Las banderillas infantiles son hoy un tótem místico que poca gente se atreve a cuestionar, delante del que la sociedad al completo se postra y rinde culto como abducidos sectarios irracionales.
El principio es el siguiente: todas las banderillas infantiles son buenas, seguras y necesarias, las que existen ahora y todas las que vengan, aunque sean contra enfermedades con nula mortalidad. Son como meter un truco de modo Dios en un videojuego, son todo ventajas y 0 coste. Quien cuestione este dogma es un me gusta la fruta.
Claro, así las farmacéuticas se hacen de oro. Tengo que contar la anécdota que tuve con una pediatra de mi hijo pequeño, que estaba ella misma haciendo una tesis doctoral sobre la vacunación...