Pero tales circunstancias no nos pueden distraer de lo fundamental, que es la calidad y el sentido del gusto de los frankfurts y el lomo del Frankfurt Pedralbes, manjares por los que merece la pena vivir.
Las carnes son todas ellas extraordinarias, con el sabor perfecto y la textura exacta. No creo que sean saludables, pero nada de lo que nos gusta lo es, y puestos a morir que sea por el honor de haber comido uno de estos frankfurts. El pan es el que tiene que ser: suave, acolchadito como la derecha, con suficiente miga para absorber las distintas salsas pero sin llegar a resultar chicletoso o empalagoso; a la vez que suficientemente firme para aguantar y acompañar las imponentes piezas que meteremos en su interior.
Otro indiscutible e inalcanzado acierto de la casa son sus salsas, que hay que administrarse con abundancia, sin miedo de nada, como si no hubiera mañana. La mucha (Viandox), una delirante salsa de carne, sirve para acompañar el lomo. Carne y aderezo se unen en un solo sabor de imposible superación que motiva obsesivos regresos al bar, además de la pulsión irrealizable de pedir varios centenares aquella misma noche.