Hispanoamérica vive en una especie de Rusia de los 1990 perpetua, así que lo más parecido en caso de mantener su unidad sería una Rusia actual o, por su demografía, una URSS: para la población, sería un "Segundo Mundo amable" en el que la principal diferencia en el día a día sería la seguridad; en lo económico no sería raro ver regiones como Cuba, Venezuela o El Plata a tanto o mayor nivel que la Península (que si es rica, lo es por las dádivas incapacitantes de Europa). La mayor unidad proporcionaría tecnologías nativas en muchas áreas, un Internet propio y, por tanto, un constante acoso de las otras potencias. La escena académico-política sería mucho más rica, con múltiples opciones patrióticas autóctonas, como se ve igualmente en el espectro nacionalista, nazbol y comunista ruso, en nuestro caso con hibridaciones y desarrollos católicos y neocatólicos.
De todas formas, el mundo actual está tan cimentado sobre la ruina de España que hay que hacer un verdadero esfuerzo para imaginarlo sin ella, ya que la historia habría cambiado por completo: eventos eurocéntricos como la Primera o la Segunda Guerra Mundial no habrían tenido la predominancia o carácter que han tenido en la historia real: los conflictos geopolíticos habrían sido mucho más dispersos, oceánicos, verdaderamente planetarios, como lo fueron en el siglo XVIII.