar García de la Universidad de Valencia, ha detectado la primera evidencia del consumo humano de setas.
El trabajo, publicado en el Journal of Archaeological Science, ha explorado la dieta antigua mediante el análisis de cálculos dentales de individuos magdalenienses del yacimiento cántabro de El Mirón. Los análisis de microscopía óptica y electrónica de barrido han detectado un amplio abanico de microrrestos de origen vegetal, fúngico, animal y mineral atrapados en los cálculos dentales en vida, que aportan información muy valiosa sobre la alimentación en el Magdaleniense.
Habitualmente las técnicas que reconstruyen las pautas alimentarias prehistóricas se centran en el consumo de productos animales, por este motivo, según el investigador, “poder obtener mediante este tipo de estudios información sobre el consumo de recursos vegetales es importante para tener una idea más completa sobre la alimentación de nuestros antepasados”.
“Este tipo de microrrestos demuestran que los individuos en El Mirón consumieron una amplia variedad de plantas de distintos ecosistemas, así como otro tipo de alimentos como setas de la variedad boletus”, asegura el investigador valenciano, asociado al Department of Human Evolution del Max Planck Institute for Evolutionary Anthropology.
Salazar recuerda que la arqueología no ha aportado mucha información hasta ahora sobre el uso temprano de setas. Y, aunque su uso es poco comprendido durante la prehistoria, la etnografía ha visto que grupos cazadores-recolectores recientes han utilizado frecuentemente las setas como alimento, condimento y medicina.
“Este uso de setas sí que ha sido identificado durante el Calcolítico europeo, una vez se habían ya asentado las bases de la economía agrícola-ganadera”, apunta el coautor. Por ejemplo, el famoso hombre del hielo calcolítico descubierto hace un par de décadas en los Alpes, "Ötzi", llevaba ya setas encima. El nuevo descubrimiento en el yacimiento de El Mirón es, sin embargo, la primera evidencia del uso humano de setas, que hasta la fecha se desconocía para el periodo Paleolítico.
Periodo de los cazadores de renos
La alimentación humana durante la fase Magdaleniense del Paleolítico superior europeo es poco conocida. Esto es un problema, particularmente, en lo referente al consumo de recursos vegetales, que se preservan poco en el registro arqueológico. A pesar de que el periodo Magdaleniense es comúnmente considerado en la gran parte del noroeste de Europa como el período de los "cazadores de renos", este no es el caso en la Península Ibérica. Otras evidencias ya demostraban que la dieta incluía cantidades considerables de carne de ciervo e íbex, pero hasta ahora no estaba claro si otros tipos de alimentos como las plantas fueron un componente de la dieta.
El valenciano Domingo Carlos Salazar García es investigador postdoctoral en el Max-Planck Institute for Evolutionary Anthropology, pero mantiene todavía una intensa colaboración con la Universidad de Valencia. Trabaja en arqueología biomolecular con el objetivo de reconstruir el tipo de alimentación y el estado de salud de nuestros ancestros, como también su interacción con el entorno.
Revelados nuevos datos sobre el Paleolítico superior desde la cueva de El Mirón (Cantabria)
Foto: Mandíbula de la Dama Roja hallada en la cueva de El Mirón (Cantabria)
Hace unos 19.000 años, una mujer fue cubierta con ocre rojo y enterrada en una cueva en el norte de España. ¿Qué dicen sus restos sobre la vida paleolítica en Europa occidental?
Ella fue privilegiada con tener una lápida, y su tumba pudo haber sido adornada con flores. Pero muchos de lo que, durante miles de años después de su fin, se refugiaron en la cueva de El Mirón (izquierda), en el norte de España, no debieron ser conscientes de la prestigiosa compañía que estaban guardando. Enterrada en una cámara lateral, en la parte posterior de la cueva, estaba una mujer del Paleolítico Superior muy especial.
De edad comprendida entre 35 y 40 años cuando murió, fue enterrada junto a una gran piedra grabada y su cuerpo embadurnado con pigmento rojo brillante. Pequeñas flores amarillas pueden incluso haber adornado su tumba hace 18.700 años, en un momento en que los enterramientos en cuevas -y mucho más uno tan elaborado- parecen haber sido muy raros. Fue un honor importante, y nadie sabe por qué se le dio a la misma.
"Ella estaba en un área a la derecha de la cueva, donde las personas vivían", dice Lawrence de Guy Straus, de la Universidad de Nuevo México, en Albuquerque. Junto con Manuel González jovenlandesales, de la Universidad de Cantabria, Straus ha estado dirigiendo la excavación de El Mirón desde hace 19 años. "No estaba escondida. Esta persona, cuando murió, era una especie de presidenta de las actividades de su pueblo".
Foto: Lawrence de Guy Straus (en primer término) y Manuel González jovenlandesales en el lugar de enterramiento de la Dama Roja.
La Dama Roja, tal como los investigadores la llaman, era miembro de un pueblo de la cultura magdaleniense de finales del Paleolítico Superior. Ellos eran anatómicamente como nosotros, tenían ropas y probablemente también lenguaje, y pertenecían a las redes sociales que se extendieron por toda Europa en su época. Pero a pesar de que vivían en gran número en Portugal y España, y de que los arqueólogos han estado buscando enterramientos desde hace casi 150 años, la tumba de la Dama Roja es el primer enterramiento Magdaleniense encontrado en la Península Ibérica.
"El periodo magdaleniense asistió a una verdadera explosión en el número y abundancia de obras artísticas, y la representación realista de los animales", dice Straus, especialmente en enclaves del norte de España y Francia. La cueva de El Mirón tiene su parte, incluyendo el grabado de un caballo y, posiblemente, también de un bisonte. Pero lo más interesante son las líneas rayadas de 2 metros de ancho en un bloque de piedra caliza detrás de la cual la Dama Roja fue enterrada. Lo que parece un lío de líneas rectas podría, en realidad, ser mucho más significativo (izquierda).
"Las líneas parecen estar dispuestas al azar, pero hay un motivo que es un triángulo, repite líneas que marcan la forma de una V", dice Strauss. "Lo que está siendo representado, por lo menos por algunas de estas líneas, podría ser una persona de sesso femenino. Posiblemente, este bloque servía como una especie de marcador". Es como si la Dama Roja tuvo una lápida primitiva que indicaba que era una mujer.
Sus restos fueron descubiertos cuando el equipo de Straus comenzó a cavar detrás de este bloque en 2010. La datación por radiocarbono reveló que cayó del techo a lo sumo sólo unos pocos cientos de años antes de que la mujer fue enterrada en el estrecho espacio detrás del mismo. "El bloque fue grabado más o menos contemporáneamente al entierro", sostiene Strauss.
Docenas de investigadores han estado excavando en El Mirón desde 1996, con alrededor de 20 trabajos en la tumba de la Dama Roja desde que se encontró. Cuando comenzaron a cavar, descubrieron, casi inmediatemente, una mandíbula y el hueso de una tibia (derecha). Ambos restos óseos eran de tonalidad rojo brillante -a pesar de que desde entonces se han descolorido-, una señal de que la mujer había sido cubierta con ocre rojo, un pigmento de óxido de hierro, especialmente preparado, con el que los seres humanos parecen haber untado a sus muertos durante miles de años. "Tal práctica se remonta a los pre-Homo sapiens", dice Strauss. "Este es un tonalidad que en sus vidas debió haber sido muy llamativo", dice, lo que sugiere que su tono, parecido a la sangre, pudo haber simbolizado la vida y la fin.
Las personas que enterraron a la Dama Roja utilizaron una forma especial de ocre, no de fuentes locales, que brillaba con espectaculares hematitas, una forma de óxido de hierro. Puede que haya sido aplicado a su cadáver o a la vestimenta como un conservante o como ritual.
El uso regular de ocre rojo en los entierros, en todo el Paleolítico Superior en Europa, implica que formaba parte de un rito de enterramiento, dice William Davies (izquierda), de la Universidad de Southampton, Reino Unido. "Ciertamente, es posible que estas gentes tuvieran creencias espirituales", afirma Davies.
Mordidos por caninos
Pero el esqueleto está incompleto, un hecho que puede estar vinculado a las marcas de roer detrás de la tibia izquierda. El patrón de dióxido de manganeso, que se forma en los huesos cuando los cuerpos se pudren, muestra que un carnívoro -aproximadamente del tamaño de un perro o un lobo- mordió la tibia algún tiempo después de que la carne se había descompuesto.
Después de este incidente, una serie de huesos grandes, incluyendo el cráneo, parecen haber sido removidos, tal vez para exhibirlos o enterrarlos en otro lugar. Muchos de los huesos restantes, incluyendo la tibia y la mandíbula, se trataron una vez más con ocre rojo, posiblemente para volver a ritualizarlos.
María-José Iriarte-Chiapusso (izquierda) y Álvaro Arrizabalaga (derecha), de la Universidad del País Vasco, en España, han tomado un rumbo diferente, centrándose en el polen encontrado en el lugar del entierro. Hallaron una preponderancia inesperada de polen del grupo Chenopod, el cual incluye plantas como las espinacas. El polen del grupo Chenopod es raro en los yacimientos arqueológicos de este período, y la alta concentración encontrada por los investigadores no coincide con los patrones de enterramiento en áreas donde estas plantas eran una fuente de alimento, afirma Iriarte-Chiapusso.
Es posible que dichas plantas fueran usadas medicinalmente en ese tiempo, pero eso no explicaría los altos niveles de polen. "El carácter extraordinario de los hallazgos en el entierro sugiere que las plantas fueron buscadas deliberadamente por algún motivo relacionado con la fallecida", dice Arrizabalaga. Esto lleva al equipo a creer que el pueblo a la que pertenecía la mujer pudo haber dejado una ofrenda floral en la tumba, probablemente de flores pequeñas y amarillentas.
"No se puede escapar de la conclusión de que a esta persona, al margen de los cientos y quizás miles de magdalenienses que una vez existieron durante varios miles de años en la Península Ibérica, se le dio algún tipo de tratamiento especial", dice Strauss. "Sólo Dios sabe por qué".
¿Podría haber sido una especie de líder o una reina? "Nosotros, realmente, no sabemos mucho acerca de la estructura social de estos cazadores-recolectores, si eran sociedades matriarcales o patriarcales", sostiene Ignacio de la Torre (derecha), del Colegio Universitario de Londres. "Pero, sin duda, las sociedades de cazadores-recolectores no tenían reinas o reyes", dice, "dado que no tenían demasiada jerarquía social".
Las personas que enterraron a la mujer pudieron haber tenido una fuerte conexión emocional con ella, sugiere Davies, o tal vez ella era excepcional de alguna manera. "Por ejemplo algunos individuos enterrados en Italia tienen anormalidades esqueléticas y podrían haber sido vistos como gente especial, lo que les garantizaba un entierro por separado", afirma.
Quienquiera que fuese, la Dama Roja vivió en una época en que los europeos se estaban recuperando de lo peor de la última glaciación, hace unos 21.000 años. Muchas personas se refugiaron en la Península Ibérica y el sur de Francia, y luego se expandieron a través del continente. Straus espera que el ADN de la Dama Roja -será analizado por Svante Pääbo, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Leipzig, Alemania- proporcionará pruebas de que fueron estos magdalenienses del suroeste de Europa quienes repoblaron las zonas del norte, incluyendo Bélgica, Alemania y el Reino Unido.
Tal vez el ADN revele que muchos europeos de hoy en día pueden rastrear su ascendencia entre estos sus parientes artístas.
huesos de ciervo
pinturas rupestres en la muy próxima oquedad de Covalanas
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Un yacimiento cántabro alberga la primera evidencia del consumo humano de setas
Un estudio liderado por Robert C. Power del Max Planck Institute for Evolutionary Anthropology de Leipzig (Alemania), y codirigido por el investigador Domingo Carlos Salazar García de la Universidad de Valencia, ha detectado la primera evidencia del consumo humano de setas.
El trabajo, publicado en el Journal of Archaeological Science, ha explorado la dieta antigua mediante el análisis de cálculos dentales de individuos magdalenienses del yacimiento cántabro de El Mirón. Los análisis de microscopía óptica y electrónica de barrido han detectado un amplio abanico de microrrestos de origen vegetal, fúngico, animal y mineral atrapados en los cálculos dentales en vida, que aportan información muy valiosa sobre la alimentación en el Magdaleniense.
Habitualmente las técnicas que reconstruyen las pautas alimentarias prehistóricas se centran en el consumo de productos animales, por este motivo, según el investigador, “poder obtener mediante este tipo de estudios información sobre el consumo de recursos vegetales es importante para tener una idea más completa sobre la alimentación de nuestros antepasados”.
“Este tipo de microrrestos demuestran que los individuos en El Mirón consumieron una amplia variedad de plantas de distintos ecosistemas, así como otro tipo de alimentos como setas de la variedad boletus”, asegura el investigador valenciano, asociado al Department of Human Evolution del Max Planck Institute for Evolutionary Anthropology.
Salazar recuerda que la arqueología no ha aportado mucha información hasta ahora sobre el uso temprano de setas. Y, aunque su uso es poco comprendido durante la prehistoria, la etnografía ha visto que grupos cazadores-recolectores recientes han utilizado frecuentemente las setas como alimento, condimento y medicina.
“Este uso de setas sí que ha sido identificado durante el Calcolítico europeo, una vez se habían ya asentado las bases de la economía agrícola-ganadera”, apunta el coautor. Por ejemplo, el famoso hombre del hielo calcolítico descubierto hace un par de décadas en los Alpes, "Ötzi", llevaba ya setas encima. El nuevo descubrimiento en el yacimiento de El Mirón es, sin embargo, la primera evidencia del uso humano de setas, que hasta la fecha se desconocía para el periodo Paleolítico.
Periodo de los cazadores de renos
La alimentación humana durante la fase Magdaleniense del Paleolítico superior europeo es poco conocida. Esto es un problema, particularmente, en lo referente al consumo de recursos vegetales, que se preservan poco en el registro arqueológico. A pesar de que el periodo Magdaleniense es comúnmente considerado en la gran parte del noroeste de Europa como el período de los "cazadores de renos", este no es el caso en la Península Ibérica. Otras evidencias ya demostraban que la dieta incluía cantidades considerables de carne de ciervo e íbex, pero hasta ahora no estaba claro si otros tipos de alimentos como las plantas fueron un componente de la dieta.
El valenciano Domingo Carlos Salazar García es investigador postdoctoral en el Max-Planck Institute for Evolutionary Anthropology, pero mantiene todavía una intensa colaboración con la Universidad de Valencia. Trabaja en arqueología biomolecular con el objetivo de reconstruir el tipo de alimentación y el estado de salud de nuestros ancestros, como también su interacción con el entorno.
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