Qué dolido tiene que ser tener 93 años y 200.000 millones, saber que no puede detener su envejecimiento ni demorar su muerte pese a tener todo el dinero del mundo, seguro que en ese momento se dan cuenta de la grandeza de Dios y de la insignificancia del dinero creado por el hombre.
El humilde currito con 90 años dice bueno pues ua he vivido, he currado y dejo a mis hijos esto o lo otro y disfruto de los nietos es todo a lo que aspiran y morir dignamente, pero los multimillonarios ???
Amancio Ortega me parece un caso ejemplar por ejemplo. además de gran creyente.